Existe una diferencia entre el sujeto que está en urgencia y la emergencia del sujeto en la transferencia. No hay que confundir la urgencia subjetiva con la emergencia del sujeto. Urgencia es una terminología que viene del campo médico y alude a la irrupciónde algo que exije una intervención sin demora. A su vez, en psicoanálisis, el término emergencia se aplica en viscisitudes diversas del acontecer de un sujeto, a veces tan opuestas como podría ser la emergencia de lo real y la emergencia del sujeto. Para comprar este significante, vamos a centrarnos en la acción de emerger como algo que repentinamente aparece e introduce un cambio.
Hay diversos acontecimientos en el devenir del sujeto que responden a qué acontece o de qué cambio se trata.
- Por un lado, la emergencia de la subjetividad en los tiempos instituyentes, o sea, lo que llamamos la constitución subjetiva.
- Por el otro, en la vascilación fantasmática puede haber algo que irrumpa la estabilidad del fantasma puede llevar a la demanda de análisis.
- Otra emergencia es ante lo real de un goce, como en una pesadilla, donde hay algo de orden de lo siniestro, donde algo se despierta y nos despierta. La experiencia del doble, la sensación de despersonalización, locura, compulsiones, impulsiones autodestructivas, el miedo pánico, acting y pasajes al acto. A estos últimos Lacan les dedica una parte importante del seminario de la angustia, donde se pone en juego la emergencia de un real.
- Por último, la emergencia del sujeto en la transferencia.
¿Qué es lo que estos fenómenos diversos tienen en común? Algo del orden de un despertar. Hay distintos modos de despertar. Hay un cuento sufí que se llama El idiota en la gran ciudad. Este cuento, de pocas líneas, nos muestra qué es un desafortunado despertar.
Hay diferentes formas de despertar. Solo una es la correcta. El hombre está dormido, pero debe despertar en la forma correcta. Existe una historia referente, a un ignorante, cuyo despertar no fue correcto. Este idiota llegó a una gran ciudad y quedó confundido por la cantidad de gente que había en las calles. Temiendo que, si se dormía, al despertar no se encontraría a sí mismo,, en medio de tanta gente, ató un globo a su tobillo a fin de poder identificarse. Un bromista, dándose cuenta del hecho, esperó a que aquel se durmiese, sacó el globo y lo ató a su ropia pierna. También él se acostó a dormir en el piso de la posada, donde se detenían las caravanas. El tonto despertó primero y vio el globo. En un principio pensó que aquel otro hombre debía de ser él. Luego lo acometió gritando: Si tu eres yo, entonces quién, por el amor de dios, ¿Quién soy yo y dónde estoy yo?
El cuento dice que solo hay una manera correcta de despertar, ¿Qué significa? ¿De qué nos despierta una pesadilla? ¿Qué relación hay en el despertar del sueño en el que vive el neurótico en un análisis? Del lado del analista, ¿Qué responsabilidad le cabe de no quedarse dormido en una hipnosis al revés?
Pasar del tiempo de la urgencia al tiempo de un análisis equivale a decir pasar de la urgencia a la emergencia subjetiva. Este pasaje implica necesariamente la dimensión del tiempo. Los grandes ejes por donde vamos a hacer este pasaje al análisis -si es posible desviar un destino trágico- son es la dimensión temporal. La temporalidad echa luz respecto a la constitución subjetiva como a lo que acontece en el tratamiento psicoanalítico mismo, como así también la falla que se produce en el tiempo de las urgencias subjetivas.
Los ejes de los que nos vamos a ocupar son
- El tiempo en psicoanalálisis.
- El tiempo de las urgencias subjetivas.
- El tiempo de la emergencia del sujeto en la transferencia.
La falla del tiempo de la urgencia subjetiva es muy particular. Por el lado de la urgencia del sujeto, éste está afectado por la prisa, que lo impulsa a realizar acciones precipitadas, en las que a veces acecha un riesgo de muerte. La dimensión temporal también afecta al analista, porque éste está apremiado a no abolir un tiempo de comprender. Esa abolición propia que se manifiesta en los actings o en el pasaje al acto. Por el contrario, tiene la urgencia de producir una intervención eficaz que interrumpa una acción precipitada. El analista tiene que introducir un intervalo, una pausa, que tiene que ver con los tiempos lógicos.
