jueves, 15 de febrero de 2024

La nada que come (¿a?) la anorexia mental

 Lic. Lucas Vazquez Topssian - Aportes filosóficos 2


Introducción.

En términos generales, la anorexia es una problemática clínica que se caracteriza, principalmente, por ciertos indicadores como la restricción en la ingesta de comida, un peso significativamente bajo y a veces -aunque no siempre- un intenso miedo a engordar. La anorexia es sí misma es un síndrome (conjunto de signos que conforman un cuadro clínico) que puede estar presente como epifenómeno en distintas estructuras clínicas.


Particularmente, la anorexia que interesa en este trabajo es la anorexia mental, distinta a la anorexia debida a causas orgánicas que causan la inapetencia, a las anorexias asociadas a producciones delirantes de las psicosis y a las anorexias neuróticas como las que aparecen en las histerias. 


La anorexia mental es un cuadro que se manifiesta siempre en la pubertad. En esta anorexia no se juega la distorsión de la imagen corporal, como podría ser el caso de la anorexia histérica. Tampoco se trata de aquella anorexia vinculada a los ideales culturales ó de las modas, en el sentido que la paciente no se ve gorda, ni mucho menos bella. 


El estado de emaciación en que se presenta la paciente con anorexia mental implica un riesgo real a la salud y a la vida, por lo que requiere internación. Uno de los signos más interesantes es que el paciente no manifiesta ningún sufrimiento. No hay ningún signo de malestar, sino todo lo contrario: se sienten bien y su condición es necesaria para sentirse así. Lasègue (1874) se refirió a esto:

La sensación de apetito ha desaparecido. La enferma es activa y se torna alegre, pudiendo ese estado prolongarse sin daño evidente.

Amenazas, ruegos de la familia no sirven para nada mientras la paciente goza de una quietud, yo diría, casi de un contento verdaderamente patológico. “No sufro, por lo tanto estoy sana”, tal es la forma de dejar expresado la precedente. “No puedo comer porque sufro”.


En cuanto a la anorexia mental, existe el conocido el aforismo de que el paciente con anorexia come “nada”, de la clase 11 del Seminario 4, (La relación de objeto), donde Lacan dice:

Ya les dije que la anorexia mental no es un no comer, sino un no comer nada. Insisto—eso significa comer nada. Nada, es precisamente algo que existe en el plano simbólico. No es un nicht essen, es un nichts essen. Este punto es indispensable para comprender la fenomenología de la anorexia mental. Se trata, en detalle, de que el niño come nada, algo muy distinto que una negación de la actividad. Frente a lo que tiene delante, es decir, la madre de quien depende, hace uso de esa ausencia que saborea. Gracias a esta nada, consigue que ella dependa de él. Si no captan esto, no pueden entender nada, no sólo de la anorexia mental, sino también de otros síntomas, y cometerán las faltas más graves.


Tomando la última oración de la cita, es que se procederá al desarrollo del siguiente trabajo en base a algunas preguntas:  ¿Cómo situar esa nada que come la anoréxica y que existe, según Lacan en el campo simbólico? ¿De qué se trata esa “ausencia” que la anoréxica saborea? 


Parménides, filósofo que inició la tradición de colocar el fundamento (arjé) en el ser, razonó que no puede haber “entrar en el ser, salir del ser o no ser” Justamente, la nada no puede existir porque para hablar de una cosa, ésta debe existir en algún sentido. Para Parménides “en no ser no existe”. Niega la realidad de la nada, de manera que “el ser” tampoco tiene contradicciones. (Givone, p. 53) 


El fragmento de Gorgias de Leontini (c. 427 a.C.) conocido como Sobre lo inexistente, que aparece en los fragmentos de la obra Sobre la naturaleza que subsistieron, podría haber sido escrita como como una refutación a lo sostenido por Parménides. 

I. Nada existe.

(...)

