Uno de los pilares en la construcción del concepto de significante en psicoanálisis es la exploración de las distintas formas que ha asumido la idea de Uno a lo largo de la historia del pensamiento. Este recorrido alcanza un punto de llegada con la formulación lacaniana: “Hay de lo Uno”.
Este planteo no implica concebir el Uno como una fusión o totalidad. Por el contrario, toda la enseñanza de Lacan, desarrollada a lo largo de más de tres décadas, se caracteriza por su oposición a cualquier noción de universalidad, que solo puede existir como una ilusión. En este sentido, puede encontrarse un eco en Freud cuando introduce la dimensión del Eros: aunque tiende a la unión, esta aspiración encuentra su límite en la pulsión de muerte, en aquello que escapa al lazo.
El “Hay de lo Uno” lacaniano se inscribe en la tensión entre cero y uno. Mientras el cero remite a la relación entre lo necesario y lo posible, el uno introduce la discordancia entre lo imposible y lo contingente.
Se trata, entonces, de dos campos de goce, en los cuales un sujeto puede situarse con independencia de la diferencia biológica.
- En el campo del Uno, el acceso al cuerpo del partenaire —donde la mujer, según Lacan, encarna lo real del partenaire— exige la castración, lo que genera una tensión entre la ilusoria universalidad del campo fálico y una excepción que la desmiente.
- En el campo del cero, en cambio, emerge una negación que afecta al cuantor, pero no a la función: no-todo x responde a la función fálica. Esto implica que quien se sitúe allí tendrá una relación no-toda con el falo, lo que introduce una dimensión de negatividad con implicaciones denotativas.
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