miércoles, 2 de noviembre de 2016

Posición femenina: versiones de la femineidad.

 (Apuntes de la conferencia dictada por Silvia Wainsztein el ­ 17/06/14)

Propuse el tema de posición femenina porque estamos habituados a confundir a la mujer con la histérica. Todos lo estamos, de hecho hay una división prejuiciosa entre los sexos, donde los varones son los obsesivos y las mujeres somos las histéricas. Voy a hablar de posición femenina y voy a tomar 3 autores: Freud, Lacan y Joan Riviére, que es una autora inglesa. Yo les recomiendo un libro de ella que se llama “La femineidad como máscara”. En estos 3 autores yo encuentro que podemos conceptualizar la posición femenina, que no es qué es ser una mujer.

Hay un par de preguntas que quiero plantear: ¿Por qué se habla de femineidad, en términos de psicoanálisis, y no de masculinidad? Freud habló de que había una sola libido, que era masculina. Y los artículos sobre la femineidad los trabajó los últimos años de su vida, planteando siempre en forma errática y en working progress, porque él tenía una pregunta fija, respecto a la mujer, “¿qué es una mujer?”. Jamás se preguntó qué es un hombre. ¿Qué es una mujer, qué quiere una mujer? Lo que pasa que en el querer hay algo ligado al ser.

Para Freud, en principio, la cuestión de la posición femenina podemos llegar a leerla a partir de lo que él trabaja con la diferencia de los sexos. Está siempre la relación al otro sexo. ¿Cuál es el operador que marca esta diferencia, que no es estrictamente anatómica? El falo. Si nos atenemos a la letra freudiana, el falo tiene hasta 1923, donde él hace un agregado a los 3 ensayos sobre la teoría sexual infantil, el falo tiene una equivalencia al pene. Digo equivalencia porque para Freud se trata de quiénes lo tienen y quiénes no lo tienen. Es decir, que se trata de tenerlo o no tenerlo. Es a partir de allí, de tener o no tener el falo, que Freud va a decir en distintos momentos de su obra, de diferentes maneras, cuáles son las 3 salidas posibles para una mujer:

1) La renuncia. En un momento dice “la renuncia a la sexualidad”. En otro momento dice que esa renuncia en la neurosis es la frigidez en la histérica.

2) La masculinidad. Hay una identificación al varón, donde una de las salidas posibles, que a veces hace equivaler, es la homosexualidad. Lo cual es muy complicado, porque la homosexual femenina no necesariamente hace de varón, no se trata de eso, se trata de otra cosa. Más bien, el varón, que es el que posee el órgano, está por fuera de su vínculo con el partener sexual. O sea, no es que está identificada al varón. Hay de todas las variantes, por supuesto. Pero es una afirmación complicada.

3) “La normal”. Freud decía que la normalidad no existe, pero podemos tomarla como la normativa, es la femineidad. ¿Qué es la femineidad? Para Freud, es la mujer heterosexual que hace el pasaje del padre a un hombre varón y fundamentalmente, cuando tiene un hijo. Es más, Freud decía que la maternidad normaliza a la mujer, cosa que es cuestionable: en muchos casos sabemos que la maternidad enloquece a la mujer y ahí los conocidos brotes puerperales en ciertas estructuras.

En 1923, en “La organización sexual infantil” Freud agrega a los 3 ensayos y plantea la primacía del falo. Ya no se trata del pene, sino del falo. El falo es un operador que arma la diferencia sexual: quién lo tiene y quién no lo tiene. Y, por supuesto, el que lo tiene está amenazado por lo que él llama “la castración”, la amenaza de castración. Y la nena, como no lo tiene, pasa por el curso de la envidia del pene. Quiere decir que la lógica en Freud pasa por tener o no tener el falo.