II. Si algo existe, es incomprensible.

III. Si es comprensible, es incomunicable.


Para este filósofo, la existencia se compone de una única sustancia unificada, ya que es no puede proceder de la nada ni de lo que no es, de manera que lo que es debe haber existido siempre. 


A estos argumentos, Aristóteles respondió que “Aunque estas opiniones parecen seguirse lógicamente en una discusión dialéctica, sin embargo, creerlas parece al lado de la locura cuando se consideran los hechos”. La respuesta de Aristóteles al problema lógico planteado por Parménides fue establecer una distinción entre las cosas que son materia y las que son espacio. No obstante, el espacio no es "nada" (verdadero vacío) sino, más bien, un receptáculo en el que se pueden colocar objetos de materia.


La nada y la teología negativa.

En contraposición a la investigación racional y de especulación de lo divino, el teólogo y místico bizantino Pseudo Dionisio, propone la "renuncia a toda aprehensión del entendimiento y se entrega a lo que es totalmente intangible e invisible... unida a Aquel que es totalmente incognoscible." (Teología Mística, 1). Es este teólogo el creador de la teología negativa, según la cual no nos es dado decir lo que Dios es, sino solamente lo que no es. ¿Pero por qué buscar aquí algo pertinente a dilucidar la lógica de la anorexia mental?


En la tapa del seminario 20 Encore de la edición francesa, se hallan fragmentos de una poesía correspondiente a Santa Teresa de Ávila, la mística católica. Vemos allí una fotografía de la escultura de David, en el que vemos a Eros apuntándole con la flecha. Ella está en el goce místico del encuentro con Dios. El lector podría atreverse, allí donde lee “Dios”, a pensar en “Otro” para obtener interesantes coordenadas sobre lo que está en juego en la anorexia mental.


Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva: muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. 

Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios que vive en mí, si no es el perderte a ti, para merecer ganarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero.


Hubo una gran pensadora francesa, Simone Weil (1909-1934), filósofa y mística. Era de origen judío pero se convirtió al cristianismo y escribió un libro llamado “La gravedad y la Gracia”, donde habla de un Dios que deja, renuncia a ser. Se dice que en sus textos habla la tradición del gran pensador judío Isaac Luria, que vivió en Safed, un pueblo de Israel​. Luria propuso la doctrina del Tzimtzum, (es decir, alternativamente: "Contracción - Ocultación - Condensación - Concentración"), que implica una autoretirada de la divinidad primordial, por la Gracia Divina, para "hacer espacio" para la Creación posterior. Concretamente, Simone Weil dice:


Renunciamiento. Imitación del renunciamiento de Dios en la creación. Dios renuncia ­en cierto sentido­ a ser todo. Debemos renunciar a ser algo. Es el único bien para nosotros.


Ella dice también:

Dios no ha podido crear sino ocultándose. De otro modo, no habría más que él. Es un don que él nos hizo retrayendo la extensión de su ser.


Y agrega:

Él se vació de su divinidad. Nosotros hemos de vaciarnos de la falsa divinidad con la que hemos nacido. Una vez que se ha comprendido que no se es nada, el objetivo de todos los esfuerzos es convertirse en nada. Con ese fin se sufre con conformidad, con ese fin se actúa, y con ese fin se reza. 

Dios mío, concédeme que me convierta en nada. 

A medida que me voy convirtiendo en nada, Dios se ama a través mío.

(WEIL, S, p. 82.)


En Weil, Dios es esencialmente kenótico y se define por su ausencia. El hombre, para llegar a su propia verdad, tendrá que reproducir en su ser el mismo movimiento de abajamiento y de ausencia divina. La kénosis fue el único modo que tuvo Dios de llegar hasta el hombre y del mismo modo, es la única manera que tiene el hombre para llegar hasta Dios, vía la decreación.


Producto del vacío, debido a esta ausencia, abdicación y kénosis original, es que el hombre se halla en la permanente búsqueda de una falsa divinidad, fundamentada en un anhelo de tener y poseer. Y reflexiona Weil:


Nada poseemos en el mundo —porque el azar puede quitárnoslo todo—, salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que entregar a Dios, o sea, destruir. No hay en absoluto ningún otro acto libre que nos esté permitido, salvo el de la destrucción del yo.


