sábado, 7 de enero de 2023

Un caso de erotomanía

 Se trata de una joven de 23 años que acude al centro de salud acompañada por sus familiares (por su pareja y su madre).

Tanto su madre como  su pareja, manifiestan preocupación por P. a quien la describen como “depresiva”, pasa mucho tiempo acostada, presenta una disminución del apetito, refiere que si no insisten a que coma no lo hace, casi no duerme por las noches y si lo hace, lo hace por pocas horas y fuma mucho (tabaco). 

Se indaga desde cuándo comenzó con eso y su madre manifiesta que hace menos de un mes, desde que empezó a escuchar ruidos fuera de su casa, que le generan mucho miedo. No obstante, dichos ruidos no son captados por la madre ni por la pareja, no los escuchan y tampoco logran entender de qué ruido se trata.

Su pareja, cuenta que hace 3 meses se encuentra separado de P. debido a los celos excesivos por parte de ésta, sobre todo cuando él se encontraba trabajando. 

Comenta que en una oportunidad P. sostuvo fervientemente que éste la engañó con la pareja de su cuñado (hermano de su pareja) creando un revuelo familiar ya que se lo dijo a su cuñado. Cabe agregar que quien tomó la decisión de separarse fue P., al momento de la entrevista vive sola con su hija de 3 años desde la separación y su pareja en casa de su madre ubicada en el mismo terreno en el que se encuentra P.

En la primera entrevista con P., se observa en ella una mirada perdida, agotamiento físico y poco aseo personal.

Sostiene que no se siente bien, pasa mucho tiempo encerrada, no puede salir afuera porque hay “algo que le impide”. Refiere que hay personas que se van a enojar con ella.

Se indaga sobre quienes se podrían enojar, sostiene que se trata de su vecino que vive al lado de su casa, un “chico” como lo llama, de su edad que está enamorado de ella. (A lo largo de las entrevista se constata que nunca habló con este pero lo supo a través de “indirectas”)

P. no siente lo mismo que este chico y eso lo hace sufrir al él especialmente cuando pasa tiempo con su pareja.

Por este motivo, cuenta que prefiere no salir de su casa ya que escucha con mucha frecuencia que el muchacho llora, golpean objetos fuertemente generando mucho ruido cerca de su casa o la madre de éste dice cosas feas de ella sin decir su nombre pero entiende que dichos comentarios le conciernen. 

Cabe aclarar que en la primera entrevista y en algunas de las posteriores, al momento de referir estos datos lo hace con tono de voz muy baja, casi susurrando. 

En la primera entrevista luego de relatar lo mencionado anteriormente se queda en silencio con la mirada en un punto fijo, le pregunto si había algo más de lo que quisiera hablar, no entiende, le vuelvo a preguntar pero se muestra concentrada en otra cosa. Pregunto si en ese momento estaba escuchando algún ruido y afirma que sí moviendo la cabeza. Decido dar por finalizada la entrevista.

Su familia se muestra preocupada por que pueda suceder un accidente doméstico dado que se encuentra “muy distraída” dado que P. en una oportunidad se olvida la comida en el fuego o en otra ocasión se lastima involuntariamente con un cuchillo mientras cortaba las verduras. Por este motivo no le permiten pasar tiempo a solas con su hija.

Se realiza una interconsulta con psiquiatría al hospital de salud mental cercano, allí deciden internarla por 7 días. La medican con risperidona, carbamazepina, diazepam y levomepromazina.

Posteriormente, P. en el próximo encuentro comenta: “Me siento más tranquila pero a la vez más nerviosa”, interrogo porqué y responde lo siguiente:

- A veces me decaigo porque hay cosas que me hacen mal. Cosas que no tienen sentido: ella se hace.

- ¿Quién se hace?, [pregunto].

- Me tiran indirectas, mi vecina de al lado, la mamá del chico, en cualquier momento, cuando estoy con mi marido. Por eso pasé tanto tiempo encerrada en mi pieza que me enfermé. Nunca tenía tiempo para mí y mi hija.  Cuando me enfermé escuchaba cosas, quería salir a ver qué era pero no supe salir y me quedé encerrada. Tenía mucho temor de salir afuera, tenía una depresión. Me di cuenta que estaba haciendo mal, porque estaba sola, no quería que nadie entrara. Me di cuenta que le estaba afectando a mi hija y ahí le pedí ayuda a mi marido.

