lunes, 16 de mayo de 2022

Los cortes en el cuerpo ¿Un modo de acallar la angustia?

Cutting: definición y el que-hacer del analista
El cutting es una conducta riesgosa y compulsiva, en la cual el sujeto daña su propio cuerpo realizando cortes en los tejidos de la piel de las muñecas, brazos, piernas y muslos con un objeto cortopuntante.

Estos cortes en la piel se realizan de manera intencional pero sin fines necesariamente autolíticos (suicidas). Sin embargo, suponen un gran riesgo ya que, en muchas ocasiones, se repiten una y otra vez, haciéndose más profundos, lo que puede terminar en una lesión que requiere tratamiento ó en una muerte no intencionada.

Al darles la palabra a quienes padecen esta problemática, se halla que los cortes en la piel se utilizan como una "defensa" contra la angustia, la ansiedad y situaciones de estrés. El dolor físico, más delimitado, es usado como "distractor" del padecimiento psíquico.

Estas conductas autolesivas no representan por sí mismas ninguna patología o estructura psíquica determinada (neurosis, psicosis perversión). Puede asociarse, por ejemeplo, a estados de ansiedad, estados depresivos, trastornos de la alimentación, problemas en la relación con otros (pares, familia).

El cutting muchas veces se mantiene en secreto y los cortes en el cuerpo se esconden. Algunas posibles señales a tener en cuenta son:

- Mangas largas en pleno verano.

- Gran cantidad de pulseras ó muñequeras para esconder los brazos.

- Uso excesivo de vendas o curitas.

- Prendas que tapen los muslos.

El cutting esconde siempre un desesperado pedido de ayuda, y la posibilidad de poner en palabras emociones intensas. Por eso, trabajar con el entorno familiar y social resulta fundamental.

El corte, como acting o pasaje al acto, pone en evidencia serias dificultades en la operación de separación de los Otros primordiales (figuras de cuidado); el manejo de las pulsiones, ya que estas se descargan directamente en el cuerpo; la operatoria inconsciente que, en ese momento, queda fuera de juego.

El cutting es la forma que encuentran algunos adolescentes para expresar problemáticas que le generan gran angustia (generalmente del orden de la separación y dificultades identificatorias), careciendo para esto de una mediación inconsciente y por ello, su expresión consecutiva en palabras.

La terapia psicoanalítica intenta escuchar la función que tienen estos actos en cada caso, identificar qué situaciones los desencadenan y ayudar a procesar psíquicamente ese exceso de angustia. Se hace vía la palabra, trabajando en esa línea, las operaciones de separación y las identificaciones que, por el momento, no se han podido inscribir.

El analista debe garantizar un ambiente seguro y un encuadre flexible, para que el adolescente se sienta cómodo y pueda expresar lo que lo aqueja.

El analista también debe tener una posición más activa, ya que en estos casos el adolescente no suele llegar a la consulta con preguntas. Para él, el cutting es una solución y no un problema y es más bien traído por otros.

Es importante que el analista se abstenga de manifestar rechazos, censuras, amenazas, o sanciones. Debemos tener en cuenta que no es una problemática que se supere con consejos. Es necesario posibilitar la tramitación psíquica de la angustia excesiva que atraviesa el adolescente.

Como analistas, resulta esencial conocer nuestros límites. Por ello, no debemos dudar en hacer interconsultas con servicios médicos y de psiquiatría, si observamos que la vida del sujeto corre riesgo derivado de las autolesiones.

El sábado 9/4/22, la Lic. Silvina Galloro dictó el Taller Clínico titulado "Los cortes en el cuerpo ¿Un modo de acallar la angustia?". A continuación, las notas del taller.

En el cutting la palabra no está como mediadora para hacer con eso que el adolescente siente. Esta es su característica más importante, porque los jóvenes no pueden decir mucho al respecto, al menos al principio. El analista pretende devolver la palabra como un único instrumento para abordar las sensaciones.

Palabra, cuerpo y pubertad

En Freud, en el texto Tratamiento psíquico, tratamiento del alma de 1895 se encuentra en el tomo I de Amorrortu, tempranamente Freud establece que la palabra es el recurso e instrumento esencial para abordar a las patologías del cuerpo y del alma. Esta afirmación la sostiene durante toda su obra. En el texto señala la acción recíproca entre el cuerpo y la vida anímica, que no pueden ser pensados disociadamente. Freud da ejemplos cotidianos que habla de esa acción recíproca, como el florecimiento que uno siente cuando se está contento.

