miércoles, 9 de noviembre de 2016

En el cuerpo de la histeria: El impacto de la voz superyoica.

 Apuntes de la conferencia dictada por Stella Maris Rivadero – 25/08/2014

El título que pensamos, es un tanto ambicioso, pero no sé si después daré cuenta del título o no, o cada uno podrá hacerlo en otro momento. El título es “El efecto del superyó, de la voz superyoica, en el cuerpo de la histeria”. Y este título surge a partir de recibir en mi consulta, desde hace un tiempo, pacientes que vienen aquejados por alguna especie de momentánea depresión, porque ha cumplido años y se han dado cuenta de que pasa el tiempo, por un pequeño traspié de la vida laboral, y en el caso de las parejas, consultan porque pelean demasiado. Pero todo esto, sin ningún tipo de interrogación previa de lo que ocurre, porque la mayoría viene mandados por otros, o por alguien se lo sugiere, o algo que los afecta, pero no cobra la dimensión del síntoma. No cobra esa dimensión que tiene para cualquiera eso que no funciona, eso que chilla. El síntoma chilla e incomoda. Estos pacientes que aparecen en la polis últimamente, uno podría decir que son en general gente exitosa en su trabajo, gente que está disponible en todos los eventos que hay en la ciudad y gente que tiene multitud de amigos, que tienen muchos “Like” en Facebook. Ustedes saben que a más cantidad de “like”, pareciera que esa persona es más importante y que tiene una multiplicidad de seguidores, aunque sean seguidores virtuales.

Las preguntas que me surgían eran en relación al discurso que impera en este tiempo, que es el discurso capitalista. El discurso capitalista compele al sujeto a consumir sin fin. El sujeto se transforma en un ávido consumidor donde no hay lugar para el vacío y donde cualquier objeto puede obturar la posibilidad de pensar en relación al deseo. Es decir, no son objetos de deseo, sino objetos de consumo. Lo que Lacan, en el seminario XVII, ya nos planteaba como las letosas que el mundo consumía. También, el analista puede ser ubicado como una letosa más a consumir. ¿Qué quiero decir con esto? Que el primer tiempo de trabajo, no suele ser abordado del mismo modo que las neurosis tradicionales porque no hay un espacio ni un lugar para el análisis como algo diferencial de lo que puedan ser otras cosas: los gimnasios, ir al shopping, etc. Entra en paridad con aquello que es consumible y que de alguna manera está en la demanda social: ser feliz a cualquier precio, uniformarse (en el sentido de no diferenciarse), cuando nosotros como analistas sabemos que lo que diferencia a un sujeto del otro es justamente lo que cada uno puede hacer en relación a como bordea su propio objeto de deseo, que ya sabemos que no son objetos kantianos, sino que el objeto de deseo es aquello que no es aprehensible en la realidad y que comporta un goce que no es un goce mortífero. Digo esto porque escuchamos a veces que hay que acotar el goce, cuando en realidad lo que tenemos que diferenciar es de qué goce se trata: si es el goce que consume al sujeto en la compulsión de repetición, ese ligado a la pulsión de muerte, o si es un goce ligado a la pulsión de vida que hace más vivible la vida de cada quien. Y este vivible de la vida de cada quien, tiene que ver justamente con la posibilidad de cada quién de cómo formatea su tránsito en este tiempo y cómo cada uno hace algo con aquello por lo cual lucha o aquello que representa lo vital para ese sujeto.

De estas preguntas que me surgían a partir de estas presentaciones clínicas, apareció ligado también esta cuestión del superyó. Sabemos que el superyó es un concepto absolutamente paradojal y que incluso en tiempos freudianos, se confundía el superyó con el ideal del yo, distinción que muchas veces no queda claro porque queda subsumido el ideal al superyó. Después, Lacan va a trabajar toda la temática del superyó en relación al goce y plantea que el superyó es vocal, es la voz que puede atormentar al sujeto, esa voz que puede detenerlo en el camino de su deseo, y esa voz que arrecia cuando el sujeto intenta dar un paso diferente al sentido que viene del Otro. Por otro lado, recordemos que la angustia es la bisagra entre deseo y goce y que para que un acto tenga valor verdadero para un sujeto, es necesario el atravesamiento de la angustia, en tanto la angustia indica aquello hacia lo que el sujeto se dirige en su deseo, pero también muestra el lugar de los enclaves de goce del sujeto, aquello que el sujeto no está dispuesto a perder fácilmente para alcanzar su meta deseante.

Ya Freud, en 1886, había encontrado en un paciente llamado Arturo, este efecto de la voz del Otro, pero las voces familiares que hacían que este sujeto sintiese terror ante la posibilidad de un acto y que quedara subsumido a todos los decires familiares, sin poder tomar su propia palabra. Por otro lado, sitúa ahí, en ese texto, que es de los primeros escritos de Freud en 1886, que en este sujeto aparecían cuestiones en el cuerpo que tenían que ver con la parálisis, ciertos síntomas de hormigueo y ciertas cuestiones donde su cuerpo se le desdibujaba frente a alguna situación, donde él debía atravesar ese umbral que iba más allá del designio familiar. Con lo cual, él ya estaba preocupado por el efecto de esto que parecía exterior, pero que para el sujeto era interior, por lo tanto podríamos pensar que ahí el empezaba a formalizar esta instancia del superyó que el nombra como heredero del Complejo de Edipo y que en principio lo liga a la censura y que después está ligado a todas las interdicciones morales. Este superyó, que pareciera venir de afuera pero que después se torna más íntimo, tiene este carácter vocal y también tiene a veces un carácter de mirada del Otro.

