miércoles, 28 de noviembre de 2018

Fetichismo y homosexualidad.

por Silvia Elena Tendlarz
1.- Consideraciones preliminares

El concepto de perversión atravesó un largo recorrido antes de lograr autonomizarse como estructura clínica despojada de contenido moral e ideológico.

El sentido peyorativo lo presentaba como desvío o aberracción con respecto a la norma ideal. La perspectiva psicoanalítica interroga el lugar desde el cual un discurso legitimiza a una conducta sexual como adecuada. En el siglo XIX, lo "desviado" surgía de la oposición al par sexualidad-procreación. Toda conducta sexual que no apuntara a la reproducción, y eventualmente el placer obtenido en el cumplimiento de la norma, era censurada. Estas prohibiciones afectaban a ciertos grupos sociales más que a otros, al mismo tiempo que definían un criterio de la relación entre los sexos.

La legislación penal de algunos países condenaba conductas que no implicaban un perjuicio a la sociedad sino que simplemente no respetaban la regla de procreación (como por ejemplo las prácticas homosexuales).

El movimiento positivista psiquiátrico incluyó estas conductas desviadas en cuadros clínicos. El hombre de ciencia describía con extremo rigor estos comportamientos junto a las escenas asociadas. Lanteri-Laura expresa, con cierto sarcasmo, que esta semiología se volvía una especie de "pornografía legitimada por el latín". El valor de estos trabajos es el esfuerzo por despojarse de su connotación popular y aprehender a través de clasificaciones su patología. Aunque esta orientación psiquiátrica no tome en cuenta el matiz de padecimiento subjetivo, la semiología que establece es un paso previo a la subversión freudiana con respecto a la teoría de la sexualidad.

Las monomanías instintivas propuestas por Esquirol, delirios parciales especializados en la esfera de las pulsiones, son un primer paso. Krafft-Ebing delimita el campo específico de las perversiones, y extrae de esa unificación una diversidad cuatripartita: 1) La anestesia o desaparición del instinto sexual; 2) La hiperestesia o acentuación anormal (ninfomanías, satiriasis); 3) La parestesia o manifestación perversa (la satisfacción sexual no guarda la finalidad de conservación de la especie). En este punto convergen dos grupos distintos: la serie sadismo-fetichismo-masoquismo, y la de la homosexualidad junto a sus gradaciones; 4) La paradoxia o manifestaciones intempestivas de la sexualidad.


El análisis freudiano de la perversión tiene ya otra orientación desde sus "Tres ensayos de teoría sexual" (1905). El objeto elegido es considerado como contingente, con lo que subvierte la idea popular de la complementariedad entre los sexos. La sexualidad infantil es considerada como perversa polimorfa (si se tiene en cuenta el fin de la reproducción), y cede luego por la acción de la represión, sin confundirse por ello con la perversión en el adulto. Por otra parte, la neurosis como negativo de la perversión expresa que el neurótico fantasea en su inconsciente lo que el perverso escenifica conscientemente. Define la perversión como una posición subjetiva (no una manifestación instintiva) que se sostiene por un fantasma consciente llevado a cabo. De esta manera, las distintas posiciones frente a la castración determinan la inclusión del sujeto en la neurosis, psicosis y perversión. La pulsión sexual no es la perversión. Aunque pueda manifestarse en pares antitéticos -mirar-ser mirado, sufrir-hacer sufrir- su transformación en perversiones (voyeur-exhibicionista, masoquista-sádico) está determinada por la fijación y ulterior regresión a las manifestaciones ya citadas de la vida sexual del sujeto.

En psicoanálisis, la temática de la perversión no es lineal. Tanto Freud como Lacan introducen sucesivas reformulaciones.

Lacan indica en la primera parte de su enseñanza que para Freud el paradigma de la perversión es el fetichismo. Con la introducción del concepto del objeto (a) Lacan le adjudica ese lugar paradigmático al masoquismo. Desde esta perspectiva, Freud acentúa el proceso de desmentida de la castración de la madre. Lacan añade en los años 60 la "voluntad de goce" del sujeto perverso, y su búsqueda de la división del partenaire desde su posición de objeto. Por otra parte, la reversibilidad de los pares antitéticos (sadismo-masoquismo, voyeurismo-exhibicionismo) propuesta por Freud, es quebrada por Lacan al introducir las modalidades a las que recurre el sujeto como instrumento de goce del Otro. Ya no se trata de una única pulsión que cambia de objeto (el otro o el propio cuerpo) sino que implica posiciones subjetivas diferentes de acuerdo a su relación con los objetos lacanianos (voz y mirada).

Sin embargo, no existe una oposición entre Freud y Lacan, antes bien, el avance teórico permite aprehender problemas clínicos sumamente complejos.

Existe un punto de acuerdo indiscutible: los rasgos de perversión se presentan en las distintas estructuras clínicas. El paradigma de esta formulación es la homosexualidad, que no es necesariamente una perversión considerada como estructura clínica, sino que también puede presentarse como rasgo de perversión en la neurosis y en la psicosis.

Desarrollaremos en esta oportunidad el análisis del fetichismo y de la homosexualidad; pondremos así de relieve la prevalencia de lo imaginario en la perversión (que corresponde al análisis de Lacan en su Seminario IV).

2.- El fetichismo

La palabra "fetiche" proviene del portugués, feitiço, del latín facticius, que significa "artificial", y se aplica a la producción conjunta de la naturaleza y la habilidad humana. Otros de sus significados son: fabricado, falso, postizo, imitado. El origen del término es europeo: es el nombre dado por los blancos a los objetos de culto y a las prácticas religiosas de las civilizaciones y pueblos de Guinea y de Africa Occidental en el siglo XV y XVI (cf. A. Iacono, El fetichismo. Historia de un concepto).

La noción "fetichismo" fue forjada en 1760 por Charles de Brosses, en su libro Acerca del culto de los dioses fetiches, para nombrar las prácticas religiosas de los pueblos "salvajes" y "primitivos". Los fetiches correspondían a los objetos de culto y eran considerados como el nivel más bajo de representabilidad (esto responde a los prejuicios de los blancos de Occidente en relación a las otras culturas).

Marcel Mauss, en 1907, se encarga de señalar el "inmenso malentendido entre dos civilizaciones, la africana y la europea". Es más, Karl Marx, en El Capital, utiliza la expresión "fetichismo de las mercancías" al referirse a la manera en que las relaciones sociales normales son reemplazadas por las relaciones entre las cosas: en el objeto fabricado se borra la inscripción del proceso que llevó a producirlo.

El fetichismo en psicoanálisis se desplaza de la religión al culto privado de algunos sujetos que erigen la presencia de un objeto determinado como precondición de una práctica sexual.

Freud aborda esta cuestión en sucesivos momentos. La primera mención del "fetichismo" aparece en sus "Tres ensayos" de 1905. Se trata de la sustitución del objeto sexual por una parte del cuerpo (pie, cabellos) o por un objeto inanimado (lencería, zapatos). Se caracteriza por su fijación y la exclusividad que implica como condición de goce. Lo distingue de la "condición fetichista" -fetischistische Bedingung- en la que el objeto debe estar sujeto a ciertos rasgos significantes para que la meta sexual sea alcanzada. La elección amorosa está siempre determinada por un rasgo que se repite a lo largo de la serie de objetos que despiertan esa pasión, pero esa fijeza significante no hace del amor una perversión.

Los casos de "cortadores de trenzas" ejemplifican el doble movimiento del fetichista: el corte no es sólo una representación de la castración, sino que reúne la afirmación y su desmentida (cf. "Los cortadores de trenzas").

Otra de las referencias freudianas es Alfred Binet. En 1896 escribe "El fetichismo en el amor", donde sostiene que esa orientación se origina en un momento particular de la historia del sujeto. Freud, a diferencia de Binet, le da a la impresión que en el recuerdo figura como origen de la creación del fetiche el estatuto de recuerdo encubridor -y éste mantiene en el olvido el período infantil en el que se constituyó la erección del fetiche-.

De esta manera, la mirada del niño dirigida al órgano de la madre se detiene en el pie o en el zapato para mantener, de acuerdo a su creencia, la idea de la existencia de un órgano masculino en la mujer. "El fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en el que el varoncito ha creído y no quiere renunciar" (1927). Esta creencia se sostiene por la acción de la desmentida de la percepción. En lugar de la falta aparece el "monumento recordatorio" que constituye el fetiche, como velo frente a la castración materna. Se vuelve entonces el sustituto de un objeto que no existe.

La detención en una imagen como respuesta a la exploración del cuerpo de la madre que llevaría al niño a confrontarse a la castración, nos aproxima a la prevalencia de lo imaginario en la perversión. Se trata de la proyección de una imagen sobre un velo que se sustrae de la falta (cf. el curso de Jacques-Alain Miller de 1991-92, "La naturaleza de los semblantes").

Podemos utilizar el ejemplo de la condición fetichista del "brillo sobre la nariz" que presentaba cierto paciente (expuesto por Freud en su artículo de 1927). El sentido de esta condición es translingüística: el fetiche surgió en la infancia del paciente (alemán) que transcurrió en Inglaterra. El "brillo (Glanz) en la nariz" era en realidad la "mirada (glance) en la nariz". El fetiche era la nariz y le adjudicaba un brillo particular que los otros no podían percibir.

El rasgo del brillo en la nariz que el sujeto busca en las mujeres responde a una articulación significante, pero aparece con una prevalencia de la imagen que se busca en el objeto. Este ejemplo permite señalar el sustrato significante de la prevalencia imaginaria en la perversión. La imagen está recortada por lo simbólico. Es decir que lo simbólico se proyecta sobre el velo imaginario que cubre la nada, constituyendo así el fetiche como recuerdo encubridor que vela la castración.

El fetichismo es una perversión típicamente masculina. En la sexualidad femenina aparece sólo como una condición fetichista que se modaliza en diferentes equivalencias simbólicas: "el órgano que queda revestido de la función significante toma 'valor de fetiche'" (cf. J. Lacan, Escritos); "la mujer misma -su cuerpo- asume el papel de fetiche" (cf. J. Lacan, Escritos); el niño entra en las ecuaciones simbólicas como sustituto del falo (cf. J. Lacan, Seminario IV). Estas tres indicaciones de Lacan muestran cómo se modaliza el valor de fetiche en las tres salidas de la posición femenina (la relación con el hombre, la investidura fálica del propio cuerpo, la maternidad) sin constituir por eso un fetiche como condición de goce.

Así como en la homosexualidad masculina aparece la condición fetichista de la presencia del pene en el partenaire, en la homosexualidad femenina puede presentarse una fetichización del cuerpo de la mujer elegida (sin constituir por ello un rasgo específico de la homosexualidad).

En 1910 Freud indica: o bien aparece esta condición fetichista del pene en la elección de objeto homosexual, o bien el fetichismo se presenta como pantalla que protege contra la homosexualidad. Esta alternativa es desarrollada tiempo después, en 1927, de la siguiente manera: el fetiche "perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella, y le ahorra al fetichista devenir homosexual, en tanto presta a la mujer aquel carácter por el cual se vuelve soportable como objeto sexual". La ganancia de goce asegurada evita entonces el camino de la homosexualidad.

Más adelante prosigue con esta pregunta: "¿Por qué algunos se vuelven homosexuales a causa de esa impresión -la castración materna-, otros se defienden de ella creando un fetiche y la inmensa mayoría la supera?". De esta manera nos deslizamos hacia la cuestión de los mecanismos que llevan a la elección de objeto homosexual.

3.- La homosexualidad

La homosexualidad no es el equivalente a la perversión: se encuentra en las distintas estructuras clínicas. Tampoco está en disyunción con la posibilidad de emprender un análisis. Las estructuras clínicas conciernen a la posición del sujeto en relación a la castración; en cambio, la homosexualidad se refiere a la elección de objeto que no está regida por la complementariedad sexual.

En general, la historia de la homosexualidad es principalmente la de la homosexualidad masculina (salvo los poemas de Safo). Esto obedece al distinto valor social que se le adjudicó a lo largo de la historia (por ejemplo en Grecia era el modelo de educación de los jóvenes). Pero debemos señalar que la homosexualidad masculina y femenina no son simétricas: hay una diferente posición en relación al padre, al amor y al fetiche.

La concepción freudiana establece una causalidad tripartita de la homosexualidad masculina: 1) Fijación a la madre, identificación con ella y elección narcisista de objeto: quieren amar como la madre los amó (1910). La elección narcisista de objeto se presenta también en la neurosis, cualquier individuo puede hacer una elección inconsciente de esta índole. Además, tampoco el psicótico queda exento de este tipo de elección; 2) Angustia de castración vinculada al padre que lleva a huir la confrontación con el rival (1922); 3) El pene en su valor de fetiche puede volverse la condición absoluta (1927). La acción de la desmentida de la castración inscribe la elección de objeto homosexual en la perversión.

