Dra. Susana Bayardo* (Fuente)
*Doctora en Psicología U.B.A./ Psicóloga de planta del Servicio de Psiquiatría del Hospital
Italiano de Buenos Aires e integrante de los equipos de trasplante de órganos// Directora del
Departamento de Ciencias Humanas del Instituto Universitario Escuela de Medicina del Hospital
Italiano de Buenos Aires.
Consideraciones generales.
El trasplante es un recurso terapéutico frente a la falla irreversible
funcional de un órgano que permite un incremento de la posibilidad de
prolongación de la cantidad y calidad de vida. Aunque en el mundo se han
reportado más de 500.000 trasplantes, en Argentina y aún en los países con
mayores porcentajes de tasas de donación por habitante, los órganos son un
recurso escaso. Si bien el trasplante se puede realizar con donantes vivos
además de cadavéricos, hay menos órganos que el número de los pacientes
que los necesitan y por tal causa hay una importante mortandad en la lista de
espera. (Shrestha, 2003).
El hecho de que existan menos órganos a disposición que los necesarios
plantea el problema bioético de la asignación de los recursos, es decir, cómo se
distribuyen, a quiénes, y qué condiciones deben de requerir quienes lo reciban,
puesto que se pretende hacer un uso razonable de los mismos.
Los equipos que realizan los trasplantes son multidisciplinarios e incluyen
la evaluación psicosocial efectuada por psicólogos, psiquiatras y/o asistentes
sociales. Existen diferencias dentro de los Centros y los Programas de
Trasplante en cuanto a quiénes son los profesionales asignados a la tarea y al
modo de llevarla a cabo pero los Programas de Trasplante tienen Protocolos de
acuerdo a pautas de consensos nacionales e internacionales, que se aplican en
la evaluación de los pacientes candidatos. Habitualmente se efectúa una
evaluación del paciente que concluye con la recomendación acerca de la
aptitud para ingresar a la lista de espera de trasplante o las condiciones que
debe de cumplir para poder hacerlo.
En la evaluación se realiza una entrevista semiestructurada en la que se
indaga acerca de: la comprensión de la enfermedad, receptividad e
información sobre el procedimiento, la capacidad de adherencia a las
indicaciones médicas y el compromiso con el tratamiento, la capacidad de
implementar cambios y hábitos, la de tener conductas adecuadas a los
requerimientos del proceso, las características de personalidad, antecedentes
psicopatológicos, soporte familiar y uso de sustancias ( alcohol, tabaco,
drogas). En caso de uso de éstas se indaga el tipo de sustancia, el tiempo de
uso/abuso, cantidad y frecuencia, periodos de abstinencia, deseos de uso,
síntomas de abuso y dependencia, historia de rehabilitación y tratamientos.
Algunos Centros y Programas, tales como el de University of Michigan
Transplant Center, acuerdan con el paciente y sus familiares con un
documento escrito el compromiso de no uso de sustancias y en caso de
incumplimiento el paciente modifica su status en la lista a “inactivo” y si se
constata fehacientemente son removidos de la misma.
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El papel del grupo familiar en esta instancia y a lo largo de todo el
proceso es sustancial, puede ser tanto el sostén contenedor y motivador del
paciente, como por lo contrario su falta, su carencia o su conflictividad puede
incidir negativamente. Por tal causa durante el periodo de evaluación también
habitualmente se efectúan entrevistas con la familia. En algunos Centros y
equipos se efectúan en algunas ocasiones asimismo entrevistas y visitas al
domicilio del paciente a cargo de asistentes sociales.
Finalizadas las entrevistas individuales y familiares se concluye con un
informe sobre la aptitud psicológica del paciente. En el caso específico de
conductas adictivas se plantean los tiempos de abstinencia y el seguimiento del
control de la misma y las recomendaciones tales como asistencia psicológica,
abordaje farmacológico, grupos de apoyo, terapia familiar, comunidades de
rehabilitación, etc.
