En esta entrada hablaremos del cuerpo.
El analista, casi como un punto ciego, puede limitarse al cuerpo simbólico, sobreestimándolo y pensando que todo lo referente al cuerpo pertenece a la esfera de lo psíquico. De manera que puede obviar la necesidad de una interconsulta médica cuando aparecen ciertos síntomas. A la inversa, hay médicos que niegan los aspectos psicológicos.
Aún superando el escollo del párrafo anterior, el cuerpo muchas veces es pensado por los analistas como un mero recipiente de lo psíquico. En esta entrada, el dr. Troncoso ya habló extendidamente del puritanismo del cuerpo en el encuadre psicoanalítico y donde él demuestra que la resistencia es casi del mismo analista. Hay una tendencia, por parte de los analistas, a pensar que la única elaboración posible es a través de la palabra. El trabajo del sujeto con su propio cuerpo muchas veces es una forma de respuesta al discurso del Otro.
De manera que hay que distinguir el cuerpo en lo real del cuerpo en lo simbólico y en lo imaginario. Recordemos que ninguno de los tres registros prevalece en importancia sobre el otro. La lectura que se hace del cuerpo del paciente es en los tres registros, aunque predomine uno. El cuerpo en lo simbólico es el que Freud habló largo y tendido en las histerias, el afecto inervando la zona somática, quedando el cuerpo como rehén del significante. Lo imaginario del cuerpo se da a nivel del espejo, como las competencias, la envidia, la identificación.
Algunos pacientes, a través del trabajo con su cuerpo, pueden elaborar cuestiones que no pueden pasar por la palabra (aunque luego puedan hacerlo en un análisis). A veces, el trabajo en un gimnasio puede ser un modo de sentirse más seguro, por ejemplo. También, crear un cuerpo puede ser una forma de existencia, no a nivel del narcisismo, sino de existir en algún aspecto anterior, por ejemplo que remita a los tiempos del cuidado. Cuando en el seminario 23 Lacan habla de "hacerse un nombre", se trata de modos de elaboración que no implican únicamente a la palabra. Lo cierto es que no todo surge del trabajo psíquico y sostener esto le quita pertinencia y legitimidad al cuerpo.
Existe una filosofía estoica detrás de las artes marciales o del trabajo con el cuerpo, en la medida que resignando el placer de hoy y en función del autocuidado y el esfuerzo, uno se incomoda persiguiendo un bien mayor. El logro del placer, el bienestar y la felicidad exigen un trabajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario