Uno de los primeros textos de Lacan fue el ensayo La familia, donde se puede situar el lugar de la familia como institución de la cultura que acompaña la estructuración subjetiva y nos permite pensar la clínica.
Seis años antes de publicar el texto "La familia" (1938), Lacan se había recibido de psiquiatra. De ese tiempo contamos con la tesis Paranoia de autopunición: el caso Aimée. Además, dos años antes había presentado su trabajo El estadío del espejo como formador de la función del yo.
En el texto que hoy nos convoca, vamos a ir recorriendo el lugar de la familia como institución de la cultura que acompaña la estructuración subjetiva y nos permite pensar la clínica.
¿Qué lugar le damos a la familia desde el psicoanálisis?
La familia humana es una institución, y tiene un papel fundamental en la transmisión de la cultura.
Dice Lacan que la familia
“instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya causalidad es de orden mental. […] Los modos de organización de esa autoridad familiar, las leyes de su transmisión, los conceptos de descendencia y de parentesco que comportan, las leyes de la herencia y de la sucesión que se combinan con ellos y, por último, sus relaciones íntimas con las leyes del matrimonio, enmarañan y oscurecen las relaciones psicológicas”.
Lacan nos plantea en principio que la función materna y el sentimiento de paternidad exceden lo natural, la familia biológica, a tal punto que pueden ser reemplazados, como en el caso de la adopción.
Por lo tanto, los complejos, imagos, sentimientos y creencias serán abordados en relación a la familia.
El complejo del destete
Este complejo, que da lugar a los sentimientos más arcaicos y más estables que unen al individuo con la familia, nos dice Lacan que se integrará a todos los complejos posteriores.
Representa la forma primordial de la imago materna y se encuentra determinado por factores culturales, por lo que de ninguna manera responde al instinto.
El destete comienza con la introducción de alimentos. Constituye un trauma psíquico que tiene efectos, tal como lo corroboran síntomas como las anorexias, las toxicomanías o las neurosis gástricas.
El destete deja su huella permanente y se acompaña con una crisis psíquica: la aceptación o el rechazo del alimento.
Lacan nos plantea que el rechazo del destete instaura lo positivo del complejo, la imago de la relación nutricia que tiende a restablecer.
“El contenido de esta imago está dado por las sensaciones características de la primera edad, pero su forma no existe hasta el momento en que ellas se organizan mentalmente.”
Este es un momento anterior al objeto, un momento primordial, que sirve como modelo de las experiencias psíquicas posteriores y deja sus huellas. Pero estos contenidos no pueden representarse en la conciencia, son totalmente inconscientes y sólo se reproducen en las estructuras mentales de las experiencias psíquicas posteriores.
Por otro lado, como hecho estructural, el niño desde los primeros días reacciona frente a la presencia del rostro humano.
El complejo del destete con la entrada de los alimentos tiene su expresión psíquica en la imago más oscura de un destete anterior, más difícil, el de la separación del nacimiento, separación prematura en la que comienza un malestar que ningún cuidado materno puede compensar.
Del lado de la madre, en el amamantamiento, en el abrazo y la contemplación del niño, ella “recibe y satisface el más primitivo de todos los deseos”. La relación con la madre tiene conexión con lo más primordial del psiquismo, por eso su sublimación es dificultosa.
El psicoanálisis nos muestra que la tendencia a la muerte es vivida por el hombre como objeto de un apetito. El apetito de muerte podemos pensarlo en los suicidios bajo el modo de huelga de hambre o en los envenenamientos por toxicomanías.
Aunque se sublime la imago del seno materno, esta continúa teniendo un lugar psíquico importante.
El complejo de la intrusión
Este complejo representa la experiencia para un sujeto, en sus tiempos de constitución, de enfrentarse a que tiene uno o varios hermanos. Según su lugar en el orden de los nacimientos, puede ocupar el lugar del heredero o del usurpador.
Lacan toma los celos infantiles y nos dice que en su base no representan una rivalidad, sino una identificación mental.
Hace la experiencia con parejas de niños de seis meses a dos años, donde se puede comprobar un reconocimiento del rival: reacciones de provocación y respuesta; reacciones de alarde, seducción y despotismo, todas de valor imaginario.
Lacan va perfilando aquí la introducción de estadío del espejo, como correspondiente a la declinación del destete (cuando el niño comienza a tomar otros alimentos que la leche).
Hemos visto, entonces, el comienzo de lo que Lacan nos plantea en un texto que, a pesar de ser una de sus primeras elaboraciones, ha dejado huellas en toda la obra.
Plantea la familia como institución simbólica más allá de los cambios sociales al colocar el peso en la función materna y lo que llama aquí sentimiento de paternidad como lo que excede el orden de lo natural. No hay nada de natural en el hombre, ya que está atravesado por lo simbólico. Nos presenta el complejo del destete, que dando lugar a los sentimientos más arcaicos se integra y deja su huella en todos los complejos posteriores.
A la entrada del alimento le da el estatuto de trauma psíquico y de huella permanente con la posibilidad de aceptación o rechazo del alimento. Nos da ejes para la clínica en relación a los síntomas en la alimentación.
Hemos pasado también por el complejo de intrusión con la experiencia subjetiva de la presencia de un hermano. El rival, el compañero, el intruso.
Lacan nos brinda un punto para interrogar la clínica al decirnos que los celos infantiles en su base no representan rivalidad, sino identificación. Allí nos muestra toda la vertiente imaginaria.
Continuaremos con este texto en el próximo artículo, en el que veremos cómo Lacan toma el estadío del espejo, el drama de los celos, las condiciones y los efectos de la fraternidad.
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