Los tiempos recomendados de abstinencia pueden tener dificultad en ser
cumplidos cuando existe una urgencia médica por el estado clínico del paciente
que impide esperar estos plazos. En esos casos el periodo fijo de abstinencia
puede ayudar a determinar quiénes pueden ser capaces de buen cumplimiento
pero estar demasiado enfermos como para sobrevivir ese período (C. Crone,
2003); por eso esas situaciones requieren del análisis particularizado de los
casos por parte de los equipos.
El informe psicológico se integra al conjunto de las evaluaciones clínicas
del resto de los integrantes del equipo multidisciplinario, determinándose el
requerimiento y posibilidad del trasplante.
A posteriori de la evaluación y de mediar la aptitud clínico-médica
psicológica y social el paciente ingresa a la lista de espera del INCUCAI
(Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablacion e Implante –
Argentina). Es de importancia destacar algunas dificultades inherentes a esta
etapa del proceso y que tienen una influencia destacada en cuanto a la
repercusión psicológica como lo son el tiempo de espera indeterminado y la
progresión del deterioro causado por la enfermedad que se produce durante
este período. El tiempo indeterminado de espera de asignación del órgano está
condicionado por una serie de factores, entre ellos las tasas de donación, el
tipo de trasplante, el tiempo de inscripción en lista, el estado de gravedad de
la enfermedad, la histocompatibilidad, etc., es decir una serie de factores que
no son controlables en la programación de su concreción por parte del equipo
ni por parte del paciente. Por lo tanto los pacientes y las familias deben
convivir con la incertidumbre sobre si se llegará a ser trasplantado y con qué
éxito o si el trasplante no podrá materializarse con la posibilidad de
fallecimiento en el curso de la espera del mismo. En el caso de los pacientes
con conductas adictivas estos hechos son a su vez un factor añadido de riesgo
de recaída en el uso o consumo de sustancias, lo cual debe ser tenido
especialmente en cuenta en el sostén y control terapéutico. El desafío de esta
etapa, relativo a este aspecto, es poder manejar la imprevisibilidad y requiere
de la capacidad de tolerancia a la frustración, el control de las emociones y la
persistencia y constancia en las conductas de cuidado de la salud como
condición imprescindible para llegar al mismo en las mejores condiciones
posibles. Esta situación, que es particularmente angustiante y estresante, se
ve incrementada con el hecho de que pese a que se cumplan
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concienzudamente los cuidados médicos indicados durante la espera
continuará la progresión de la enfermedad y con ello el deterioro del
organismo el cual añadirá al malestar físico sintomatología emocional tal como
ansiedad, miedos altamente consistentes con la realidad, sentimientos de
desesperanza, depresión.
Cuando se plantea la disponibilidad de un órgano, el INCUCAI informa
al Centro de Trasplante correspondiente quiénes se encargarán de la ablación
y de avisar al paciente, quien debe concurrir sin dilaciones para efectivizar la
cirugía de trasplante. Luego de materializado el acto quirúrgico y de un periodo
de internación el paciente tendrá el alta de la institución pero no del
tratamiento médico dado que a posteriori se deberá mantener un seguimiento y
control de por vida. Es por tal causa que corresponde hablar de Proceso de
Trasplante, con diversas etapas en todas las cuales el paciente deberá tener un
alto grado de adaptación y cumplimiento de las indicaciones del tratamiento y
de los cuidados a implementar de la salud.
Criterios de inclusión y exclusión.
El trasplante requiere de los pacientes no solo conciencia de las
implicancias del mismo sino también del cumplimiento estricto de las
indicaciones médicas, entre ellas: concurrir a las consultas regularmente, ingerir
la medicación inmunosupresora en tiempo y en forma, realizar dieta, tener
hábitos saludables tales como no uso de alcohol, drogas, tabaco, etc. La
adherencia rigurosa al tratamiento es un pilar imprescindible para la
consecución exitosa del trasplante dado que el riesgo del incumplimiento de la
ingesta de los inmunosupresores conlleva la posibilidad del rechazo del órgano
y eventualmente la pérdida del mismo. Es por esta causa que se evalúa la
capacidad del paciente de entender, comprender, aceptar, adaptarse y adherir
a las indicaciones médicas, siendo de riesgo las conductas de evasión, negación
de la enfermedad y transgresión. Se comprende así el por qué respecto de los
pacientes con antecedentes de adicciones o con conductas adictivas al
momento de la evaluación se han planteado tantas controversias vinculadas a
si podrán tener la capacidad de cumplir y sostener hábitos saludables o
directamente de cesar el consumo de la sustancia en cuestión. Si se añade a
ello que el paciente puede minimizar o directamente negar la práctica de estas
conductas aunque las esté teniendo y que además en muchas ocasiones su
entorno de allegados puede o bien no estar informado al respecto o referir y
sostener versiones falsas a efectos de evitar su no inclusión en la lista de
espera, se entiende por qué son poblaciones que requieren una evaluación
especialmente cuidadosa y un seguimiento periódico.
Inicialmente la mayor parte de los Centros y Programas de trasplante
excluían a los pacientes con conductas adictivas por los potenciales riesgos de
recidiva y los reportes iniciales indicaban que los que lo hacían tenían una
pobre evolución al post trasplante. Pero teniendo en cuenta que la enfermedad
hepática inducida por el alcohol es la causa más común del fallo funcional
terminal y que estos pacientes tienen mejor sobrevida con el trasplante de
hígado que con el tratamiento médico clínico, o que el enfisema obstructivo
pulmonar crónico provocado por el tabaquismo tiene su terapéutica posible en
el trasplante pulmonar, ello motivó la necesidad de hacer evaluaciones
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rigurosas para no excluir a quienes eran los destinatarios que precisamente
podían beneficiarse con esta terapéutica. Así pues se han ido efectuado
estudios longitudinales del post trasplante y las investigaciones mostraron
algunos resultados dispares y no confirmaron las diferencias esperadas en las
tasas de sobrevida entre receptores alcohólicos y no alcohólicos, al menos
cuando la selección previa del receptor es cuidadosa. (Merion, Beresford,
1994).
La preocupación esencial de los equipos de trasplante es la correcta
asignación de un órgano a quien se encuentre con disposición y capacidad de
cumplir con los requisitos que deberá enfrentar, puesto que el incumplimiento
de las indicaciones conlleva inevitablemente complicaciones y según la entidad
de las mismas a episodios de rechazo del injerto y riesgo de vida.
En el caso de las adicciones se diferencian los casos en los que hay un
uso activo de sustancias de los casos en los cuales se presenta abstinencia.
Actualmente en la mayor parte de los Centros y Programas de Trasplante del
mundo se excluyen a quienes tienen un uso activo de sustancias. Los disensos
y controversias se relacionan con cuánto es el tiempo de abstinencia que se
requiere para ingresar a la lista de espera de trasplante o de ser excluido de la
misma en caso de reincidencia en el consumo y si la eventual reincidencia se
presenta de modo significativo o escaso, si se relaciona o no con episodios de
rechazo del injerto, con la supervivencia post trasplante, etc. Aún cuando hay
algunas disparidades en cuanto a los resultados, actualmente la tendencia es a
una inclusión de los pacientes a posteriori de una selección cuidadosa en el
caso de presentar un período de abstinencia de seis meses, en los casos de
alcohol, marihuana y tabaco, previo al ingreso a la lista de espera y el
compromiso de no reiterar el consumo.
En el caso del tabaco, su cese es
esencial en el caso del trasplante pulmonar, tal como lo es el alcohol en el
hepático. La duración de este periodo de abstinencia previa algunos equipos la
prolongan a dos años para el caso de adicción a la cocaína y heroína. De todas
formas hasta el momento no puede afirmarse que tales períodos permitan
evitar las reincidencias y recaídas.
En esta presentación nos centramos en la problemática ligada a las
adicciones, pero existen otros criterios de exclusión para trasplante por causas
psicosociales, a los que no haremos referencia por exceder el marco de esta
ponencia, criterios que también generan controversias en cuanto a lo apropiado
de los mismos, al valor predictivo de riesgo de morbimortalidad, a las
implicancias bioéticas, etc.
