viernes, 24 de octubre de 2025

La dirección de la cura: una praxis orientada por lo imposible

El notorio cuidado con que tanto Freud como Lacan delimitan el estatuto del psicoanálisis —tratamiento, más que terapéutica— culmina, en cierto sentido, en la definición que Lacan ofrece en el Seminario 11:

Una praxis, tratamiento de lo real por lo simbólico.

Esta formulación sitúa con precisión la orientación clínica del psicoanálisis.
Orientación implica dirección, y Lacan no deja lugar a dudas:

El analista dirige la cura, no dirige al sujeto.

Pero esta afirmación abre una pregunta decisiva: ¿Cuál es la brújula que orienta esa dirección? ¿Qué orienta la escucha analítica en una praxis que parte, justamente, de la imposibilidad de una ‘cura tipo’?

La imposibilidad de estandarización testimonia la singularidad del hablante, y es el punto de partida de la noción de sujeto del inconsciente, que vuelve inviable cualquier intento de homogeneización técnica.
Por eso Lacan se distancia de toda técnica cerrada: a falta de método universal, la práctica se ordena en torno a una serie compleja de impassesdificultades, contradicciones, callejones sin salida—, aquello que él llama el “tejido” mismo de la práctica analítica.

Si un sujeto adviene a la existencia en la medida en que se sitúa en relación con el deseo como deseo del Otro, la dirección de la cura se interroga por ese punto estructural donde el sujeto queda a la vez habilitado y capturado (alienación).

No es un detalle menor si el sujeto se emplaza como causa del deseo del Otro o si queda reducido al lugar de objeto en esa economía.
De allí la pregunta clínica que orienta la praxis:

¿Qué podría liberar al sujeto de esa captura?

En esta formulación se revela una paradoja estructural: para advenir, el sujeto requiere del deseo del Otro; pero al situarse allí, queda obturado, afectado como objeto del deseoEl fantasma testimonia esa ficción de captura, en la que el sujeto se asegura un lugar al precio de su división.

Lacan introduce aquí una torsión fundamental:
si como causa, el sujeto no coincide con el objeto del deseo del Otro, entonces el análisis apunta a hacer operar esa no coincidencia, esa falla estructural como condición de libertad.
De ahí que pueda decirse que la praxis analítica se orienta, no por el Ideal de una cura, sino por el trabajo mismo de lo imposible, allí donde el deseo —y no el saber— dirige la cura.

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