Aquí retomamos la sutura como operación, una noción que Lacan trabaja con fuerza en el Seminario 12, donde relanza sus elaboraciones sobre el nombre propio, ya presentes en La identificación (Seminario 9), pero ahora con un abordaje topológico mucho más elaborado. Sin embargo, este giro topológico no implica un abandono del andamiaje lógico anterior, sino más bien una ampliación: lógica y topología se constituyen como coordenadas esenciales para pensar el estatuto tanto del nombre propio como del sujeto.
La sutura, en tanto operación, se apoya en lo formulado en el Seminario 9, donde la identificación es definida como una operación que hace lazo. Es en este marco que la noción de sutura se despliega en dos dimensiones fundamentales:
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La dimensión lógica, que permite formalizar una lógica del significante propia del psicoanálisis —más allá de los límites de la lingüística—. Esto fue especialmente trabajado por Jacques-Alain Miller en su texto La sutura, donde reproduce su exposición en el seminario de Lacan. Allí, se muestra cómo la lógica del significante hace posible formalizar la falta en el Otro, que se propone como horizonte en La identificación.
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Esta lógica del significante se distancia del modelo puramente diacrítico de De Saussure. Mientras la lingüística estructural piensa el significante en términos de diferencias puras y relaciones horizontales, Lacan introduce una aporía estructural: la falla, el vacío, la imposibilidad, no son accidentes, sino el punto axial del funcionamiento del significante en el sujeto.
Por eso, la enseñanza de Lacan no solo da cuenta de una lógica del significante, sino que se afirma como una clínica de lo imposible. En El reverso del psicoanálisis (Seminario 17), Lacan define el psicoanálisis como tributario de ese “poder de lo imposible”, en contraste con la “impotencia de la verdad”. Esta afirmación no implica abandonar la verdad, sino redefinir su lugar: la verdad no como totalidad accesible, sino como borde, como límite estructurante.
Desde esta perspectiva, el sufrimiento del sujeto aparece como testimonio de aquello que, al no poder decirse en la verdad, retorna en el cuerpo. El síntoma, en tanto retorno de lo reprimido, se convierte en huella de ese imposible de decir —lo que no entra en el discurso, pero insiste. Así, la clínica lacaniana no busca abolir la verdad, sino sostener un trabajo con sus límites, hacer lugar al vacío y al no-todo, y formalizar allí el espacio donde el sujeto puede inscribirse.
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