Veamos la eficacia de una pausa en un caso. Una mujer se presenta espontáneamente a una guardia de emergencia "Necesito urgente hablar con alguien. Tuve un sueño: mi madre, que está muerta, estaba parada al lado de mi cama. Me venía a buscar. Le pedí que nome llevara. ¿Usted cree que estoy loca? ¿Qué hago si esta noche vuelve a buscarme?". La entrevista constituyó una pausa, con la posibilidad de ponerle palabras a sus miedos. La paciente comenta que esa noche durmió con la radio encendida y que cuando se despertó, en ese momento de duermevela entre el sueño y la vigilia, escuchó una voz que decía "shhh... Mamá está durmiendo". Voces, tnto esta como la de la radio, que permitieron interceptar la voz de la muerte.
El tiempo en psicoanálisis
Freud se interesó por la tragedia griega moderna y probablemente fue donde él advirtió que se iniciaba el drama moderno, que es el del sujeto y su acto. Es un drama que continúa hasta nuestros días, y que Freud desarrolla con Hamlet y la postergación de su acto. El drama moderno se desarrolla en un puro presente y eso es lo paradigmático de la conciencia moderna del tiempo. Este tiempo puro presente es donde se sitúa el drama de las urgencias subjetivas. Es el tiempo de la pura e imperiosa necesidad de demanda de satisfacción. A partir de conciencia moderna de tiempo, Freud hace un aporte fundamental, cuando acuña el concepto de inconsciente.
Antes de Freud, el inconciente era un término utilizado, pero la novedad de Freud fue la cuestión del tiempo. Freud introduce una lógica temporal que a su vez tiene consecuencias teóricas y prácticas. El tiempo se constituye como articulador, una bisagra presente en temas escenciales del psicoanálisis, ya sea por la lógica de la atemṕoralidad del inconsciente, la de los dos tiempos del trauma y su resignificación por retroacción, o por los tiempos de la constitución subjetiva, o por la temporalidad del fantasma, o por los tiempos de un análisis.
Recordemos que desde las primeras elaboraciones freudianas sobre el aparato psíquico, con la complejización de los sistemas que lo integran, se inaugura una nueva temporalidad y espacialidad, distinta a la del pensar consciente. En un primer momento de la teoría freudiana, se sitúa el escalonamiento del tiempo de las transcripciones y retranscripciones, que se van encadenando en la medida que las huellas mnémicas pasan de un sistema a otro, constituyendo una estratificación de la inscripción de lo psíquico. Es decir, ahí Freud sitúa el trauma y sus transcripciones como modos en los que el aparato psíquico procesa los estímulos, al desviar el proceso excitatorio; complejizándolo al someterlo a la estratificación del lenguaje.
Esos niveles de estratificación, en la clínica de las urgencias, comienzan a fallar. En términos freudianos, ¿qué sería intervenir desde la teoría de la estratificación del aparato psíquico? Inhibir esa descarga masiva y propiciar la complejización de los niveles intermedios por la vía de sucesivas transcripciones de lo trumático, que en definitiva permitirían alojar el discurso.
Posteriormente, Freud aporta en Más allá del principio del placer (1920) con los sueños de las neurosis tramáticas, los sueños de angustia, la reacción terapéutica negativa. Aquí Freud descubre otra faceta del deseo inconsciente: la del resto traumático no ligado. Se trata de un núcleo real pulsional más allá del placer y en este sentido, no se articula metafóricamente. Su temporalidad no es la de la historización. Veamos otra viñeta para ubicar esta dimensión de lo puramente actual del trauma.
Una mujer se presenta en la guardia de emergencias, sumamente angustiada, desbordada por una situación de acoso laboral que venía padeciendo. Por haber hecho una demanda judicial, padecía de permanentes amenazas. La torturaban con menajes anónimos y la trataban de loca. El tratamiento duró durante el juicio, hasta que logra demostrar ese acoso laboral. Ese tiempo con aquella situación persecutoria transcurría puramente en el presente. La pura actualidad del trauma, sin posibilidad de articularlo con su historia. El hecho traumático le causaba trastornos del sueño, se enfermaba, faltaba a las sesiones, tomaba ansiolíticos... Más allá de la realidad del acoso, hay que destacar que había un plus, un goce cuando ella describía a sus acosadores con todo lujo de detalle.
