La construcción es la elaboración hecha por el psicoanalista con el fin de volver a encontrar lo que el sujeto ha olvidado y no puede recordar, cuya comunicación al paciente actuaría en la cura paralelamente a la interpretación.
La cuestión de la construcción, a la que Freud dedica un artículo importante al final de su vida, puede dar ocasión a una reflexión de conjunto sobre la naturaleza misma del· proceso psicoanalítico.
En su artículo Construcciones en el análisis (1937), Freud recuerda que el analista desea, en su trabajo, levantar la amnesia infantil ligada a la represión, obtener «una imagen fiel de los años olvidados por su paciente>>. Pero precisamente porque este no puede rememorar todo, el analista se ve conducido a construir lo olvidado. El psicoanalista procede, dice Freud, como el arquéologo que reconstruye las paredes de un edificio de acuerdo con los pedazos de muro que permanecieron en pie, recupera el número y el lugar de las columnas de acuerdo con las cavidades del suelo, o restaura las decoraciones desde simples vestigios. Se ve lo lejos que esta metáfora nos puede llevar de la representación del trabajo psicoanalítico que tendríamos centrando las cosas en la cuestión de la interpretación. Esta, recuerda en efecto Freud, recae siempre sobre el detalle (acto fallido, idea perturbadora, etc.). y en ese mismo texto da el ejemplo de una interpretación que se había basado en la pronunciación de una letra en una palabra. La construcción, en cambio, buscaría reconstruir y luego comunicar al «analizado» un panorama mucho más vasto, «un período olvidado de su prehistoria».
Este tema de la construcción seguramente puede plantear problemas en la medida en que aparece sobre el fondo de preocupaciones técnicas que llevaron a privilegiar el <<análisis de las resistencias». Al principio de la historia del psicoanálisis, en efecto, el «material» parecía tener que estar siempre disponible para la interpretación, ya sea que volviese directamente en el recuerdo, o que, por ejemplo, se trasparentase a través de los sueños. Luego, el inconciente pareció en cierto modo «cerrarse>>. La resistencia, que traducía en la cura la represión del deseo inconciente, pareció más esencial, y así se pudo pensar que había que analizarla prioritariamente, corno si fuese la única vía de acceso al deseo inconciente mismo. El terna de la construcción parece desarrollarse en efecto sobre el fondo de esta decepción. En todo caso, atestigua una percepción de los límites de la interpretación. Cabe, por otra parte, lamentar que dé del analista la imagen de alguien que posee un saber sobre el analizante, cuando más bien el profesional analítico se sitúa en el punto donde lo que hace enigma debe ser recordado sin cesar, a fin de que el sujeto no se encierre en una representación coagulada de su propio deseo, que estaría más del lado del desconocimiento yoico que del lado de la irrupción de la verdad del inconciente.
EL EFECTO DE LA CONSTRUCCIÓN. No obstante, si se lo considera con más atención, el artículo de Freud sobre Construcciones en el análisis puede ser leído de una manera bastante diferente.
En efecto, el primer problema que plantea de entrada es el del a sentimiento del analizante. Freud parte de un reproche que se hace a veces al psicoanálisis, según el cual en la interpretación el analista ganaría siempre. Si el paciente confirma sus decires, sería porque ha descubierto la verdad, pero si lo contradice, sólo sería una denegación que probaría igualmente la verdad de lo que dijo.
Freud discute largamente esta crítica demasiado fácil. Según él, ni el «no» ni el «sí» bastan para procurar la verdad de lo que el analista cree captar, y que comunica al paciente. El «si» en particular puede testimoniar especialmente que «la resistencia encuentra su provecho en que tal consentimiento continúe ocultando la verdad no descubierta». De ahí la idea de buscar en otra parte una mejor prueba de la verdad de la interpretación. En este contexto, Freud se interroga sobre la construcción. Cuando el analista comunica una construcción al paciente, lo esencial, según él, es saber el efecto que esta intervención provoca. Respuestas como «nunca había pensado eso» representan las confirmaciones más satisfactorias.
Más generalmente, una interpretación se revela satisfactoria si permite la aparición de asociaciones nuevas, si vuelve a impulsar el trabajo del analizante.
Freud desarrolla entonces una idea que parece esencial, y que nos permite concebir la construcción de una manera totalmente diferente. Es por entero posible, dice, que ningún recuerdo venga a confirmar en los pacientes la exactitud de la construcción, lo que no la vuelve menos pertinente. Corno se ve, está lejos aquí de la idea de volver a encontrar a toda costa una «imagen fiel» de los primeros años de la vida. La construcción debe ser pensada entonces en un contexto totalmente distinto. Toma su valor en el análisis mismo, porque viene a ligar los elementos esenciales que se desprenden de él y que se actualizan en la trasferencia. Lo esencial aquí no es la exactitud del acontecimiento, sino el hecho de que el analizante perciba mejor lo que en su vida tiene valor estructural, lo que no deja de repetirse en ella, y que sin embargo hasta entonces desconocía.
Por último, si la idea de construcción conserva o recupera un valor para nosotros, es porque remite a la necesidad, para el analista, de encontrar en cada cura aquello que tiene esta dimensión estructural, en especial el fantasma fundamental que organiza la vida del sujeto. En este sentido, no hay discontinuidad entre la actividad teórica aparentemente más abstracta, por ejemplo la elaboración topológica de Lacan, y la elaboración que se hace en cada cura. Se podría decir, pensando en los anillos borromeos, que se trata en cada caso de marcar la manera en que vienen a anudarse estos registros esenciales para cada uno que son lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. Que el análisis pueda modificar algo de un anudamiento mal hecho: esta es la cuestión con la cual podemos concluir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario