Silvia Wainsztein
El lobby LGTB, pide prohibir el “Día del Padre” porque es “machista y
discriminatorio”.
Nota publicada el 18 de marzo de 2017, en Mediterráneo Digital, Madrid. Propuesto por
el observatorio español contra la LGTB Fobia. Para igualar, también sugiere suprimir
el Día de la Madre, y crear un día de “La familia”. Fundamenta esta propuesta en el
diversidad de formas parentales, como las monoparentales, homoparentales, etc.
El tema propuesto por la revista Agenda, “Las nuevas masculinidades”, supone el
contexto actual de la cultura que nos habita, y que a los psicoanalistas nos interroga
respecto a los conceptos fundamentales articulados a la práctica de nuestros días .
Trataré de formular algunas preguntas que tal vez nos orienten respecto del tema
propuesto.
¿Por qué en el discurso psicoanalítico hablamos del concepto de feminidad pero su opuesto
simétrico, masculinidad, no es leído como tal?
Sin embargo tanto Freud como Lacan desarrollaron desde varios ángulos, las vicisitudes
propias de los llamados varones, razón por la cual podríamos enfocarnos en las posiciones
masculinas, que no son simétricas al concepto de feminidad.
Actualmente encontramos en estos tiempos con colegas que dedican su investigación y por ende
su trasmisión de las manifestaciones clínicas de los varones, como si hubieran sido
dejados de lado por los propios analistas.
Ahora bien, ¿desde qué lugar podemos considerar el término masculinidad en el campo
del Psicoanálisis en su versión de concepto?
Nuestra época está atravesada por discursos que sostienen la problemática de género,
haciendo pasar por la misma, a los dos sexos: masculino-femenino, sin dejar de señalar
el denominado transgenero, que trasciende, como su nombre lo indica, los dos sexos
“conocidos” hasta ahora.
A los psicoanalistas, nos urge considerar los discursos que circulan a propósito de las
nuevas manifestaciones que coagulan al sujeto bajo la forma de estampas de la época,
tras las cuales subyace la idea de libertad absoluta para elegir el ser sexuado del sujeto
con la consiguiente aceptación del otro social que los rodea.
Es lo políticamente correcto, y está a un paso de un moralismo contemporáneo, cuyo
mandato categórico no admite disenso alguno. Por eso es tan delicado para el analista
cuando recibe consultas de padres, de adolescentes, de niños, que demandan ser
reconocidos con estas novedosas identidades.
La responsabilidad del analista que se precie como tal en una ética que sostiene, que no
es otra que la apuesta al sujeto, al sujeto del deseo, es sostener el postulado del
inconsciente y los conceptos fundamentales del Psicoanálisis, sin dejar de lado los
fenómenos de la época que nos atraviesan.
Para el creador del Psicoanálisis, Freud, tanto la posición de la mujer como la del hombre,
es efectuada desde la lógica Falo- Castración. Según la asunción sexual que cada uno
adquiere vía identificación, se dirá hombre o se dirá mujer. Se diferencian por el modo
de situarse en relación al Falo, articulado a la castración.
Lacan, quien decide un retorno a Freud, avanza desde las fórmulas de la sexuacion para
indicar la posición varón y la posición mujer desde los modos de goce que las fórmulas
escriben en cada uno de sus dos lados.
Nadie se salva de la castración simbólica, sólo que sus efectos son distintos según se trate
de uno u otro sexo. Se juega en la dialéctica entre el ser y el tener, que determina un
destino para cada uno de ellos, sin pretender convertirlo en una entidad.
El hombre poseedor del pene es el que lo tiene. La mujer por no poseer el atributo, se
relaciona más fácilmente con la falta en ser, pues el tener o no tener es del registro de lo
imaginario.
Para abordar las posiciones masculinas, no podemos evitar la referencia al otro sexo, que
como sabemos es el femenino, porque la castración se lee en el cuerpo de una mujer.
Los goces masculinos.