Estos dichos se repiten en la mayoría de los encuentros con pequeñas variaciones, pero insiste la idea inicial de que su vecino se encuentra enamorado de P. motivo que lo hace sufrir por no ser correspondido.


Discusión

En 1942 Clerambault describe un cuadro clínico conocido como psicosis pasional. Consideraba que el cuadro tenía algunas características especiales que describe meticulosamente: el sujeto desarrolla la convicción delirante de estar en comunicación amorosa con otra persona (víctima o amado), esta persona tiene un estatus social e intelectual más elevado que con toda probabilidad es inalcanzable por sí mismo o por su condición.

En el corazón de la psicopatología erotomaníaca subyace a menudo una actitud sexual ambivalente. El nudo ideo-afectivo del erotómano radica en un afecto insatisfecho y en la necesidad de rebelarse.

Lo que hizo Clerambault en ese año fue reavivar el interés por un concepto psiquiátrico que tenía larga tradición en la medicina desde la antigüedad, ya encontramos descripciones de este cuadro en Hipócrates, Galeno y Plutarco, aunque el primero en utilizar el término fue Jaiques Ferrand en 1640 (3).

Es un delirio pasional mórbido de estructura sistematizada y subordinada al postulado fundamental: “el otro me ama”. Es el objeto quien ha comenzado por declararle su amor. El sistema delirante se elabora sobre la base de intuiciones, falsas demostraciones, ilusiones e interpretaciones delirantes.

Reivindican con pasión el vínculo amoroso invisible para otros. Esta reivindicación puede llegar a la lucha por la verdad, al enojo, acusación y agresividad en la fase de rencor o despecho. De las conductas de aproximación inicial se puede pasar a las conductas de agresividad.

En 1956, Lacan propone que las estructuras se delimiten en función del mecanismo psíquico en juego: represión o forclusión.

Que el mecanismo en juego sea la represión o la forclusión, tendrá consecuencias a nivel del leguaje y de los fenómenos de retorno. Lacan plantea que, en la psicosis, la significación de las palabras que llama neologismos tiene como propiedad el remitir esencialmente a la significación en cuanto tal, permaneciendo irreductible. El autor llama a esto “inercia dialéctica”, que contrasta con el “discurrir dialéctico” propio del lenguaje en la neurosis, donde la significación remite a otra cosa. Esta “otra cosa” es, la neurosis infantil que se reactualizaba en el dispositivo freudiano creado para las psiconeurosis. 

A su vez, en la neurosis, la significación fálica posibilita las significaciones compartidas con los otros. Dicha significación fálica no se halla presente en el discurso de P, hay desafectivización en el discurso, no hay ninguna significación posible como podría suceder en la neurosis.

Por otra parte, resulta importante poder introducir un elemento central que permita reconocer, con la precisión necesaria, el tipo de estructura: la certeza. Se puede dilucidar de este modo que P. presenta certeza en sus dichos.

P. no se ve envuelta en dudas, contrariamente, la certeza se encuentra cuando la entrevistada explica que pasa mucho tiempo encerrada, no puede salir afuera porque hay “algo que le impide”. Refiere que hay personas que se van a enojar con ella, se trata de su vecino que vive al lado de su casa, un “chico” como lo llama, de su edad que está enamorado de ella. (A lo largo de las entrevista se constata que nunca habló con este pero lo supo a través de “indirectas”), además P. asevera que no siente lo mismo que este chico y eso lo hace sufrir al él especialmente cuando pasa tiempo con su pareja. Esto marca que hay una convicción indeleble de que eso le está dirigido, le concierne.

Asimismo se presume que la presencia de los fenómenos mencionados dan cuenta que la relación con el significante estaría suscitada por la aparición del mismo en lo real.

A propósito, en cierto modo, el psicoanálisis revela la presencia del “Otro malvado” y dependerá de la estructura frente a la cual se presente que puede por un lado presentarse como un Otro barrado, como señala Miller (2011): el padre o su sustituto, es aquel que encarna la amenaza de castración, es temido porque encarnan esta amenaza en el inconsciente, aquel que da significación al deseo. Sin embargo, el padre también puede aparecer como un Otro completo, absoluto. 

