Cuando Lacan afirma que “no hay nada que contenga todo”, no enuncia simplemente un principio lógico, sino que formula una posición estructural respecto del campo del goce. Esta afirmación surge en un momento de su enseñanza en que busca una formalización adecuada a la anomalía que introduce el goce en el orden del lenguaje. Para ello, se apoya en herramientas de la teoría de conjuntos, en particular en aquellas que problematizan la cardinalidad y los infinitos no totalizables.
Nos encontramos entonces en un campo paradójico, donde la parte puede ser tan grande como el todo, y donde todo conjunto incluye al conjunto vacío. Esta inclusión implica algo crucial: la falta forma parte del conjunto, está inscripta en su interior. La existencia del conjunto vacío como elemento confirma que la incompletud no es un límite externo, sino una condición constitutiva del sistema.
A partir de esta lógica, la totalización se revela imposible, y con ello se abre para el sujeto un campo —que no por eso puede llamar “propio”— en el que es posible deslindarse del Otro. Pero esta posibilidad no basta. Es necesario un paso más allá: la pérdida más allá de la falta, una pérdida que no es sólo privación, sino que plantea la cuestión ética de la responsabilidad subjetiva:
¿Qué hace el sujeto con eso que lo mantiene a distancia del impasse del que, sin embargo, es solidario?
En este punto se produce, podríamos decir, un pasaje clave en la enseñanza de Lacan, que muchas veces queda inadvertido: el tránsito del -1 al +1.
El -1 puede entenderse desde la privación estructural. El sujeto se instituye como aquello que falta en la cadena del Otro, se cuenta como ausencia: no está representado, y ese lugar vacío entra en la cuenta. El -1 es entonces la falta estructural que articula al sujeto en su constitución.
En cambio, el +1 responde a otra lógica. Es el término no enumerable que aparece entre el 0 y el 1, tal como lo formaliza la diagonal de Cantor. Este +1 no representa un exceso cuantificable, sino la incidencia de lo que ex-siste al sistema, de aquello que no se incluye pero cuenta. Es un 1 que soporta la repetición, no porque se repita, sino porque marca lo que en el significante produce lo repitiente.
Este +1 es contable, pero no sumable: no se acumula, no se integra a una totalidad, no se ordena. No se trata del contenido de la repetición, sino de la estructura que la posibilita. Es el punto que escapa a la serie, pero que sostiene su insistencia.
En definitiva, Lacan no solo opera con lo que falta, sino también con lo que irrumpe como ex-sistencia: ese uno imposible de integrar, que sin embargo funda la estructura. El sujeto, entonces, ya no se define solo por la falta que lo atraviesa, sino por la posición que toma frente a ese imposible que lo excede.
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