jueves, 5 de noviembre de 2020

La autoridad del síntoma, ¿Por qué hace posible la cura?

Nuestra práctica es analítica y posdictiva, no predictiva. En el caso de La joven homosexual, Freud dice:

El conocimiento de las premisas no nos permite predecir la naturaleza del resultado. En esta inseguridad descorcentante no sabemos nunca de antemano cuĺes de los factores determinantes resultarán ser los más fuertes y cuáles los más débiles. Solo al final podremos decir que los que se han impuesto son los más fuertes, siendo imposible toda predicción sintética. 

Hay tres grandes textos que contrituyen la base que Lacan toma en el regreso a Freud y desplegar su aforismo de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje: La interpretación de los sueños, el libro sobre El chiste y la Psicopatología de la vida cotidiana. Sueños, chistes y fenómenos de la vida cotidiana permiten auscultar el inconsciente freudiano y la práctica que en él se engendra. 

Psicopatología es el término que solo aparece en el título de la obra de Freud Psicopatología de la vida cotidiana y no en el cuerpo del texto. Quizá se haya tratado de una ironía de Freud para asentar la ausencia de normalidad en la vida diaria de cualquiera. Podemos sustituir ese término por el de sintomatología de la vida cotidiana. 

El el índice de ese escrito vemos puntos como el olvido de nombres propios (como el ejemplo de Signorelli), el olvido de palabras extranjeras, los fallidos, las equivocaciones orales, etc. Hablando de los actos  sintomáticos, Freud escribe:

Así, pues, estos actos, al igual que todos los otros fenómenos de que hasta ahora hemos tratado, desempeñan el papel de síntomas.

Esta es una puerta para empezar a hablar del síntoma. Unas páginas antes, al hablar de las torpezas, Freud había escrito:

[...]debo hacer constar que todas las clasificaciones y divisiones usadas en el presente libro no tienen más que una significación puramente descriptiva y en el fondo contradicen la unidad interior de su campo de manifestación.

La unidad interna al campo de todos estos fenómenos, que Freud prefiere llamar síntoma, consiste en una ley general de la falla, según refiere en la página 784. Esta falla implica la indicación de un factor insidioso. Y ese el el subversivo descubrimiento freudiano. Ya no se trata de la falla de una función, sino de la función de la falla en lo psíquico. No se trata de la falla de la función de la memoria que puede producir un olvido circunstancial, o un recuerdo encubridor. No se trata de la falla de una función, sino de la función que Freud le da a esta ley general de la falla, que Freud anuncia con su teorización del inconsciente.

El inconsciente freudiano, a diferencia de la concepción de otras posturas como la de Pierre Janet, no es un indicador de la unidad de la consciencia que se rompe, que se debilita o se deficita por algún problema. Janet pensaba así al considerar los fenómenos que escapaban de la consciencia, tomándolos como parte de una consciencia mórbida. Para Freud, se trata de la existencia del inconsciente mismo como falla. En una de las lecciones introductorias Freud dice que no todo lo psíquico es consciente y esta es la revolución psicoanalítica que afecta y ofende al narcisismo de la humanidad, al correr el centro de un lugar que se pensaba que era: el señorío de la consciencia. 

El inconsciente freudiano se abre paso en la estructura misma de lo psíquico y es esa estructura de la falla que testimonia la existencia del inconsciente y se manifiesta en esos fenómenos que Freud mismo llamó síntomas. Lacan, en la conferencia sobre el síntoma en Ginebra (1975): esa falla que testimonia de la existencia del inconsciente se manifiesta 

"en toda suerte de tropiezos, de maneras de decir, en función del modo en que la lengua fue hablada y también escuchada por tal o cual en su particularidad"

Fantástico modo de definir al síntoma: tropiezo, manera de decir según el modo en que cada quien escuchó y habló la lengua, un lenguaje animado por la no univocidad, un lenguaje animado por la ley general de la falla que nombra Freud, por el equívoco, por la norrespondencia entre significante y significado. O, para decirlo más simplemente, por la no correspondencia entre lo que decimos y lo que creemos querer decir.