Otro asunto es de qué cuerpo se trata en psicoanálisis, que no es el de la medicina. En 1893 Freud realiza una comparación entre las parálisis orgánicas y las histéricas, donde sitúa que en las parálisis histéricas el cuerpo no responde a la anatomía. hay otro cuerpo en juego y la pregunta de Freud es de qué cuerpo se trata en las neurosis, que lo lleva a fundar los conceptos fundamentales, como el narcisismo. El narcisismo es aquello que permite la articulación entre el yo y el cuerpo, la apropiación del cuerpo.

Hay algo de la curación que se establece a partir de la palabra. ¿Pero cómo se presenta el cuerpo en la pubertad? El texto clave es Tres ensayos de una teoría sexual. Allí se encuentra la manera en la que Freud establece la temporalidad subjetiva. La primera infancia, como la primera presentación de la sexualidad infantil, que se aquieta en el período de la latencia y una segunda oleada de la sexualidad, que se ubica en la pubertad.

El fenómeno específico de la pubertad es el crecimiento de los caracteres sexuales externos e internos. Hay sensaciones nuevas internas, donde el púber se encuentra con un cuerpo nuevo. Leer esas sensaciones implica crear representaciones nuevas, es decir, algo con lo que no contaba. Se trata de un tiempo de transición para reconocer un cuerpo propio, del que hay que apropiarse. El adolescente se encuentra entre un cuerpo que fue y el que todavía no es. El púber n o cuenta representaciones para el tiempo que vendrá, es el tiempo de transición de esa imagen unificada de la infancia, donde ellos ya no se reconocen pero aún no tienen una nueva imagen de un cuerpo que cambia para ellos y para los ojos de los otros. La pubertad es un tiempo de profundo desconocimiento. La clínica con púberes debe leerse desde ese lugar.

Si el narcisismo permite el anudamiento entre el yo y el cuerpo, debemos pensar que en la pubertad hay una vacilación del narcisismo, donde no es tan fácil reconocerse. Hay una lectura de que el púber es raro, que ya no se encuentra en las cosas que le gustaban, una vuelta que quieren hacer a eso que les es conocido, pero que sin embargo ya no le da las mismas satisfacciones. El tema es que tampoco tienen el modo de explicar eso que les pasa. Al tomar tanto protagonismo el cuerpo, la palabra queda silenciada, no hay modo de decir sobre eso y esto es estructural. 

En los púberes encontramos déficit en la palabra como mediadora, porque está tomada por esta transformación del cuerpo. La pubertad en si misma habla de ese déficit. Hay un silenciamiento del modo de decir y ahí encontramos características como la soledad. 

El cuerpo del psicoanálisis se presenta libidinizado bajo las marcas de los Otros parentales. Es un cuerpo particularizado por el encuentro con el Otro. La adolescencia es una conceptualización socio-histórica, a nosotros nos interesa las operaciones que el adolescente debe realizar. Una de ellas es llevar el cuerpo puberal a la escena social, donde se genera una tensión entre lo subjetivo y lo social. Muchas presentaciones de los adolescentes toman los significantes sociales que constituyen subjetividad, por ejemplo, los cortes.

En el discurso adolescente, los cortes tienen un lugar de transmisión, un lugar de identificación, de hacer comunidad, de encontrarse con los otros. El padecimiento adolescente conlleva a una estética, donde la estética es la relación entre lo subjetivo y lo social. Muchos chicos encuentran a los cortes como prácticas que hacen los amigos y hacerlas lo hacen formar parte de la escena adolescente. No se trata de un tema de modas, sino un enlace subjetivo a lo social que hace que muchos adolescentes se corten. Habitar la escena adolescente hace que se compartan prácticas. Los tatuajes también ponen en escena al cuerpo en su dimensión escritural, donde el cuerpo también es una superficie de escritura. 

Caso 1

Aldana (14) es derivada por la escuela donde concurre, la cual envió un informe que ella se hacía cortes superficiales desde hace varios meses. Los cortes lo descubren en la escuela; los padres no se habían dado cuenta. Tenía cortes en las muñecas, uno al lado del otro. Usaba una pulsera elastizada muy ancha para taparlos. Cuando la psicóloga de la escuela le comunicó esto a los padres, ellos tuvieron mucho miedo. Los cortes en el cuerpo suelen asustar a los padres, cosa que hay que tener en cuenta, aunque sea un tema que se escucha hablar. 

Aldana tuvo un cambio de colegio en el secundario y ante ese cambio los padres comienzan a notar conductas diferentes. Se encerraba en su cuarto, no quería compartir con los padres, se quedaba viendo videos... En ese contexto comienzan los cortes y los padres se asustan, pero la joven sigue haciéndolo. La joven no podía decir nada de eso.

Es importante que el analista haga preguntas por los cortes. ¿En qué contexto se realizan, cómo, cuándo? hay que historizarlos y no tomarlos como hechos aislados. Ver como se entraman en la estructura de cada sujeto, en lo cotidiano, fijarse si responden a algo, en qué momento preciso el joven necesita acceder a esa conducta.

La paciente dice que se siente triste, pero no sabe bien que le sabe. No logra ubicar la tristeza en relación a algo. Ella quiere volver a la escuela, volver con sus amigas, quienes cambiaron también, aunque ella quiere recuperar lo que tuvo. Los padres, con su enojo por lo de los cortes, la miran de otra manera. En la pubertad, esto también se presenta: el adolescente se vuelve un extraño a los ojos de los padres. Los analistas también deben trabajar en ese "entre" los jóvenes y sus padres, para que no se asiente su soledad.

La joven también añora actividades que antes hacía y ahora le aburren. Hay algo del duelo, por lo que antes tenía y ya no se puede regresar. El dolor escenifica una sensación que aquieta, dando la sensación que de ahí no se puede salir. Lacan, en el seminario 7, habla de la petrificación en el dolor, leyendo El proyecto de Freud, donde Freud ubicaba que no había forma de procesar esos estímulos internos. Algo del dolor en sí mismo se agrega a la soledad que muchos adolescentes sienten. Como el adolescente no tiene las palabras, muchas veces es el analista quien debe prestarlas mediante comparaciones, poner en escena emociones, para que el púber pueda identificar lo que le pasa. Debemos armar representaciones, allí donde no las hay, propio del déficit simbólico de la pubertad.

En el caso de Aldana, se juega esto de la continuidad que fue cortada. Aldana logra historizarla, armando un proyecto a futuro. Ella comienza a relacionarse con sus amigas de otro modo. Puede ubicar que los cortes nacieron como una idea al verlo en publicaciones de sus amigas. Aparece lo social y los cortes como un modo de acercarse. Cuando realizó el duelo, no volvió a acudir a los cortes como apaciguamiento de la tensión en el cuerpo que no podía poner en palabras.

Este caso es más complicado por la estructura del joven. Tenía muy poca capacidad de representación simbólica para leer eso que se producía en su cuerpo y los cortes le permitían localizar y acotar aquello que se le aparecía como inefable. 

Caso 2

Martín (14) concurre a la guardia del hospital porque se hizo cortes profundos en los antebrazos. Él dice que no fueron con la intención de hacerse daño ni de matarse, sino que se sentía mal y quería ver si se sentía mejor porque había escuchado que algunos chicos se sentían mejor después de cortarse. Cuando Martín vio esos cortes en el cuerpo, la piel le tiraba en la cicatrización y que la piel tenía una autonomía. Se rascaba y volvía a sangrar, se quedaba mirando la sangre como un modo donde él ubicaba su sufrimiento y se lo mostraba al Otro.

Martín sentía que algo ya no podía ser como era. Antes jugaba al fútbol, iba al colegio. Perdió las ganas de hacer esas cosas, se encerraba en la casa sin querer salir. La presentación era con pocas palabras, solo podía ubicar que estaba mal. No podía identificar si estaba triste, enojado, angustiado. Cuenta que por la noche tenía insomnio, que los ruidos por la noche se le volvían hiper presentes, que siente presencias en su casa que saben que no son reales. Hay algo que se configura como presencia y lo atemoriza. Con ayuda de medicación, pudo recuperar el sueño y regresó a la escuela. 

Con el tiempo, pudo ubicar algo de aquella presencia, nombrar esos miedos que tenía de noche, buscar recursos como escuchar música, dejar la luz prendida. Un modo de hacer distinto que con los cortes. 

Caso 3

Ana (13) está en el primer año del secundario, discute con la madre porque no la deja salir. Ana no conoció a su padre y durante su gestación, la madre se separó de él por ser violento. Años más tarde Ana se enteró que él falleció en una pelea barrial, por lo que Ana confirmó que la decisión de la madre estuvo bien. La relación con su madre es dual, siempre estuvieron solas, cosa que dicen en su modo de presentación.