Recién cuando la pericia psiquiátrica a la que tuvo que someterse por el juicio demostró que no estaba loca, es cuando aparece un recuerdo de su infancia. Ella, escondida, había escuchado a su madre peleando con su padrastro, que era policía. Escuchaba que su madre le decía "Mirá que sé cosas y que puedo hablar". Éste respondió "No te van a creer, van a decir que estás loca".
La emergencia del sujeto en relación a la constitución subjetiva
La función de la angustia en Freud y Lacan nos va a aproximar a la emergencia del sujeto en tiempos instituyentes. Para Freud y lacan, la angustia tiene un valor fundamental en esta instancia.
Para Freud, la angustia es clave en la neurosis y alude, en los comienzos del psiquismo, a la pérdida del objeto. También Freud la ubica como una señal, un aviso o una alarma fundamental para la conservación de la vida. Hay otra angustia, la automática, que son las manifestaciones corporales del ataque de pánico. Los ataques de pánico son un frecuente motivo de consulta, hablando de la emergencia subjetiva, donde hay escasa simbolización y nos recuerda a lo que recién vimos sobre la actualidad del trauma, de un tiempo que no pasa.
Lacan hace una relectura sobre la angustia descripta por Freud. Debemos referirnos a los tiempos del fantasma. En el seminario X, Lacan ubica a la angustia ante la castración del Otro. De esta manera, contribuye a la construcción del fantasma en la neurosis. En este proceso, hay un escalonamiento en tiempos, que van desde el tiempo mítico de la completud o de goce de la primera vivencia de satisfacción. Esto lo vemos en uno de los esquemas sobre la constitución subjetiva que aparece en el seminario de la angustia.
A ese tiempo, le sigue el surgimiento de la angustia ante la castración del gran Otro, con lo cual se produce la confrontación con el deseo del Otro, que se plasma en un interrogante inquietante: ¿Qué me quiere el Otro? Por último, la urgencia ante esa inquietud es taponar la falta con el objeto del fantasma. Esa angstia es la que habilita el tercer tiempo, que es el tiempo del deseo. Esta angustia no es una señal de alarma, como la concebía Freud, sino que es una angustia que señaliza la vía al objeto causa del deseo. Esa señal se ubica en una dimensión temporal que Lacan la define como tiempo de espera. Implica que el sujeto, ante la castración del Otro, hay una demanda que supone su propia desaparición. A esa demanda, a la que el sujeto se ve confrontado, Lacan la denomina fantasma de suicidio.
En el seminario X aparece escalonados los términos de inhibición , síntoma y angustia. Hablar del fantasma en la constitución subjetiva es situar el fantasma de suicidio en el origen del sujeto y que Lacan lo ubica en el mismo lugar que el pasaje al acto.
Como vimos antes, el fantasma es ese tiempo en el que se inaugura la dimensión deseante, cuando la carencia del Otro le pide al sujeto posicionarse como objeto perdido. Esta demanda se plasma en una salida de escena: perderse para tener un lugar en el deseo del Otro. Para entenderlo mejor, recurramos al ejemplo que da Freud del niño pequeño que un día decide hacer su valijita para irse de su casa, poniendo a prueba el lugar en el deseo del Otro. Esta escena es bastante frecuente en los niños. Lo terrible es cuando el sujeto adulto recuerda haberse escondido en un ropero y haberse quedado dormido hasta el día siguiente sin que nadie hubiera notado su falta. Vemos por qué el fantasma de suicidio está en el mismo lugar del pasaje al acto.
Lacan va a marcar que en la angustia no se trata de la falta del objeto, como Freud lo planteó, sino al contrario. La angustia que se enmarca en el fantasma es cuando falta la falta. Así, el terror de ese sujeto que de niño se escondió y nadie lo buscó ni notó su falta. Es importante esta operación de constitución subjetiva, porque nos permite comprender la emergencia del sujeto en tiempos instituyentes. Goce, angustia y deseo se escalonan en el tiempo y así el sujeto se debate en una imposibilidad estructural, porque por una lado debe aceptar la pérdida del mítico objeto de goce; por el otro, esperar el reencuentro con el objeto. Esa es la imposibilidad estructural que al no ser reconocida como tal, es la que lleva a la impotencia neurótica. ¿De qué manera? Por lo que se juega entre el ideal del yo y el yo ideal. Hay una tensión por la cual el yo ideal se la pasa añorando aquel tiempo pasado que fue mejor, mientras el ideal del yo es el que le señala el camino de los ideales. La importencia neurótica es porque se debate entre estos dos tiempos imposibles y la experiencia de un análisis permite poder virar hacia esto que por estructura no es posible.