En 1924 escribe el final del Complejo de Edipo. Estoy hablando de los últimos años de la obra de Freud. Dice que la niña acepta la castración como un hecho consumado, y el varón por temor a perderlo, se identifica con el padre y abandona el objeto de deseo, que estaba puesto en la madre. La mujer desplaza el deseo de pene en el niño, que es un sucedáneo, que recibirá del padre. Él señala acá algo muy importante, que es el juego de las muñecas en la niña. Dice que el juego de las muñecas tiene 2 tiempos: El primero se trata de la relación de la niña con la madre, pero ejerciendo una posición activa de lo que ella pasivamente recibió. En el segundo tiempo, se trata de recibir un hijo del padre. Por supuesto, que entorna el tema por el lado de la ecuación simbólica, niño = falo. Igual, es en sentido de equivalente, no es lo mismo niño que falo, sino estamos en la psicosis.

En 1925 escribe “Algunas de las consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”. Y dice que la niña sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. Si lo desmiente, el efecto es el complejo de masculinidad que hace que se comporte como varón. Por otra parte, le reprocha a la madre por qué no le ha dado eso que ella estaba esperando, cuando se lo dio a un hermanito o a la madre del varón. La diferencia sexual pasa por la amenaza de castración y por la castración consumada.

En 1931 escribe un artículo que se llama “Sobre la sexualidad femenina”. Resulta que hubo un congreso, previo a eso, en 1927 en Insbruck, donde Freud había recibido muchas críticas de varios de sus colegas, sobretodo de las mujeres, acerca de su trabajo sobre “Algunas de las consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”. Es una época donde el feminismo empieza a cobrar una importancia interesante en Europa y en EEUU. Lo acusan de ser prejuicioso en relación a las mujeres y que las trata como inferiores. Freud retoma esta crítica, porque para él sigue siendo un enigma la cuestión de la femineidad. No puede dar una respuesta como ha dado en otras posiciones o conceptos. Y este artículo sobre la sexualidad femenina habla del doble giro que tiene que hacer la niña: uno es un cambio de zona erógena, del clítoris a la vagina. Y la segunda, el pasaje de la madre al padre. En este artículo sobre la sexualidad femenina, sí aparece algo nuevo: la relación pre­edípica con la madre. Esto es lo nuevo que aporta en este artículo, después de todas las críticas que recibió. Relación pre­edípica, que Freud dice, que cuando la madre aparece como fálica, es decir, la madre le da todo lo que la niña necesita, la niña la ama y cuando aparece castrada, la niña la odia. Esta relación pre­edípica es de suma importancia en la clínica, es la que luego Lacan va a decir de la división entre la madre y una hija mujer, en ocasión, la madre puede ser un estrago para su hija. Término que usa también en el seminario del sinthome, respecto del hombre. En un momento, dice que el hombre puede ser el estrago para una mujer. Freud se pregunta qué pasa si una mujer no hace el pasaje, fundamentalmente, de la madre al padre. Queda adherida a esa relación pre­edípica, entonces, él acude a las analistas mujeres que estaban presentes en ese congreso, de allí el concluye que es en la mujer donde más se puede observar la bisexualidad. Precisamente, porque se trata para él que la mujer tiene el clítoris, que es un pequeño pene, del cual goza además, y la vagina, que es propia de la mujer. Y entonces vuelve a hacer una distinción apresurada a mi gusto, de que el clítoris corresponde al acto de la bisexualidad, que el clítoris corresponde a lo masculino y la vagina a lo femenino. Vuelve a hablar allí de los 3 caminos como respuestas posibles, acá lo llama la renuncia de lo fálico en el sexo y en la sexualidad en general. Dentro de lo cual podríamos agregar algo que yo trabajé como tesis en relación a la joven homosexual de Freud, que en este camino, la renuncia a la sexualidad, da como efecto, lo que no aparece como ninguna entidad clínica en ninguna estructura, que es la mujer asexuada. Cuando digo asexuada, es que no le interesa el sexo. No le interesa, no es que dice que le interesa pero que tiene frigidez, sino que no le interesa. No hay deseo puesto allí, en la sexualidad.