En la relación con su madre, encontramos una tensión permanente entre la agresividad y el pegoteo. La madre de Ana no tenía amigas y a ella se las limitaba mucho. Hay una dificultad de ambas para producir una separación, una distancia óptima y saludable. La relación a veces llevaba a empujones, insultos, escándalos en cualquier lado. La madre, como única forma de poner un freno, le decía "te callás". Ana se callaba, iba al baño y se producía cortes en la cadera. Ana se había cortado la muñeca, pero la madre la descubrió y le pegó. Entonces, la respuesta de Ana fue producirse los cortes en la cadera para aflojar esa tensión.

En este caso, lo que se ubica es una relación conflictiva entre padres e hijos, por lo cual hay que trabajar con ambos. La clínica infantojuvenil nos muestra un discurso sostenido por los padres, por lo cual es necesario producir intervenciones en ambos. La madre de Ana creía que si ella salía con las amigas la podían secuestrar, robar o no verla nunca más. La madre respondía a eso con una presencia permanente y asfixiante para ambas. Ana decía que quería irse, fugarse, pero le daba mucha culpa de dejar sola a su madre. Se tuvo que trabajar mucho en esta separación. Acá el corte tiene una dimensión significante: se corta en el cuerpo aquello que no estaba habilitado en los cortes de la relación. El corte es una metáfora del corte con su madre. 

Estos casos despliegan lo que Freud nombró como metamorfosis de la pubertad, tiempo que implica un desconocimiento para el púber y los padres, que se enfrentar a nuevas realidades. ¿Cómo hacer con un mundo donde se ubica lo siniestro y la endogamia pareciera ser la única opción? Muchas veces el analista debe intervenir para facilitar esa salida, ese pasaje, que es propio de la escena adolescente.

La pubertad implica el pasaje de un antes que era conocido y un futuro que no hay aún modo de representar. El analista debe prestar palabras, prestar relatos, introducir la fantasía como posibilidad de poner representaciones que las vayan haciendo más cercanas y reales. ¿Cómo hacen los otros chicos? El analista puede ofrecer el lugar de "uno entre otros", para que se puedan ubicar más y no queden tan por fuera. A los otros también les pasa, ¿Cómo hacen? Es la posibilidad de leerse en serie, como uno más.

La pubertad tiene un correlato angustioso ante el no saber cómo responder y no poder anticiparse ante esa realidad desconocida. El corte ofrece un alivio temporal, porque luego la tensión vuelve a hacerse presente. Devolver la palabra como mediación es una alternativa eficaz para que el corte deje de ser un recurso. 

Es importante tener en cuenta que los fenómenos -cualquiera sean- no hablan por si mismos. El analista debe encontrar cuál es la característica del fenómeno en cada estructura subjetiva, qué lugar ocupa en cada sujeto y qué es lo que este puede decir de eso. Es el paciente quien le da sentido al fenómeno y el analista debe armarlo en la escena en que aparece: cuándo fue la primera vez que apareció, frente a qué situación, cómo lo hicieron, a quién se lo contaron... Esto arma la escena ampliada de esto que aparece como un detonante.

La pubertad implica un tiempo de enloquecimiento en si mismo. El no reconocimiento de la imagen de los otros, o de la propia imagen, la discontinuidad de la historia, el duelo por no volver al estado anterior constituye un tiempo de extrema fragilidad. Con la palabra se intenta reconstituir algo de ese tiempo.

El analista no debe ser silente, sino ir a pescar qué series miran, con qué se identifican, pescar todo lo que a ellos no les parece propio en ese mundo que los habiota. hablar de los otros, de sus amigos, escuchar qué se repite en la queja. Eso que aparece cortado, devolverlo a la historización.

En la adolescencia, es interesante la distinción entre duelo y angustia. El dolor implica un ensimismamiento, porque se pone en juego las sensaciones internas y ahí se siente el cuerpo en una presencia que es mucho más contundente. El cuerpo en la adolescencia es doloroso, torpe. Esto, que es esperable, debe ser enlazado a una escena que no los deje en un puro sufrimiento. A veces los cortes aparecen como diques a la angustia desbordante. 

Muchas veces en los padres aparece la desilusión que como los hijos no quieren estar con ellos, no es el amor lo que se pierde, sino que el mismo ha mutado. 

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