Decía que el supeyó era el heredero de la figura parental. Melanie Klein trabajó también el superyó en la línea del superyó materno, pero Freud y Lacan le dieron el carácter paterno a esto, en la medida que la frase que comanda la frase del superyó es “así como el padre debes ser, así como el padre no debes ser”, con lo cual es una paradoja, en la medida de que es totalmente incumplible, porque la segunda parte de ese enunciado, así como el padre no debes ser, implica que no debes ser como el padre porque al padre le están reservadas algunas cosas que al sujeto no. En la obra de Lacan hay todo un rastreo que también lleva a pensar la cuestión del superyó en relación al Dios que goza y ordena a gozar y el sujeto ofrecido en sacrificio. Por otro lado, el superyó es una buena compañía en la medida que acompaña al sujeto cuando el sujeto ha tenido que atravesar y declinar el Complejo de Edipo. En este punto, los ideales de los padres son aquellos que exaltan al sujeto, el ideal del yo, en tanto el superyó es lo que deprime al sujeto. Me pareció interesante esto de la represión, porque aparecen en la clínica pacientes con un leve matiz, no totalmente escuchable, cuando el sujeto queda anonadado en el aburrimiento o en ese estado de tensión de no saber qué hacer. Por otro lado, en los vasallajes del yo, Freud dice que el yo debe someterse a 3 amos: la libido, el ello y el superyó. Y que el superyó toma al yo en el momento más endeble, y por eso el yo queda totalmente subyugado y sometido a esta instancia.

Por otro lado, también podríamos pensar que el superyó, en los tiempos de constitución subjetiva, tiene que ver con la primera identificación, que es por incorporación. O sea, no se asimila, se incorpora. Una identificación secundaria es a un rasgo, con lo cual allí hay una distinción. Una incorporación implica un todo entero sin poder interrogar esa incorporación, que después aparece bajo la modalidad, como plantea Lacan en el seminario de la angustia, de una de las especies del objeto a, la voz.

Pregunta:​¿Podría repetir lo de la identificación?

Podríamos pensar a la instancia superyoica en relación a la primera identificación, que es por incorporación, en la medida que es canivalística también, con lo cual la voz queda ahí ligada a lo oral. La segunda y tercera identificación tienen que ver con la identificación a un rasgo, con lo cual el sujeto recorta un rasgo del otro parental y con ese rasgo puede hacer algo. Por ejemplo, el rasgo unario el sujeto lo toma del sentido del Otro pero después se lo apropia para unalizarse y diferenciarse en ese sentido del Otro. La incorporación superyoica implica la imposibilidad de diferenciar esa voz que le viene del Otro. El sujeto está tomado por el imperio superyoico, no puede cuestionar a ese Otro, por ejemplo, con esta pregunta de “¿Qué me quiere el Otro? ¿Para qué quiere que yo obedezca esta orden o este mandato?” La voz se torna imperativa y para el sujeto es un mandato a obedecer. En tanto mandato, aplasta, es lo incensato de la ley que el sujeto no puede cuestionar, porque la ley separa goce y deseo y es lo que permite, en la escala invertida, que el goce condescienda al deseo. Pero para que la ley pueda ser interrogada, esa ley tiene que ser leída en su punto de insensatez.

Pregunta:​¿Pero por qué es una ley?

Porque es lo que al sujeto le sirve para intentar separarse del Otro. Es algo que divide aguas, pero si él no lo puede ubicar en una división de aguas, a un acotamiento de goce, es lo incensato de la ley. La ley, no solo la social, surge desde la prohibición del incesto “No te acostarás con tu madre” y a la madre “no reintegrarás tu producto”. Viene de esa voz que implica la metáfora del nombre del padre y que tiene que ver con esto que podemos pensar en relación a cómo un hombre hace de su mujer un objeto causa de deseo para que esta mujer no se apropie de los chicos como objeto de goce. Digamos, ahí está al servicio de romper esa díada gozosa madre – niño. La ley social también implica un acotamiento de goce, pero cuando una ley se profiere, que no tiene que ver con cortar un goce posible, es una ley paradojalmente insensata, por lo tanto paradojalmente tampoco es una ley. La nombramos ley como un modo de decir estas paradojas, es ley para el sujeto. El mandato superyoico es una ley que el sujeto debe obedecer. Es la ley loca, por llamarla de alguna forma. Eso que en algún momento uno dice que el sujeto se queja de lo mal hecho que está el mundo, mientras funciona como mandato, el sujeto obedece. Y en tanto obedece, para él esa ley legisla. El trabajo del análisis es justamente que el analista, pudiendo sostener la función de semblante, permita ir reduciendo ese efecto superyoico que deja al sujeto sumamente aplastado, mostrando primero la culpabilidad. Sabemos que toda culpa es incestuosa, con lo cual el sujeto, al sentirse culpable, el sujeto siente un goce, en la medida que está pegado o ligado al Otro. Ahora, creo que los gadgets, que son los objetos de consumo, y todo aquello que tiene que ver con lo que les decía al principio, hace que el sujeto crea que con el último teléfono celular, con el último led, tiene la vida completa y satisfecha. Pero antes de seguir con alguna de estas cuestiones teóricas, me gustaría contarles un material clínico para poder pensar, en distintos tiempos de la cura, cómo el superyó arrecia en contra del avance de la cura. Por otro lado, recuerden que Freud también nos decía que los distintos tipos de resistencias (del ello, del superyó), que las resistencias del superyó podrían producir una reacción terapéutica negativa. Con lo cual, esto atenta con la posibilidad de que un análisis llegue hasta su fin.

Caso clínico.

Un sr. acaba de cumplir 40 años llega a la consulta. Es un profesional que trabaja en una institución pública y tiene un lugar de perfil bajo, porque tiene 3 títulos universitarios: una maestría, un doctorado, que en su lugar de trabajo no se lo reconocen. Pero esto a él no le hace mella. El señor cumplió 40 y eso le ha pegado muy fuerte. Una amiga le dice que vaya al analista y él obedece a su amiga prontamente.

Al comienzo, en su presentación, es un señor muy educado, viene muy bien vestido, es siempre muy elogioso con todo lo que tiene que ver con el consultorio y es de esa gente que intenta agradar todo el tiempo. Cuando empiezo a interrogar algo de su historia, cuenta que es el primogénito, tiene 2 hermanos menores y que él siempre fue el chico 10 de la familia. Le gusta mucho la ropa de marca, buenos perfumes, y que todos los jueves él va de Shopping porque tiene una tarjeta que hace descuentos con el programa “Quiero”. En el Shopping, él compra no solo cosas para él, sino que es el
encargado de todas las compras de la oficina. Es el encargado de los aniversarios, etc. El único problema es que él compra pero a veces no le pagan la parte que corresponde a los demás.

Tiene muchos primos y primas y él siempre es “el chico alegre, simpático, divertido” y va a todas fiestas electrónicas. Alguna vez consume éxtasis, alguna vez se emborracha, pero él dice que es parte de la diversión. Que su vida está dedicada a estar en la escena y en el consumo. Cuando le pregunto de qué escena se trata o qué pasa con esto de estar en la escena, él dice que le interesa mucho la mirada de los otros y que esa mirada requiere que él es un buen muchacho, un buen tipo y especialmente un tipo que nunca le va a traer problemas a nadie.

Durante cierto tiempo, sus entrevistas giraban alrededor de lo cotidiando, de lo que hacía en la semana, y no aparecía aparentemente nada que lo preocupara, hasta que trae una situación donde estaba en una fiesta. Dice “yo soy tan divertido, todos me quieren pero al fin y al cabo me voy solo a mi casa”. Cuenta que no tiene pareja hace muchos años, después de un largo tiempo estuvo sin pareja y relata que en realidad tuvo una amante durante 10 años pero nunca se lo contó a nadie. La amante era una mujer casada, pero era más bien un encuentro sexual en el que no había nada del orden de lo amoroso. Por otro lado, él dice que no tener relaciones sexuales no lo incomoda y se considera un asexual. Los amigos empiezan a preguntarse qué le pasa a él que está siempre solo y pareciera no interesarle un encuentro sexual con nadie. Por otro lado, empieza a relatar que los amigos permanentemente le preguntan “¿Qué colectivo tomás?” Esto alude si es homosexual o no. Él tiene un aspecto varonil, pero si uno gira un poco la mirada, tiene un aspecto en donde uno podría pensar que es un muchacho gay. Él confunde a los otros y él comienza a contar escenas donde él se divierte con esta confusión que genera en los demás. Cuenta que en una fiesta electrónica una chica muy linda le da un papelito con el número de teléfono y después cuenta que al otro día de la fiesta, él iba al shopping y un muchacho le dice “Que bonito que sos, ¿no querés tener algo conmigo?” y él cuenta eso como divertido y se lo cuenta a sus amigos. Los amigos se enojan y le dicen “Si alguien me hace eso, yo le pego una trompada”. Él dice que no, que es divertida esta ambigüedad. Cuando empieza a contar algo de su historia, para ir pensando esta ambigüedad con la que él juega, estar en la vidriera, estar siempre en la mirada del Otro, cuenta que fue un bebé prematuro y que tuvo 4 meses en la incubadora, donde su madre lo miraba todo el tiempo para ver si iba a vivir o no. Entonces él dice “Fui la luz de los ojos de mi madre”. Ella siempre le recuerda que estuvo mirándola 3 meses todo el tiempo y que después, durante mucho tiempo, fue objeto de todos los cuidados que se podía esperar, porque como había sido prematuro hay un tiempo donde es necesario cierto control hasta que los bebés se equiparan con los bebés nacidos a término.

Su madre siempre le dijo que él tenía que ser un exitoso profesional, que tenía que ir más lejos que su propio padre, que era un simple carpintero y que además siempre le contaba desde muy pequeño que el sexo no servía para nada, que el sexo solo era para procrear, que era aburrido y que no tenía mucho sentido. Después de cierto tiempo, recuerda que su padre había tenido una amante cuando él era adolescente. Él se había enojado mucho con su papá por lo que le hacía a la madre, pero ahora podía pensar que el padre tenía alguna escapatoria en la medida que la madre había clausurado su vida sexual después de tener a los 3 hijos. Aparecen ciertas frases: “A esta altura del partido no te vas a casar porque la mayoría de las chicas que podés conseguir seguramente tienen hijos, no me van a traer un hijo de otro”. Y otra frase célebre de la madre es “tené cuidado porque todas te van a querer sacar algo”. Este sacar algo tenía que ver con que hace muchos años él tuvo un par de novias que su madre criticaba.

Después, tenía unos tíos muy viejitos, que él se dedicaba a cuidar fervorosamente, es decir, sábado, domingo, después del trabajo, él se ocupaba de cuidar a los viejos, que era el mandato que la madre le había indicado. La madre le había dicho “Tu vida tenés que dedicarla a cuidar a los viejos” y él lo siguió al pie de la letra, descuidando de salir con gente de su edad, de hacer otras cosas, pero a él esto no lo inmutaba ni se quejaba. Producto de esa devoción a estos viejos, recibe después una importante herencia, pero la madre le dice “Vos sí que la hiciste bien, mirá todo el dinero que tenés y pobres tus hermanos y yo que no contamos con nada. Tenés que ayudarnos y darle a tus hermanos”. Mientras tanto, esa frase que él obedecía, hacía que él le hubiese dado a cada uno de sus hermanos un departamento más grande del que él vive y que además prestara otros departamentos que él había percibido en herencia a primos suyos que después terminaban destruyéndoselos y que no le pagaban ningún tipo de alquiler. Con lo cual, él vivía prácticamente del lugar donde trabajaba, que no era un sueldo muy importante. Tenía algún plus extra, que era demasiado poco. Con ese plus, él se ocupaba también de pagarles viajes a los hermanos o las deudas que los hermanos contraían con las tarjetas de crédito. En un momento él se pregunta “¿Qué se creen los demás, que yo soy el salvador?”. Sabemos que en la tradición cristiana el salvador es Cristo, que se inmoló para salvar a los hombres. El goce crístico es un goce que alude a una posición del sujeto también. Él lo hacía con alegría, no como cualquiera que tenga que sostener tantas cosas a veces nos quejamos y nos pesa. Él lo contaba como si esa fuera la misión en su vida, una misión que estaba dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias. A todo esto, avanzan las entrevistas, cumple 41 años y ahí aparece la angustia. "¿Qué hago yo de mi vida, si mi vida se reduce a las fiestas, al consumo, a prestar dinero, a prestarle a los otros..?

Va a otra fiesta y otra chica linda le da su papelito con el número. Él la va a llamar, pero una amiga le dice “¿Cómo? Fulanita de Tal es una simple costurera”. A él le había gustado la chica, pero dice “No, no debo salir porque es una simple costurera”. Entonces se va de viaje por una semana a un casamiento en Centro América y se borra del análisis sin poder interrogar esta obediencia a la palabra de la amiga.

Después trae otra escena donde está en un after office y una amiga le dice “No te vas a ir de acá solo a tu casa. Antes del amanecer, tiene que ocurrir algo”. Él toma un medio de transporte público y ahí un muchacho le hace caras, le hace gestos y le guiña el ojo y cuando baja el muchacho, él baja pensando que había logrado una conquista. Entonces llegan a un hotel y el muchacho le dice “Bueno, son $500”. Le pregunta que cómo $500, yo pensé que nos íbamos a hacer amigos, a charlar. Y muchacho le dice “No, yo trabajo de esto, sino me pagás, te reviento a patadas”. Él se angustia, le va a contar al conserje del hotel, el conserje le dice “Pero grandulón, ¿No te das cuenta?” y él ahí sale muy angustiado diciendo “¿Por qué me pasó esto? ¿Qué fue lo que sucedió?”. Vino a la sesión contando esto y buscando una especie de reto, porque también el analista puede llegar a ser puesto en el lugar de agente superyoico dando una contraorden. Cuando empiezo a investigar, de toque aparecía como una especie de cuasi­ pasaje al acto, donde él no pensó, se hizo una película, pero no pudo pensar ni leer los gestos del otro. Él recuerda que su amiga le dijo “No te podés ir solo después de la madrugada” y él obedeció esa orden.

Pregunta: Hasta ahora son órdenes maternas, ¿Cómo podemos decir que el superyó es de origen paterno si la que enunciabas esas órdenes eran mujeres?

El punto es que justamente esas órdenes que aparecen justamente en la voz de las mujeres están en el punto donde el padre se corre de poner su propia voz para acosar ese goce femenino. El goce de esa madre que contaba obscenamente de la sexualidad o la falta de sexualidad, esa madre que señalaba qué debía hacer con su dinero y ese padre callando frente a eso y no pudiendo decir ahí alguna cosa que interdictara ese goce materno. Recuerden que él viene a análisis porque una amiga le dice “tenés que ir”, por lo cual, el primer tiempo de trabajo, fue acoger eso que no venía como una demanda ni como implicancia de parte de él, sino poder acoger eso que venía como una obediencia a lo que la amiga le había dicho.

Pregunta:​Y tuvo una analista mujer...

Efectivamente, una mujer analista por primera vez en su vida también. Una analista mujer que además estaba revestida por ciertas significaciones y ciertos significantes de esa persona, que yo debía ser “la hiper analista”. Con lo cual él venía diciendo “Usted sabe todo y debe saber todo”, con lo cual era un lugar un tanto problemático, porque si nosotros decimos que el sujeto supuesto al saber es necesario para que se inicie un análisis, el sujeto supuesto al saber implica que se inicie el amor de transferencia porque a quien amo, le supongo un saber. Pero él no me suponía un saber, sino que repetía el saber que le había trasmitido la otra persona. Con lo cual, era un agregado en donde él no tuvo tiempo de pensar él a quién quería elegir.

Pregunta:​ ¿Qué tipo de trabajo hacía?

Era un trabajo que tenía que ver con números, con medición, estructuras. Un trabajo de las ciencias duras. Cuando empiezan a aparecer estos hechos, empieza a aparecer la pregunta “¿Qué quiere él de la vida?” que todo tiene la misma coloratura y que no sabe si un varón o una mujer, que las mujeres cuando tuvo tenían que ser muy lindas, rubias y además tenían que ser excesivamente limpias. Él no tolera sentir cerca de él un cuerpo, que eso “le da asquito”. Y que las chicas le decían “parecés una mina”. Aparecía toda la sintomatología, bien histérica, en relación al asco del cuerpo del otro, a cómo esa pareja también iba a ser mirada por los demás. Estaba totalmente pendiente a cuál iba a ser el juicio que los demás iban a tener de eso, por eso él deja a la costurera, porque no estaba a la altura de sus 3 títulos y por otro lado, cada una de ellas, tenía un “pero” para la madre. Y él siempre pensaba, cuando aparecía una chica que le gustaba, ¿qué va a decir mi madre de ella? Con lo cual, se privaba bastante de eso y aparece toda la sintomatología en su cuerpo cuando él empieza a dar algunos pasos, y aparece la voz de la madre, que “cuidado con quién lo elige, que lo va a gozar, que no traiga chico, etc”. Entonces, aparece la gastritis, fuertes dolores de cabeza y también un dolor extraño en las piernas, como una hemiparesia. Va al médico, que le dice que es estrés. Cuando él empieza a interrogar este dicho materno, aparece esta sintomatología en el cuerpo, con lo cual el dicho que por un tiempo subsumido a ese dolor que aparece en el cuerpo y ahí él deja de lado la interrogación de los dichos del Otro, para mostrar en su cuerpo las diversas dolencias. Afonía, a veces sordera e insiste en el tratamiento médico hasta que uno le dice “¿Usted va a un analista? Vaya y háblele de esto que le pasa, que no tiene nada que ver con afecciones que tengan una raíz orgánica”.

Nosotros decimos que el cuerpo para el psicoanálisis es un cuerpo hablante. Por otro lado, el cuerpo es hablado y es hablado en la medida de que está revestido por los significantes del Otro. El cuerpo es imaginario, pero tiene un acervo simbólico que viene del Otro y también lo real del cuerpo se va redimensionando en las distintas etapas de la vida. El niño tiene un cuerpo de niño, con significantes que tienen que ver con el niño y se cubre de una vestimenta imaginaria acorde a esa etapa. Con la metamorfosis de la pubertad, hay una redistribución del campo simbólico, en la medida que tienen que aparecer nuevos significantes que rigen la condición sexuada del sujeto. Y también un nuevo imaginario que se enlace adecuadamente, que tiene que ver con las vestiduras que identifican la posición sexuada del sujeto.

Él estaba todavía en ese tiempo un poco andrógino, donde se vestía de varón pero su acicalamiento estaba más emparentado con la mascarada femenina. Con lo cual, uno podría pensar que ese tiempo donde se construye la imagen en el espejo, dónde estaban situados esos otros que miraban y vestían con significantes este cuerpo de niño. Su marca de origen era la incubadora, tiempo donde un sujeto no puede recibir caricias del mundo externo por el tema de las infecciones. Solo tenía la mirada de su madre. Segundo despertar sexual, o ingreso a la adolescencia, su padre había logrado tener un amante. Él se entera y su madre hace un gran escándalo, o sea que el lugar para él estaba despojado, estaba más la escena de la madre con el marido y la escena de este hombre mirando a otra mujer que acompañando a su hijo para donarle lo que Freud dice “los títulos” y para que ese hijo después tenga la posibilidad de efectuarse como varón en una identificación secundaria.

Él, durante cierto tiempo, le reclama al padre que no le enseñó cosas de varón. En un momento yo le digo que el padre no le enseñó, pero que ya él es grande y puede empezar a preguntarse qué hace él o que responsabilidad tiene él con esto que le acontece. Con lo cual ahí comienza un período transferencial un poco más complejo, en el que empieza a quejarse de que yo le doy con un caño, de que soy mala, porque la teoría esa de la culpa de los padres ya no es tan así y empieza a darse cuenta de que tiene que ver con esto.

En ese tiempo trae algunos sueños que son pesadillezcos, en la medida que aparece la mirada de la madre como absolutamente sin castrar. Es decir, una mirada que lo mira todo entero. El sujeto, para poder ir más allá de la mirada del Otro, necesita tener a su cargo el – φ que es el significante del falo imaginario, para poder restarse. Es decir, su propia reserva libidinal, para restarse del Otro. Eso es lo que permite no quedar capturado en el espejo del Otro. Recién decíamos que la imagen yoica se funda en el punto donde el bebé se da vuelta y mira cómo es mirado por el otro. El Otro le anticipa la configuración de su propia imagen yoica. Nosotros podríamos decir, si decíamos antes que el superyó toma al yo en su parte más endeble, podríamos a decir que empieza a hacer su trabajo en ese tiempo, también, donde se configura el espejo para el niño. El cómo tendrá que ser, como debe ser, ese niño para el otro, ya sea para restaurar alguna falta narcisística o para hacer alguna otra cosa. Es decir, pasar de falo imaginario a falo simbólico. Si el chico puede atravesar ese pasaje, digamos, falo simbólico implica que va a poder tener a su disposición ciertos elementos que tengan que ver con los teneres fálicos. Dejar de ser el falito del Otro para poder tener. Pero tener en la ecuación fálica, con lo cual en la ecuación de que es el niño pene, regalo, dinero, tiene un desplazamiento.

Este muchacho, cuando cosumía, al modo de responder a la oferta del discurso capitalista, no hay barrera al goce porque no hay ecuación, hay metonimia de objetos. O sea, hay deslizamiento de los objetos, todos tienen el mismo valor. La ecuación fálica indica que el falo como significante, ilumina la distribución del valor de los teneres y que, para poder adquirir algunos de esos teneres, hay que perderse de otros. Cuando un sujeto consume, pareciera no perderse de nada y el consumo en exceso tiende a eludir la castración. Por otro lado, el discurso capitalista elide las cuestiones del amor. Para poder amar, como dice la fórmula lacaniana, se ama a quien no lo es y se le da lo que no se tiene. En el amor lo que pone en el Otro, en el partenaire, es el propio objeto a, liberado de toda fijación gozosa. El partenaire es la pantalla del objeto a de cada quién, que como decíamos recién, es objeto causa de deseo. Por eso también se dice que un partenaire puede ser superyoico para un sujeto. En lugar de ser agente causa de deseo, puede transformarse en un superyó obsceno y feroz, que es lo que a veces se ve en el trabajo con parejas cuando uno de los 2 queda satelitando alrededor de los decires del otro, y los decires del otro, se toman como verdades a obedecer y verdades inconmovibles.

