lunes, 1 de enero de 2024

Desde la consulta al analista al inicio de un análisis

 ¿Podemos afirmar que la consulta de un sujeto a un analista está comandada lisa y simplemente por el malestar?

La entrada en la cultura conlleva una renuncia pulsional, ya que por el hecho de habitar la cultura y de estar inmersos en el campo del lenguaje, el sujeto padece de un déficit en cuanto al campo de su satisfacción.

Sin embargo, esta entrada ofrece remedos. Allí donde la captura por el lenguaje conlleva una pérdida, la estructura misma ofrece compensaciones a través de los ideales propios de la cultura o sus compensaciones sublimatorias, en las cuales cada sujeto podrá encontrar un modo de satisfacción.

Todo lo que queda dentro de este campo podría quedar subsumido en el dolor de existir. El solo hecho de existir produce en el sujeto un malestar y en la medida en la cual el sujeto responde a ese malestar con una satisfacción supletoria (el marco del fantasma) hay en el neurótico una recuperación vía un plus, vía un excedente.

Así como el solo hecho del malestar concomitante con el dolor de existir es propio de la naturaleza humana, la satisfacción o el plus que el sujeto encuentra en el fantasma tiene una función, defensiva diríamos. Y si ella vacila en cuanto a su función de pantalla, podría entonces cobrar la forma de un penar de más.

El sujeto, en este sentido, consulta un analista no simplemente porque sufre, sino porque está afectado por un penar de más, por un excedente en cuanto al dolor. Y esto responde al hecho de que aquella satisfacción supletoria con la cual el sujeto mantiene a distancia la castración del Otro queda afectada en su función y se transforma, entonces, en un penar de más y podrá a partir de ahí motorizar una consulta, una demanda.

Freud dijo que el análisis funciona, de alguna manera, al modo del juego de ajedrez, donde los inicios y los finales están reglados y todo lo que sucede en el medio está marcado por la contingencia, que depende de la particularidad de cada sujeto. Un análisis nunca puede ser igual a otro.

En ese sentido, entonces el inicio de un análisis debe ser demostrado y, en principio, no coincide con el comienzo de las entrevistas, ni con el llamado telefónico a un analista o tampoco con una entrevista donde eventualmente quien padece puede hablar de ese sufrimiento que lo lleva a la consulta.

El inicio de un análisis, desde la perspectiva de Freud, implica la instalación de la neurosis de transferencia, que es una neurosis artificial, ordenada en función de los significantes que comandan la neurosis de ese sujeto, pero que tiene como novedad una vinculación al analista. La neurosis de transferencia incluye al analista y el inicio de un análisis conlleva la instalación, ahora desde el planteo de Lacan, del Sujeto Supuesto Saber.

En la medida en que el sujeto está inmerso en el campo del lenguaje, toda palabra implica al Otro, por cuanto llama a una respuesta, convoca al oyente. En tanto y en cuanto la transferencia, o sea la suposición de saber, se haya instalado, la palabra del analista será tomada, entonces y necesariamente, como proveniente de ese lugar del Otro.

Esto es necesario, más no suficiente. Para poder pensar el inicio de un análisis se hace indispensable que el sujeto (no el moi) quede “implicado” en la pregunta o demanda que se le dirige al analista. Finalmente entonces, el inicio del análisis implica una reformulación de la demanda. Allí donde hubo un pedido de ser escuchado, la demanda analítica formula una pregunta, que no siempre toma una estructura gramatical interrogativa en el discurso corriente, pero que involucra al sujeto en aquello que le pasa.


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