Lacan propone que la metáfora paterna al reemplazar el deseo de la madre por el Nombre-del-Padre da lugar a la significación fálica, es decir la significación de la castración. Para algunos sujetos esta metáfora no opera y el Nombre-del-Padre no entra en acción tal como se alega que sucede en el caso de P., donde el Nombre-del-Padre no opera, el Otro aparece con su maldad real que puede deslindarse cuando refiere a su padre, como una amenaza siempre a punto de surgir y no como significado reprimido ya que el inconsciente está como “a cielo abierto”, muy distinto al Otro que permite la aprehensión de los significantes como sucede en la neurosis. El goce aquí se presentifica entonces en el Otro.

La persecución que se despliega para la entrevistada, como el esfuerzo de localización de esta maldad difusa del Otro (por ejemplo cuando hace referencia a su vecina, madre del chico), se podría considerar como una tentativa del sujeto para reconstituir una defensa contra el goce invasor y volver a encontrar un sentido a un mundo cuya significación se desmoronó permitiendo así la construcción de su delirio.

En muchos casos el diagnóstico lleva tiempo por lo que se hace necesario mantener la espera acompañándola de prudencia en las intervenciones como sostiene la autora Rubinstein (1999), esto requiere que el analista pueda tolerar sus errores y que esté dispuesto a redefinir la conjetura si aparece algo nuevo, saber que no se puede operar frente a un saber anticipado y de certeza, pero al mismo tiempo provoca a avanzar en el conocimiento y a intentar responder a los enigmas que la práctica genera.

Por otro lado, respecto del abordaje lacaniano respecto de la erotomania, podemos hacer referencia a su observación sobre la misma, publicada en 1932 con la tesis doctoral titulada “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”. En ella trabaja el caso Aimée, tomado como ejemplo para demostrar un caso de paranoia de autopunición. Sin embargo, seguidamente este diagnóstico es abandonado para reconocer en su fundamento una erotomanía.

En un segundo momento, Lacan aísla en el caso Aimée una "erotomanía homosexual" y una "erotomanía heterosexual". Puede observarse en su tesis el desarrollo de estas dos vertientes de la erotomanía. Por un lado, la que denomina erotomanía homosexual y que en virtud de su relación con las perseguidoras hace de Aimée una “auténtica erotomanía homosexual”. Por otro lado, una erotomanía platónica heterosexual vinculada a un personaje real.

Vale aclarar que la concepción de erotomanía que predomina en su tesis subraya sobre todo el aspecto platónico, es decir, que a diferencia de Clérembault deja de lado la cuestión de la sexualidad.

A partir del caso Aimée, Lacan plantea que la paranoia depende ante todo de una situación a la cual reacciona el enfermo con su psicosis, y del conflicto interior entre una inferioridad sentida y una exaltación reaccional del sentimiento de sí mismo, sin olvidar que este conflicto está exacerbado por las circunstancias externas. Toman preeminencia en el desarrollo de la psicosis, aquellas anomalías del comportamiento sexual, del papel electivo de algunos conflictos y de su lazo con la historia infantil, descubrimiento antes expuesto en los trabajos realizados mucho antes por Freud.

Colette Soler (2004) en su libro El inconsciente a cielo abierto de las psicosis, realiza una serie de observaciones acerca de la tesis lacaniana.

Manifiesta que es notable comprobar que para Lacan, hasta 1932, la erotomanía hacía referencia, al igual que Freud, a un problema de la libido. Aún no había elaborado la distinción entre el otro con minúscula del Otro con mayúscula, el objeto a, y la función fálica.

Por consiguiente, interpreta la elección de objeto por “la satisfacción encontrada en un platonismo radical”, manifestación de problemas de identificación sexual, que en relación al caso Aimée lo plantea como “la neutralización de la categoría sexual a la cual ella se identificaba”.

El desarrollo de sus teorizaciones permite arribar a las particularidades de la transferencia erotómana, dando cuenta de una “erotomanía mortificante” donde el objeto a se sitúa del lado del paciente psicótico, sujeto del goce. Conforme a la tesis de Lacan, se identifica el goce en el lugar del Otro. Pero se trata de Otro que no existe, y el paranoico lo hace existir como gozador a falta de una inscripción fálica.

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