En esta entrada haremos un punteo de los capítulos 1 y 2 de “La Dirección de la Cura y los principios de su poder” de Lacan, con indicaciones para la clínica..
El capítulo 2 se refiere al lugar de la interpretación. Lacan plantea primero el lugar del analista. Habla de una dirección y una cura. Tiene temas centrales, como tomar el deseo a la letra y cómo actuar con el propio ser.
Lacan comienza cuestionando el lugar del analista. ¿Quién analiza y de qué está hecho ese lugar? De lo poco hablado hasta el momento, considera a la contratransferencia como insuficiente. Habla de un poder del analista que hay que asumir y dirigir al paciente y que hay que tener cuidado con eso.
Lacan comienza sus capítulos con preguntas, a excepción del último, que es una prescripción.
¿Quién analiza hoy? Para Lacan, uno escucha lo que sabe y no al Otro. De esta forma, no se escucha la singularidad. La crítica es a los postfreudianos y en particular a la psicología del yo. Cuando Lacan habla de “los de ultramar”, se refiere a los de EEUU. Critica al modelo “American way of life”, la alegría del consumo cuyo ideal es el yo fuerte. Esa crítica ya la había hecho Freud. Freud ya le había criticado Adler en la conferencia 23 por haber quitado lo que le molestaba de la carga del psicoanálisis, como la sexualidad infantil. La concepción sustentada en el ego autónomo, con base en la segunda tópica, es criticada. Lacan vuelve a la primera tópica.
A Lacan le preocupa la identificación del paciente con el analista y dice que la fortaleza es poder adaptarse a la realidad. Lacan pone al analista en el banquillo para hablar de la dirección de la cura y propone entrar por el lado del analista.
El analista es quien dirige la cura, no el paciente. Esto no quiere decir que hay que dirigir al paciente, lo cual está excluido. El analista no es un director, ni un guía moral. No es ese el lugar del analista. Dirigir la cura es hacer aplicable la regla analítica de la asociación libre. Eso apunta al inconsciente, la dirección de la cura. En los niños se usa el juego para que hagan su despliegue.
Hay una metáfora de Lacan que dice que el análisis es una empresa común, porque los 2 tienen que poner algo.
El analista paga con su palabra, con su persona y con su ser (Este punto del texto es inconsistente. Aún no tiene formulado el objeto a porque está en 1950). El análisis depende de qué haya analista.
El paciente paga con dinero y su presencia.
El analista paga con la escucha y las palabras, tiene que despojarse de los propio para escuchar al otro. El analista también paga con su interpretación y con su persona, haciendo soporte a los fenómenos de la transferencia.
Freud ya había hablado que el analista manejaba la transferencia y que lo más importante no era la interpretación, sino esto de manejar la transferencia. Admitir la transferencia y manejarla es propio del psicoanálisis.
El analista se mezcla en una acción que va al corazón del ser. Paga con algo del ser, el psicoanálisis va al centro y no a la superficie. El analista se presta a un acto. Finalmente, ¿El analista queda expulsado? Si. Eso se lo responde al final. Al término de la operación de análisis, no pueden analista y paciente quedar pegados, el analista debe quedar descartado. El analista debe resistirse a la identificación. El analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es. El analista debe dejarse caer al final para no quedar contaminado. El análisis va al corazón del ser porque debe tocar la estructura y acotar algo del goce, que está en la repetición sintomática. Táctica y estrategia se subsumen en política.
La abstinencia del analista no tiene que ver con no hablar, sino que surja el Otro que habla.
Un síntoma habla a pesar de uno y de uno. Si uno se queda en lo imaginario, no sirve. El inconsciente es Otro (la otra escena, según Freud). Por eso hay que escuchar al Otro, la pareja del paciente. Hay que hacerle “adivinar la mano”, hacerle ver las cartas que el paciente tiene. Los sentimientos del analista tienen el lugar del muerto (en el bridge, quiere decir que no intervengan). El analista debe intentar que sus propios fantasmas no intervengan.
El analista paga con palabras y la interpretación prestándose como soporte de la transferencia y en esta última instancia el analista se involucra con el acto analítico y que tiene que ver con ir al corazón del ser. El analista no se queda en la superficie, va al corazón del ser. El analista no debe poner su subjetividd, que es lo que Freud habla como abstinencia y neutralidad. No debe poner sus fantasmas, su neurosis, su Edipo ni su inconsciente. Los sentimientos del analista tienen un solo lugar: el del muerto. Pero eso no significa quedarse “rostro cerrado y labios cosidos”. Habla de no volcar sus propios deseos para no tratar a su paciente como objeto de su propia neurosis. Es al revés, la neurosis de transferencia la hace el paciente. Hay que tener cuidado con eso.