La salida de la otra es la masculinidad, es decir, hacer de varón, y en la femeneidad repite que toma al padre como objeto de amor. Pero, de todas maneras, en este artículo, él acentúa la faz pre­edípica, cosa que me parece de suma importancia en la clínica. Y dice, entonces, que muchas veces la mujer repite con el marido la relación pre­edípica que tuvo con la madre. Y dice algo que él ha observado, que eso pasa en general con el primer marido, que a veces con el segundo marido ha hecho un pasaje de la madre al padre. Entonces, puede haber una relación más satisfactoria.

Luego, el último artículo, que se llama “La femineidad”, 1933, es la conferencia 33 y él dice que no se propone describir qué es la mujer, sino que lo que se propone es saber cómo se llega a serlo, que es otra cosa. Y propone indagar cómo deviene alguien, que es una niña, en una mujer. A partir de la bisexualidad, que él aclara, es para ambos sexos.

Ya no lo dice exclusivamente para las mujeres. Vuelve a insistir en que hay que remitirse a la relación pre­edípica y como en la niña ingresa en el complejo de Edipo con la ecuación niña = pene, pero como en ella no hay angustia de castración, no sale nunca del Edipo, se queda allí indefinidamente. Y justamente por eso, dice, las mujeres tienen el superyó más lábil. Lacan dice algo parecido en el seminario de la ética. Para Freud, la mujer necesita ser amada más que el varón. Esto remite a la cuestión del narcisismo, por este problema que tiene de labilidad corporal, pero que el lo pone por el lado de la falta de pene, no por el lado del momento en que la mujer se mira al espejo y se siente fea, horrible, gorda, etc. El espejo le devuelve una imagen del cuerpo despedazado. Es cierto, como observable, que la mirada de un hombre vuelve a erigir la imagen del cuerpo de una mujer, por supuesto, si la mirada es buena, con ganas. Pero no es por la falta de pene.

Freud insiste en que la salida normativa de la mujer es el encuentro con un hombre y el haber tenido un hijo, van juntos. Y no solamente eso, mucho más audaz es que si una mujer tiene un hijo varón, resuelve todos sus problemas, la ambivalencia amor – odio que tuvo en el tiempo pre­edípico con la madre.

Lacan: La posición femenina.

Lacan también se refiere al falo, pero con una lógica donde se trata de la dialéctica entre ser el falo o tenerlo. Hay una diferencia, no es quién lo tiene y quién no lo tiene. Ser el falo es algo privativo de las mujeres. Cuerpo como falo ¿y falo en qué sentido? La mujer fálica no es una mujer masculina o varonil, es alguien que por alguna razón tiene cierto brillo que hace que en ella se constituya la relación al falo por el lado del ser. Y en el hombre, tener o no tener. ¿Por qué tener o no tener está puesto del lado del hombre y no de la mujer? Porque la sintomatología que nosotros observamos en la sexualidad masculina, es si hay erección o no hay erección, si hay eyaculación precoz o no la hay... Ahí se juega esta cuestión de si tiene o no lo tiene. El hombre está más implicado, más alienado en relación al órgano que porta. La postura de Lacan es bastante diferente a la de Freud, en el punto que dice que las cosas no están mejor por el lado del varón.

Lacan agrega, que es su único invento, a lo que Freud habló de falo, el objeto a. ¿Y por qué me voy a referir mínimamente, aunque sea, a este concepto del objeto a? En el seminario de la angustia, dice que el objeto a es algo que es absolutamente imposible de ser significado, solamente puede escribirse con letras, sin embargo también dice que los objetos de la pulsión son modos de manifestación del objeto a. En los últimos seminarios va a hablar del objeto a en el nudo, va a hablar del objeto a en la topología, o sea que es un concepto que no es fácil. Pero me remito al objeto a porque acá hay una cuestión relativa a la posición femenina. Cuando Freud habla de la renuncia como salida o la masculinidad, generalmente homologada a la homosexualidad, está referida a que una mujer puede tener el temor de ser tomada por el hombre como un objeto. El temor, y al mismo tiempo, el deseo. Ahora, cuando Lacan habla del objeto a en relación a la mujer, porque habla de 3 posiciones femeninas:

1) Ser el falo en tanto representante de lo que le falta al Otro, al hombre. Recuerden que en el hombre se trata de tener o no tenerlo.

