1° El paciente es el púber, no su familia o la escuela
2° La conversación
El diálogo con un púber no admite el silencio serio del analista y las clásicas preguntas que hacemos al sujeto neurótico adulto. Precisa de un diálogo permanente, semejante a una situación conversacional.
3° Conocer y emplear las nuevas tecnologías
Hoy, un gran ejercicio de asociación libre ante un púber que dice “no tener nada que contar”, puede ser pedirle que escriba en Google lo primero que se le ocurra. Es importante que los mensajes de WhatsApp, las fotos, los chistes virales, las redes sociales, sean parte de la terapia.
4° ¡Cuidado con el exceso de preguntas!
Como dijera Winnicott: “quién hace (demasiadas) preguntas, debe resignarse a escuchar (muchas) mentiras”. Y aunque la mentira también sea propicia para el trabajo analítico, el analista debe resguardarse de convertir la sesión en un interrogatorio y quedar identificado al lugar que generalmente ocupan las familias o instituciones educativas.
5° Empleo del sentido del humor
Entre los púberes son frecuentes las bromas, la carcajada fácil, se repiten chistes o frases de moda. El análisis, lejos de ser un lugar serio y silencioso, debería tener al humor inserto en el vínculo terapéutico.
👉 En la pubertad, ni se juega como con los niños, ni se habla como con los adolescentes. Es importante adaptar y flexibilizar nuestras intervenciones para estar a la altura de este “tiempo de metamorfosis”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario