Estas breves reflexiones surgen de un cruce entre los desarrollos que Freud realiza respecto de la angustia, y las circunstancias actuales en la que nos encontramos con diferentes manifestaciones de nuestros pacientes, ante la incertidumbre que surge como producto de la pandemia.
¿Qué lugar le damos a la angustia o como dice Freud, al desarrollo de angustia, frente a una situación que es sentida como de peligro?
Frente a una situación que es percibida como potencialmente peligrosa, surgen diferentes afectos como miedo o terror, que se manifiestan ante una determinada amenaza o situación traumática.
En relación a esto Freud dice que “Terror, miedo, angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede distinguir muy bien en su relación con el peligro.” Y agrega que “el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa.”
¿Qué mecanismos psíquicos se ponen en marcha frente al miedo y al terror?
Tal vez intuitivamente, si preguntáramos a personas que nunca se han analizado ni tenido contacto con un analista, obtengamos como respuesta argumentos como: “no hay que pensar en eso”, “Hay que pensar en otra cosa”, “Mantenerse ocupado”, “Mantener la mente ocupada para no pensar” y toda una serie de argumentos destinados a “evitar” la emergencia de estos sentimientos.
Son técnicas de represión o sofocación de los afectos que requieren de la intervención de esa instancia punitiva que conocemos como Superyó. Esto lleva a un reforzamiento del Superyó que, sabemos, no es gratis. El Superyó cuando el sujeto cede en su deseo acudiendo a su protección, “se las cobra” generando culpa en lugar de abrir interrogantes o reflexiones.
El Superyó se maneja con certezas, con signos, no con significantes. A diferencia del signo, el significante permite una deriva asociativa. Pero mientras más satisfagamos las exigencias del Superyó, lo que haremos es “engordarlo” y entonces, vorazmente, esa instancia va a pedir más y más, asfixiando al sujeto.
¿Cuál es la propuesta desde el psicoanálisis frente a estas respuestas espontáneas que intuitivamente recurren a mecanismos “listos para usar” ineficientes y perjudiciales?
Aunque parezca extraño y contradictorio, el afecto que viene a prepararnos frente al miedo y al terror, es… la angustia.
En nuestra cultura actual, la angustia tiene mala prensa y se lo mete en la bolsa de gatos como un afecto que, junto al miedo y al terror, hay que desterrar.
Pero la angustia es otro afecto que el miedo y el terror.
Nos dice Freud: “La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido.”
Esto que Freud llama “apronte angustiado” es la posibilidad del aparato psíquico de abrir un espacio de pregunta y trabajo psíquico frente a aquello que no se entiende, que representa una pregunta sin respuesta frente a la incertidumbre, frente a la imposibilidad transitoria de lo que llamamos “momento de concluir” como cierre a alguna cuestión.
La angustia, frente al “instante de la mirada” que puede producir una situación de “shock”, abre en cambio otro tiempo que es de suma importancia para todo devenir de una elaboración psíquica posible frente a lo traumático.
Ese otro tiempo del que hablamos se llama “tiempo para comprender. ”El “tiempo para comprender” y la angustia van de la mano. La angustia es el signo de ese tiempo para comprender.
Por eso si eliminamos la angustia, también estamos eliminando ese tiempo indispensable para que un trabajo psíquico sea posible.
Ese trabajo psíquico, en palabras de Freud, consiste en la ligazón de representaciones que permiten una circulación de las cargas libidinales depositadas en ellas y esto abre a la dimensión de la asociación que por ejemplo vemos representada en el trabajo del sueño.
Lo interesante de este trabajo psíquico es que va apareciendo una contracarga frente a lo que en “Más allá del principio de placer” Freud designa como la repetición demoníaca de lo idéntico.
Frente al retorno de lo mismo, compulsión de repetición que se presenta como una carga demoníaca que instala certezas que alimentan al Superyó, el trabajo asociativo que se produce en un análisis, “deriva” estas cargas libidinales hacia circuitos que tienen que ver con la creación, la producción, el amor y la sublimación.
Ahora supongo que algún lector puede plantear la pregunta sobre la angustia como causante ella misma de un trauma psíquico.
Freud nos dice: “No creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática; en la angustia hay algo que protege contra el terror y por tanto también contra la neurosis de terror.”
Es decir que la angustia es protectora porque, como manifestamos antes, va asociada al “tiempo para comprender” en el que se produce el trabajo psíquico.
En términos freudianos esto produce una sobreinvestidura libidinal de las representaciones potencialmente traumáticas y esto tiene un efecto antiestímulo frente al agente dañino.
Freud en Más allá del principio de placer destaca: “Descubrimos, así, que el apronte angustiado, con su sobreinvestidura de los sistemas recipientes, constituye la última trinchera de la protección antiestímulo.”
¿Cual es el factor decisivo frente al encuentro con una situación traumática?
“En toda una serie de traumas, el factor decisivo para el desenlace quizá sea la diferencia entre los sistemas no preparados y los preparados por sobreinvestidura.”
La diferencia entre los sistemas preparados y los no preparados por sobreinvestidura, son dependientes del trabajo psíquico con la angustia y el saber-hacer con ella.
Finalmente, una reflexión acerca de los tiempos que nos tocan vivir, respecto de la posibilidad de atender a nuestros pacientes por vías virtuales que no pueden eliminar la distancia entre nuestros consultantes y la presencia del analista cuya presencia real (y no sólo simbólica e imaginaria) es insustituible.
Respecto de esto recordé que Freud, hablando de las resistencias de nuestros pacientes, causadas por la insatisfacción y provocadas por la abstinencia a responder a la demanda de amor que la ética psicoanalítica nos recomienda, introduce la palabra “subrogados”.
Los subrogados son formaciones sustitutivas de las que nos valemos para “acortar” esa distancia que las circunstancias nos imponen.
En palabras de Freud:
“Ya he indicado el importante papel que corresponde a la persona del médico en la creación de motivos destinados a derrotar la fuerza psíquica de la resistencia. En no pocos casos, (…) la colaboración de los pacientes pasa a ser un sacrificio personal que tiene que ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Las fatigas y la amistosa tolerancia del médico tienen que bastar como tal subrogado.”
Freud, Sigmund. Estudios sobre la histeria. Sobre la psicoterapia de la histeria.
Fuente: Gustavo Szereszewski (Abril 2020) "Elogio de la angustia en tiempos turbulentos"
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