2) Ser el objeto causa del deseo del hombre.

3) Ser el síntoma en el que se fija el goce del hombre. Ésta la trabaja en el seminario del sinthome, que es uno de los últimos seminarios.

Lacan además separa a la madre de la mujer. Tal es así que si bien todos sabemos lo que significa para una mujer cuando es madre: si va por el lado de ser mujer, si va por el lado de ser madre, si ser madre absorbe todo el espacio... Porque hay muchas mujeres que cuando tienen un hijo el tema de la femineidad no les interesa, es decir, su posición femenina no les interesa, porque por alguna razón, que tiene que ver con alguna fijación a este lugar de lo pre­edípico que decía Freud, se sienten completas con un hijo. Entonces, el padre del hijo no tiene el menor lugar.

Lacan separa a la madre de la mujer y hay una autora que se llama Eugénie Lemoine ­Luccioni que escribió un libro sobre este tema, que se llama “La partición de las mujeres”. Fíjense, partición, la mujer está partida, que es distinto de sujeto dividido. La mujer está partida entre madre y mujer. Esto va más allá de si tiene un hijo, de si tiene marido, estamos hablando de lugares y funciones. En la vida cotidiana, esta partición la observamos constantemente, no solo cuando se tienen bebés sino cuando se tienen hijos muy grandes, porque los hijos son para siempre.

Joan Riviére.

Joan Riviére escribió un libro que se llama “La femineidad como máscara”. Ella es una psicoanalista inglesa, discípula de Jones (que escribió la biografía de Freud), que critica a Freud acerca de los temas de la femineidad y hace una especie de hallazgo a partir del caso que presenta. Se trata de una mujer que es una exitosa profesional, brillante, famosa, escritora muy conocida, que además tiene un marido con el cual tiene muy buenas relaciones sexuales, pero que cuando ella está en el ámbito profesional, tiene la necesidad de seducir a uno que otro hombre. ¿Y qué hace cuando quiere seducir, desde dónde lo hace? Se muestra sumisa, tímida, y como mujer sacrificada. Y consigue conquistar a los hombres a quienes quiere seducir. Entonces, Joan Riviére dice “esa es la mascarada”. Ella, como es discípula de Jones, dice que eso que pasa a esas mujeres, estas que son muy exitosas profesionalmente y que además hacen todo como esta chica, estas son mujeres que buscan a los hombres para que le reconozcan su parte masculina, a la que se identifica. Que le reconozcan a ella lo masculino que tiene. Pero ella habla de mascarada femenina.

Lacan toma el texto de Joan Riviére y su caso y dice “Pero efectivamente, de eso se trata la posición femenina, es decir, es una mujer que se ha identificado no a lo masculino, sino a los emblemas que el padre le transmitió”. Estas cosas que a veces el padre quiere de las hijas, que sean brillantes, exitosas, profesionales. Los padres actuales de nuestra cultura no quieren que sus hijas sean amas de casa. En ese punto, ella es el falo porque se identifica a los emblemas del padre pero al portar la mascarada femenina, ella hace semblante del objeto a. Esto quiere decir que ella se muestra con una falta, esto que Lacan va a hablar en relación con lo que se dice mujeres en los grafos de sexuación: La mujer es “no toda”. Pero no es que el hombre sea todo, la posición femenina está ubicada en el no­todo, porque está cerca de la falta. Está más cerca del varón de la falta. Eso no quiere decir que por ese lugar no pase también los varones. Lacan también va a agregar que se trata de un plus de goce que tiene la mujer, precisamente, porque es no­toda. Como es no­toda y no está alienada a la cuestión fálica (si lo tiene, no lo tiene, si se le para, no se le para, etc), tiene la posibilidad de acercarse a esa verdad que implica la falta. Y al mismo tiempo, hacer semblante de objeto a. Esto no quiere decir ninguna mentira, ninguna falsedad. Más bien se trata de algo del orden de la ficción. La ficción tiene estructura de verdad, nosotros vivimos de ficciones, porque si no nos encontramos con la cruda realidad, con lo crudo de lo real, para ser más preciosos, y la ficción viene a tener esa función de hacernos la vida más llevadera.