Entonces, esta función de lo que falla también fue enunciada por Lacan a su modo. Tomemos una de las muchas citas que podríamos tomar, del seminario 21, donde afirma que para los seres humanos, en tanto seres hablantes, solo hay formas de fallar y que con eso cada uno se las arregla como puede. La falla es lo más estructural que tenemos. No hay hechura sin falla y de eso practicamos los analistas. En Psicopatología de la vida cotidiana hay una especie de extensión de la noción de síntoma. Probablemente sea una de las bases en las que se asienta Lacan para hablar luego del sinthome en el seminario 23.

Más allá que se recorten en Freud especificaciones de acuerdo al desarrollo de su teoría y sus tópicas, Freud va desde la formación del síntoma hasta la satisfacción del síntoma. Siempre se mantiene vigente algo de esta ampliación de la noción del síntoma. Por ejemplo, en el seminario 5 Las formaciones del inconsciente, hay un capítulo magnífico nombrado como Las máscaras de síntoma, marcando que el síntoma es un disfraz del deseo o la moción pulsional reprimida. Ahí, en ese capítulo, Lacan dirá:

Llamo aquí síntoma, en su sentido más general, tanto al síntoma mórbido como al sueño o a cualquier cosa analizable. Lo que llamo síntoma, es lo que es analizable"

Aquí parece que Lacan está marcado por su formación psiquiátrica. El síntoma mórbido es el que Freud describió como egodistónico, cuerpo extraño, como extraterritorial al yo consciente. Para Freud, esta connotación incómoda de esta presencia del síntoma es justamente lo que indica al síntoma como formación transaccional del inconsciente. Recordemos al síntoma como transacción entre un deseo inconsciente o la fuerza pulsional y el rechazo de una instancia represora.

Prestemos atención a la segunda oración de la cita del seminario 5. El síntoma y la analizabilidad, evidentemente, se recubren. Esto nos da pie para dar cuenta de la autoridad del síntoma, como es el título de esta conferencia. De acá se desprende también la autorización de nuestra práctica por el síntoma. Para ser precisos, digamos que la condición de analizabilidad la da la transferencia y lo que es analizable en transferencia lo llamaermos síntoma.

Hay mucho para hablar del síntoma: síntoma e inconsciente, síntoma y transferencia, síntoma y repetición, síntoma y pulsión... Ni que decir sobre las vías de satisfacción del síntoma inaugurado por Lacan en términos de goce del síntoma. Fíjense lo difícil que es estar fuera del síntoma.

De la definición del síntoma como que es lo analizable, podemos desprender la autoridad del síntoma en nuestra práctica. En verdad, la ocurrencia de este título es por la frase de Introducción al Narcisismo "His magesty the baby". Podemos pensar en "Su majestad, el síntoma". Su majestad el bebé indica la presencia del narcisismo de los padres en la hiperestimación del niño, que ubican al niño en el centro y el nódulo de la creación, la suma de todas las perfecciones. ¿Cómo privarnos de ese narcisismo? 

Los padres sienten que el hijo es la suma de todas las perfecciones. Lo que estropea cualquier perfección, si vamos a hablar de la falla, de lo que ahueca la perfección que aspira el narcisismo, es interesante otorgarle al síntoma esa majestad en la práctica.  El síntoma constituye el centro y nódulo de lo analizable. Entonces, majestad, del latín maiestad, significa autoridad. La importancia del síntoma en nuestra práctica, su fuerza, su pertinencia, su relevancia en tanto es lo que hace posible la cura. 

El síntoma es algo que nos permite vivir. Así Lacan lo pronunció en 1975 en una de sus conferencias americanas. 