Cuando él intentaba ir perfilando algo que podía atraerlo, aparecía toda la catarata de culpabilidad. Si salgo con alguien y pongo dinero ahí, no le doy dinero a mi mamá o le doy menos. Entre tanto la madre, contraía deudas de juego, de negocios que se inventaba pero luego fracasaban, y él después era demandado por los acreedores de la madre y de esto no se hablaba en la familia. El padre no se enteraba, la madre tampoco hablaba y él tenía que seguir pagando esto. Cuando empieza a restarse de esta cuestión, la madre le dice “tu psicóloga te cambió, tené cuidado con ella porque no vas por buen camino”. Este mal camino tenía que ver con que él podía empezar a decir que no. Podía empezar a interrogar lo insensato de los dichos de los otros que no eran solamente de los primordiales, sino en lo que decían sus amigas y él obedecía. Obedecía hasta el punto en que en el ascensor del edificio, una vecina le decía “quiero estar con vos” y se lo llevaba y él iba. Y él decía “Pero yo no quería estar con Fulana o Mengana”, pero todo ese tiempo donde no se ponía en juego el deseo sexual como tal, sino que era una entrega de su cuerpo donde no se jugaba la erotización de la escena y no había lugar para que el objeto a circulara. Entonces era solamente un cuerpo obediente a la voz del Otro que le decía “te quiero para mí”. Esto se fue modificando en el trascurso de tiempo y él pudo decirle que no a algunas señoritas, pero con este corto, que cada vez que decía no, aparecía en el cuerpo alguna dolencia que lo dejaba por un tiempo fuera de juego. La anatomía de su cuerpo iba dibujando, al modo de las primeras histéricas de Freud. En aquella época existía la represión victoriana, y acá uno podría pensar que en este mundo, con esta sociedad donde todo se puede, todo se da a ver y no hay restricción, donde el discurso capitalista no pone una barrera al goce, es la contracara de aquellos tiempos donde las histéricas de Freud mostraban un cuerpo sufriente, pero que la renuncia a la sexualidad o una sexualidad desbocada es como la contra cara de aquellos síntomas del 1800 y pico y 1900, que ahora dicen también, de una dificultad del sujeto, de una anomia del sujeto y de la depresión que impera en muchos de ellos. O esa cosa de correr y correr y no estar en ninguna parte, como si hubiese siempre una urgencia de estar en todas partes y no estar en ninguna. Yo lo veo, en efecto, como lo social que articula la historia singular con efectos superyóico y esto que impera en la sociedad que es un mandato a gozar.

Decíamos antes que Lacan juega con esto de yo oigo, yo­gozo, en el sentido que yo oigo también significa yo gozo. Si hay goce mortífero, ¿dónde queda la posibilidad de cortar algo que implique que el sujeto escriba algo de su historia singular? Y a pesar de lo que nosotros podemos pensar, a veces se confunde el discurso del amo con el discurso capitalista: el discurso del amo apunta justamente a que haya un objeto que implique una causa. El discurso del capitalismo anula esa posibilidad, porque el sujeto se transforma en una mercancía donde el mandato es que se consuma a sí mismo. El lugar de la sublimación y la creación queda un poco fuera de juego. Este señor tenía 3 títulos que no ponía en juego con otros. Esto quiere decir que era acumulación de títulos, pero al estar siempre en el mismo lugar y no ponerse en juego, entraban en la misma serie y no tenían valor. Cuando él puede avanzar en su análisis, empieza a molestarle que no lo reconozcan y tener arriba de él chicos mucho más jóvenes sin título adecuado, que son sus jefes. Ahí empieza a protestar, a enojarse y a dejar de ser el chico 10, porque puede preguntar qué quiere el Otro de mí, cómo me ofrezco yo al Otro.

Pregunta: Yo me acordé de Dora en esta cuestión de que Freud insistía desde su lugar en la clínica que todo lo que le pasaba era porque amaba al sr. K y él no se atrevía. En ese sentido, pienso que ahí hay una voz superyoica en la línea que vos estás diciendo ahora​.

El analista también puede estar convocado a que alguien no tenga que estar solo o que tenga relaciones. El analista debe estar advertido de cuál es el ideal propio y esa regla de abstinencia que implica darle tiempo al analizante para que pueda proseguir su propia voz, sino también puede caer en lo que son esas terapias cognitivas conductuales, en donde el paciente debe hacer tal o cual cosa, en donde esta ambigüedad que el paciente relata era ese tiempo en donde él no sabía si lo que quería era una chica o un muchacho. Era el tiempo en donde él había quedado también, podríamos decir en su desarrollo libidinal, con una pregunta que aún no había formateado, que es la pregunta que hace todo adolescente, en qué lugar de la fórmula de la sexuación se ubica: si del lado macho o del lado hembra. Él estaba ahí, mirando para los 2 lados, sin poder decidirse. Y efectivamente, cuando hablamos del superyó, podemos decir que en cada historia singular, es el superyó de la historia familiar.

Recordemos que en un análisis nosotros vamos hasta la tercera generación en la medida de lo posible, porque lo que se trasmite son los modos de goce, los modos de acceder al deseo y cómo fueron transmitidos las valencias en relación a las posiciones sexuadas. Este paciente venía de una familia donde, por un lado, la familia materna el deber era estar todos juntos y unidos. El llamaba a sus padres 2 o 3 veces al día. Y muchos fines de semana, iba a visitar a sus padres religiosamente. Recuerden que antes él había estado con sus parientes viejos. Y por otro lado, había una historia donde de cierto lado, el apellido paterno no había sido trasmitido y había una madre que había desconocido a sus propias hijas mujeres. Con lo cual, esto había quedado ahí en relación a lo silenciado en la familia. ¿Qué era un hombre? ¿Qué era un padre? ¿Qué es ser una mujer? Una mujer asexuada como la madre, solo para procrear... Todo aquello que es silenciado, luego retorna en lo real. Sus dudas no eran casuales, tenían una matriz simbólica e imaginaria, que está dada en el linaje de esa familia, cómo se trasmitía en la familia, aquello que uno dona o que el hombre no dona. Cuando él habla de hacer una pareja, él dice ¿por qué le voy a dar el apellido a una mujer? Es algo que él situa que tiene raíz en esta madre y que la madre también padeció ella.