Es el discurso de una pensadora que se inscribe en una dimensión nihilista. La dimensión nihilista que se suele ligar a lo que se llama la teología negativa. Un ejemplo de esta teología negativa es Meister Eckhart​, quien dice con total impudicia cosas que casi le cuestan la vida en la Inquisición, de la cual se salvó.


Angustia y la nada

En Kierkgaard hay un punto de partida para pensar la nada a partir de la angustia, que en el autor tiene un extenso desarrollo. Esencialmente, la comienza definiendo como una angustia psicológica, de una nada que está en el espíritu. Kierkegaard destacó que mientras que el miedo era ante algo determinado, el objeto de la angustia es nada, como habitualmente dice quien está angustiado.


Kierkegaard ubicó que la angustia es la realidad de la libertad como posibilidad y surge en momento previo a la elección, cuando se desea lo que se teme. Dios le prohibe -amenazándolo de muerte- a Adán comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y a este último le surge la angustia ante la posibilidad de la libertad. La angustia, entonces, se vuelve inseparable de la libertad y el pecado, pues el hombre debe elegirse a sí mismo ante la angustia, que le revela lo negativo de su ser. Como su ser no es nada, debe optar por la autonomía, a la que Kierkegaard se refirió:

"La autonomía es para el hombre el pecado, porque significa la rebelión contra Dios. De esto se desprende una primera paradoja fundamental: el hombre es únicamente él mismo de verdad en la elección de sí mismo y únicamente puede ser él mismo al elegirse a sí mismo contra Dios, por estar contra Dios." (Grossouw, p. 48. )


Heiddegger denuncia el olvido del ser como una constante en la metafísica. Dice que «del ser como tal ya no queda nada».  El problema de la nada tiene en Heidegger tres aspectos diferenciados:


  1. La nada y la afectividad.

  2. Relacionado con el ámbito específico del problema del ser.

  3. La cuestión del nihilismo.


En esta ocasión, se limitará a referirse al análisis de la angustia (Angst), que lleva a cabo en el parágrafo 40 de Ser y tiempo. La clave en Heidegger parecería ubicar que hay un «ante-qué» de la angustia, pero se trata de algo enteramente indeterminado y aunque no está en ninguna parte, esto no significa simplemente «nada».


Heidegger refiere que para la angustia existe una familiaridad cotidiana se derrumba; todo se vuelve extraño, al no estar-en-casa (Unheimlichkeit), inquietante, siniestro, algo que está tan cerca que oprime y corta el aliento. La angustia es un sentimiento «de» y «por» nada. Y Heidegger hace una descripción muy interesante:

«Decimos que en la angustia “se siente uno extraño”. ¿Qué significan el “se” y el “uno”? No podemos decir ante qué se siente uno extraño. Uno se siente así en conjunto. Todas las cosas y nosotros mismos nos hundimos en la indiferencia. Pero esto, no en el sentido de una mera desaparición, sino en el sentido de que, cuando se apartan como tales, las cosas se vuelven hacia nosotros. Este apartarse de lo ente en su totalidad, que nos acosa y rodea en la angustia, nos aplasta y oprime. No nos queda ningún apoyo. Cuando el ente se escapa y desvanece, sólo queda y sólo nos sobrecoge ese “ningún”. La angustia revela la nada»


La nada como vacío en lo simbólico y objeto anulado

En la mencionada clase del 27 de febrero de 1957, Lacan refiere que “Nada, es precisamente algo que existe en el plano simbólico”. 