Ante esa impotencia neurótica, también puede ser necesario morir en el intento, como sucede en los pasajes al acto, que sucede cuando esa tensión entre el ideal del yo y el yo ideal se corta por alguno de sus extremos. Por el yo ideal, se corta por el lado de la melancolía; por el lado del ideal del yo se corta por el lado de la exaltación maníaca de los ideales.
Albert Camus se hace una pregunta en El mito de Sísifo por el sentido de la vida. En la filosofía del absurdo, hay una afinidad con el psicoanálisis en relación al concepto de angustia y ante el despertar. El tema del ensayo de Camus es la relación entre el sentimiento del absurdo de la vida, ese sentimiento de vacío existencial y el suicidio como una de las salidas a ese sentimiento.
El mito de Sísifo se refiere a cuando él fue condenado por los dioses debido a su astucia a quedar ciego y a subir una piedra a la montaña. Cada vez que él llegaba a la cima, la piedra se caía y él bajaba y volvía a subirla. Camus se pregunta si ese absurdo del sentido de la vida impone la muerte. ¿Cuál es el primer signo de absurdidad? -se pregunta. Lo define así: cuando se define así:
ese singular estado del alma en el cual el vacío se hace elocuente, en el que la cadena de los gestos cotidianos se rompe, en el cual el corazón busca en vano el eslabón que la reanuda, entonces es el primer signo de la absurdidad.
Habla de las decoraciones que se derrumban, una escena que no se sostiene más. habla de una cadena, que para nosotros es la cadena significante que se interrumpe y llega a la conciencia del vacío, de la nada, de un instante existencial de descubrimiento del absurdo. Es un despertar que él lo asocia a la náusea de Sartre: el malestar ante la inhumanidad del hombre. Estas mismas ideas son las que al propio Camus lo llevaron al borde del suicidio. Camus, como Sísifo, termina haciéndose cargo de esa condición de la existencia y este ha sido un punto de inflexión en su vida. El mito de Sísifo es un testimonio de su despertar, que lo formuló así:
(...) el movimiento de la conciencia. Lo despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena, o el despertar definitivo. Al final del despertar llega, con el tiempo, la consecuencia: suicidio o restablecimiento.
Él se pregunta: ¿Habrá que morir voluntariamente o esperar a pesar de todo?
Hace una serie de elaboraciones en donde va recorriendo la filosofía de distintos autores, en donde él hace su planteo singular. Con su respuesta, él elige adherir a esperar. Lacan, como vimos, define a la espera como aquello que habita a la angustia, en lugar de desesperar. Camus dice que si la desesperanza nos impulsa a hablar o a razonar y sobretodo desemboca en la escritura, se establece una fraternidad. Los objetos naturales se justifican, nace el amor.
Es este razonamiento el que lo llevó a su apuesta por el amor y la escritura, que le valió el premio Nobel. Escritura y amor son dos condiciones para la emergencia del sujeto en la transferencia. Es decir, para pasar a nuestra pregunta del pasaje del tiempo de la urgencia al tiempo de un análisis.
El tiempo de la emergencia del sujeto en la transferencia
Desde la comunicación de la regla fundamental, se trata de una demanda que se le dirige al analista, quien está como soporte de aquel objeto mítico de goce perdido. El deseo del analista va a ser un elemento esencial en el manejo de la transferencia sin el cual no va a haber eficacia analítica.
En el primer tiempo del despliegue de la transferencia se transita por la demanda, la que se presenta apartada de lo real pulsional. este tiempo es el de la transferencia imaginaria, de alienación a la demanda de amor. Será el deseo del analista el que apunte a despejar ese real pulsional como un movimiento hacia la verdad del goce y hacia la caída del sujeto supuesto saber.
Luego viene el tiempo del acto analítico, que va a promover el advenimiento del sujeto, por tanto también de los efectos del inconsciente. En este sentido, podemos recordar el aformismo de Lacan de "Allí donde yo era, el sujeto debe advenir", que da cuenta de este movimiento donde emerge el sujeto en la transferencia y que se corresponde con la producción del discurso del inconsciente.
