Es indiscutible el valor que algunos planteos de Melanie Klein tuvieron para Lacan al principio de su enseñanza. Sin embargo, no es menos cierto que esta apoyatura da lugar a una crítica, en cuanto a los atolladeros en los que el planteo kleiniano cae, en los impasses que implica en lo imaginario, y esto por no poder situar la función estructurante de algunas instancias a partir del concepto de significante.
Lacan podrá entonces trascender las imaginarizaciones de lo edípico llevando esa operatoria a un ternario simbólico, más allá de sus encarnaduras.
Un caso singular en la escuela kleiniana fue Wilfred Bion, quien elabora un concepto que denomina la “capacidad de Reverie de la madre”, se trata de la capacidad simbólica de la madre, del Otro diríamos con Lacan, que le hace posible operar modulando a la vez que modelando la relación problemática del niño con el objeto. Esencialmente con el objeto de deseo, aunque este campo es imposible de separar del todo de la relación al objeto esperado, anhelado, con lo cual involucra también a la relación con el objeto de la demanda.
Estas cuestiones serán elaboradas por Lacan en el seminario La relación de objeto a partir del concepto de frustración como forma imaginaria de la falta, consideración en la cual no cesará de destacar el valor simbolizante que esta acción tiene sobre el sujeto, y esto para destacar que no se trata allí del objeto en la raigambre imaginaria.
La frustración es de la demanda, aun cuando un deseo quede velado tras ella y el reclamo que comporta del lado del sujeto.
Frustración, castración y privación constituyen el tríptico con el cual podrá abordar la incidencia que la falta de objeto conlleva en el sujeto. Allí hay cierto privilegio de la castración por sobre las otras dos, y que orienta hacia una consideración que implica que la división del sujeto acarrea una agujero a nivel de la relación con el objeto, allí donde se lo espera complementario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario