Es siempre una equivocación teorizar más allá de lo que permiten los datos.
Los terapeutas de familia aprenden a teorizar más allá de los datos que poseen acerca de una familia, pero siempre conscientes de que la estructura de esta nunca se les manifiesta enseguida. Solo en el proceso de coparticipar con una familia, sondear las interacciones y vivenciar la estructura que la gobierna alcanzarán a conocer su modalidad de interacción.
Las familias que acuden, tienen configuraciones y estructuras diferentes, y como la forma no puede menos que influir sobre la función, reaccionaran frente a los obstáculos según modalidades que les vienen impuestas por su configuración. Esta indicara posibles campos funcionales y posibles eslabones débiles dentro de su ordenamiento estructural.
Las configuraciones en la práctica son: las de pas de deux, de tres generaciones, del soporte, del acordeón, de la familia cambiante y de la familia huésped.
Familia de pas de deux
Se compone de dos personas solamente. El terapeuta puede conjeturar que con probabilidad están muy apegadas. Si se trata de madre-hijo, es posible que este pase mucho tiempo en compañía de adultos (y acaso pueda estar adelantado en su capacidad verbal, lo que lo lleve a pasar menos tiempo de lo corriente con los niños de su edad).
La madre puede tender a interpretarlo con exceso, puesto que no tiene otra persona en quien concentrarse. El resultado de todo esto puede ser un estilo de vinculación intensa que alimente al mismo tiempo la mutua dependencia y el resentimiento reciproco.
Otro ejemplo de este tipo de familia es la pareja anciana cuyos hijos ya han dejado el hogar. Suele decir que padecen del síndrome del nido vacío.
La estructura de dos personas es proclive a una formación de liquen, en que los individuos contraen una dependencia casi simbiótica.
Es una posibilidad que el terapeuta sondea si sus observaciones indican que la unión excesiva cercena las potencialidades de los miembros, planea intervenciones para deslindar la frontera entre los componentes de la díada al tiempo que cancelara las que mantienen a cada uno de estos individuos desvinculados a otras personas.
Familias de tres generaciones
Es probablemente la configuración familiar mas típica en todo el mundo. La configuración de la familia extensa aloja en la multiplicidad de sus generaciones la posibilidad de una especialización funcional. La organización del apoyo y la cooperación en las tareas familiares se puede llevar a cabo con una flexibilidad inherente a esta forma de familia, y a menudo con una genuina pericia. Este tipo de organización requiere de un contexto en que la familia y el medio extrafamiliar se encuentren en armoniosa continuidad.
Cuando trabajan con familias de tres generaciones, los terapeutas de familia se deben guardar de su tendencia a obrar una separación.
Lo indicado desde el punto de vista terapéutico fuera trabajar dentro del sistema cooperativo hacia una diferenciación de funciones y no promover la información de una estructura acorde a la norma cultural.
Para el terapeuta es importante descubrir el peculiar ordenamiento de la familia con la que trata.
Son muchas las formas de familia de tres generaciones. Desde la combinación de progenitores solteros, abuelo y niño, hasta la compleja red de vastos sistemas de parentesco que no necesitan estar alojados en un mismo domicilio para ejercer notable influjo. Puede ser indispensable para el terapeuta descubrir cual es realmente la familia, cuantos miembros tiene y que nivel de contacto sostienen estos con la red extensa. En ningún caso se debe subestimar el influjo de la familia extensa sobre las funciones de la familia nuclear.
Un posible eslabón débil en la familia multigeneracional, es la organización jerárquica. Cuando una familia extensa de tres generaciones acude a la terapia señalando a uno de sus miembros como el portador del síntoma, el terapeuta investigara eventuales coaliciones intergeneracionales que acaso tomen a uno de los miembros de la familia como chivo emisario o vuelvan disfuncionales determinados holones.
En estos casos, esclarecer las fronteras entre los holones puede ayudar a diferenciar las funciones y facilitar la cooperación.
Familias con soporte
Cuando son muchos los niños en un hogar, por lo común uno de ellos, y a veces varios de los mayores, reciben responsabilidades parentales. Estos niños parentales toman sobre sí funciones de crianza de los demás niños, como representantes de los padres.
Este ordenamiento funciona sin tropiezos mientras las responsabilidades del niño parental están definidas con claridad por los padres y no sobrepasan su capacidad, considerado su nivel de madurez. El niño parental es puesto en una situación que lo excluye del subsistema de los hermanos y lo eleva hasta el subsistema parental. Esta situación tiene aspectos atractivos, puesto que el niño tiene acceso directo a los progenitores; además, puede promover sus habilidades ejecutivas.
