Corren tiempos hipermodernos (¡literalmente corren!) y las subjetividades contemporáneas viven a ritmo acelerado, sufren a ritmo acelerado y buscan “normalizar” rápidamente la conducta “defectuosa”, eliminando los síntomas del padecimiento psíquico sin buscar su significación.
En la “modernidad liquida”... ¿Cómo creer en la existencia del inconsciente, si no se lo puede contemplar? ¿Y para qué nos sirve buscar lo inconsciente, si no está afectando el tiempo presente, en el que me tengo que enfocar y sí o sí disfrutar?
Este mandato de nuestra época, empuja a taponar la angustia con la pronta prescripción de pastillas como primera opción para situaciones de duelo, ansiedad, confusión profesional, vejez, divorcio, fobias, hiperactividad e ira, entre otras.
¿Por qué resulta necesario esforzarnos, en los tiempos actuales, por la vigencia del psicoanálisis?
Para sostener la convicción de que somos sujetos, no objetos de consumo y, como tales, tenemos deseos singulares y capacidad de elaborar los sufrimientos de nuestra existencia.
Ante el “dolor de existir”, no hay respuestas de manual. Por el contrario, cada uno procesará y concebirá su propio camino.
¿Cuáles son las intervenciones clínicas que pueden producir eficacia en la subjetividad hipermoderna, si un sujeto nos consulta?
- Emplear el humor, que siempre ofrece una manera indirecta y exquisita de llegar al sujeto, “sin ofender al yo”.
- Señalarle al consultante alguna contradicción discursiva, que por sí misma pueda acercar una reflexión que interrogue al sujeto.
- Repetir alguna palabra significativa, que el paciente pronuncia, pero no advierte y que le pueda dar a entender algo distinto a aquello que el sujeto ha “adaptado” en su vida.
- Devolverle, a quien nos consulta, una frase, un enunciado que pronunció -en forma invertida-, por ejemplo a modo de pregunta que pueda despertarle una sorpresa.
- Introducir la noción de demora: hacerle saber al sujeto que es posible elaborar su dolor, a condición de atravesar un proceso que implica tiempo. S. Freud expresa:
“Nadie esperaría que se pudiera levantar con dos dedos una mesa pesada (…) no obstante, tan pronto como se trata de las neurosis, aún personas inteligentes olvidan la necesaria proporcionalidad entre tiempo, trabajo y resultado.”
- Desnaturalizar e interrogar las exigencias superyoicas de la época, que siempre apuntan a la imagen perfecta de uno mismo. El “absoluto” como ideal de perfección, sin faltas, no tolera la existencia de un lugar vacío, origen del deseo. Taponar el deseo inconsciente reprimido produce un gran padecimiento psíquico, al que se obliga a enmudecer con psicofármacos o cualquier otra sustancia y/o comportamiento adictivo-compulsivo.
El accionar del psicoanalista. ¿Cómo se sostiene?
El qué-hacer clínico del psicoanalista, tal como Fernando Ulloa lo expresara, se sostiene en la ética del deseo unida al compromiso.
El deseo se apoya y apunta a la diferencia, al encuentro con la falta, con la castración que nos constituye.
Los psicoanalistas proponemos, frente al “todo es posible”, el “algo es posible”. Hallar este “algo”, a favor del sujeto, dependerá de la búsqueda y la labor sobre uno mismo, en el vínculo transferencial con el analista.
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