Existen diversos estudios acerca del abuso sexual de menores en donde no median las tecnologías de información y comunicación (TICs). Previo a su surgimiento, los victimarios y abusadores debían están, por lo general, muy cerca del niño, puesto a que esta era la única vía para concretar el abuso. Muchas veces era la misma familia donde se originaba la violencia. A partir del efecto que tuvieron las TICs sobre las relaciones sociales, fue de esperar que también se actualizaran estas antiguas formas graves de acoso, como lo es el abuso de menores de edad. Entramos así, en el terreno de lo que se ha dado en llamar grooming (en inglés, acicalar). En el grooming, un adulto utiliza las redes sociales para crear una conexión emocional con un menor de edad, para posteriormente abusar sexualmente de él bajo diversas modalidades. En Argentina durante el 2016 se registraron 8800 denuncias por grooming; en 2017, el número de denuncias aumentó a más de 23.500. Durante el año 2017, el 85% de los ciberdelitos que se investigaron en la Ciudad de Buenos Aires estaban vinculados con la pornografía infantil.
Empecemos aclarando un hecho, que quizá resulte obvio: la relación entre un adulto y un niño siempre es asimétrica. Para afrontar las vicisitudes de la vida, un adulto dispone de un cuerpo sexualmente desarrollado, un aparato psíquico clivado, mecanismos de defensa maduros y diversos recursos expresivos para tramitar y elaborar su padecer, como es el caso del uso de la palabra. Los menores, en cambio, son sujetos en constitución. Aunque los niños y las niñas estén determinados por la excitación sexual, aún son inmaduros y necesitan de los adultos que lo cuidan para que éste le preste palabras, les expliquen y que lo acompañen. En el mejor de los casos, el adulto reconoce esta asimetría e intenta limitar el acceso al niño a ciertos contenidos, especialmente los violentos y los sexuales, provengan éstos de la realidad o de la ficción. Esto se debe a que en todos los casos, el adulto dispone de recursos más elaborados ante las diversas situaciones de la vida cotidiana.
Otra aclaración. Los menores, frecuentemente atraídos por las novedades tecnológicas, no son evolutivamente más maduros que los niños de antes, no van a otra velocidad ni es cierto sean más inteligentes. Diremos, en todo caso, que la inteligencia es meritoria de quienes diseñaron esas novedades tecnológicas para que sean del agrado del menor de edad consumidor. Por otra parte, sí es cierto que los niños hoy tienen acceso a más información que los niños previos a la era digital, pero de ahí a que la sepan utilizar es otra historia.
Los abusadores implicados en los casos de grooming utilizan las diferentes redes sociales para contactarse con menores de edad. Pueden hacerse pasar por otro niño o niña para crear lazos emocionales con el menor. La relación comienza siendo amistosa, pero a medida que el menor confía y se desinhibe, el acosador apela a la seducción y a la provocación. El abusador puede enviarle fotos pornográficas, u ofrecer algo que el menor quiera, para conseguir que el niño realice un acto sexual, como tomarse fotos desnudo. Bajo el pretexto de un regalo, pueden habilitarle al menor nuevos dispositivos ajenos al conocimiento de los adultos responsables.
El abusador recopila progresivamente los datos personales del menor, como su número de contacto, los ámbitos que frecuenta o el nombre de sus familiares. A partir de ahí, el acosador puede chantajear al niño o al adolescente para obtener cada vez más material sexual o tener un encuentro físico con el menor para abusar sexualmente de él. La producción de este material también se logra presencialmente cuando el abusador logra establecer una relación de confianza con los responsables del menor, por ejemplo cuando estos los dejan a su cargo por motivos laborales, situación que aprovechan para abusar sexualmente del niño y grabar el hecho. Ningún pedófilo se conforma con tener siempre el mismo material, por eso la demanda de nuevas fotografías y videos de menores teniendo relaciones sexuales permanece inelástica. A esta demanda le corresponde la oferta, creando un negocio millonario a nivel mundial.
Mayoritariamente, el intercambio de material pornográfico infantil ocurre en las partes de la red no indexada por los motores de búsqueda (Deep Web) y donde mediante diversos recursos informáticos los abusadores logran no ser detectados. Una vez allí, los pedófilos se encuentran virtualmente entre ellos e intercambian material. El ingreso a muchas de estas páginas requiere invitación de algún miembro, la participación activa en el aporte de material o la entrega de dinero. Por supuesto, el intercambio de material también puede darse con otros soportes tecnológicos, como los DVDs o las antiguas cintas VHS.
