miércoles, 10 de septiembre de 2025

Leemos "El Intercambio Simbólico Y La Muerte" [1980] de Baudrillard, Jean.

El planteo del libro es que la sociedad capitalista se sostiene en la represión de la muerte y del intercambio simbólico, sustituyéndolos por una lógica de producción y de signos. Allí donde el marxismo veía explotación del trabajo, Baudrillard ve algo más radical: la captura y neutralización de lo simbólico (don, gasto, muerte, pérdida). El capitalismo no solo explota, sino que impide la circulación de lo simbólico, reemplazándolo por el circuito cerrado del valor-signo.

Ejes centrales del texto:

  1. Crítica a la economía política clásica y marxista

    • Baudrillard señala que tanto la economía política burguesa como la crítica marxista comparten un mismo horizonte: el de la producción como principio organizador de lo social.

    • El marxismo, aunque crítico, permanece preso del mismo paradigma porque sigue pensando al sujeto en términos de trabajo, valor y producción.

  2. Lo simbólico como reverso de la producción

    • Propone pensar el intercambio simbólico como aquello que desborda la lógica productiva y utilitaria.

    • Toma como referencia la antropología de Marcel Mauss (Ensayo sobre el don), donde el intercambio no se basa en la acumulación ni en el valor de uso, sino en el gasto, el don y el contra-don.

    • El símbolo y la muerte se enlazan porque en el intercambio simbólico se juega la pérdida, la deuda y la finitud, elementos que el capitalismo trata de excluir.

  3. La muerte como límite y exclusión

    • El capitalismo expulsa la muerte del campo social: la medicaliza, la oculta, la privatiza.

    • Sin embargo, la muerte vuelve como lo reprimido, y muestra el límite de la lógica productiva.

    • La muerte, en el intercambio simbólico, tiene valor no como destrucción, sino como aquello que permite circular el sentido y el vínculo social.

  4. Del valor de uso al valor de signo

    • Plantea que la sociedad moderna ya no se organiza en torno al valor de uso (como Marx planteaba), ni al de cambio en sentido clásico, sino al valor de signo: los objetos circulan por lo que significan, no por lo que son.

    • Aquí anticipa su giro hacia la teoría del simulacro: en el capitalismo avanzado, los signos se intercambian entre sí, sin necesidad de un referente real.

  5. El horizonte del simulacro

    • El intercambio simbólico y la muerte es la transición hacia la tesis de Cultura y simulacro (1981), donde afirma que lo real desaparece detrás de las simulaciones.

    • La sociedad ya no es productora de realidad, sino de signos que remiten a otros signos en un juego infinito.

Ya no hay intercambio simbólico a nivel de las formaciones sociales modernas, no como forma organizadora. Desde luego, lo simbólico las obsede como su propia muerte. Precisamente porque no regula ya la forma social, ellas no lo conocen más que como obsesión, como exigencia constantemente obstaculizada por la ley del valor. Y si bien una cierta idea de la Revolución trató a partir de Marx de abrirse paso a través de esta ley del valor, con el tiempo se fue convirtiendo en una Revolución conforme a la Ley.

El psicoanálisis, a su vez, gira alrededor de esta obsesión, pero la elude al mismo tiempo al circunscribirla al inconsciente individual, la reduce, bajo la Ley del Padre, a una obsesión de la castración y del Significante.

Siempre la Ley. Sin embargo, más allá de los tópicos y de los económicos, libidinales y políticos, que gravitan todos en torno a una producción, material o de deseo, en la escena del valor está presente el esquema de una relación social fundada en la exterminación del valor, cuyo modelo nos remite a las formaciones primitivas, pero cuya utopía radical empieza a explotar lentamente a todos los niveles de nuestra sociedad en el vértigo de una rebelión que ya nada tiene que ver con la revolución ni con la ley de la historia, ni siquiera —pero esto tardará más en aparecer porque su fantasma es reciente— con la «liberación» de un «deseo».

En esta perspectiva, otros acontecimientos teóricos adquieren una importancia capital: los anagramas de Saussure, el intercambio/don de Mauss, hipótesis estas más radicales a la larga que las de Freud y Marx, perspectivas censuradas precisamente por el imperialismo de las interpretaciones freudiana y marxista. El anagrama o el intercambio/don no son episodios curiosos dentro de los confines de las disciplinas lingüísticas y antropológicas, modalidades subalternas respecto a las grandes máquinas del inconsciente y de la revolución. Por el contrario, en ellas vemos perfilarse una misma gran forma de la cual marxismo y psicoanálisis no hacen quizá sino derivar, por desconocimiento, una forma que no beneficia ni a la economía política ni a la economía libidinal, al trazar desde aquí, desde ahora, un más allá del valor, un más allá de la represión, un más allá del inconsciente. Son cosas que suceden.

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