El síntoma es algo que nos permite vivir. Los sujetos viven simplemente una vida difícil y nosotros tratamos de aligerar su incomodidad. 

Ahora, si el síntoma es algo que nos permite vivir, ¿Cómo es que vivimos una vida difícil e incómoda? No se trata de nociones contrapuestas. Si antes decíamos que la vida psíquica es fallar, algo que nos permite vivir no nos ahorrará las dificultades de la vida. Esta idea del síntoma como algo que nos permite vivir es la idea misma de dificultad, diversificación y conflicto entendida como lo que motoriza la complejidad y la posibilidad misma de la vida anímica al decir de Freud, tempranamente, en Proyecto de una psicología para neurólogos. Para Freud, según el final de ese texto, hay un conflicto que anima lo psíquico de lo que da en su revés oscuro la melancolía o el principio de Nirvana, esa aspiración de descarga a cero que coincide más con la paz del cementerio que con la vida subjetiva. El conflicto motoriza la complejidad de lo psíquico en su progresión

De manera tal, el síntoma es bienvenido. Es casi una estrategia ante la muerte psíquica subjetiva. El sujeto es un agonista de la vida subjetiva gracias al síntoma. Esta función de motorizar y animar la vida psíquica referida como "agonista" viene del griego, que significa lucha, combate, pelea, conflicto. Por esa función de la falla, que es el sentido antitético que Freud descubrió tan afin al inconsciente en el texto El sentido antitético de las palabras primitivas. Agonista devino, en los usos de la lengua, agonía. Agonía no significa una lucha que anima y entusiasma, sino más bien una lucha que apaga y empalidece hasta la muerte o la desaparición. Algo que para los griegos significaba la vigencia del conflicto y de la lucha en el sujeto que pelea, devino en algo que lo opaca totalmente como la agonía. El término agonía también se aplica en los momentos en que se empalidece o casi desaparece algo, como una relación amorosa o algo político.

El síntoma, aunque se presente como un intruso molesto e incómodo, nos entera de algo: la bendición del síntoma es, literalmente, bien decir. No se trata de un bien moral. Lejos de eso, el análisis es una forma de bien-decir el síntoma, una forma de arreglársela con ese modo de decir que renguea, que falla, que tropieza cuando relatamos esos síntomas. Los síntomas son relatos y un modo de reconstruir y atravesarlo para que podamos hacer algo bien diciéndolo, o sea, sufrir menos.

El síntoma es testigo, testimonio de algo que no anda en nosotros, de algo que se nos desarregla y nos entera del desarreglo estructural de la sexualidad humana, como Freud dijo en El malestar en la cultura. Fantástico, pero vayamos más despacio. La duda del hombre de las ratas, el sueño de la bella carnicera o la afonía de Dora, el temor al caballo en Juanito, el dolor en la pierna y la dificultad para caminar de Isabel de R. nos enteran, todos, de una situación de deseo. Los síntomas son formas de decir sobre una situación de nuestro deseo inconsciente. Enterar de algo a otro significa hacer saber y esa es una excelente definición de lo que sucede con el síntoma. 

El síntoma nos hace saber de un saber que nos habita en el inconsciente sin que lo sepamos. Freud definió al inconsciente como un saber no sabido. El paciente no se recubre con la confesión. Ha de decir lo que sabe y dice algo más de lo que sabe sin saberlo. Esto que Lacan conceptualiza como saber no sabido es una definición de inconsciente: un saber que nos parasita, que se manifiesta mediante fallas y tropiezos, pero un saber al fin. Los síntomas, entonces, nos hacen saber de esa escritura inconsciente, de esa frase grabada de nuestro síntoma.

