jueves, 26 de diciembre de 2019

Almas en pena por Whatsapp: con el sufrimiento no alcanza


Por Lucas Vazquez Topssian

En la práctica clínica cotidiana, cualquier profesional puede dar cuenta de cierta raza de no-pacientes, caracterizados por un gran sufrimiento que reclama una urgente atención. Tinen una particular manera de consulta anónima: comienzan la comunicación sin siquiera presentarse, enviando texto por Whatsapp. Colocaré dos ejemplos:




Fuera de un consultorio, uno podría esperar que el desconocido salude y se presente antes de entablar cualquier tipo de comunicación y si esto no se produjera, también podríamos juzgar el comportamiento según las normas del protocolo y los buenos modales. Dentro del espacio de trabajo, por otra parte, nos preguntamos qué hace que esta gente no se detenga ni siquiera ante la alteridad de un extraño a quien nunca se le ha visto la cara. 

Muchas de estas conversaciones, extrañamente, han terminado cuando les pregunté por el nombre y todo se ha limitado a este breve intercambio evanescente sin yo y sin voz (sin vos). Intrigado, aventuro una hipótesis: estas efímeras presentaciones estuvieron del lado del ello, pese a estar enunciadas en primera persona del singular. Ese je, en estos casos, fue tan solo un efecto gramatical y la pregunta por el nombre ha sido un vano intento de alambrar estrellas en tierra de nadie, citando a León Giecco.

Aún habiendo pasado "la prueba del nombre", lo interesante aquí es que estos (im)pacientes que no se presentan, probablemente tampoco se presentarán a la consulta, pese al gran sufrimiento que relatan. Estará del lado del analista interesarse y llamar para ver qué pasó, ofrecer otro turno, etc.

El tiempo en la clínica aparece desde lo más concreto (día y hora de la sesión, frecuencia, duración de sesión) hasta en los aspectos más subjetivos, como la historización. Si logramos efectivamente que estos pacientes se "presenten", es de esperar que en los primeros tiempos el analista tenga que estar recordándole, al menos durante las primeras veces, el día y la hora del encuentro. O que avisen acerca de las faltas con anticipación y por qué es importante el cumplimiento de los horarios. Lo mismo sucede con en tiempo a nivel de la historización: en algunos casos resulta muy pobre; en otros, el tiempo presente aparece desestimado con frases al estilo "¿Y esto que me preguntás qué tiene que ver? A mí me importa lo que me pasa ahora". Son personas que no están situadas en el tiempo presente. Viven en un tiempo actual, diferente a la lógica del presente, determinado por el pasado. Padecen en la urgencia del ahora mismo, como las almas del infierno de Dante. El tiempo de lo actual impide la reflexión y por ende, esperamos pacientes actuadores, comandados por la pulsión. Por otro lado, también es difícil que sean capaces de anticipación.

Un sufrimiento sin nombre y fuera del tiempo. En el infierno que describe Dante en La Divina Comedia, las protestas y blasfemias de las almas condenadas llenan la atmósfera del lugar. En los distintos círculos infernales, las almas están fijadas eternamente a un mismo estado, agrupadas según un castigo que se repite incesantemente según el pecado cometido. Su pecado -goce, podemos decir- los ha tomado por completo y esto es lo que los agrupa dentro del mismo círculo, del cual nunca saldrán. En el caso concreto de los castigados por usura, por ejemplo, no están identificados por su nombre, sino por un escudo de un monedero que llevan colgado en el cuello. En la Divina Comedia leemos que no hay capacidad de salvación en el infierno, pues se trata de almas que no se han arrepentido. 

En el purgatorio, sin embargo, las almas se encuentran en un estado transitorio de purificación y expiación. También se trata de almas sufrientes, castigadas hasta que limpien ciertas manchas, lo cual pueden hacer por no están empedernidas en la "opción del mal". Aquí se trata de almas salvadas, pero con una purificación incompleta. En esta dimensión aparece el caso por caso: cada alma debe realizar su propia purificación en un tiempo determinado para cada quien, según los pecados cometidos.


¿Qué diferencia de posición encontramos entre las almas del infierno del purgatorio? El arrepentimiento, que implica un sentimiento de pesar y el empuje a enmendar una acción o un pensamiento del pasado, en base a una evaluación hecha acerca de esos hechos. Sin hacer de esto una clínica del arrepentimiento, rescataremos está implicado algo del tiempo lógico: tiempo de ver, de comprender y de concluir. A propósito, dice el Viejo Testamento en Daniel 12.10 "Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; (...) ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán". Para arrepentirse, hay que por lo menos poder hacerse una pregunta sobre la participación de uno en los hechos pasados. Este poder preguntarse, dicho sea de paso, es también característica del síntoma analítico.

La propuesta para el consultorio, entonces, es la de pasar de una lógica del infierno hacia una lógica de purgatorio. Pienso que las intervenciones posibles van en torno a todo lo que vimos relacionado al presente: presentarse en relación al nombre, presentarse como asistencia y el presentarse en cuanto  a asumirse inserto en una historia.

Una explicación desde el psicoanálisis
Evidentemente, estos pacientes no presentan una neurosis clásica. A nivel de la estructuración psíquica, el yo de estos pacientes se encuentra en directa conexión con el ello pulsional, alejados así de lo simbólico.

Estos pacientes han constituido su subjetividad a la manera de lo que Freud llama pacientes de carácter, mientras que otros la constituyen con tendencias actuadoras (acting out y pasaje al acto).

En El yo y el ello, nos dice Freud que en estas presentaciones clínicas, las pulsiones toman al yo, lo capturan y lo obligan a ser un siervo fiel del ello. En consecuencia, el yo adquiere la fijeza propia de la pulsión, al tiempo que se aleja de la vereda de la castración  y de la angustia que la misma produce. 

Referimos aquí problemáticas que si bien se sufren y motivan la consulta, no implican la interrogación por parte del paciente, quien ubica la razón de su padecer por fuera, exigiendo así que los cambios los produzcan los otros.

El desafío con estos pacientes es no intervenir de manera especular. Esto quiere decir que no se deben tomar sus comentarios ni sus acciones (a veces nada agradables) de manera personal. Hay que entender que la subjetividad de estos pacientes está muy ligada a las pulsiones tanáticas del Ello.

La paciencia y el cuidado son las herramientas clínicas del psicoanalista. Así, se les donará a estos pacientes dimensión de la espera, el límite y la reflexión, sobre las cuales ellos tienen poco registro.

Los analistas debemos, con estos pacientes más que con quienes presentan una neurosis clásica, trabajar en nuestro análisis lo que Freud denominaba los propios puntos ciegos para no sucumbir en la especularidad contra-transferencial. 

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