Por Alejandro Sacchetti
Intentemos abordar una reflexión sobre la pasión, del griego pathos, afección, emoción, pasión; passione en latín. Desarrollo que nos permitirá iniciar una reflexión sobre el goce. Generalmente la pasión se asocia con el hecho de padecer, sufrir y se manifiesta contrario a la acción del sujeto, pero también un apetito o aficción vehemente a una cosa por la cual está dominado. Los misterios de la pasión cristiana representan el sufrimiento, la muerte y la resurrección o también la revelación, el juicio y la crucifixión. Resulta significativo el éxito de la película La pasión de Cristo.
La pasión de Cristo
Intentemos abordar una reflexión sobre la pasión, del griego pathos, afección, emoción, pasión; passione en latín. Desarrollo que nos permitirá iniciar una reflexión sobre el goce. Generalmente la pasión se asocia con el hecho de padecer, sufrir y se manifiesta contrario a la acción del sujeto, pero también un apetito o aficción vehemente a una cosa por la cual está dominado.
Los misterios de la pasión cristiana representan el sufrimiento, la muerte y la resurrección o también la revelación, el juicio y la crucifixión. ¡Qué significativo el éxito de la película “La pasión de Cristo” de Mel Gibson! Tuve un fallido –de escritura– con Mel Brooks, que me llevo a una asociación con el interesante film “El sentido de la vida” del grupo Monty Python, donde la religión católica y protestante se lucen en tiempo de comedia y muestran sus vertientes más desopilantes, también por añadidura rememoré la película “Brazil” de Terry Gilliam que plasma de manera contundente aquello de lo cual un sujeto está apasionadamente sometido e intenta crear su propia experiencia al límite.
Posteriormente escuché a un sacerdote cristiano que pontificaba el film manifestando que era importante recordar lo cruel y doloroso de ese sufrimiento pues esos latigazos y torturas son condición fundamental para no vanalizar el Cristo crucificado, revivir el dolor favorece el aferrarse al cristianismo. No creo que ese sacerdote estuviera reflexionando sobro los avatares del goce en el sujeto pero indudablemente sabe de su eficacia. No hay religión sin marcas dolorosas en el cuerpo, remarcando el temor y la culpa por existir y sondeando el límite de la muerte.
La ciencia médica le otorgó al pathos el peso de la enfermedad, desde la patología hasta la homeopatía, el pathos transmutó en objeto de estudio y normalización.
La pasión tiene sus cercanías con el padecer, del latín pati, recibir un daño, dolor u ofensa y hasta sufrir un engaño. Estar pasivo, ser un paciente (el que soporta males) y en el límite también está el patíbulo.
Siguiendo a Lacan podemos plantear que el neurótico sufre de una falta en ser, este sufrir lo podemos tomar como un padecer, una pasión que duele. Podemos pensar a esta falta en ser que se juega con relación al Otro, por ejemplo que la histérica intenta justificar la existencia del Otro amándolo o cagándolo y el obsesivo trabajando por el Otro, del trabajo y el amor mama el neurótico. ¿Y en la perversión? Ahí hay una relación distinta con respecto al saber para el goce. Lacan afirma que en el ámbito de la perversión no está más desnuda la pulsión, pues hay estructura de compromiso, elusión, cierta dialéctica de lo reprimido como en la neurosis, es decir se impone también cierto velo pero con sus peculiaridades.
Dice Lacan con respecto de la represión: “el sujeto no quiere reconocer algo que exigiría ser reconocido”. Ahora, ¿qué se exigiría, esa exigencia? Es el elemento de articulación significante de una cadena de discurso que inaugura un supuesto saber. Sin olvidar que la perversión es fundante de la neurosis. Ya Freud nos advertía con relación al masoquismo su importancia en tanto dolor como prueba de la existencia, del ser, en su reflexión con relación al fantasma de “Pegan a un niño”.
Pues el Otro no es sólo lugar del significante no es sólo Ideal del yo, también hay cuerpo, que Lacan llega a nominar como “desierto de goce”. Límite importantísimo pues aloja un cuerpo como desierto. Borges decía que ante lo inconmensurable del Sahara, le resultaba conmovedor que al mover con su mano algunos granos de arena, todo el desierto se conmovía. Lacan llegó a decir que el Otro no existe y esto no es que no haya desierto o lugar del Otro como tesoro sino que el Otro no es portador de ningún ser.
Dice Hegel: “el cristianismo nace, de la angustia del esclavo frente a la nada, que es la imposibilidad de soportar, la condición necesaria de la existencia del hombre: la muerte, la finitud”. Pero aclara que esta libertad es real sólo en el más allá donde se obtiene una igualdad con el amo, Dios, Padre-Hijo-Espíritu Santo. Sublimar en el deseo de una vida eterna no deja de ser un servicio al amo, en el cual se expresan lo que llama las ideologías del esclavo, a saber: el estoicismo, como saber libre, abstracto y aburrido, como forma de aceptar el castigo del amo, lo interpreta como una forma de suicidio filosófico; el escepticismo, como negación del valor de todo lo que no soy, nihilismo que niega toda determinación, -llega a decir: “solo el nihilista que queda con vida es interesante”- y por último pretende superar la ideología cristiana trayéndola del cielo a la tierra pero por la vía de la ciencia y el saber absoluto, otra forma de servidumbre pero no ajena a una falacia denegatoria. Ahora es tiempo de reflexionar por el “Más allá del principio del placer freudiano” y la articulación que permite otra reflexión sobre el goce y la pasión de Cristo.