Dicho vacío tiene una función estructurante y en el seminario X Lacan refiere que “(...) el colmamiento total de cierto vacío a preservar que nada tiene que hacer con el contenido ni positivo ni negativo de la demanda, surge la perturbación donde se manifiesta la angustia

También señala:

Lo más angustiarte para el niño es que justamente esa relación sobre la cual él se instituye por la falta que le hace descanso, esa relación resulta ser lo más perturbado cuando no hay posibilidad de tanta, cuan do la madre le esta todo el tiempo encima

Es evidente que en el caso de la anorexia mental, según se describió, la angustia no se halla operativa. ¿Qué pasa allí entonces? En la clase 27 de febrero de 1957 del Seminario 4 "El falo y la madre insaciable", Lacan refiere que:

(...) el único poder a disposición del sujeto contra la omnipotencia, es decir no en el plano de la acción, introduciendo aquí la dimensión del negativismo, algo que no carece de relación con el momento que estoy considerando. No obstante, diría yo, ténganlo en cuenta, la experiencia nos muestra, y con razón, que la resistencia a la omnipotencia no se elabora en el plano de la acción bajo la forma del negativismo, sino en el del objeto, que se nos ha revelado bajo el signo de la nada. Con este objeto anulado, en cuanto simbólico, el niño pone trabas a su dependencia, y precisamente alimentándose de nada. Aquí invierte su relación de dependencia, haciéndose por este medio, él, que depende de esa omnipotencia ávida de hacerle vivir, su amo. Así es ella quien depende por su deseo, ella quien está a su merced, a merced de las manifestaciones de su capricho, a merced de su omnipotencia, la de él.


El objeto a no fue formalizado por Lacan sino hasta el seminario X. Del extenso desarrollo que tiene el concepto a, hay dos cuestiones a resaltar. La primera, es que escapa a la simbolización; la segunda, es que debe permanecer perdido para funcionar como causa de deseo. En la clase 14 del seminario 10, Lacan dice:

a simboliza aquello que, en la esfera del significante, siempre se presenta como perdido, como lo que se pierde para la significantización. Ahora bien, justamente ese desecho, esa caída, lo que resiste a la significantización, viene a constituir el fundamento como tal del sujeto deseante, no ya del sujeto del goce, sino del sujeto en tanto que por la vía de su búsqueda en tanto que goza, que no es búsqueda de su goce sino un querer hacer entrar ese goce en el lugar del Otro como lugar del significante, es allí, por esa vía, que el sujeto se precipita, se anticipa como deseante.


En la clase 3 del mismo seminario Lacan había recomendado volver al texto freudiano “Lo siniestro” para poder abordar la cuestión de la angustia. De esta manera, indicará que la angustia aparece en la medida que “falta la falta”, en la medida que:

si de pronto viene a faltar toda norma, es decir lo que constituye la falta —pues la norma es correlativa de la idea de falta— si de pronto eso no falta —y créanme, traten de aplicar esto a muchas cosas— en ese momento comienza la angustia.


Es decir, de lo que se trata es que el sujeto no sea ese objeto que complete al Otro, objeto que está perdido. De esta manera, dice Lacan, en el seminario 10 (p. 64):

"no es la nostalgia del seno materno lo que engendra angustia, sino su inminencia" (...) "Lo más angustiante que hay para el niño se produce, precisamente, cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo, es perturbada, y ésta es perturbada al máximo cuando no hay posibilidad de falta".


En síntesis hasta aquí, en la anorexia mental nos encontramos frente a un Otro completo que trata de obturar permanentemente el vacío estructural con el objeto alimento. Otro que confunde necesidad con amor, no dejando lugar a la demanda de nada que incluye a este último. En este punto que debería ser señalado por la angustia señal (para que opere la separación del lugar de objeto en el fantasma parental), la anoréxica «come nada» en un intento por preservar el deseo, un deseo garante de la falta estructural.


Caso clínico

Gabriela (14 años) comienza un tratamiento en el servicio de psiquiatría infantil de un hospital, con anorexia. Sus padres son médicos y trabajan en la misma institución. A los 17 años, se termina el tratamiento.


La paciente es tranquila, no manifiesta ningún problema, pero tampoco rechazaba a la analista. Se encuentra internada con sonda endovenosa, de manera que es la psicoanalista quien tiene que acudir a ella. Los padres tuvieron siempre una actitud muy contenedora y propiciaban el tratamiento. 


