Allí donde la medicina y la psiquiatría del siglo XIX organizaban su práctica en torno a una mirada objetiva que recaía sobre un cuerpo doliente, el psicoanálisis introdujo una ruptura decisiva: Freud otorgó la palabra al sujeto portador de ese cuerpo. Esta operación no solo desplazó el foco clínico hacia el discurso del sujeto, sino que también implicó una nueva concepción sobre su responsabilidad en relación con el síntoma.
Este viraje está directamente ligado a un nuevo modo de concebir la razón, el cual Lacan caracteriza como un “redescubrimiento” en el Seminario 1. La razón freudiana ya no se reduce a una lógica lineal ni a la deducción empírica, sino que se configura como el lugar de la sobredeterminación: un espacio simbólico regido por reglas que inscriben las marcas de la historia del sujeto y operan mediante permutaciones.
Una de las innovaciones fundamentales del psicoanálisis fue situar la castración como referencia estructurante del orden simbólico. Lacan lo expresa con fuerza: “Freud es, para todos nosotros, un hombre situado como todos en medio de todas las contingencias: la muerte, la mujer, el padre”. Estos tres términos delimitan el horizonte freudiano desde el lugar de lo imposible; cada uno traza un borde dentro del campo simbólico, donde éste se enfrenta a sus propios límites.
Esta lógica de borde anticipa la noción de letra, que se ubicará entre lo simbólico y lo real. La letra, en tanto indicio de lo que no puede ser completamente simbolizado, delimita los márgenes de la sobredeterminación. Así, aunque Lacan trabajará con una estructura de necesidad lógica, su propuesta se ancla —y desde temprano— en una concepción de la contingencia: aquello que, desde el punto de vista del tiempo y del sentido, insiste en no escribirse del todo.
La contingencia, retomada aquí como una de las categorías lógicas de Aristóteles, se ofrece como expresión de lo incalculable, particularmente en lo que respecta a la temporalidad. En este punto, el gesto freudiano subvierte la linealidad cronológica y coloca en primer plano la dimensión histórica singular del sujeto.
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