En el seminario VII de La ética, Lacan hace una advertencia a los analistas ansiosos y omnipotentes:
¿de qué desean Uds. curar al sujeto? No hay duda de que esto es absolutamente inherente a nuestra experiencia, a nuestra vía, a nuestra inspiración – curarlo de las ilusiones que lo retienen en la vía de su deseo Y, después de todo, esas ilusiones aún cuando no entrañasen en sí mismas nada respetable, es todavía necesario que el sujeto quiera abandonarlas.
Lacan nos dice que a veces no es posible el pasaje de la urgencia al tiempo de un análisis. Es cuando el analizante está retrasado respecto a ese goce traumático que lo tiene retenido. Está instalado en una paradoja de una búsqueda de saber y sin embargo, está dormido, no queriendo despertar a la verdad del goce.
Del lado del analista, nos advierte que el desconocimiento del manejo del tiempo puede condicionar la producción de actings y de pasajes al acto. En este sentido, son importantes los desarrollos de Lacan sobre los tiempos lógicos y que él desarrolla en El tiempo lógico y el aserto de incertidumbre anticipada. Esto permite entender la lógica que hay en el tiempo del aserto subjetivo en la constitución del fantasma, así como la que rige en la dirección de una cura. Se trata de una lógica que tiene tres momentos:
- Instante de ver.
- Tiempo de comprender
- Momento de concluir
En ese texto, Lacan redacta una experiencia donde demuestra esa lógica, poniendo énfasis en la función de la prisa. Intenta demostrar que no es posible permanecer en suspenso, que hace falta en algún momento concluir con el tiempo de comprender.
El caso es el planteo que le hacen a tres sujetos que están en la cárcel, a los que le ponen en la espalda un papel que no ven y que dice si es blanco o negro. Más allá de la lógica del cálculo, lo que nos importa es que aquel que sepa deducir con rapidez cuál es su color, saldrá en libertad. Aquí vemos algo de la prisa, que supone un tiempo. Cada prisionero se pregunta si es negro o blanco.
La lógica de la que nos habla aquí Lacan es la del acto, que define como acto de concluir en el aserto subjetivo, como certidumbre que se anticipa, es la prisa del acto que Lacan describe como "un demasiado pronto para que no sea demasiado tarde". El que no se mueva con esa rapidez, no va a obtener la libertad. "¿Qué soy, quién soy" es la pregunta del idiota que vimos del cuento sufí y que fracasa en el acto de concluir. Por eso, vemos que en las urgencias, la prisa del acto no funciona. La prisa de las urgencias y su tendencia a las actuaciones no es un demasiado pronto para que no sea demasiado tarde. En esta prisa, hay un empuje a la acción precipitada, que es muy distinta a la prisa presente en el origen de la constitución subjetiva, que guía a la angustia pra concluir el tiempo de comprender quién soy en el deseo del Otro.
La lógica temporal, en algunas situaciones de urgencia, no coincide con esa lógica del aserto subjetivo.
Por ejemplo, en el miedo pánico hay un modo de anticiparse en el tiempo a una vivencia de amenaza de derrume, por eso dicen "Algo malo me va a pasar". Se trata de una huída hacia el futuro, de un pasado donde algo aconteció.
Otro ejemplo es el de las melancolizaciones. Cuando el sujeto queda detenido en el tiempo de un duelo, quiere detener el tiempo de la vida. Estancamiento en un presente, regido por un goce en extremo mortífero.
En las impulsiones, su tiempo es cuando el agujeto de lo traumático no cesa de no incribirse. El sujeto no admite el tiempo de la espera, las pulsiones se desatan con violencia, tanto hacia si mismo como hacia el prójimo. Aquí, la dimensión del tiempo es de un pasado clausurado, en un pasado que no se dialectizó y que empuja al sujeto fuera de la ecena.
Metafóricamente, podemos decir que no cicatrizó la herida. A veces el análisis logra una sutura. Otras veces, no. No se trata acá de la angustia, ya que eéta se mueve de manera atemporal, propia de la expectación. En ella se juega la función de la espera. En el origen de la constitución subjetiva, angustia y fantasma están enmarcados: el fantasma enmarca a la angustia. Cuando se desarma la ficción del fantasma, la angustia es ese tiempo de desconcierto, donde el sujeto se pregunta qué le está pasando, quién es o qupe quiere. Este puede ser el tiempo u ocasión de demanda de análisis, si más allá de esa perplejidad inicial se atreve a preguntarse con lo que la angustia le va a señalar respecto de la causa. Recordemos el mito de Sísifo que hace Camus.
La clínica de la urgencia nos muestra un sujeto que está identificaco a un objeto en su borde más real, donde los objetos de la pulsión dejan de estar articulados metafóricamente en el fantasma y se transforman en urgencias pulsionales.
Es fundamental que el analista maneje el tiempo en la transferencia y que trate de construir un puente desde el presente angustioso del sujeto en culta, hacia el pasado traumático, con un futuro.
El caso "Boca de muñeca" que aparece en el libro Clínica de las emergencias, habla de Norita, quien está deprimida con numerosas internaciones, algunas por intento de suicidio. Se trata de la víspera de Noche Buena. Le anuncia a la analista que tiene miedo de quedarse sola.
No se quede sola, quédese con sus hijos —le dice la analista.
Es que los voy a matar y me voy a matar —responde.
Analista en urgencia. Hay que poner a jugar la prisa de intervenir, poniendo pausa en la prisa de la urgencia por concluir, que se saltea ese tiempo de comprender. La analista le pregunta por qué los va a matar.
—Para que no sufran.
No es tiempo para que la analista encarne el objeto causa, interpretando en la línea del sentido, sin que por ello ocasione un efecto siniestro: el de redoblar su fantasma de desaparición.
¡Qué extraña expresión de generosidad, la suya! —interviene la analista.
Esta intervención logra tocarla y el goce mortífero se desvía. En el seminario XXIV, Lacan dice:
Si ustedes son psicoanalistas, verán que es el forzamiento por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el sentido. El sentido, es lo que resuena con la ayuda del significante. Pero lo que resuena, eso no llega lejos, es más bien flojo. El sentido, eso tapona.Compulsión a la repetición que impide la extinción del síntoma. En este caso, no era el momento de hacer una interpretación en la línea del sentido.
El idiota
Para concluir con el tiempo de comprender, volvamos al cuento sufí "El idiota" y a su pregunta: ¿Quién soy yo y dónde estoy yo?
Solo hay una manera correcta de despertar, que no es precisamnte la del idiota. En primer lugar, vamos a centrarnos en el significante idiota, haciendo un brevísimo análisis del origen y la evolución del término.
En la Edad Media, aludía al ciudadano que no se interesaba por los asuntos públicos y que solo se ocupaba de si mismo.
En el siglo XVII, la psiquiatría pasó a considerarlo un término que nombra al enfermo mental.
Desde el siglo XIX, ya se le dio un uso despectivo como insulto.
Hay algo que permanece en todas las acepciones, que es la deconexión respecto del Otro social. ¿Qué es globo para el idiota del cuento? Que está encerrado en su goce particular, autoerótico, masturbatorio y no accede a su representación: esa que en el caso de los prisioneros opera para arribar al aserto subjetivo (soy blanco, soy negro). Ante la presencia del deseo del Otro, el idiota reacciona con angustia y despersonalización, que evidencia la consistencia de la desfragmentación corporal. ¿No es acaso el globo el lugar especular que le otorga consistencia imaginaria yoica? El Otro no opera acá como en la estructuración del psiquismo como un soporte, condición para que advenga un sujeto. Por el contrario, teme desvanecerse ante su presencia.
En cuanto al bromista, podríamos decir que encarna al analista. En ese acto donde le pincha el globo a esa identificación imaginaria, lo fuerza a despertar al introducir el desconcierto. Hay otra cita de Lacan que nos permite articular el despertar con la emergencia, que dice:
¿La verdad despierta o adormece? Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende y entonces, despierta. En resumen, el despertar es lo real, bajo su aspecto de lo imposible, que no se escribe sino por fuerza o por la fuerza.
El deseo del analista supone salir del lugar de ideal, arrancándolo por la fuerza de ese goce pulsional para despertar al sujeto por la pregunta de su lugar en el deseo del Otro. Y en relación a esto pueda, en un tercer tiempo, concluir en esto de quién soy y donde estoy.
Si por toda respuesta hay un agujero de representación, el despertar será como el del idiota, un despertar de pánico.
Fuente: Notas de la conferencia ¿Cómo se puede pasar de las Urgencias al "tiempo" del Psicoanálisis? - Mirta Pipkin, el 8 de septiembre de 2020 - Institución F. Ulloa.
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