lunes, 18 de mayo de 2020

La metáfora paterna.


Fuente: Clase de Daniel Zimmerman del 27/09/2012, cátedra "Psicoanálisis II" - UMSA.

Si planteamos la estructura de la metáfora, tal como Lacan la plantea, como aquella operación entre significantes en los cuales uno viene a sustituir al otro, para producir en ese logro, un efecto de creación o poesía, que no nos limitábamos a la creación artística o a la poesía propiamente dicha, sino que todo lo que pudiera producir eso que escribíamos así…

… Podría entrar dentro. Para fijar ideas, lo que está en el numerador y en el denominador se simplifica ($), queda es significante no develando la x, sino produciendo ese efecto de creación o efecto poético.

¿Qué es la metáfora paterna? Es una metáfora que justamente tiene como significante implicado nada menos que uno de esos significantes que Lacan llama “significantes primordiales”. Los significantes primordiales se inscriben en el psiquismo del sujeto para producir efectos de sustitución de significaciones (no cualquiera, son cruciales para el sostenimiento como sujeto) Esto ocurre en un tiempo no cronológico, sino lógico.

Cuando usamos la palabra “sujeto”, le agregamos toda la dimensión que le empezamos a otorgar desde que la escribimos en el Esquema L. No es individuo, no es la persona, sino una dimensión que tiene que ver con el deseo, con el inconsciente.

Entonces decimos que la metáfora paterna es la que en el Nombre del Padre, viene a sustituir el deseo de la madre. Lacan escribe:


En vez de escribir X acá, Lacan escribe “Significado para el sujeto”. Es en la misma dirección en el que iría una X, es decir, un significante está ligado a un significado, pero justamente ese significado, para el sujeto, siempre va a quedar enigmático. No se trata de develar el significado en relación a la madre.

Entonces decimos que esta metáfora, en la medida que es eficaz, produce una significación, como cualquier otra metáfora. Pero no es una significación cualquiera, sino que Lacan escribe así:
Esto quiere decir, en principio, que podemos nombrar esta significación. En la medida que se produce la sustitución del nombre del padre sobre el deseo de la madre, se constituye la significación fálica. Así se llama esto que acabo de dibujar. O sea, en la medida que el significante del nombre del padre se inscriba y acierte en la operación de sustituir al otro significante, está vigente la significación fálica. El nombre del padre produce una significación entre el Otro y el falo.

En la medida que sea  inscripto el nombre del padre, se puede producir con éxito la operación por la cual el niño deja de ser el falo de la mamá. Ese es todo el drama del caso Juanito.

¿Qué pasa en la psicosis? Se trata de concebir una situación subjetiva que por un accidente en esa inscripción primordial tal como el nombre del padre, se ha producido un accidente que llamamos forclusión: ese significante no se inscribe. Dice que Lacán que allí donde debería haber estado un significante, no hay más que un “agujero” en la significación fálica.

La falla primordial en la psicosis, según la teoría lacaniana, consiste en la forclusión del nombre del padre con el consiguiente fracaso de la metáfora paterna. El fracaso está en la operación de sustitución de ese significante al deseo de la madre que impide la consolidación o la vigencia de la significación fálica. En cambio, en las neurosis hay inscripción del nombre del padre.

En la psicosis, el sujeto queda preso del deseo de la madre. El significado permanece enigmático. Lacan dice que esto puede manifestarse o no en la medida que una situación ponga a prueba la vigencia de esta estructura.

Cuando el Presidente Schreber es nombrado presidente del Senado, para sostenerse en ese lugar como sujeto, precisa de tener constituida la significación fálica. En ese momento, se pone en manifiesto que esa significación tropieza. Resultado, se desencadena la psicosis: delirio y alucinación.

La función del significante del nombre del padre: ser el significante del Otro como lugar de la ley.
En la psicosis, en la medida que el significante del nombre del padre no está inscripto, el Otro queda excluido como lugar de la ley (representada por el padre) . No es que no hay Otro, sino que queda excluido en el lugar de la ley. Entonces, si habíamos privilegiado en la neurosis todo lo que se producía en el eje simbólico ( \ ) y el Otro queda excluido del lugar de la ley, se trastorna todo el eje simbólico y todo queda reducido a la relación especular entre yo y el otro.

Esta estructura discursiva, que aparece en primer plano y que involucra al yo y al otro (relación especular), es el delirio.

En el delirio de Screber, cuando él siente que Paul Flechsig (su médico hipnotizador) lo persigue:
Flechsig es el “otro semejante que quiere algo de mí”. El delirio, desde esta perspectiva, aparece como una reacción imaginaria resultado de la imposibilidad de respuesta en un nivel simbólico (\). Ante la imposibilidad de responder a una circunstancia simbólicamente, se produce una reacción en cadena a nivel imaginario, ya no entre el sujeto y el Otro, sino entre el yo y el otro. También pasa cuando alguien dice dice “mi esposa me quiere envenenar”, “Fulanito me mira todo el tiempo”, etc. Esto lo van a encontrar en el seminario 3 de Lacan, donde cita el caso Schreber, donde ve a la psicosis desde esta manera.

Hay una cuestión polémica sobre si hay sujeto o no en la psicosis. Uno podría decir que no hay sujeto, y yo no estaría tan en desacuerdo. Pero decir así nomás que “no hay sujeto” sería decir que no hay posibilidad de que el psicótico hable, o que le contemos un chiste y no se pueda reír. Pero frente a una producción delirante o una alucinación, no hay posibilidad de promover asociaciones y puede ser peligroso. Puede ser que la psicosis no esté desencadenada y que surja en el tratamiento en el diván. Por eso hay que ir con cuidado cuando hay incertidumbre respecto a la estructura. Porque nuestra intervención  puede llevarlo al borde mismo del agujero. Yo no puedo preguntarle a Schreber qué asocia con Flechsig, porque en la medida que está restringido a lo imaginario y excluye lo simbólico, no hay posibilidad de asociar como en un neurótico. Sí podemos decir que no hay sujeto de efecto entre un significante y otro. Ese sujeto que aparece en el chiste, en el fallido, ese sujeto que aparece en el juego significante, no aparece. No aparece porque en ese momento, está el agujero en ese lugar.

A la hora de atender a un sujeto con psicosis, Lacan dice que no se trata de considerarlo como un sujeto más allá del lenguaje, sino de una palabra más allá del sujeto. Y ahí pueden meter todos los neologismos. La palabra es una vía por la que nunca vamos a llegar al sujeto. Así como el tropiezo de “Venga el abrazo suegro”, por la sustitución putear – tutear, por un sueño, por un síntoma histérico que puede ser una parálisis, una ceguera, etc llegamos al sujeto, la psicosis nos confronta con una palabra que no alcanza la dimensión de sujeto, que tajea al sujeto. Por eso la advertencia, no sabemos si esa palabra conduce o no a un posible sujeto. Hay que pensar en otras intervenciones.

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