Yo les decía que Lacan también habló del superyó lábil en la mujer en el seminario de la ética, donde él va a trabajar Antígona. Antígona es la hija de Edipo. Antígona decide enterrar a su hermano a pesar de que en la comunidad se lo prohibían. Y ella decide enterrarlo, con lo cual funda lo que se llama la segunda muerte. Porque la primera muerte es la biológica, la segunda es el rito funerario. Sin rito funerario, se trata del cadáver, la pura carne. Ella decide enterrarlo, pero decide en contra de la ley de la comunidad. Entonces, Lacan dice “Aquí es donde ella no está sometida a lo que sería el superyó comunitario”, porque a ella lo que le importa es que Polinices, el hermano, participe de la attè familiar. La attè familiar son las maldiciones, con efectos de locura, que ciertas familias llevaban de generación en generación. No nos olvidemos que Antígona es hija de Edipo. Edipo es hijo de Yocasta. Antígona quería que su hermano perteneciera a la attè familiar y ahí es donde Lacan dice dos cosas: Una es que tiene el superyó más lábil, no se somete. Y al mismo tiempo, transmite un mensaje, que es que el Otro no existe. Pero no en el sentido de ningunear al otro.

Lacan dice “La mujer no existe” y “El Otro no existe”. Eso significa que tanto la mujer como el Otro, ambos se escriben con la barradura (la barradura es que ambos están divididos por una falta). Dicho de otra manera, es la relación de la mujer con el Otro que no existe, por la vía de la castración. En este caso, para Lacan, es simbólica. Son los efectos de la castración simbólica. No es que las mujeres no existan, sino que son montajes. Una por una es la mujer. Y el otro también: uno por uno. Es una manera de decir que no hay posibilidad de homogeneizar todo lo que tenga que ver con la subjetividad. Porque lo más exquisito que tiene el ser humano es la subjetividad, la singularidad subjetiva de cada uno.

Las 3 salidas posibles de las que habla Freud no son exhaustivas, sino que hay otras. Freud nunca salió de ahí.

El masoquismo femenino.

¿Ustedes escucharon hablar del masoquismo masculino? Yo no. Aquí también hay un tema de prejuicio en relación a la mujer. Volviendo al caso de Joan Riviére, cuando ella se encuentra sacrificada, se muestra un poco masoquista. Freud decía que el masoquismo no era privativo de las mujeres. Es más, si ustedes conocen el libro “La Venus de las Pieles”, el señor masoquista es un señor que le pide a una dama histérica que le dé tantos latigazos, con un contrato, etc. Lo que sucede es que sea la mujer o sea el varón, el masoquismo no es una posición de la femineidad. Lo aclaro porque hay una idea de hacerlo equivaler. Cuando Freud habla del problema económico del masoquismo, dice que los varones masoquistas intentan ponerse en el lugar de la mujer del padre porque en “Pegan a un niño”, en el fantasma fundamental, él dice que hay un tiempo donde ser pegado es equivalente a ser amado. Entonces, los varones masoquistas, dice Freud, están en una posición femenina, pero porque se identifican a la mujer del padre para ser amados por él. Lo cual no quiere decir que sean afeminados ni homosexuales.