La paciente permaneció dos años internada en sala. Una frase insistente en ella, de las pocas que decía, era “Los médicos no saben nada”. Ella estaba bien, con su sonda nasogástrica, intervención a la que no se resistió, como suele verse en otras pacientes.  La analista resalta la falta de angustia; muy por el contrario, detecta satisfacción en el estado de la paciente, como si aquello le permitiera estar bien.

¿Vos que sabés? - solía preguntarle a su analista. 

Nada - le respondía- ¿Cómo voy a saber lo que pensás, lo que está dentro tuyo? Si no hablás, no me voy a enterar.


La sala funcionaba como parapeto para la paciente: adentro y afuera. Los padres afuera y ella adentro. Armaba una separación y el dilema era si se podía subjetivar esa separación, sin necesitar del espacio real de la sala. En una sesión, ocurre una contingencia: entra la enfermera sin golpear con la orden del psiquiatra de que la sonda había que ponérsela en ese preciso momento. La enfermera procede a colocarla, mientras la paciente permanecía tranquila, incluso ayudándola. La analista -en función- se angustia, ante lo avasallante la situación. ¿Qué hacía la analista ahí, mirando cómo la enfermera alimentaba a la paciente, interrumpiendo la sesión sin ningún problema? 


La enfermera eventualmente se retiró y la analista le preguntó a Gabriela por qué había permitido eso. La paciente no sabía a qué se refería. 

-Acá hay algo que no entiendo: si vos no querés comer, acá tenías una excusa suficiente para decirle a la enfermera que no entrara. Sin embargo, vos la dejaste entrar a tu sesión, que es un espacio privado. Si vos decís que no querés comer, ¿por qué te dejás alimentar?


La analista dona su angustia a la paciente, ubicando una espacialidad. La intervención hace surgir algo novedoso. Gabriela le responde: Si yo como, se olvidan de mi.


En ese acto de escritura fantasmática, se ve la posición del objeto al cual se ha identificado para alienarse al Otro: ella era objeto del olvido del Otro. No hay separación allí, en términos simbólicos, sino tan sólo el recurso de un yo que se consume. La escena de la enfermera, contingencia en el espacio analítico, lo muestra bien: la enfermera, Gabriela y la analista que “no estaba”. Aquel había sido el estado de la paciente a lo largo de toda su infancia y su adolescencia.


El padre de Gabriela era cirujano, pero no podía ejercer. Simplemente, pasaba las 8 horas de la jornada laboral en el hospital leyendo el diario. Él se encontraba abocado a practicar indefinidamente operaciones con corazones de vaca en la casa y las demandas hacia la hija eran locas. Con las entrevistas, la analista se da cuenta que estaba ante un psicótico, aunque nadie de su entorno se había percatado. En las entrevistas con la familia, decía cosas bizarras, entre las que dijo, acerca de Gabriela “Yo la veo a ella y veo a mi madre, lánguida, blanca, parece una modelo. Me tendría que haber casado con ella… Bueno, con alguien como ella”. La madre, en respuesta a ese discurso del padre, rivalizaba con la hija. Se ponía la misma ropa que ella, la imitaba.


La madre de Gabriela trabajaba también en la Institución. Gabriela fue el sostén emocional de su madre a lo largo de toda su infancia y su pubertad, hasta que se internó. 


Cuando el padre dice que él mira a la hija como mira a la mamá, a la hija no la mira; mira a su propia madre. Cuando la madre mira a la hija como el sostén emocional que la acompaña a todos lados, tampoco mira a la hija. Se trata de una hija invisible, por eso Gabriela dice “Si como, me olvidan”: se hace visible al precio de la desaparición de su cuerpo.