De distinto modo, le época victoriana se toca en esto de ahora, que es mandato superyoico, de se puede todo a cualquier precio (se puede todo con los objetos), ahí también se juega algo de la eficacia que pretende borrar la castración. Porque el superyó lo que hace con el mandato es intentar que la castración se borre. La castración es simbólica en la medida que atañe al Otro. Y la castración es imaginaria cuando el sujeto se priva o se autoinflinge de inhibiciones o tensiones para de esa manera sostener la creencia de que al Otro no le falta nada. Porque de hecho, la castración es estructural. El lenguaje, lo simbólico, nos recubre todo lo real y siempre, por ejemplo, con respecto al padre, va a quedar un resto que es inasimilable. Freud toma Totem y tabú para abrir la cuestión de la trasmisión de la ley. Él dice que los hijos mataron al padre, comieron la comida totémica y de ese modo pudieron acceder a otras mujeres. Se acuerdan que en el mito, el padre de la horda es el que se arrogaba la posesión de todas las mujeres. El asesinato del padre implica la alianza entre los hermanos que, a ese padre, se le arrebata ese poder omnívoro que tenía para que ellos pudieran acceder a las mujeres. Pero eso que se asimila del padre muerto, siempre queda un resto, que es ese resto que pulsa en la estructura, que es lo que tiene que ver con lo sacrificial de la estructura. Aquello que es ofrendado a aquello que no pudo ser comido o digerido del padre muerto. El padre muerto es el de la ley, pero siempre va a dejar un restito. Ese resto es lo que constituye la parte de la ley insensata. Ese mito nos sirve a los psicoanalistas justamente para pensar y hacer una diferencia con la ley kanteana también, esa ley que dice que siempre hay que obedecer.

Pregunta: ​¿Esa voz propicia una mirada ciega?

Efectivamente, cuando nosotros acentuamos la raíz de la voz no castrada, podríamos pensar que en lo superyoico también alude a la dificultad de mirar castrativamente. Si la mirada es ciega, el sujeto no puede mirar al Otro, mirarse a sí mismo y hacerse mirar. En el material que yo traje, el sujeto queda entrampado en ese lugar de la vidriera, él dice “mírenme pero no me toquen”, lo dice a la letra. Él también dice que no se da cuenta cuando a él lo miran. Él dice que no hay mujeres para él, nadie lo mira, etc. Pero él no puede mirar en ese tiempo de la pulsión de mirarse. Recuerden que el circuito de la pulsión tiene 3 tiempos: mirar, mirarse y hacerse mirar. La ambigüedad era un hacerse mirar falso. Falso en ese sentido, de no poder dar cuenta de él.

Pregunta: Él intenta organizar la mirada del otro, hay algo de teatralización.

Si intentara organizar la mirada de los otros, es seguir sosteniendo la idea de cómo quiere ser mirado, donde los demás no parpadéen, porque justamente una relación con un partenaire, ¿qué hace? Que el otro parpadee y a veces mire para otro lado. El que levante la mano acá que tolera muy bien que el otro mire para el otro lado... No es tan bien tolerado eso, es un aprendizaje de la infancia, que no solamente tiene que ver con que un padre o una madre miren para otro lado (un trabajo, un hermanito, etc), sino, en la constitución de una pareja, cualquiera sea, también el partenaire no está todo el tiempo pendiente de ese sujeto, que puede mirar para otro lado y eso no significa desamor. Él, con este intento de armar la mirada de los otros, crea la ilusión de que el otro no va a parpadear nunca, de que él siempre va a estar en el centro de esa mirada. Pero queda en el plano de lo escópico, donde queda divorciado de su cuerpo. El punto donde el deseo anuda, es que cada uno de los objetos, digamos, de los bordes erógenos, queden intrincados unos con otros, para que un cuerpo advenga amable y deseante. Si hay un exceso de una pulsión, hay algo ahí que no termina de intrincarse. Si solamente se ofrece la mirada, no puede ofrecerse a ser tocado. El tocar implica no solamente la pulsión anal, sino también advertir que del cuerpo del otro se puede gozar solo un poquito, no todo entero. Coagularse en ser mirado es quedar en la ilusión de un todo entero.

Pregunta:​ ¿Qué pasa con la perversión?

Efectivamente, hay algo a la renegación que existe que no termina de ser una estructura perversa, pero muchos de los mecanismos son renegatorios, que están en lo social también, esta cuestión de gozar hasta morir. Gozar hasta morir consumiendo, es del orden de lo imposible. Si hay algo en la renegación que elide la castración, es que no quiero enterarme de la castración del Otro. El punto donde emerge la angustia y la posibilidad, es cuando esa matriz renegatoria puede empezar a agujerearse. Pero sino, este señor podría vivir toda la vida en ese estado de muchacho de las fiestas electrónicas hasta los 80 años. Hay algo bastante interesante en este tiempo que es la falta de registro del tiempo. Llegan a la consulta mujeres de 45 años que dicen “voy a empezar a buscar un hijo” o mujeres de 45 años que van a congelar sus óvulos para cuando se decidan tener un hijo. Más allá de que la mujer tenga un límite biológico más cercano que el del hombre, en el hombre también la biología talla. No es lo mismo ser padre a los 70 años que a los 40 o a los 35, por distintas cuestiones. Y en esto nos podríamos meter también con la ciencia. La ciencia también oferta el reciclaje del cuerpo. Oferta que se puede todo, que se puede tener hijos a los 60, por supuesto que después alguien se muere y los chicos quedan huérfanos a los 4 años. Pero eso implica una renegación del paso del tiempo. Con lo cual ahí podemos preguntar de qué subjetividad estamos hablando. Si se reniega el paso del tiempo, si todo es posible, si la ciencia puede transformar absolutamente todo, hay una creencia de que no hay agujero castrativo. Ahí es perversa. El punto es cómo nosotros, analistas inmersos en este discurso social, podemos hacer ahí una muesca para que el sujeto no caiga en el taponamiento de la angustia mediante los psicofármacos o la droga. El problema no es solo el narcotráfico, sino la adicción está suponiendo la ilusión de que hay un objeto que calma el dolor existencial. Como todos sabemos, es un objeto que actúa momentáneamente pero que después es necesario volver a consumirlo para lograr ese efecto de estar en las nubes. Cualquier tipo de adicción crea un objeto grotesco, no es el objeto de deseo.