La situación analítica homologa hablar a escribir y escuchar, a leer. El paciente escribe hablando lo que el llamado analista lee escuchando. Lo que promovemos es que el escritor de ese síntoma también pueda leerlo al escucharse a sí mismo decirlo. Se trata, entonces, de enterarnos de una situación de deseo. Eso no es poca cosa. Es distinta una existencia donde nos enteramos algo de nuestro deseo inconsciente a una existencia feliz en su ignorancia. El síntoma nos entera de una situación de deseo, ya que en lo relativo al deseo humano, las cosas no son tan sencillas.

En el capítulo de Las máscaras del síntoma del seminario 5, Lacan explica la situación de deseo de la que pretendemos hablar con el caso de Isabel de R. Recordemos brevemente el caso: ella tiene 25 años y recientemente su padre ha muerto luego de una enfermedad en la que ella lo cuidó abnegadamente. La muchacha se queja de un dolor en la pierna y dificultad para caminar. Tiene dos hermanas, ambas casadas. Una de ellas murió por una dolencia cardíaca que se agravó en su embarazo y parto del bebé. Isabel tenía dos cuñados. Uno era despreciado, mientras que el otro lo tenía en alta estima. Este último cuñado es el viudo. Freud no se priva de decirle que estaba enamorada de su cuñado y que alrededor de la muerte de su hermana el pensamiento inconsciente podría haber sido "Ahora está libre, muerta mi hermana". Él le dice que alrededor de ese deseo se cristaliza su síntoma, el dolor en las piernas y la dificlutad para caminar. Sin embargo, Lacan hace esta consideración:

"De lo que se trata es del interés que la sujeto se toma en una situación de deseo. Freud solo comete aquí un error, por decirlo así. Verse orientado a arrastrar a la sujeto de una forma prematura, implicándola de una forma demasiado definida en esa situación de deseo"

Es como si Freud acentuara en la situación de deseo en la que está interesada Isabel, que sin duda está enmascarada por su síntoma y que Freud acentuó "Es porque está enamorada de su cuñado". El mismo error Freud lo cometió con Dora, respeto al sr. K. Lacan amplía la situación de deseo preguntándose:

"¿Es que Isabel se interesa por su cuñado desde el punto de vista de su hermna o en su hermana desde el punto de vista de su cuñado? Las identificaciones histéricas pueden subsistir perfectamente en varias direcciones". 

Y es cierto, Dora también testimonia de eso como Freud lo hace constar en la epicrisis. Freud se mandó con que el interés de Dora era por el sr. K y en realidad se interesaba por él desde el punto de vista de la sra K. Tamnién se interesaba por la sra K. desde el punto de vista de su padre, o a la recíproca. Se despliega no un deseo, sino una situación de deseo plurívoca, ambigua y paradojal. La noción de máscara, dice Lacan, que el deseo se presenta bajo una forma ambigua porque no nos permite orientar al sujeto con respecto a tal o cual cuestión. Se trata de un interés por la situación misma, en sí ambigua, a veces contradictoria y hasta paradojal.

En Freud es lo que se llama una simultaneidad contradictoria que se manifiesta en el síntoma. Esto aparece en el artículo Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad, pag. 1353. Hay una simultaneidad contradictoria que atañe no solo a la formación transaccional que es el síntoma, sino al vínculo que los sujetos mantenemos con el deseo inconsciente que permanece como una X, como un enigma, es decir, el síntoma con el que se reviste la máscara. No hay hechura subjetiva sin falla. Habrá tantas máscaras como formas de insatisfacción del deseo. 

El síntoma nos hace saber de esa situación de deseo que nos habita en el inconsciente y no podemos encorsetar la noción de deseo bajo una forma definida, porque sino sería positivizarla. El deseo siempre se plantea en una cuestión excéntrica respecto de su objeto. No lo podemos positivizar porque no viene abrochado a un objeto; el deseo por definición se escapa, es huidizo y se enmascara de un modo ambiguo y hasta contradictorio en el síntoma. El deseo es, en el fondo, un deseo de nada.