La historización del lugar invisible que ella ocupó en su infancia, al  tiempo que empieza a subjetivar algo que le permite salir de la sala, la hace salir del hospital y continuar el tratamiento en el consultorio. Empieza a soñar y uno de los sueños que trae en este nuevo espacio: “Soñé que me armaban un cuadrado en el estómago, lo recortaban y me sacaban un tumor”. Ella asocia con tu-humor, “porque vos siempre te tomaste las cosas con humor”. Con ese acto, barre con todo lo que es endogámico: los médicos, cirugía, el comer. El tratamiento con esta paciente siguió durante 15 años más, en un cuadro que viró hacia una histeria melancolizada.


Anorexia mental y Fort-da

En el caso se ve claramente la dimensión del adentro y el afuera: adentro y fuera de la internación, intervenciones habituales en estos dispositivos para separar a la paciente de su familia. Además, el fort-da permite ubicar valiosas coordenadas para comprender estos casos.


En Más allá del principio del placer (1920), Freud describe el concepto de repetición. En el juego fort-da del nieto de Freud, el niño tira de un carretel y lo recupera tirando de un hilo, mientras articula la oposición fort (‘allá’, ‘fuera’), da (‘acá’), sostenida en la ausencia del objeto. El niño manifiesta una felicidad mayor cuando lo expulsa que cuando lo recupera. Freud interpreta que este juego de repetición de la pérdida, es un intento de elaborar la ausencia.


En una nota al pie del mismo texto, Freud describe cómo, mediante este juego, el niño corre su imagen del espejo; descubriendo que puede salirse y no estar:

“Un día que la madre había estado ausente muchas horas, fue saludada a su regreso con esta comunicación: ‘¡Bebé o-o-o-o!’; primero esto resultó incomprensible, pero pronto se pudo comprobar que durante esa larga soledad el niño había encontrado un medio para hacerse desaparecer a sí mismo. Descubrió su imagen en el espejo del vestuario, que llegaba casi hasta el suelo, y luego corrió el cuerpo de manera tal que la imagen del espejo ‘se fue’.”


Lacan, en la clase 5 del Seminario 14 (1964) propuso una lectura diferente a la de Freud, indicando que el carretel es el niño, identificado a un objeto, arrojando el objeto fuera de la mirada del Otro, festejando una existencia por fuera del campo del Otro.


“Freud, cuando capta la repetición en el juego de su nieto, en el fort-da reiterado, puede muy bien destacar que el niño tapona el efecto de la desaparición de su madre haciéndose su agente, pero el fenómeno es secundario. (...) La hiancia introducida por la ausencia dibujada, y siempre abierta, queda como causa de un trazado centrífugo donde lo que cae no es el otro en tanto que figura donde se proyecta el sujeto, sino ese carrete unido a él por el hilo que agarra, donde se expresa qué se desprende de él en esta prueba, la automutilación a partir de la cual el orden de la significancia va a cobrar su perspectiva.

El carrete no es la madre reducida a una pequeña bola (...) -es como un trocito del sujeto que se desprende pero sin dejar de ser bien suyo, pues sigue reteniéndolo. Esto da lugar para decir, a imitación de Aristóteles, que el hombre piensa con su objeto.(...) en el objeto al que esta oposición se aplica en acto, en el carrete, en él hemos de designar al sujeto, a este objeto daremos posteriormente su nombre de álgebra lacaniana: el a minúscula.”


El ejemplo del fort-da le permitió a Lacan ubicar un paso de la constitución simbólica en el niño: El niño, mediante el juego del fort-da, “Busca aquello que, esencialmente, no está, en tanto que representado -porque el propio juego es el Repräsantanz de la Vorstellung.


Por otra parte, en la clase 18 Lacan estuvo en contra de la posturas de que el fort-da fuera un ejemplo de simbolización primordial ó de la función de dominio que se le atribuyó, asociando tanto al fort como al da al nivel de la alienación.

Si el pequeño sujeto puede ejercitarse en este juego del fort-da, es precisamente porque no se ejercita del todo, pues ningún sujeto puede captar esta articulación radical. Se ejercita con ayuda de una pequeña bobina, es decir, con el objeto a. La función del ejercicio con ese objeto se refiere a una alienación y no a un cualquier y supuesto dominio, del que no vemos en qué lo aumentaría una repetición indefinida, mientras que la repetición indefinida en cuestión saca a luz la vacilación radical del sujeto.


