miércoles, 9 de mayo de 2018

La perspectiva psicoanalítica sobre la vejez: una lectura lacaniana.


A lo largo de este desarrollo desde el psicoanálisis lacaniano, se dará cuenta de las modificaciones en la relación imaginaria con el otro que se puede producir en el envejecimiento y particularmente ciertas referencias acusadas de "ya no ser deseables para el otro", en ciertas circunstancias y contextos específicos. 

Esta temática no fue abordada por Lacan, aunque la lectura que se realizará es fundamentalmente desde la teoría del yo y finalmente se utilizarán aspectos más amplios de su obra. 

El desamparo como un eje del psiquismo humano.
Freud entendía el desamparo como uno de los ejes del futuro psiquismo del ser humano, ya que esta prematuración inicial forjaba la dependencia del niño hacia su madre. 

Si la literatura psicoanalítica había descripto los aspectos de omnipotencia infantil, en especial desde Klein, en el que se relaciona con los otros a través del puro capricho, el psicoanálisis lacaniano revela otro aspecto. El capricho se invierte, y aparecen más del lado de quienes ocupan los roles de madre o padre, u Otros con mayúscula, que del lado del niño. De esta manera, la prematuración y el desamparo se presentan bajo una nueva luz, ya que develan la posibilidad de estar sin recursos frente a la presencia inquietante y amenazante del otro. Lugar donde se sitúa la experiencia traumática, ya que el sujeto aparece sin recursos frente al Otro. Lacan (2006) sostiene que uno de los modos en que el sujeto se defiende del enigmático deseo del otro es a través de la representación del yo, y sus imágenes, las cuales responden a demandas del Otro y por ello contienen ideales y galas narcisistas. La posición del sujeto es la de buscar adecuarse a dicho deseo, y una de las formas de realizarlo es a través de la imagen especular (nuestro yo), la que se origina justamente en la identificación al deseo del otro, es decir, a lo que el otro quiere de mí. Por ello, el yo no es más que una respuesta a ese deseo, es decir que es lo que se inventa frente a lo enigmático del deseo del otro (Rabinovich, 1993). 

La tesis lacaniana piensa un complejo circuito que estructura el orden del deseo al deseo del Otro. El sujeto, entendido como deseante, emerge como tal en la medida que haya otro que lo deseó. 

La posición del sujeto es la de intentar persistir en el lugar de objeto que causa deseo, ya que la única manera en que se sostiene el deseo es en relación con otro que lo desea. En este sentido, el yo cambia sus imágenes para complacer al ideal del yo (modelo al que el sujeto intenta adecuarse en cuanto a las valoraciones de los padres), pues es una de las formas en que sostiene ese deseo (Rabinovich, 1993). La cuestión que puede emerger en el envejecimiento es: ¿de qué modo se presenta el sujeto frente al deseo del otro cuando los ideales sociales rechazan ciertas imágenes de la edad? Veamos las viñetas: 

Blanca Rosa (68 años)
-Vivíamos en Palermo Chico y no teníamos auto, yo era muy coqueta. Mantenía bien las apariencias. 
-¿Y ahora? 
-Yo las sigo manteniendo aunque las hemos pasado bastante malas. Él [marido] es de poco carácter. Vivíamos escasamente de un sueldo. Él busca un trabajo por el diario y encuentra en una fábrica como seguridad. Él me daba para atender las apariencias. Siempre aparentando. Yo, mi buena silueta, muy bonita, muy buenas piernas. ¡Qué horror, cómo he perdido todo eso! ¡Es fea la vejez! [ ... ] El doctor me dijo qué lindos pechos, qué lindo pezón, yo usaba escotes. ¡¡¡Qué horror!!! ¡¿Cómo me pude venir así?! El pelo, los ojos, a mí me llamaban ojos lindos[ ... ] la nariz se me bajó. ¡¡¡Qué horror todo se me bajó!!!

Graciela (75 años) 
No tolero la decadencia, la miseria humana en la que uno se transforma. Me pasó el sábado. Fui con mi hija al shopping, lleno de espejos ... no lo podía tolerar ... me sentí fuera de lugar, vieja, decrépita. Deseaba irme ... me hizo muy mal. [ ... ] No me identifiqué en esa imagen que vi de mi en el espejo. Me siento diferente, pero me vi deslucida, ajada, gastada ... Yo era una muchacha vistosa de joven, con un cuerpo exuberante; los muchachos me perseguían y los no tan muchachos también, sobre todo en los trabajos. Pero me supe defender bien.


Las viñetas expresan el padecimiento o incluso el horror frente a la dificultad que se presenta en el momento en que aparece el deseo del otro y el yo siente que no lo alcanza a colmar, y carece de recursos adecuados acusados al envejecimiento. 

