miércoles, 7 de octubre de 2020

Aburrimiento, ¿Camino de descubrimiento?

Nunca tanto como hoy, el mundo se ha organizado para evitar el aburrimiento. ¿Es posible estar todo el tiempo activo y conectado? ¿Cómo entender lo que está pasando cuando los chicos se aburren?

El aburrirse ha pasado a ser como una especie de monstruo temido por padres y educadores que sienten que tienen que ser como una computadora prendida que responde a las demandas de los niños con presteza y que muchas veces se la utiliza para eso. Pero este tipo de respuestas no dejan espacio para poder diferenciar los distintos tipos de aburrimiento, desde el necesario para procesar duelos, pérdidas tanto vitales como accidentales y dar paso a la creatividad en sus diferentes manifestaciones, hasta el que podríamos denominar aburrimiento extremo o patológico.

Porque detrás de esa supuesta “asistencia” inmediata para que no se aburran, muchas veces existe un objetivo no declarado que es: ”no me molestes, “arréglate solo”. Esto último nos habla de los déficits parentales que por diferentes razones, ya sea culturales, sociales y también económicas no disponen del tiempo para una necesaria interacción que habilite identificaciones sostenedoras de identidades sólidas.

Utilizando los desarrollos del Psicoanálisis en este campo, podemos observar que tras el aburrimiento que en algunos casos se presenta como inhibición intelectual y vital que se da en niños físicamente sanos, operan por el contrario, procesos inconscientes muy activos, cuya finalidad es mantener al niño aislado, tanto de la comprensión de la realidad objetiva, como de la de su propio mundo interior. Donde aburrirse suele ser un trabajo psíquico agotador, trabajo que si accede a un tratamiento en los casos de aburrimiento patológico podría abrirnos el camino a las representaciones mentales necesarias para que se produzcan los conflictos psíquicos encubiertos debajo de ese aburrimiento.

En estos casos se constituye en un trabajo psíquico agotador, tanto para el niño como para los que lo rodean, donde el vincularse podría devenir en la posibilidad de encontrarse con un pensamiento que atacaría el frágil equilibrio obtenido tanto en el plano del aprendizaje como en el de las relaciones con los otros.

Vemos de esta manera, niños y adolescentes en los que la percepción inteligente de ambos mundos, el interno y el externo les causaría tanto dolor y conflictos, tanta ansiedad y sufrimiento psíquico que tratan por todos los medios de evitarlos. Es el típico chico que en clase y en la casa perturba a los otros, provocando malestar a su alrededor o por el contrario permanece ensimismado y retraído, precipitando diagnósticos sombríos sobre sus posibilidades de evolución y aprendizaje.

O por el contrario, el aburrimiento puede ser simplemente una necesaria pausa para encontrar-se y encontrar nuevas formas de conexión, si el hecho de aburrirse no se constituye en una defensa contra todo aquello que ligue a la vida. No hay que olvidarse de que grandes creaciones de la humanidad han sido el resultado de ciertos estados de retracción y aislamiento sostenido que fueron fundantes y generadores.

Por otro lado, en la actualidad vemos que la aparición de cualquier debilidad o tristeza se lo vive como un fracaso “en la gestión” de los padres paradójicamente hablando, antes que como un estado propio de la vida misma, momentos de retracción necesarios para elaborar los cambios constantes tanto de los niños como sobretodo de los adolescentes. Estados que pueden llevar al autoconocimiento, y al despliegue de una potencialidad creativa, que de otra manera estaría opacada por una actividad constante que aplanaría esos instantes de estar inmersos en una aparente pasividad y que pueden ser el caldero necesario de una creatividad que busca su cauce. Por el contrario observamos que generalmente el aburrimiento pasa a ser un síntoma que asusta a los padres, en vez de una etapa necesaria, una transición para encontrar y encontrarse, base imprescindible de la creatividad, de esa tan nombrada página en blanco frente a la que todo creador se angustia.

A esto se le suma la exposición excesiva a los aparatos tecnológicos, donde la tecnología como una herramienta útil e imposible de sustraerse a ella, al mismo tiempo puede ir limitando la imprescindible interacción paterno filial. Antes era la televisión el chupete electrónico, ahora es la computadora, el IPad, etc., que en la medida de que se lo ofrezca con esa finalidad, nos encontramos con niños que demandan un entretenimiento permanente y de lo contrario se sumergen en estados de aburrimiento, ansiosos y desesperados.