Caso clínico

Un joven acude a la analista aquejado por una incomodidad: se tiene que lavar las manos a intervalos de tiempos cada vez más frecuentes. Aconsejado por un amigo, asiste a una reprogramadora neurolingüística que al comentarle el problema, le espeta "Si usted se tiene que lavar las manos, es porque está sucio". El hombre comenta que no podía ser así, porque él se había lavado las manos en un bar, un rato antes de entrar al consultorio. 

"Me miré las manos y le dije: si están demasiado limpias" -le comenta al analista.

La psicóloga le aporta un sentido a la incomodidad al muchacho, con un binarismo de limpio-sucio. Si aplicamos lo que estuvimos viendo acerca de la situación ambígua del deseo, ese modo paradojal en que el deseo se expresa, podríamos decir que nada más lejos que una oposición categórica de limpio con sucio. Podría haber una limpieza que ensucie, y hasta podría haber una suciedad que limpie... ¿Pero cómo saberlo predictivamente? El sujeto habla y dice que las manos están demasiado limpias. En esa frase está la máscara del síntoma.

Alguien puede tener el ritual de lavarse las manos porque las tiene demasiado limpias... en su decir. No solo porque es una de las formas que tomamos para definir al síntoma (como un modo de decir). No se trata de ir a verificar, como si sirviera de algo, si las manos reales están o no suficientemente limpias. 

En este pequeño recorte vemos cómo el decir de alguien es lo único que nos puede enterar de cuál es la situación de deseo en que está comprometido. En esa situación de deseo, lo que nos puede decir sobre sucio o limpio no lo sabremos nunca si no lo escuchamos. 

El modo de intervención de la PNL, que nos puede suceder en nuestra práctica, puede obturar lo que un síntoma dice, al otorgarle rápidamente una forma definida (como Freud con Isabel) a una situación de deseo que se enmascara en una falla o incomodidad. 

Otro caso

Los padres de una niña, en la época de la pandemia, consultan porque ella padece de enuresis durante la noche. La niña tiene ese vivo interés sexual que los niños usualmente manifiestan, como en el caso Juanito. La niña le pregunta al padre sobre una publicidad de Hepatalgina, esas gotas que se dan para el dolor de hígado. La niña pregunta qué es la Hepatalgina, para qué se usa, si se toma. Los padres intentan explicarle y los padres no se privan de decirle que no debe comer papas fritas ni todas las cosas que ella come en demasía y le da dolor de panza. Para solucionar el dolor de panza, explican, la gente toma Hepatalgina.

Poco tiempo después, cuando la familia está viendo la televisión y pasa la publicidad, la niña vuelve a preguntarles por la Hepatalgina. Los padres advierten que la música de fondo de la publicidad era el tema de las Azúcar Moreno "Devórame otra vez". 

En determinado momento, la canción dice "he mojado mis sábanas blancas recordándote". Es allí donde la niña, enfrentada con esa X y ese enigma del deseo que se enmascara en su incomodidad de mojar la cama, les dice ¿Por qué la recuerdan a la Hepatalgina cuando uno moja las sábanas?". Aquí, Hepatalgina nombra un síntoma. Es algo que enmascara esa X de una situación de deseo en la que la niña podría decir "¿Esto es por lo que se me escapa el pis?"

Este caso nos permite mostrar algo que tiene que ver con lo que el análisis a veces permite: desembrollarnos del síntoma y poder hacer, en una frase bien dicha, un chiste. Es uno de los puntos de llegada: hacer un chiste y reírse de eso. De lo que nos enteramos hablando de nuestros síntomas nos permite, como dice Freud al final de su enseñanza, que nuestra práctica consiste en deshacer con palabras lo que se hizo con palabras. Es este nuestro desafío, si alguin está dispuesto a llevarlo a cabo.

Fuente: Texto armado con notas de la conferencia de Miriam Fratini del 21 de septiembre de 2020 "La autoridad del sintoma, ¿Por qué hace posible la cura?"

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