Si en el juego del fort-da el sujeto no se ejercita del todo, sino con la ayuda de un objeto imaginario, ¿Es posible pensar que la nada en tanto  objeto anulado pueda prestar ayuda semejante, allí donde aún no está acabada la simbolización?


Bajo esta definición, no puede dejar de compararse la paradoja que tanto en el fort-da como en la fijación, lo que paradójicamente está en juego es una ruptura. No obstante, este intento se repite. ¿Qué es lo esencial de la repetición? Freud ya había detectado en “Más allá...” que lo que está en juego en la repetición es energía no ligada, no enlazada a las representaciones. En el seminario 11, Lacan propone pensar la repetición en los términos aristotélicos de tyche y automatón. El automatón es el funcionamiento de la cadena significante, bajo el principio del placer, en el marco de lo simbólico. La tyche, como falla,  un más allá, un real imposible de reducirse por la vía significante. De esta manera, la repetición tendrá un costado simbólico, relacionado con el significante, y otro que se articula con el objeto. Lo real, más allá del significante, se actualiza con la repetición y es lo que Lacan “no cesa de no inscribirse”.


El tema de la repetición en cualquier compulsión nos coloca en la pista del goce, que es el nombre de la satisfacción pulsional. La pulsión está organizada por los significantes de la demanda inconsciente y desde el grafo del deseo en El Seminario 5 (“Las formaciones del Inconciente”), Lacan estableció que la fórmula de la demanda es la misma que la de la pulsión, que es la que ubica en el piso superior del grafo: $◊D. Lacan (1957-58) explica su lógica en el seminario 5: 

Si escribo $ con respecto a la demanda, ($◊D)…no prejuzga nada en cuanto al punto de ese pequeño cuadrado donde interviene la demanda propiamente dicha, es decir, la articulación de una necesidad en forma de significante”  (p. 448)


De esta manera, la satisfacción pulsional tiene que ver con un cuerpo sustancialmente modificado por la operación del significante, que a su vez es la misma que introduce la dimensión de pérdida, como corte significante, pérdida abre la posibilidad de búsqueda del deseo.




Bibliografía.

ÁVILA Crespo, Remedios (2006) "Heidegger y el problema de la nada. La crítica a la posición de Nietzsche" - PENSAMIENTO, vol. 63 (2007), núm. 235


Aristóteles, Sobre la generación y la corrupción, I:8, 350 a.C., traductor H. H. Joachim, The Internet Classics Archive, 24 de enero de 2009.


Freud, S. (1920) Más allá del principio del placer: Amorrortu

Givone, Sergio (1995) “Historia de la nada” - Adriana Hidalgo Editora


GROSSOUW, W. De Waelhens,A. DeGreeff, E. Estudios sobre la angustia, Madrid: Ediciones Rialp, 1962, p. 48. )


LACAN, J., Seminario 4. La relación de objeto, Barcelona, Paidós, 1994.


LACAN, J., (1957-58) El Seminario, Libro 5 “Las formaciones del inconsciente”, Ed. Paidós. 

LACAN, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Editorial Paidos.

Mark, Joshua J. (2022), “‘Sobre la naturaleza’ de Gorgias” traducido por Agustina Cardozo. En World History Encyclopedia en español.


SOH, Nerissa (2010) “Charles Lasègue (1816–1883): beyond anorexie hystérique”


WEIL, Simone, La gravedad y la gracia. Traducción e introducción de Carlos Ortega. Colección Estructuras y Procesos. Religión. Cuarta edición 2007. Editorial Trotta: Madrid. 1994.


WEITZMAN Figueroa, Rodrigo “El concepto de angustia en Soren Kierkegaard” REVISTA DE HUMANIDADES, VOLUMEN 12/ DIC.2005/P.P 49 - 81


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