“El tótem significa que el hombre, que no tiene motivos para estar tan orgulloso por ser el último de la creación, ese que se hizo con barro, lo que no se dice de ningún otro ser, se buscará ancestros honorables”.[1]
El nombre propio se vale del nombre de pila y del apellido procurando identificar al sujeto, operación que involucra tanto la genealogía del hablante cuanto su singularidad, (incluso “corporal”). Mientras el apellido (nom) permite distinguir la persona singular de otras que tienen el mismo nombre de pila, el nombre de pila (prénom) la distingue de otras de la misma familia.
No es conveniente pasar por alto la diferencia entre “nombre de pila” y “apellido”: mientras el primero enfatiza la referencia a la persona singular del padre, el segundo refiere su inscripción en un linaje. Así, la expresión nom du père, al nominar una persona singular, alude a su genealogía, incidencia del linaje en el ordenamiento simbólico en que se constituye el sujeto. Se trata del papel de un pasado de antepasados que se cuela inexorablemente en el presente desde que no hay sujeto sino del discurso, que está hecho con restos de procedencias lejanas, la mayoría inexploradas o inexplorables.
La confusión entre apellido y nombre de pila encierra un aspecto religioso que anuda filiación divina y padre. La novedad cristiana es aquí la encarnación de Dios en el hombre, el reconocimiento de Jesús como hijo del padre igual a cualquier otro hombre (todos los padres, el padre, Dios Padre). El NP se hace aquí su propio nombre, historizando la divinidad en el reconocimiento genealógico. Eso en el lugar mismo de un barramiento identificatorio que supone la caída habida del paraíso: carne y divinidad, muerte y eternidad.
La caída del paraíso metaforiza la imposibilidad de una fijación que detenga la vacilación del sujeto entre nom y prénom. El sujeto en tanto tal está imposibilitado de identificarse, de modo que Jesús no se identifica todo al padre ni todo al hijo. Véase su respuesta a la pregunta del sumo sacerdote Caifás, que ante la opción de afirmar él mismo por sí o por no su filiación divina sólo expresa: “Tú lo has dicho”[2].
Observemos también que la relación contingente entre el nombre y lo nombrado permite que un mismo nombre (cualquier nombre, incluyendo los nombres propios) nombre objetos diferentes. Las distinciones entre significaciones y referentes vienen aquí al caso y no son ajenas al problema filosófico de la relación entre lo uno y lo múltiple, que está en el tuétano de la cuestión misma del lenguaje.
La religión cristiana se justifica como “verdadera religión” asentándose sobre la suma del ecumenismo (todos los hijos) y el monoteísmo (un padre), paso formulable como ligazón entre la función del número “1” como único, sin par, con la de unicidad de la clase o conjunto universal. La referencia a “Un dios” puede reunir en esta formulación acepciones diferentes, tales como las de “solamente un dios”, “un solo dios” y “un dios solo”.
Por último, es posible que el pronóstico de que el psicoanálisis se convertirá en un discurso apestoso al servicio del capitalismo[3]sea hoy de más fácil aceptación que la renuncia a creer en el ateísmo. Sucede que éste es concebido extendidamente al modo, por ejemplo, de Diderot, cuya idea de dios, no siendo otra que la de la conciencia, no es del todo distinta a la de su hermano cura, con el que discutía. El pensamiento de la Ilustración, que no es seguro que sea del pasado, podía ser fácilmente anti-clerical pero no tanto ateo. La novedad que introdujo el psicoanálisis es que dios es inconsciente, si se parte de aquí es falso que sea imposible que no haya posibilidad alguna de ateísmo.
Adenda.
Habida cuenta de que la expresión “Nombre del Padre” es nuclear en la religión, la traducción de nom du père por “apellido del padre” desata el concepto de la función NP del sentido religioso, evitando la identificación entre padre, dios, patriarca, amo, opresor, religión y psicoanálisis, que contribuye a considerar que la salida está, por ejemplo, en posibles inferencias a partir del pensamiento de Deleuze.
Otro aspecto es que entre las varias cuestiones que se abren aquí, está la de si es o no posible salir de la religión, esto precisamente en una época en que mucho se cree, paradójicamente, que la increencia se impone en la cultura. Se ve, por ejemplo, en el tipo de respuestas que ofrecen los exámenes de ADN a las preguntas por la filiación. Los interrogantes del sujeto sobre sus orígenes, habituales en los análisis, están enlazados a la búsqueda de respuestas en el campo del Otro, primeramente el materno. La progenitura biológica científicamente determinada, extraída de la dialéctica social, simbólica, no puede responder a la cuestión del sujeto, cuyo sentido concierne, precisamente, a su inscripción en el Otro.
Raúl Courel.
Notas.
[1] Lacan, 1963. De los nombres del padres. Paidós, p.98.
[2] Inspira este párrafo el magistral “Cristo ante el sumo sacerdote” pintado por Gerard van Honthorst en 1617 (National Gallery, Londres).
[3] Cf. conferencia en Milán de Lacan, en 1972.
Fuente: Courel, Raúl (2021) "NOMBRE DEL PADRE (APELLIDO Y NOMBRE DE PILA)"
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