Yo el año pasado dije que el masoquismo es una lugar que también lo ocupa el analista. Si el analista hace semblante del objeto a, el masoquista, cuando se reduce al máximo que puede, mientras que el partenaire lo deja, a ser un objeto para el Otro, lo que quiere provocar en el Otro es la angustia. Por eso, Lacan dice en el seminario de la lógica del fantasma que el masoquista no es una víctima, sino un pillo, un vivo. Además, observamos en ciertas parejas, que se disputan el lugar de masoquista. Hace muchos años, cuando se empezó a difundir el tema de la violencia de género, viene un señor a la entrevista y dice que es un hombre golpeado. La verdad es que estaba lleno de hematomas, entonces al preguntarle quién era el autor de los golpes, él me dice que era su mujer. Que cuando venía de la oficina y la miraba con cariño, le pegaba trompadas. Tiempo después, va descubriendo que la mujer quería que la tratara rudamente en los encuentros sexuales. Y para sorpresa de él, dejó de ser el hombre golpeado. El masoquismo tiene un lado gozoso, distintos goces que se pueden disputar en la pareja, sean hombres o mujeres.

Lacan retoma lo que Freud dice del tiempo pre­edípico en la relación entre una mujer y la madre. Dice que la madre puede ser un estrago y luego va a decir que el hombre, en algunos casos, puede ser un estrago para la mujer. Voy a comentarles brevemente un fragmento clínico: Se trata de una mujer, ella viene a consultar porque tiene una relación con un señor, su marido de toda la vida con el que tiene 4 hijos, que él es un hombre del cual ella está muy enamorada. “Él siempre fue mujeriego, siempre fue alcohólico, siempre fuma porro, ahora se le dijo por la merca”. Estamos hablando de gente grande. Y dice que ella siempre lo descubre y que si no él se lo cuenta y le pide de rodillas que lo perdone, que no lo va a hacer más, etc. Inician la consulta en un momento donde él estaba pasado con la droga y además era estafador. Existen perversos que son buenas personas, aunque ustedes no lo crean. Ellos habían formado una especie de folie a deux, como todas las parejas. Este equilibrio empieza a desestabilizarse y a este señor le falta “merca” y a la hija menor, que en ese momento tenía 18 o 19 años, le dice “Mirá, te doy la plata, andá a lo de Fulano y por favor comprame”. La hija acude a la madre, y el padre estaba tan sacado que estaba desnudo. Entonces la hija le cuenta lo que pasó con el padre y la madre es donde dice que esto se acabó. No crean que se acabó, se acabó por un tiempito. Porque volvió a restituirse ese tipo de relación.

¿Por qué digo que este caso se trata del hombre­ estrago? Un hombre estrago para una mujer quiere decir, fundamentalmente en esta posición, es cuando la mujer queda en un estado de abolición absoluta. Y el hombre queda en un estado de Otro absoluto. Obviamente, que esto que le pasó a esta mujer tiene que ver con su historia, porque para este hombre, ella era una madre y al mismo tiempo, ella hacía de sinthome para él. La mujer síntoma del hombre es cuando el hombre fija su goce en la mujer.

Pregunta:​¿En la fase pre­edípica, hay un puente entre Freud y Lacan?

Sí, yo creo que es cuando Lacan lee esto que dice Freud en la última conferencia que da sobre la femineidad. Lacan lo toma por el lado de cuál es la consecuencia sintomática en la mujer esta faz pre­edípica, cuando queda fijada allí. Y fijada en la fase pre­edípica es fijada en la hostilidad. Entonces hay mujeres que todo el tiempo están reprochando que la madre, que la madre, que la madre... Pueden tener 40 o 60 años y siguen con que la madre, la madre... Hay un reclamo allí. Lacan lo toma por el lado de que no hay significante de la mujer en el inconsciente. Entonces, este es el punto por el cual hay una remisión a querer obtener un significante de la mujer del lado de la madre. Estoy hablando de la reivindicación histérica en unos casos, y melancólica en otros. Fíjense lo que hace la joven homosexual de Freud:​ Freud había observado, en la entrevista con los padres, que la madre era una señora que todavía quiere seducir a los hombres. La madre, en ese momento debía tener 40 años y de todos los hijos, que eran 3 varones y una mujer, no quiere a la única mujer. Y Freud dice que no la quiere porque ella quiere tener el reinado, la única reina tiene que ser ella para el marido y para el resto de los hombres de la familia. Entonces, a esta chica, no solamente no la ama sino que además hay un episodio que cuenta Freud de una sesión de la paciente, que dice que una vez estando en un lugar de vacaciones, la madre se estaba reponiendo en lo que hoy llamaríamos un spa (era gente que estaba en una posición económica muy buena), la acompañó y pasan unos señores por allí y le dicen “ay, señora, qué hermosa que es su hija” y la madre le contesta “No, no es mi hija, es una conocida”. Esa es la madre estrago. ¿Qué hace la joven homosexual? Primero, la joven homosexual es llamada homosexual cuando a ella el sexo no le interesa, ni con hombres ni con mujeres. Es verdad que ella busca mujeres muy femeninas y seductoras, como la Cocot, que además estaba con hombres y con mujeres, que a la joven le fascinaba. Pero ella lo que pretendía no era ser amada por la Cocot, cosa que en muchas relaciones entre mujeres homosexuales sí se juega esto de la relación madre e hija, pero donde donde la otra aparece como la que hace la función materna para la otra mujer, la partenaire, una relación de maternaje por alguna razón en la relación con su propia madre en el tiempo de lo pre­edípico.