Esto remite a la castración. Todo el tiempo podemos caer en la trampa de creer ser un modelo para el paciente, o un guía moral. Es causa del deseo (el terapeuta). El lugar de Otro sin barrar obtura el inconsciente, por eso debemos seguir la lógica de la imcompletitud. Cada paciente es diferente y tengo que escuchar su singularidad sin que lo que sabemos de las neurosis nos obture. No nos quedamos solo con el síntoma, hay que hacer surgir l cuarto, el Otro del paciente.
Lacan critica a los post-freudianos por ponerse en rol “autoritario” y “educador”, poniéndose en el lugar de estar adecuados a la realidad. La realidad es la realidad psíquica, nadie está más en la realidad que nadie. Ponerse en ese lugar es autoritario.
Lacan marca que el análisis de hoy se ocupa de la reducción de las desviaciones de la realidad por culpa de las resistencias y transferencias. Esas desviaciones deben ser reducidas, lo cual pone al paciente en culpa y se transforma en algo moralista. Critica al yo autónomo (libre) como la medida de lo real como forma de conducir a los pacientes. El psicoanálisis no puede tratar de adaptarse a la realidad. A las pulsiones hay que respetarlas y no dominarlas vía un yo autónomo.
Lacan resume que cuando el analista interpreta, puede aprovecharse de ese error de la transferencia (se siente tratado cómo…), no debe imputarle sus desviaciones y debe usar ese error para trabajar. El analista interpreta analizando las resistencias.
¿Qué es una interpretación? No son equivalencias unívocas. Un elemento está sobredeterminado, remite a una red, a una cadena de significantes. Nosotros hacemos ese despliegue para poder ubicarnos. Lacan ubica el desprestigio de la interpretación, no considerada por la psicología del yo. Lacan da una serie de conceptos como explicaciones, confrontaciones, insight, etc. La interpretación se consideraba como un decir esclarecedor, algo de segunda.
¿Cuál es el lugar de la interpretación hoy? ¿Cuándo se interpreta?, se pregunta Lacan. Él dice que la interpretación va después de algo y que su lugar es de desprestigio. Para los postfreudianos la interpretación es un ordenador. El inconsciente necesita una interpretación, ya que está en un lugar. Las intervenciones son válidas si están bajo la lógica de la interpretación (Ej: connotación positiva). Lo otro es ponerse en un lugar no analítico.
En el punto 2 de 2 se define la interpretación. Introduce algo que le falta. Surge de la función significante. “Descifrar la diacronía de la repetición del inconsciente.
Para descifrar la diacronía de las repeticiones del inconsciente (el paciente debe ubicarse en eso y la interpretación debe apuntar a eso) debe hallarse en la sincronía de los significantes que lo componen. Tengo que ver las palabras claves que dan cuenta de eso. Hay que ver las palabras que se repiten, cuáles usan para describir. Esas palabras dicen más de lo que el paciente dice. El paciente sólo no puede acceder a esa significación. Los significados son del paciente, el analista solo escucha y no debe introducir los propios. El analista introduce algo que bruscamente haga que se descifre y haga posible su traducción.
La interpretación es central.
Lacan enfatiza la noción de inconsciente desmantelando el egocentrismo (que implica poner al yo en el centro), ya que desplaza la interpretación. El inconsciente precisa de una interpretación. Para los post-freudiandos, la interpretación era esclarecer.
Lacan pone al inconsciente en escena y le devuelve su lugar. El lugar de la interpretación es preponderante. La toma de insight, los forzamientos, etc, son parte de la interpretación que pueden utilizarse. El lugar del analista es lo principal.
En la interpretación existe algo calculable y algo incalculable. El no saber habla del encuentro, de la tyche. Los autores han invertido la secuencia. Han minimizado la interpretación, porque interpretan de entrada y quieren llegar a una comprensión.
Comprenderse por el interior invierte la secuencia de Freud, que no ponía al principio la interpretación. Primero, debe haber transferencia. El primer paso es hacer rectificar al paciente con sus síntomas, luego esperar a que se invierta (implicarse con el síntoma) y luego interpretar.
En el ejemplo del Bridge, habla del 4° como metáfora de ese juego, porque el que tiene que surgir es el Otro del paciente. Esto implica correrse de la relación imaginaria (esquema L).
El padecer no puede venir de afuera. El paciente debe ver que hay algo de su propio goce en juego. La inversión es implicarse, lo cual necesita de la transferencia. El paciente debe ser ubicado en su posición en lo real, luego rectificar las relaciones del sujeto con lo real. ¿Cuál es su repetición? ¡Cuál es su real? “Y usted… ¿Qué tiene que ver con esto?
Lacan habla de las entrevistas preliminares, donde el paciente es reubicado, por ejemplo, de cuál es su síntoma. El primer tiempo es el de la rectificación subjetiva, luego ya puede pasar al diván y escucharse. Ya no precisa del cara a cara. El paciente entendió que no es una relación con él contra el mundo, sino que entiende su propia participación, la repetición de lo inconsciente. Por eso ya no necesita hablarle al terapeuta, sino al Otro (diván)
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