El plural del subtitulo alude a la singularidad de los que se dicen varones. Pero nos
encontramos con rasgos específicos que responden a la lógica Falo-Castración, a la
relación con el goce y se manifiestan de modos que pasaremos a señalar.
¿De que goza un hombre?
Esta pregunta está íntimamente relacionada con aquella que Freud formula pero de otro
modo, “ ¿que quiere una mujer?”.
Intuye que un goce enigmático se juega en la sexualidad femenina. Lacan parte de esta
pregunta y avanza a partir de sus fórmulas de la sexuacion, hacia el más allá del goce
fálico.
El obstáculo para el varón son los atributos imaginarios, que en su cuerpo están referidos
al pene. Cuando éste no alcanza, desplaza su potencia en la inteligencia, el status social,
el conocimiento, o en la versión Woody Allen, quien se presenta despojado de los
habituales emblemas masculinos, que seducen a más de una y a más de uno.
Preocupado por arribar a la óptima medida , calcula cuánto tiene o cuánto le falta para
poder alcanzarla.
Respecto al saber, tiende a colmar su falta con el Saber. Puede ser el saber de la ciencia,
del futbol, de la política, del automovilismo, de la electrónica, y su goce pasa por dar
cátedra a todo aquel que se preste a escuchar. Pero como entre el goce y el Saber hay una
división radical, No Todo se puede saber sobre el goce.
Sin embargo, interroga el saber de la mujer, ese que ella posee ya desde el origen,
articulado al plus de goce que por estar subsumida a la lógica del No Todo, No Toda ella
está preocupada por el deseo de saberlo todo.
Viene al caso un aforismo de Ernesto Sábato:
“Siempre habrá un hombre que aunque su casa se venga abajo estará preocupado
por el Universo y siempre habrá una mujer que aunque el Universo se derrumbe
estará preocupada por su casa.”
El mito del Don Juan, habitual en el fantasma femenino, para el hombre tiene una función
especial respecto del goce. Toma a las mujeres una por una, en el intento de alcanzar a
La Mujer que ninguna de ellas es.
En el Seminario “ El envés del Psicoanálisis”, Lacan se ocupa de la cuestión masculina,
desde la perspectiva de los discursos. Define al hombre, al macho, al viril, como una
creación del discurso. Menciona algo sorprendente como la “ felicidad del falo”, en la
que creen tanto hombres como mujeres. Realizar la felicidad del falo es el sueño del
neurótico. El obstáculo, es la división subjetiva entre saber y goce que el objeto a imprime
en tanto pérdida.
Y ¿qué de las posiciones masculinas en relación a la P^ere Version ?
El síntoma de Freud descripto por Jones como el carácter enigmático de su relación con
la mujer, es leído por Lacan en la relación establecida con el padre y en consecuencia el
haber mantenido en pie la pregunta ¿ que quiere una mujer?
El final del complejo de Edipo freudiano, por ende el final del análisis, se resuelve para
el varón, con la fórmula del amor al padre por identificación. Queda la mujer confundida
con la histérica que quiere saber qué es un padre. El obsesivo quiere saber cómo gozan
las mujeres. De ahí que es tan común homologar el deseo de la histérica con las mujeres, y el del obsesivo con los hombres. Ella interroga al hombre de la excepción ubicándolo
en el lugar de la causa. Él dirige su pregunta a esa parte del No Todo que por estar fuera
del significante, más allá del Falo, hace de ese goce algo indeterminado y busca el objeto
causa en forma infinita.
El goce supuesto a la mujer, como su característica es el enigma, el punto de partida es
una pregunta que promueve la oscilación entre la madre y la prostituta. Cuando el enigma
se torna insoportable y cobra eficacia la certeza, el trauma para el varón se manifiesta en
síntomas tales como la impotencia, la eyaculación precoz, la falta de orgasmo. Porque
opera la equivalencia entre el goce del padre de la horda, con la existencia de La mujer
sin barrar.
La demanda de la igualdad de géneros, toca justo el punto donde Freud decía, que es
preciso que el hombre pierda el respeto hacia la mujer, ya que si es confundida con la
madre, se hace presente el horror al incesto. Nos encontramos hoy con un fenómeno que
es tan habitual en las nuevas masculinidades. El retraimiento, como refugio defensivo.