Leonardo da Vinci -"Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci" (1910)- se vuelve la ilustración de su primera modalidad de abordaje de la homosexualidad masculina. Leonardo ama entonces a sus jóvenes discípulos como su madre los amó, manteniendo así una homosexualidad platónica que sostiene un amor ideal: esta identificación a la madre le permite mantener reprimido el amor ideal hacia la madre. Por otra parte, a partir del estudio de la obra pictórica, construye la figura de las dos madres: una madre edípica (la esposa del padre), madre del deseo; y otra madre del amor, Caterina, su verdadera madre. A pesar de las inexactitudes presentadas por el análisis freudiano, la construcción que resulta es verdadera.

El análisis de la joven homosexual lo conduce a la vertiente femenina de la homosexualidad -"Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina" (1920)-. La joven es traída por sus padres por su atracción por otra mujer. Su amor cortés conserva un tipo de elección masculina de objeto, en la que una mujer de mala reputación cobra el valor indiscutible de la Dama. Un pasaje al acto, consecuencia de su confrontación con el padre, origina la consulta.

Freud relata la génesis estructural de la emergencia de la perversión en esta mujer. Luego de un desarrollo normal del Complejo de Edipo en el que hace las veces de madre con el hijo de una vecina, el embarazo de la madre produce un cambio de posición. En ese momento comienza la atracción hacia las madres, que luego se desplaza hacia la cocotte. La decepción producida por el padre -fue la madre y no ella quien recibió el hijo- la conducen a un rechazo de la feminidad. "Ella se transmudó en varón y tomó a la madre en lugar del padre como objeto de amor". Es decir, que busca en otra mujer un sustituto materno, al mismo tiempo que "se hace a un lado" y deja los hombres a la madre. El despecho y la venganza hacia el padre la retenían en la homosexualidad. De esta manera, Freud señala tanto la elección narcisista de objeto como la posición de desafío de la joven dirigido al padre.

Ambos casos son retomados por Lacan en el Seminario IV y los analiza a partir del "esquema L". Allí se pone de relieve la proyección de lo simbólico sobre lo imaginario (que ya mencionamos): en Leonardo la prevalencia imaginaria se manifiesta en la relación entre el niño y la Virgen (en el análisis del cuadro, "Ana, la Virgen y el niño"), en la manera particular que Leonardo se dirige a sí mismo en sus Cuadernos (en tercera persona), y en el amor idealizado hacia la madre reproducido con sus jóvenes discípulos, que queda en disyunción al deseo. En la joven homosexual la prevalencia de la imagen se expresa en la exaltación de la Dama, como efecto de la degradación del falo simbólico en falo imaginario, junto a su particular posición de desafío dirigido al padre. Nuevamente aquí encontramos la exaltación del amor en detrimento del deseo.

Leonardo es presentado como un homosexual platónico sin por eso hacer de él una perversión. El diagnóstico en Freud queda en suspenso. En cambio, la joven homosexual se vuelve paradigmática de la perversión. No se trata ya de una interrogación sobre el enigma de la sexualidad femenina; como en el caso Dora, en el que por intermedio de la identificación con el Sr. K. apunta a la Sra. K., sino que el desafío que la joven homosexual dirige al padre apunta a mostrarle cómo se debe llevar el falo. Se trata de la mostración del don mediatizado por el amor: a través de su pasión por la Dama ella da lo que no tiene, e intenta con esta estrategia obturar la falta en el Otro.

Para concluir podemos establecer una serie de oposiciones que distinguen la neurosis de la perversión: 1) El neurótico tiene horror de la verdad de la castración: la represión se ocupa de producir formaciones sustitutivas. En cambio para el perverso la castración es siempre del Otro, por lo que puede ocuparse más fácilmente del tema de la verdad. 
2) El neurótico produce una amor al saber (eso sostiene la transferencia). El perverso goza del saber que detiene; Lacan lo denomina "voluntad de goce". 
3) El neurótico puede defenderse del deseo a través de la demanda. La positivización del objeto en la perversión transforma el deseo en voluntad de goce. 
4) El neurótico se interesa en la relación sexual por los avatares del deseo. El perverso se ocupa sobre todo de la repetición fija de la escena perversa que sostiene desde su posición particular.

Esta secuencia permite plantear las posiciones disimétricas que ocupan el amor, el deseo y el goce en la neurosis y en la perversión.

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