En la web, los pedófilos resultan difíciles de rastrear porque son conscientes de la ilegalidad de sus hechos. Se comunican utilizando términos ambiguos como el acrónimo CP (child porn), o “amigos jóvenes” (niños). No dan detalles acerca de su identidad ni de su ubicación, ni aún entre ellos.
Existir a partir de mostrar. Niños y adolescentes en riesgo.
La era de las pantallas trajo, para algunos sujetos, la creencia que la que la imagen que está puesta es la sustancia de ese sujeto. Para ellos, no estar en la pantalla les desencadena una sensación de inexistencia: no hay valor en los eventos de la vida sino se muestran. Cada vez más se observa la tendencia a mostrar todo, todo el tiempo. Y si por algún motivo el sujeto se ve privado de sus like por lo que hayan subido a la red, se sumen en una profunda anomia, en una caída tensional de lo pulsional deseante. Es como si desaparecieran esos otros que no certifican que existe en la pantalla.
La pantalla no muestra agujeros, es plena y está todo el tiempo vigente. Es una lógica que reniega cualquier falta, enemiga del duelo, que justamente implica que hay algo que no se puede mostrar, que hay algo que se pierde y que hay algo que tenemos que elaborar como agujero. En este caso, hay dificultades con que en algún momento el sujeto no sea visto, o que el sujeto desaparezca de la escena por un rato. Esto fomenta a que algunas personas acepten solicitudes de personas que no conozca.
Sabemos que actualmente las TICs se presentan como una parte importante de la vida social de los niños y adolescentes. La adolescencia, evolutivamente hablando, es un complejo proceso de cambio y transición del sujeto, que implica el recorrido de la infancia hacia la adultez. A partir de la emergencia de la madurez sexual, conocida como pubertad, al sujeto adolescente le toca enfrentarse a diversos desafíos con los recursos particulares del caso por caso. Muchos padres y educadores de adolescentes son testigos de los permanentes desequilibrios e inestabilidad emocionales que caracterizan a esta etapa de la vida.
Internet y las redes sociales constituyen, en la actualidad, un medio ideal que soporta estas vicisitudes, siendo uno de los más notables es el ajuste de su nuevo esquema corporal. A los cambios biológicos que le acontecen, el adolescente debe ajustar la representación mental que tiene de él mismo y adaptarse a su nuevo cuerpo. Los adolescentes experimentan con su apariencia, muestran y dar a conocer, publican, editan y se ocultan. Los adolescentes, que son menores, pueden no estar advertidos de otras formas graves de acoso que los acechan, como la que se describió anteriormente: el grooming.
Los victimarios conocen esta tendencia y de esta forma, tras seleccionar a una posible víctima, comienzan a recopilar información personal de la misma. Logran formarse un perfil basado en lo que los usuarios publicaron: fotos (y lo que comentan sus amigos), colegios en los que ha estudiado, lugares que frecuenta, gustos, actividades, viajes, quiénes son sus amigos, entre otros. Esta información puede ser utilizada para:
- Ayudarle al delincuente crear su plan: Por ejemplo, un delincuente puede utilizar los datos publicados y conocer dónde y cuándo el adolescente se encuentra solo.
- Hacer robo de identidad. A veces, mediante perfiles falsos, se engaña a una víctima para que envíe fotos o dinero a un estafador bajo la falsa afirmación de que están en una especie de relación cibernética. Los usuarios menores de edad pueden ser engañados por falsos perfiles creados por pedófilos. A veces este perfil puede ser clonado del amigo del menor.
El abusador puede dedicar semanas, incluso meses, a la tarea progresiva de acercarse al niño o al adolescente. Puede abordarlo mediante juegos on-line o las redes sociales. Los objetivos del acosador son diversos, pero siempre con el denominador común del abuso del menor bajo diversas modalidades: encuentro con el menor para abusarlo sexualmente, producción de imágenes (fotos y videos) de índole sexual y/o explotación sexual, prostitución y trata de personas.
Lucas Vazquez Topssian es psicólogo, director de la Asociación Argentina de Lucha contra el Cibercrimen, espacio de investigación, prevención y contención a las víctimas.
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