En este sentido, si el yo carece de recursos, en tanto no causa al otro, no podría defenderse de sus intenciones. La idea de intención se refiere a aquello que se quiere de nosotros sin contar con nuestra voluntad, es decir, ser tratado como un objeto carente de autonomía. 

Esta experiencia imprime una vivencia de desamparo frente a la que el sujeto queda como un objeto que puede ser abandonado, excluido o manejado. 

Rabinovich (1993) señala que este lugar es el que el neurótico rechaza por estructura, cuando determina que todos los emblemas ideales, sexuados, representables en el espacio de la visión no son suficientes para sostener la autonomía que presta el yo frente al otro. 

La autonomía que se pierde resulta notoria en ambos textos de las viñetas, en tanto ambas sienten que ese cuerpo no les permite enfrentar al otro, y eso las lleva a la inhibición o a la autodegradación. 


Esta experiencia no resulta propia de la vejez, ya que es estructural al sujeto, la cuestión aparece en las particularidades que se podrían presentar en las contingencias del envejecimiento humano y las lecturas que la sociedad realiza. Sin que por ello supongamos que sea una experiencia de todo sujeto, ni tampoco que existan otros espacios de reconocimiento y deseo posibles. 

La metamorfosis que deberá experimentar el yo dará cuenta de un proceso esperable en relación a los ideales sociales actuales y a la propia relación del sujeto con el otro. Es allí donde surge la dificultad del sujeto de posicionarse frente al otro cuando su lugar es cuestionado por la falta de ideales sociales sobre esta etapa vital. Más allá de las variantes estructurales e históricas que hacen que cada sujeto se defienda de maneras siempre singulares. 

Mannoni (1992) enfatiza esta posición al señalar que:

El derrumbe psíquico de ancianos enfermos, aislados o mal tolerados por su familia o por la institución, se debe a que en su relación con el otro la persona de edad ya no es tratada como sujeto, sino solo como un mero objeto de cuidados. Su deseo ya no encuentra anclaje en el deseo del Otro. En su relación con el otro, el anciano instala juegos de prestancia y oposición de puro prestigio. La rebeldía es la única manera de hacerse reconocer, y la forma en la que puede subsistir una posibilidad de palabra. No preparados para vincularnos con las personas de edad, nuestra sordera nos quita recursos para que vuelvan a arrancar como sujetos deseantes (Mannoni, 1992: 24-25). 

Desde esta cita podemos entender cómo frente a la posibilidad de ya no ser interesante, atractivo o deseable para el otro, aparecen otras alternativas por fuera de los marcos del deseo que llevan a lo que esta psicoanalista denomina experiencias gozosas, las cuales no refieren al disfrute, sino por lo contrario a un tipo de relación con el otro por la vía del padecimiento. 

Mannoni (1992: 10) remarca que "la persona se aferra a las vías del displacer por no poder poner en palabras la vivencia de un presente en el que el sujeto ya no encuentra su sitio. La mirada del otro, lejos de ser un soporte, lo fragmenta". 

Si el yo se presenta particularmente en el espacio de la visión como imágenes que buscan captar el deseo del otro, la mirada del otro puede dar o no cabida. 

En algunos momentos de la vejez, hallamos que la ilusión frente al espejo puede devenir en ruptura más que en encuentro, ya sea porque el otro no refleja ningún aspecto deseable, como el sentirse útil, importante, bello, poderoso, lo que podría generar, en ciertos casos, que se produzca una distancia entre el cuerpo y el sujeto. Sin embargo, la relación del sujeto con el otro no se reduce a lo que Lacan denomina "registro imaginario", basado en las integraciones de imágenes que identifican al sujeto con el yo desde una cierta lectura del Otro, sino que existen otros modos de relación que llevan al sujeto a poder sobrepasar esta dimensión. 

Por ello, Lacan se refería a un narcisismo suficiente cuando puede llegar a libidinizar el cuerpo propio y a un narcisismo insuficiente cuando aparece una rigidificación del yo con una incapacidad de libidinización del yo. 

Es importante tener en cuenta que este modelo teórico se refiere a experiencias que no son totalizantes a nivel del sujeto, sino que se establecen en relaciones, momentos y situaciones específicas, lo cual no invalida que en otras experiencias el sujeto pueda situarse de formas alternativas. 

El recorte que se desprende desde esta concepción del narcisismo permite situar este concepto más allá de una estructura psicopatológica y puede dar cuenta de la incidencia de los ideales sociales en las lecturas del sujeto y su relación con el deseo entre el sujeto y el otro. 

Fuente: Ricardo Iacub, "Identidad y envejecimiento", Capítulo 4 "La perspectiva psicoanalítica sobre la vejez"

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