La afirmación de Freud, fue leída lamentablemente desde el sentido común, que no sabe
de las cosas del deseo y de su relación con el inconsciente.
Pero también ciertos discursos feministas que reivindican a la mujer como una persona y
no como un objeto. El estatuto del objeto en Psicoanálisis tiene el valor de un concepto
que no pasa por la sustancia, ni por ninguna adjetivación. Todo lo contrario. Es por su
inexistencia como tal que cobra toda su eficacia en el fantasma de cada sujeto, cuando
opera su función en el fantasma, es decir, como causa del deseo. Es cuestión para una
mujer saber, que hacer semblante de objeto, no es ser un objeto.
¿Porqué el fetiche es condición de goce para el varón?
Freud articula el objeto fetiche con la castración. La operación que conlleva es el repudio
o la reprobación de la castración leída en el cuerpo de una mujer. El horror a la castración
se transforma gracias al objeto fetiche en causa del deseo para el hombre y torna a la
mujer deseable. La función del fetiche es la del velo, que propicia un cuerpo con imágenes
plenas de libido.
El objeto es trivial pero el sentido es pleno. Le garantiza al sujeto que el goce es siempre
alcanzable. Por eso es habitual que para cada varón el objeto fetiche sea siempre el
mismo.
Porqué afirma Lacan que el masoquismo femenino es un fantasma masculino?
La novela de Sacher Masoch, La venus de las pieles, nos expone de forma paradigmática
cuál es el carozo del goce del protagonista quien es flagelado por una mujer, que porta a
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través de las pieles, el objeto fetiche. Condición erótica para el hombre que en nuestros
días se nominaría “abuso”.
Me recuerda a un señor, que en la primera entrevista dice “yo soy un hombre golpeado”. ¿Por quien? Por su mujer. ¿Porqué?
Por no ponerse los “pantalones” cada vez que hay que resolver conflictos familiares. El
paso siguiente es un encuentro sexual entre ellos de tipo “furioso”. La repetición de esta
escena se interrumpe cuando hace su aparición el síntoma de la impotencia. Argumenta
que ella deja de golpearlo y viene a la consulta porque su vida perdió sentido.
Ser golpeado por una mujer por no ponerse los pantalones, no es equivalente a
feminizarse. El masoquista se ubica en una posición femenina, se identifica al objeto a,
en el intento de alcanzar el goce atribuido a las mujeres, más allá del Falo. En su fantasma
se trata de aprehender el goce enigmático del Otro, el otro sexo que es la mujer.
Fetichismo y masoquismo son paradigmáticos del goce masculino. Posiciones de la
estructura que cambian de ropaje según la época. Travestis, transexuales, asexuados,
formas de la diversidad de las nuevas masculinidades.
La clínica psicoanalítica nos enseña una y otra vez, que el neurótico se da cuenta que la
mujer goza más allá de él y más allá de sus atributos. Cuando no lo puede admitir, ya por
la negación, ya por el repudio, el síntoma y la inhibición se hacen presentes bajo distintas
formas.
Nos queda preguntarnos acerca de la homosexualidad masculina de nuestra época. ¿Es
más habitual? ¿Tiene mayor visibilidad? ¿Es una posición efecto del retraimiento que
señalamos en estas notas? ¿Es una manera de reivindicar los derechos del varón como un
nuevo machismo? ¿Un modo de marcar las diferencias cuando son confundidas con la
discriminación?
Son preguntas que nos atañen a los analistas, que nos enfrentan a nuestros propios
prejuicios, a nuestros ideales y por lo tanto en el abordaje de las curas que conducimos
teniendo en el horizonte el final del análisis. Nos desafían en el punto específico de
sostener la incidencia del Psicoanálisis en un tiempo en que los ataques al mismo, dejan
sus huellas en el colectivo social.
Fuente: Silvia Wainsztein (2017), Imago Agenda n° 202, p. 3, 4 y 16.
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