Freud se preguntaba, como hacían los poetas para extraer los temas de sus poesías, dado que con sus letras logran conmovernos y despertarnos emociones que nosotros siquiera sabíamos que podíamos tener.
Se pregunta entonces ¿No habremos de buscar ya en el niño las primeras huellas de la actividad poética? La ocupación mas intensa del niño es el juego, todo niño que juega se conduce como un poeta creándose un mundo propio, es decir, situando las cosas del mundo en un nuevo orden grato para el. El toma muy en serio el juego y dedica en él grandes afectos.
La antítesis del juego es la realidad. El niño distingue muy bien el juego de la realidad del mundo a pesar de la carga de afecto con que lo satura (al juego). Disfruta de apoyar los objetos y circunstancias que imagina en objetos tangibles y visibles del mundo real. Este apoyo es lo que aún diferencia el Jugar infantil del Fantasear.
“El poeta hace lo mismo que el niño juega”, crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio, sin necesidad de diferenciarlo resueltamente de la realidad. Mucho de lo que siendo real, no podría procurar placer ninguno puede procurarlo como juego de la fantasía y muchas emociones penosas en sí mismas pueden convertirse en una fuente de placer para el auditorio.
El individuo en crecimiento, cesa de jugar, renuncia aparentemente al placer que extraía del juego. En realidad, no podemos renunciar a nada, lo que podemos hacer es cambiar unas cosas por otras. Lo que parece ser una renuncia es en realidad una sustitución.
Cuando el hombre deja de ser niño cesa de jugar, no hace mas que prescindir de todo apoyo en objetos reales, y en lugar de jugar, fantasea. El fantasear de los adultos, es menos facil de ver que el jugar de los niños. El niño juega solo o con otros niños (sistema psíquico cerrado), aún cuando no ofrece sus juegos como un espectáculo, tampoco se los oculta al adulto. El juego de los niños es regido por sus deseos, el deseo del niño es el de “ser grande”. El niño juega siempre a ser mayor, imita en el juego lo que la vida de los mayores ha llegado a conocer, pero no tiene motivo alguno para ocultar tal deseo.
El adulto, en cambio, se avergüenza de sus fantasías y las oculta a los demás. Las considera cosa íntima y personalísima y preferiría confesar sus culpas a confesar sus fantasías. Se consideran, ser los únicos en construir tales fantasías y desconocen por completo la difusión general de creaciones análogas entre los hombres.
“El adulto sabe que de él se espera que ya no juegue ni fantasee, sino que obre en el mundo real”.
¿Cómo es posible saber tanto de las fantasías de los hombres?
Hay una clase de hombres a los que la realidad, les impone la tarea de comunicar de que sufren y en que hallan alegría. Los neuróticos, los cuales han de confesar también ineludiblemente sus fantasías al médico, del que esperan la curación.
Las fuerzas impulsoras de las fantasías, son los deseos insatisfechos, y cada fantasía es un cumplimiento de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria. Estos son distintos según el sexo, el carácter y las circunstancias de la personalidad. Son deseos ambiciosos, tendencias a la elevación de la personalidad o bien deseos eróticos.
En la mujer joven, dominan casi exclusivamente los deseos eróticos, pues su ambición es consumida casi siempre por la aspiración al amor. En el hombre joven actúan intensamente, al lado de los deseos eróticos, los deseos egoístas y ambiciosos.
Los productos de esta actividad fantaseadora, no son, en modo alguno, rígidos e inmutables.
Relación de la fantasía con el tiempo:
Se puede decir que la fantasía flota en tres tiempos:
La labor anímica se enlaza a una impresión actual, presente, susceptible de despertar uno de los grandes deseos del sujeto.
Se remonta al recuerdo de una vivencia, casi siempre infantil, en el cual quedó satisfecho ese deseo.
Crea entonces una situación referida al futuro que se presenta como satisfacción de dicho deseo.
La multiplicación y la exacerbación de las fantasías, el hecho de que se vuelvan hiperpotentes, crean las condiciones de la caída del sujeto en la neurosis o en la psicosis. Y las fantasías son también los estadios psíquicos preliminares de los síntomas patológicos de que nuestros enfermos se quejan.
Relación de fantasías con los sueños:
El lenguaje, ha resuelto hace ya mucho tiempo la esencia de los sueños. Nocturnamente, se movilizan en nosotros deseos que nos avergüenzan y que hemos de ocultarnos a nosotros mismos habiendo sido por esta causa reprimidos y desplazados a lo inconsciente. A estos deseos reprimidos, solo puede serles permitida una expresión muy deformada. Los sueños nocturnos son satisfacciones de deseos, al igual que los sueños diurnos (las fantasías).
Fantasías del poeta:
Compara las creaciones del poeta con los sueños diurnos. En las creaciones de estos escritores, hallamos que tienen un protagonista que constituye el foco de interés, para el cual intenta por todos los medios el poeta conquistar nuestras simpatías. En este signo delator de la invulnerabilidad se nos revela sin esfuerzo su majestad el Yo, el héroe de todos los ensueños y todas las novelas. Todas las mujeres de las novelas se enamoran del protagonista no puede apenas interpretarse como una posibilidad, pero sí desde luego comprenderse como elemento necesario del ensueño.
Según los conocimientos adquiridos en el estudio de las fantasías, debemos presuponer: un poderoso suceso actual despierta en el poeta el recuerdo de un suceso anterior, perteneciente casi siempre a su infancia, y de éste parte entonces el deseo, que se crea satisfacción en la obra poética deja ver elementos de la ocasión reciente y del antiguo recuerdo.
No debe olvidarse que la acentuación, quizá desconcertante, de los recuerdos infantiles, en la obra del poeta, se deriva en último término de la hipótesis de que la poseía como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles.
El soñador oculta cuidadosamente, a los demás sus fantasías porque tiene motivos para avergonzarse de ellas. Aunque no las comunicase, no nos produciría con tal revelación placer ninguno. Tales fantasías, cuando llegan a nuestro conocimiento, nos parecen repelentes, al menos nos dejan completamente fríos. En cambio, cuando el poeta nos hace presenciar sus juegos, o nos cuenta aquello que nos inclinamos a explicar como sus personales sueños diurnos, sentimos un elevado placer. Como lo consigue el poeta: en la técnica de la superación de aquella repugnancia, relacionada indudablemente con las barreras, que se alzan entre cada Yo y las demás, está la verdadera Art Poética.
El poeta mitiga el carácter egoísta, del sueño diurno por medio de modificaciones, y ocultaciones y nos soborna con el placer puramente formal, estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías, placer, que nos es ofrecido para facilitar con el la génesis de un placer mayor, prima de atracción o placer preliminar. Todo el placer estético que el poeta nos procura, entraña este carácter del placer preliminar y el verdadero goce de la obra poética, procede de la descarga de tensiones dadas en nuestra alma.
Contribuye no poco a este resultado positivo, el hecho de que el poeta nos pone en situación de gozar sin avergonzarnos ni hacernos reproche alguno de nuestras propias fantasías.
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