Pregunta: ¿No se necesita de una personalidad adictiva para poder desarrollar todo eso?

Ahí tenemos una pequeña dificultad. Si nosotros decimos “personalidad adictiva”, ya le estamos enrostrando al sujeto un título o un sticker en donde no podemos empezar a rastrear cómo se fue conformando la subjetividad de eso, para que llegara a necesitar la droga como objeto anestésico. No hay personalidades adictivas, un sujeto se hace en la medida de la historia de cada quien. Si nosotros nos ponemos a investigar la historia, a lo mejor descubrimos algo ahí, algún modo del goce del Otro, cómo fue concebido, qué se deseó para ese sujeto. Si pensamos en personalidades adictivas, pensamos en términos del DSM IV y eso escotomiza al sujeto, es decir, lo pone por partes y se olvida del sujeto como una totalidad que hay que empezar a pensar de cómo se fue armando eso que después puede devenir un síntoma, porque lo que es dependencia adictiva, en un momento de una cura, puede ser un síntoma que el sujeto empiece a interrogar. Sino ya de entrada hay personalidades ludopáticas, adictivas, TOC, etc. Que muchas veces los que trabajan en prepaga tengan que poner un diagnóstico de ese orden es porque la institución lo exige. Pero si no sería confundir el fenómeno con el síntoma y la estructura. Si lo pensamos a nivel estructural, no podemos pensar en personalidades, cómo se fue armando esa estructura a partir de los decires del Otro o de los otros. Porque el sujeto es efecto del discurso, nosotros vamos a deshacer con palabras lo que fue hecho con palabras, sino ya desde el vamos lo estamos dejando fuera de juego. Es bastante común escuchar en los medios que fulano tuvo una recaída porque tiene una personalidad adictiva. Eso circula en el discurso corriente.

Pregunta: ¿Puede ser que hayas drogas que permitan acercarse a la cosa mientras otras permiten alejarse?

Las drogas existieron desde tiempos inmemoriales, si uno lee la historia siempre hubo. A mi modo de ver, tiene que ver con que justamente el ser humano quiere reencontararse con la cosa perdida, el das ding, aquello que Lacan trabaja en el seminario de la ética, que es el objeto perdido que nunca es encontrado porque repite una satisfacción creyendo que la va a encontrar. Podemos pensar en el fort­-da, en la compulsión a la repetición, un modo de encontrar eso que desde el origen está perdido, pero que hay una relación de algunos sujetos con esa cosa perdida que pueden tener una relación más fluida con aquello que se perdió, que otro que necesita poner la sustancia como modo de no enterarse que eso está perdido para siempre. Con lo cual en cada época la droga siempre funcionó como obturación de la pérdida de la cosa, la aceptación de que el Otro está perdido por estructura, está interdicto por el lenguaje desde siempre. Los aztecas hacían ceremonias con drogas, los mayas también. El punto es como en cada tiempo qué valor adquiere para la subjetividad y en el mercado, donde en algunos lugares la droga tiene un efecto ritual y en otros tiene un lugar más descarnado.

El sujeto, mientras más consume, más negocio es para alguien. Entra en el goce del Otro, que es justamente el aplastar al sujeto y si el sujeto consume bienes, miles de tratamientos estéticos sin parar, eso ya deja de ser la marca de lo humano. Es la marca de un objeto consumible. Yo no estoy en contra de las cirugías plásticas, pero son cuestiones de los límites.

Pregunta: estas mujeres que se hacen tantas cirugías, parecería que estar en televisión las hace ser. Dejan de ser sujetos para...

Esto toca esto que decíamos antes de estar en la vidriera, y confunden el estar en la vidriera con la cuestión de hacerse mirar de otro modo. Coagulan una imagen, por eso la necesidad imperiosa de retoques permanentes de esa imagen. Ahí el ser pasa por un ser vacío.

Lo paradojal es lo que nos habita a todos, no solo la cuestión del superyó que es simbólica, sino que el sujeto permanentemente tiene que poder sortear y elegir aspectos de lo paradojal o vivir de otro modo. Porque las paradojas no solamente vienen del discurso actual, sino que son parte... Un duelo implica un tiempo de vacío. Lo actual compele a no duelar, si nosotros decimos que hay sustitución de objetos y de gente, no hay duelo. La metonimia elude la metáfora y la metáfora es lo que permite hablar de amor. Sin metáfora, no hay amor, entonces la relación entre los sujetos no solamente es a­sexual, sino que es de falta de amor también. Es una relación de uso. Este muchacho, cuando era el que prestaba dinero, el que iba a comprar al shopping, etc, era un uso, porque no había potlach.

El potlach es dar, recibir y devolver. Si alguien está siempre en la misma posición de dar, no puede recibir y el otro tampoco puede devolver. Con lo cual, está en la vidriera, está en un tiempo en donde no se arma el circuito del potlach. El potlach es un circuito amoroso entre los seres humanos, por eso uno dice si da amor recibe amor, si le pagan con mentiras, debe devolver con mentiras, etc. No se puede poner la otra mejilla. Por eso uno dice que los sentimientos son recíprocos, en estoque voy a decir una banalidad: cuando uno dice “Fulano no me banca” es porque uno no lo banca. Hay algo de eso que se juega. Este muchacho no podía hacer ese potlach en ese tiempo primero. Cuando él empieza a pedir o a decir que no, a no prestar dinero, algunos se alejan, otros le reclaman, otros le dicen tacaño, otros le dicen que bien, se va modificando también esa relación con los otros pequeños. Él está creando lazos con estos otros pequeños, que no es el Otro del espejo, sino que tiene sus diferencias, que adquieren el estatuto de prójimos. Y también ocupa un lugar en la vida de alguien, donde ese prójimo no lo anula ni hace al lazo mortífero.

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