Sin embargo, pueden contraer síntomas cuando se descargan sobre sus hombros responsabilidades superiores a sus fuerzas, o no se les confiere la autoridad que les permitiera ponerlas en práctica. Estos niños, por definición, quedan tomados entre dos fuegos: se sienten excluido del contexto de los hermanos, pero no aceptados de manera genuina por el holón parental.
En la terapia puede ser eficaz emplear técnicas de fijación de fronteras que reorganicen el subsistema parental sin el niño parental, y realizar sesiones con los hermanitos solos, en que la posición de aquel sea reorganizada. O bien, si el subsistema parental ya está recargado, la responsabilidad de brindarle apoyo, se puede distribuir de manera más equitativa entre los hermanos.
Familias acordeón
En ciertas familias, uno de los progenitores permanece alejado por lapsos prolongados (el ejemplo clásico son las familias de militares).
Cuando uno de los cónyuges se ausenta, el que permanece en el lugar tiene que asumir funciones adicionales de cuidado con los niños.
Las funciones parentales se concentran en una sola persona.
Los niños pueden obrar en el sentido de promover la separación de los padres y tienden a expulsar al progenitor periférico.
Es posible que estas familias demanden terapia cuando el progenitor viajero cambia de trabajo y se convierte en figura dentro de la organización familiar. En ese momento es preciso que sobrevenga un desplazamiento en el modo en que la familia tiene de organizar sus funciones. El progenitor periférico debe ser reinsertado en una posición provista de sentido.
La terapia incluirá en esta, maniobras no solo reestructuradoras, sino educativas. La familia tiene que comprender que, en efecto, forma una familia nueva.
Familias cambiantes
Ciertas familias cambian constantemente de domicilio
Es también el caso de los gerentes de grandes empresas que son transferidos con frecuencias de una sucursal a otra. En otras circunstancias es la composición misma de la familia la que varia.
El ejemplo más frecuente es el progenitor soltero que cambia de pareja una y otra vez.
Si el cambio de contexto interesa a los adultos que desempeñan un papel significativo, es importante para el terapeuta reconstruir un historial que le permita determinar si lo que parece una organización estable no es, en realidad, transitoria.
En tal caso parte de la función del terapeuta ayudar a la familia para que defina con claridad su estructura organizativa.
Si el cambio del contexto atañe al domicilio, hay perdida de sistemas de apoyo, tanto familiares como de la comunidad. La familia queda aislada. Los niños que han perdido su red de compañeros y deben ingresar en un contexto escolar nuevo, pueden desarrollar disfuncionalidad.
Es esencial no dar por supuesto que la crisis es producto de una patología existente en la familia. El holón de esta es siempre parte de un contexto más vasto. Distorsionado este contexto vasto, la familia manifestara distorsiones.
Familias huéspedes
Un niño huésped es por definición miembro de una familia temporaria. Los asistentes sociales en los institutos de colocación dejan en claro que la familia huésped no debe apegarse al niño; es preciso evitar una relación padre-hijo.
Un problema potencial en esta configuración familiar es que en ocasiones, la familia se organiza como si no fuera huésped. El niño es incorporado al sistema familiar. Si después desarrolla síntomas, pueden ser el resultado de tensiones dentro del organismo familiar. No obstante el terapeuta y la familia pueden suponer que los síntomas del niño son producto de su experiencia previa al ingreso de esta familia, o bien desde una patología internalizada, puesto que es un niño huésped y técnicamente no es miembro de la familia.
Es preciso evaluar el nexo del síntoma con la organización familiar.
Si la sintomatología es el producto del ingreso del niño en un sistema nuevo, este funciona como si atravesara una crisis de transición. Por el contrario, si el niño ya está integrado plenamente a la familia, sus síntomas obedecen a la organización de esta y se relacionan con las tensiones que otros miembros de la familia manifiestan de diverso modo.
En la situación mencionada en último término, una complejidad adicional de la familia huésped es la introducida por la presencia del instituto de colocación. Estos institutos pueden obrar de un modo que estorbe la posibilidad de acomodamiento entre el niño y la familia huésped.
En estos casos el terapeuta tiene que contemplar la posibilidad de introducir a la asistente social del instituto en el contexto terapéutico y utilizarla como coterapeuta a fin de prestar asistencia al organismo total, incluido el niño.
Familias con padrastro o madrastra
Cuando un padre adoptivo se agrega a la unidad familiar, tiene que pasar por un proceso de integración que puede ser mas o menos logrado.
El nuevo padre puede no entregarse a la nueva familia con un compromiso pleno, o la unidad originaria puede mantenerlo en una posición periférica. Es posible que los hijos redoblen sus demandas dirigidas al padre natural, exacerbando así el problema que a este le plantea la división de lealtades.
