En el Seminario 12, una ponencia de Jacques-Alain Miller retoma y desarrolla buena parte del trabajo que Lacan venía desplegando desde La identificación. Publicada luego bajo el título de La sutura, esa intervención se inscribe en una doble vertiente —lógica y topológica— que converge en el intento de precisar la estructura del sujeto y la lógica propia del significante.
El término sutura venía ya trenzándose en la enseñanza de Lacan en relación con la identificación. Desde la lógica, el problema remite a la distinción entre un abordaje lingüístico del significante —centrado en la producción de sentido— y su abordaje psicoanalítico, orientado por la falta y el sujeto dividido que ella implica. Delimitar una lógica del significante exige confrontar tres posiciones: la del lógico, la del filósofo y la del psicoanalista. Cada una responde de manera distinta al modo en que el vacío —el cero, el lugar de la falta— se articula con el campo del saber.
Desde la topología, en cambio, la cuestión se desplaza hacia la estructura misma del campo analítico. Lacan venía trabajando sobre las superficies uniláteras —como la banda de Möbius o la botella de Klein— para pensar un espacio que no puede cerrarse sin perder su función. En esa clave, su propia posición tras la excomunión adquiere un valor estructural: no como un hecho institucional, sino como una exterioridad necesaria, análoga a la del Sócrates de los diálogos platónicos, que impide que el campo freudiano se clausure sobre sí mismo.
Esta exterioridad funda la posibilidad de lo a-cósmico, es decir, de un espacio que no deriva de una totalidad previa, sino que se inaugura a partir de una falta de consistencia. En ese borde —el de lo que ex-siste al campo— se juega tanto la sutura lógica del sujeto como la apertura topológica del psicoanálisis.
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