O sea que nos enfrentamos con las inteligentes y pasivamente activas formas en que puede operar lo que Luzuriaga denominó la “contrainteligencia” tratando de abrir una puerta tanto para los estados necesarios de aburrimiento como para aquellos niños sobre quienes se ha hecho demoledores diagnósticos y que en realidad pueden terminar siendo muy inteligentes para lograr no saber, no conectarse.

Muy capaces y podría decirse activos para aburrirse donde la creatividad es usada en la mayoría de las manifestaciones de aburrimiento, de manera negativa para cortar y atacar la ligazón, que nada ni nadie llame su atención ni despierte su interés. Porque saber significaría en muchos de estos casos, crecer y encontrarse con lo irremediable de situaciones que no se pueden cambiar ni modificar, o sea que la inteligencia se vuelve contra sí misma y ataca la creatividad.

Podemos observar que el ataque sistemático a cualquier esbozo de vinculación es constante porque es vivido como peligroso, produciendo un daño irremediable en todo nuevo vínculo que pueda establecerse, ya sea de aprendizaje, amoroso, de juego, de proceso analítico, etc. Ataque en la mayoría de los casos sostenido por el entorno y los mandatos biopolíticos que propulsan la futilidad de los vínculos y la intolerancia a cualquier tipo de fracaso. La pregunta sería: ¿Y qué hacemos con esto? Tratare de presentar algunos ejemplos de situaciones cotidianas que podrían orientar respecto a la prevención de estos estados que tanto nos preocupan.

Esta propuesta depende también de las edades. Por ejemplo, los más chiquitos, en general cuando salen a la calle se angustian mucho, es algo que las personas grandes desconocen, pero lo podemos ver en los cachorritos, que cuando salen a la calle se asustan, no quieren separarse de su dueño, lo mismo le pasa al “cachorro” humano. Los chiquititos se asustan mucho, y de pronto encuentran que eso de tener objetos en la mano, engañosamente, los tranquiliza. Desde un punto de vista psicológico, esa necesidad desaforada que tienen en algunas ocasiones de que les compren cosas, tienen más que ver con la angustia ante los espacios abiertos y las situaciones nuevas, que con los objetos aparentemente deseados en ese momento. En ese sentido, la posibilidad de que el adulto en cuestión que está con el chico en ese momento, le pueda hablar, le vaya explicando el mundo que lo rodea con palabras sencillas, a manera de cuento, es mucho más tranquilizador que cualquier objeto desechable que le puedan comprar.

Y también seleccionar los espectáculos de acuerdo a las edades, porque es cierto que los chiquitos se conforman con cosas diferentes como inventarles un juego, contarles un cuento, que a su vez es tanto o más valioso que llevarlo a ver un espectáculo que no entiende nada , donde a poco de empezar empieza a llorar.

Un chico a partir de los 9 años puede apreciar más un espectáculo, una película, ocasión donde es preferible establecer un diálogo acerca de lo que se fue a ver, hacer toda una narrativa en torno a una película, que ver muchas películas, salir y no decir una palabra, como si no hubiera pasado nada. De esa forma se trata de ayudar a procesar distintas emociones y sentimientos metabolizados por la función continente de un otro que se disponga a escuchar y a comprender, que le vaya narrando la vida.

También propiciarle estar más distendidos, estar con chicos de su edad, respetar la necesidad de pasarse largo rato mirando el techo sin hacer nada tanto en los niños como en los adolescentes.

El aburrirse puede ser un camino de descubrimientos que no siempre nos habla de inhibiciones que incluye todas las variantes que la creatividad que cada uno encuentre, sin estar bajo la exigencia de un hacer que no tiene nada que ver, la mayoría de las veces con el descubrir nuevos territorios de interés.

Todo lo expuesto lo relaciono con la frase que dijo una niña pequeña: “Mama, me contas cómo es el mundo” y está dirigido a que puedan ir internalizando una narrativa que como una trama hecha de gestos, caricias, miradas y palabras pueda sostener los cambios necesarios, imprevistos e inevitables de la vida. Porque sabemos que la posibilidad de aprender de los niños y de jugar tiene que ver primordialmente con la capacidad vinculante brindada por las interacciones tempranas, que establecen un espacio de transición y de descubrimiento, de “ir contándoles el mundo”, que habilita la evolución y el crecimiento hacia la maduración cognitiva y el desarrollo emocional.

Fuente: Catz, Hilda "Aburrimiento, ¿Camino de descubrimiento?" - LetraUrbana.com

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