Algunos autores enfatizan que dado que el impacto de los factores de
riesgo tales como las comorbilidades de los desórdenes psiquiátricos, el soporte
social, etc. no son concluyentes deben de hacerse evaluaciones caso por caso y
que se debe enfatizar el foco en la ayuda a estos pacientes para efectuar y
establecer cambios de hábitos de vida.
En cuanto a la morbilidad psiquiátrica en el caso del alcoholismo se
plantea que hay más riesgos por la toxicidad de los inmunosupresores, más
complicaciones en el post quirúrgico inmediato, pero se requiere poder
determinar y diferenciar las eventuales diferencias entre los receptores con
abuso respecto a los que tienen dependencia, a los tiempos de sobriedad al pre
trasplante, etc.
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Tipo de adicción y tipo de trasplante.
Es necesario considerar el tipo de adicción y el tipo de trasplante, es
decir de qué órgano se trate (corazón, riñón, hígado, pulmón, páncreas,
intestino) y la relación con la etiopatogenia de la enfermedad. De tal manera
que, por ejemplo, el peso a otorgarle al tabaquismo del receptor difiere si
requiere de un trasplante pulmonar por enfisema en el cual la adicción tiene
una relación directa con la enfermedad, de si se trata de un fumador que
requiere un trasplante de hígado en el cual el tabaco no ha tenido una
incidencia directa en la enfermedad hepática.
Muchos estudios muestran estas diferencias en los criterios que se
aplican en función de las distintas circunstancias. Por ejemplo al respecto del
tabaco, luego del trasplante cardíaco, Botha (2008), en un estudio en el que
se hacen mediciones de niveles de nicotina en sangre plantea que muchos
pacientes retoman el hábito y que los fumadores tienen más mortalidad y
malignidad que los no fumadores, acelerándose el desarrollo de vasculopatía en
el órgano injertado y acortándose el tiempo de supervivencia. Este hecho por
el contrario no es visto en los fumadores de trasplante hepático según Englesbe
(2009) quien refiere que no hay diferencias en la supervivencia en este tipo de
trasplante.
J. Gale and coll, (2007) en un estudio sobre predictores de recidiva en
receptores de trasplante de hígado por enfermedad hepática alcohólica refieren
que tres factores predicen independientemente el riesgo de recaída en consumo
dañino: la duración del tiempo de abstinencia previo al trasplante menor a seis
meses, la presencia de depresión o ansiedad y el score de la escala HRAR
(High Risk Alcoholism Relapse) y que además la combinación de estos tres
parámetros incrementan el riesgo , por lo que plantean que en la evaluaciones
deben de considerase estos factores y que en caso de existir dos o tres de ellos
se considera que hay posibilidad de muy alto riesgo de recaída.
En cuanto al abuso previo de sustancias en trasplante renal Coombs
refirió en el American Transplant Congress 2009 que no hay evidencia empírica
para la exclusión cuando se toma como referencia comparativa el tiempo de
abstinencia, la evolución del órgano y la mortalidad para este tipo de
trasplante.
Por su parte Dew (2008) en un estudio de tasas de recaída en alcohol y
drogas post trasplantes hepático, renal y cardíaco refiere datos que muestran
que el riesgo de recidiva es relativamente bajo y que las variables psicológicas
que están significativamente correlacionadas son el escaso soporte social, la
historia familiar de abuso/dependencia de alcohol y la abstinencia pretrasplante
de 6 meses o menos.
Estos y otros muchos estudios muestran la necesidad de que los Centros
y Programas utilicen protocolos consensuados con los que se puedan efectuar
estudios multicéntricos y longitudinales que permitan estudiar y analizar el peso
de estos factores y su incidencia en el proceso y resultado del trasplante como
del mismo modo a partir de la detección de los factores de riesgo aplicar
estrategias de apoyo en los grupos y o situaciones más vulnerables.
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