En el caso de la joven homosexual, pasa otra cosa: ella hace de madre que ama a las mujeres. ¿Qué quiere decir que hace de madre? Hace suplencia de la madre que no tuvo. A ella, lo que más le importaba de las mujeres, era mirarlas, admirarlas y además que fueran mujeres muy deseables. Pero ella amarlas.

Pregunta: ¿No hay chances de que el significante “mujer” se inscriba en el inconsciente?

El significante de la mujer no tiene función en el inconsciente; es más, el significante “varón” tampoco. El significante que tiene función es el fálico, entonces, de lo que se trata en el fin de análisis es pasar por el lugar del “no­ todo”, que si bien tiene que ver con la posición femenina, en realidad nos atañe a todos. El no-­todo es la lógica de la incompletud. El neurótico, en su yo ideal, tiende a completarlo, obturar la falta. Hacer el pasaje por ese lugar es decir “Estamos todos cortados por la misma tijera”.

*

Volviendo a la pregunta del comienzo de la exposición mía, yo decía que Freud empieza y termina su obra con “qué quiere una mujer” y no es que no se han dado de respuestas. De hecho, cuando Freud dice que la mujer necesita ser más amada más que amar, es una respuesta posible. Los que sostienen que el masoquismo es femenino, dicen que lo que quiere la mujer es sufrir. Lacan dice que, cuando habla del plus de goce, que el plus de goce también es un goce atinente a las mujeres. Habla de que la mujer lo que quiere es gozar. O sea, esa pregunta que tiene tantas respuestas, es una pregunta que tiene que ver con el enigma. Un enigma no tiene respuesta, es equivalente a decir “no hay significante de la mujer”. Es un enigma, por eso Freud habló de la femineidad, Lacan en un congreso sobre la sexualidad femenina. No hablaron de la sexualidad masculina ni de la masculinidad, ni de la posición masculina, ni del varón, etc.

Pregunta: No se suele hablar del masoquismo masculino. Nunca se habló del masoquismo de Abraham, dispuesto a ofrendar y sacrificar a su hijo.

En el mismo seminario del sinthome, Lacan sí habló de eso. Lacan dice que no hay relación sadomasoquista. Hay sádicos y hay masoquistas. El partenaire es un neurótico. No hay sadomasoquismo, eso es en las películas. Sin embargo, en ese seminario dice que hay una sola relación que es sadomasoquista, y esta relación es la del padre con el hijo varón. Por supuesto, el padre es el sádico y el chico es el masoquista. Ese lugarcito es el que tiene que ver con el masoquismo masculino. No está dicho así, porque además está por fuera de lo que es el masoquismo. Vuelvo a decir, no es que el masoquista busca a un sádico, por eso traía el ejemplo del libro de La Venus de las Pieles, porque el masoquista elige muy bien quién va a ser su partenaire. Es una dama que es una histérica. Cuando ella se angustia, dice basta, pero porque no es sádica.

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