En esta configuración familiar, las crisis son comparables a los problemas que surgen en un organismo familiar reciente y se las debe considerar normales.
Es posible que un terapeuta tenga que asistir a la familia introduciendo esquemas para una evolución gradual. En ciertos casos puede ser conveniente para los miembros de las dos familias originales, mantener al comienzo sus fronteras funcionales y relacionarse como dos mitades que cooperan para resolver problemas en la vía que la familia sigue la configuración de un solo organismo.
Familias con un fantasma
La familia que ha sufrido muerte o deserción puede tropezar con problemas para las tareas del miembro que falta.
A veces, apropiarse de las funciones del miembro que falta se convierte en un acto de deslealtad a su memoria. Por lo tanto es posible que se respeten las antiguas coaliciones como si ese miembro aun viviera.
Los miembros de estas familias pueden vivir sus problemas como la consecuencia de un duelo incompleto.
Desde el punto de vista terapéutico, se trata de una familia en transición. Las configuraciones anteriores estorban el desarrollo de nuevas estructuras.
Familias descontroladas
En familias en que uno de sus miembros presenta síntomas en el área del control, el terapeuta supone la existencia de problemas en uno o varios entre determinados campos: la organización jerárquica de la familia, la puesta en practica de las funciones ejecutivas dentro del subsistema parental y la proximidad entre miembros de la familia. Esto varia según el estadio de desarrollo de los miembros de la familia:
Familias con hijos pequeños: los problemas mas comunes los presenta el niño en edad preescolar, a quien sus padres definen como un “monstruo”que no quiere admitir regla alguna. Sin embargo vale aclarar que para un tirano que no se eleva un metro del suelo sea mas alto que el resto de los miembros de la familia, es preciso que este subido sobre los hombros de uno de los adultos.
En esta situación la meta terapéutica consiste en reorganizar la familia de modo que los padres cooperen entre sí y el niño sea rebajado hasta su lugar.
Familias con hijos adolescentes: aquí es posible que los problemas de control se liguen con la capacidad de los progenitores para pasar del estadio de padres solícitos de niños pequeños al de padres respetuosos de adolescentes.
En el trato con las familias en que hay adolescentes en conflicto, lo mejor es que el terapeuta siga un camino intermedio. Sustentará el derecho de los padres a formular determinadas demandas y a pedir que se los respete como tales. Y también apoyara las demandas de cambio que haga el adolescente.
Familias con hijos delincuentes: el control de los progenitores depende de su presencia. Las reglas existen solo mientras ellos están ahí para imponer su vigencia. En esta organización , los padres tienden a producir una alta proporción de respuestas controladoras, a menudo ineficaces. Las pautas de comunicación tienden a ser caóticas en estas familias. Los participantes no cuentan con ser escuchados, y los mensajes sobre la modalidad del vinculo son mas importantes que el contenido. Las comunicaciones parecen organizadas en torno de secuencias o interacciones nimias, inconexas, provistas de un valor afectivo.
Cuando estas familias tienen varios hijos, el subsistema de los hermanos puede llegar a ser un contexto importante que permite iniciar la organización de una nueva configuración familiar y crear fronteras significativas.
Familias con niños maltratados: el sistema no puede controlar las respuestas destructivas de los padres hacia los hijos. Por lo común esos progenitores carecen de sistemas de apoyo. Responden a los hijos como si solo fueran una continuación de ellos mismos, por lo tanto, cada acción del hijo es vivenciada por el padre como una respuesta personal. Los progenitores que se encuentran en esta situación carecen de un contexto adulto en que se pudieran desenvolver competentemente. La familia se convierte en el único campo en que el progenitor puede desplegar poder y capacidad, y ésta restricción excesiva aflora como agresión. En cientos casos la familia que maltrata a sus hijos se organiza en torno de una díada demasiado unida: madre-hijo, generalmente.
Familia del bebé que no prospera: se suele clasificar en misma que la familia en que se maltrata a los hijos. No obstante, una y otra familia ofrecen características diferentes. El desmedro del bebe no obedece a una situación de proximidad, sino por el contrario a la incapacidad de los padres para dar respuestas a las necesidades de su hijo. Se trata de una organización de miembros desapegados.
Uno de los problemas con que el terapeuta tropieza en estas familias en justamente su carácter agradable. Sus miembros parecen ansiosos por responder. El terapeuta puede creer que cooperan con él, solo para sentirse una y otra vez decepcionado por los problemas que le oponen, así como por la facilidad con que lo absorben en las melosidades de su política de paz a cualquier precio.
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