Las marcas en el cuerpo
Retomemos su desarrollo a la altura del Seminario “Las formaciones del inconsciente”, dice Lacan: “la fustigación no atenta contra la integridad real y física del sujeto. Es propiamente su carácter simbólico lo que está erotizado y ello desde el origen". Con relación a “Pegan a un niño” lo fundamental es que hay un látigo y una marca-letra, dice: "está el jeroglífico del portador del látigo” y un mensaje que no llega: “tú si existes (incluso) eres amado”, ese mensaje que no llega, deja un resto: materia significante, objeto, el látigo, a esta altura todavía no está formalizada la noción de objeto “a”, pero sí que esto permanece como signo hasta el final, como eje de la relación con el deseo del Otro.
En el marco de más allá del principio del placer se destaca, que la tendencia de la vida es volver a lo inanimado en Freud, el retorno a 0, el retorno más radical, la muerte. Una mujer Bárbara Low, le propuso a Freud el principio de Nirvana, que nos da pistas del tema de la mujer en psicoanálisis, de Freud y las mujeres, de su posición ¿privado de mujer o privándose? Biografía en que también se lee lo fundante con relación al goce femenino y los fundamentos del psicoanálisis.
Lacan, en este sentido, llega a recurrir a la figura del velo de Maya, donde algo del orden de la vida se mantiene gracias al engaño. Llega a decir que la reacción terapéutica negativa es una reacción estoica, de no deseo o deseo de nada, que es una forma de enunciar el goce. Pero la cuestión es el deseo del Otro, sujetos no deseados se suicidan, es más desearían no haber nacido.
El eje es que no se trata sólo de deseo de reconocimiento, sino de reconocimiento de un deseo. Dice Lacan: “cuando más se afirma un sujeto con ayuda del significante como queriendo salir de la cadera significante... más se convierte en signo”. Esto toca el punto crucial de esa belleza horrenda del suicidio, para condenar, para imitar. Pensemos por ejemplo en las llamadas epidemias adolescentes, en los suicidios religiosos masivos: Jones en Guyana. ¿Qué implica este retorno a la nada? Freud reconoce que quizá lo último sería el dolor de ser. Lacan dice: “El último vínculo del vínculo entre Eros y Tánatos”.
El “no seré un elemento de la cadena” que enuncia Lacan como punto límite de la caída, manifiesta que no es más que en el fondo, negarse a pagar una deuda, hecho que no hace más que perpetuarla, sin retorno, pues no tiene vuelta, ni reverso. Dice: “En el fantasma masoquista confluye la dimensión de reconocimiento y la forma prohibida de relación del sujeto con el sujeto paterno”. Puede ser el fondo.
En este fondo Lacan recurre a un Santo, San Agustín, para tomar de sus confesiones el hecho de esa palidez mortal del niño de pecho que ve a su hermano amamantando la leche de su madre.
¿Esto implica una rivalidad-identificación i-m (imagen del propio cuerpo y moi) y que el mensaje llega en un sentido opuesto como báscula del fantasma? Fantasma donde aparece el sujeto como niño pegado y se convierte con relación al Otro para quien se trata de ser amado y dice Lacan: “se sitúa entre padre y la madre, ahí oscila”.
Hemos tocado algunas cuestiones con relación a la pasión, el goce, el masoquismo y lo femenino, un paso importante será no confundir el masoquismo con lo femenino.
Si bien Freud dice en la feminidad: “El masoquismo es entonces, como se dice, auténticamente femenino”, creo deberemos de releerlo en otra perspectiva, como así también a la asimilación activo-pasivo, masculino-femenino. Allí intentaremos delimitar la incidencia de la noción de objeto y del falo.
El moi, está hecho de una serie de identificaciones con un objeto, ¿cuál es el límite de la serie? Podemos pensar en la formación del ideal del yo. Allí está padre, el padre que prohíbe, dice Lacan el padre en cuanto personaje real, terrible. Ahí el Je (yo) núcleo de la identificación última y resultado supremo del complejo de Edipo. Ahí interviene el puro principio simbólico representado por el nombre del padre. ¿Qué Implica esto? Sobre todo clínicamente, no confundir una idealización con una identificación, una ilusión con una imagen.
En este sentido no hay experiencia de psicosis transitoria o precoz, es una cuestión de estructura. Si el delirio es regresivo no es por volver a un estado anterior, es estructural. Pensemos en Shreber, los fenómenos significantes se agrupan en torno al moi, que lo sostienen -al extremo- en una trama continua de alucinaciones verbales. Otra vertiente sería, otra relación al falo, que responda a nombre de padre, pero el sujeto puede titubear y lo convierte en un objeto fetiche, perversión, como cierta identificación del moi con el falo.
Aquí observamos que la cuestión objeto es esencial. Como también a la idea del velo de Maya, en su vertiente ilusoria.
En este punto extraigo la cita que Lacan hace de Shopenhauer, para señalar esa astucia de la naturaleza. “El sujeto cree tener entre sus brazos a una determinada mujer, cuando se encuentra pura y simplemente sometido a las necesidades de una especie”. Esto puede ser un señuelo, un zapato, un fetiche, un rasgo, un golpe de látigo, su marca y su sonido, la excepción femenina o el bigote del Führer. Lo que es de destacar en este contexto es que se está capturado en una cadena significante y un más allá que insta, donde la pasión designa ese misterio, Kierkegaard apuntaría al pecado original para dar cuenta de su concepto de angustia y algunas trinidades coagulan ese misterio para intentar hacer más soportable la angustia.
Fuente: Sacchetti, Alejandro (28/03/2005), "Pasión y marcas en el cuerpo" Recuperado.
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