Introducción.
En Introducción a la epistemología freudiana, Paul-Laurent Assoun se propone destacar la originalidad de Freud sin desconocer su filiación con la episteme de su tiempo. Esto supone “un enfoque genealógico de los modelos y de los referentes epistémicos de los cuales el saber freudiano toma su terminología y su conceptualización” (Assoun 2008,14). Freud subvierte el lenguaje de su tiempo y, en ese sentido, este trabajo se propone recorrer las tres nosologías freudianas tratando de situar qué particularidad lo lleva, en cada caso, a establecer las diversas clasificaciones y las variables que las determinan. A partir de dichos ordenamientos nosológicos se desprenden cuestiones que hacen al diagnóstico en psicoanálisis, y tornan como necesario el lugar del analista para ubicar la especificidad de cada caso.
Primera nosología (1894-1899)
El referente conceptual que orienta la primera nosología freudiana es el mecanismo psíquico: los cuadros en los cuales no opera la defensa se denominan “neurosis actuales”; y aquellos en donde sí “neuropsicosis de defensa” (Freud 1895).
Este primer ordenamiento surge del encuentro de Freud con el valor de la palabra que enferma, que produce síntomas. A su vez, la palabra se constituye, para el autor, en un recurso que permite tramitar el exceso que el síntoma conlleva, y en este sentido, muy tempranamente, Freud accede al estatuto terapéutico de la palabra. Dentro de las neuropsicosis de defensa reúne, como novedad, a la histeria junto a la neurosis obsesiva (que, a la sazón, se encontraban separadas en tanto división cuerpo/mente), y con ellas, las psicosis. Se observa que Freud no sólo toma en cuenta la sintomatología para producir los agrupamientos, sino que considera la etiología y el mecanismo como criterios fundamentales para establecer la clasificación. En este último sentido, neurosis y psicosis quedan agrupadas en un mismo conjunto.
Del otro lado, encuentra que ciertas patologías prescinden de la palabra para su conformación: “En su génesis faltan todos los complejos mecanismos anímicos de que hemos tomado conocimiento” (Freud 1916-17, 352). En efecto, los síntomas de la neurastenia y de la neurosis de angustia no poseen sentido psíquico alguno, “carecen de significado psíquico” (íbid.). Así, Freud concluye que los problemas de dichas neurosis no ofrecen al psicoanálisis puntos de abordaje.
Las neurosis actuales poseen un padecimiento silencioso y entonces serán un límite a la cura por la palabra. Sin embargo, bajo la noción de “neurosis mixtas” se anticipa muy inicialmente, un núcleo indecible presente en todo síntoma psiconeurótico, que dará cuenta, más adelante, de uno de los mayores obstáculos para la finalización de una cura.
Segunda nosología (1905-1923)
Hacia 1900, la escisión de conciencia en la histeria, se extiende más allá de la neurosis. Cuando Freud enuncia que el sueño es el síntoma de la persona normal (Freud 1900), pretende dar cuenta que todo sujeto se encuentra dividido entre lo que dice y lo que cree decir. Esta etapa, del Arte de la interpretación (Freud 1920), se caracteriza por el intento de despatologizar esta escisión de conciencia, haciendo de ella un universal. ¿De dónde parte la necesidad de una nueva nosología, una vez conceptualizado el sujeto del inconsciente, sujeto de deseo?
El “Arte de la interpretación” encuentra su límite en el detenimiento de las cadenas asociativas, que revelan al analista como obstáculo: la transferencia se anuncia en tanto que resistencia. Los Trabajos sobre técnica psicoanalítica (Freud 1911-1913) girarán en torno a examinar las dos vertientes de la transferencia: como motor y como obstáculo. Concluyendo que sólo es posible llevar adelante una cura cuando los síntomas cobran un significado transferencial: “La transferencia tiene esta importancia extraordinaria, lisa y llanamen te central para la cura, en las histerias, en las histerias de angustia y en las neurosis obsesivas que por eso se reúnen con justo título bajo el nombre de neurosis de transferencia” (Freud 1916-17, 404).
Ahora sí, podemos esbozar algo acerca de la necesidad de reformular la primera nosología: la transferencia se convierte en el referente conceptual que determina cuáles son los cuadros que quedan dentro y cuáles fuera del campo del análisis.
Este ordenamiento se sostiene en un segundo dualismo pulsional: Libido yoica –Libido de objeto. Mantiene a las neurosis actuales, agregando a la hipocondría; sin embargo, la división fundamental se halla entre las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas:
“Sitúo la diferencia entre esas afecciones y las neurosis de transferencia, en las siguientes circunstancias: en aquellas, la libido liberada por frustración no queda adscrita a los objetos de la fantasía sino que se retira sobre el yo” (Freud 1915, 193).
Las neurosis narcisistas conformadas por la demencia precoz, la paranoia, la manía y la melancolía, “no tienen ninguna capacidad de transferencia o sólo unos restos insuficientes de ella. Rechazan al médico, no con hostilidad, sino con indiferencia” (Freud 1916-17, 406). En este sentido, Freud señala que en las neurosis de transferencia nada empuja a revisar el estatuto del objeto (Freud 1914), precisa mente porque el neurótico mantiene el vínculo con los objetos en la fantasía. Pero además, cuando Freud señala la indiferencia frente al analista en las neurosis narcisistas, está ubicando un obstáculo inquebrantable, distinto de la transferencia como obstáculo en sus vertientes erótica y hostil.
Por otro lado, en las neurosis de transferencia, la libido admite una reversibilidad entre el yo y los objetos; a partir de la cual se explican diversos estados de la vida normal: el dormir, el enamoramiento y la enfermedad.
Entonces, si las neurosis narcisistas sí lo llevan a revisar el estatuto de la libido de objeto, es porque allí puede ocurrir que “…un determinado proceso, muy violento…” obligue a quitar la libido de los objetos. Y si la libido convertida en narcisista no puede entonces hallar el camino de regreso hacia los objetos, “es este obstáculo a su movilidad el que pasa a ser patógeno” (Freud 1916-17, 383). Freud nos presenta la posibilidad de que un sujeto quede encerrado en su propio narcisismo, sin encontrar la vía que lo vuelva a enlazar nuevamente con el mundo. Sin embargo, este estado que Freud describe y que se acerca a un cuadro melancólico, habitualmente se ve alterado por los intentos de restablecimiento o de curación propios de la psicosis. En este segundo tiempo restitutivo, ¿no cabría de esperar un lugar para el analista? Freud insiste en sostener que la resistencia en las neurosis narcisistas “es insuperable” (Freud 1916-17, 385), que son incapaces de transferencia. Entonces, la pregunta más bien sería ¿Cuál es el estatuto del objeto en la libido de objeto?
El destino diverso que encuentra la libido retirada de los objetos, consignado por Freud, puede sernos útil para esbozar una respuesta.
Neurosis de transferencia: la libido sustraída de los objetos del mundo es colocada en los objetos de la fantasía.
Neurosis narcisistas: es el yo quien la recibe, y a partir de allí la libido ve imposibilitada su regreso.
La transferencia se sostiene, para Freud, en un analista como objeto:
“En lugar de los diversos tipos de objetos libidinales irreales, aparece un único objeto, también fantaseado: la persona del médico” (Freud 1916-17, 414).
Freud señala que en las neurosis de transferencia no toda la libido pasa a los objetos, “la masa principal de la libido puede permanecer en el interior del yo” (Freud 1916-17, 379), se refriere a la misma cuestión cuando menciona que en el proceso de unificación de las pulsiones en torno a un objeto único total, ciertas pulsiones se relegan por inutilizables (Freud 1916-17).
En relación a la pregunta sobre el estatuto del objeto, Lacan señala que aquello que Freud nombra como libido de objeto refiere al objeto (a) (Lacan 1968, clase 10-1). Siguiendo esta idea, y tomando como referencia una de las tantas definiciones que Lacan hace del objeto a; podría pensarse que el sujeto de la neurosis es consecuencia de la pérdida que constituye el objeto a, pérdida necesaria para constituirlo en tanto sujeto de deseo. Por otra parte en las psicosis, bajo la forma del aforismo “el psicótico lleva la causa en su bolsillo” (Lacan 1967), Lacan puntualiza que tal objeto no pudo ser extraído.
Si la transferencia en la neurosis se propicia en un analista que, al encarnar ese objeto (a), correlativo de una falta, devenga objeto para la libido; en la psicosis ese lugar está colmado por el objeto. El problema de Freud con la psicosis fue, en parte, encarar la dirección de la cura con un dispositivo creado en base a la neurosis. Lacan recoge ese impasse y propone hacer lugar al decir psicótico desde una posición diversa. El analista no encuentra su lugar como causa pero sí como testigo, y desde allí, intenta hacerse merecedor del testimonio que da el sujeto psicótico sobre su saber hacer con el goce. En este sentido, la posición del analista, la de hacer lugar al decir de la psicosis, difiere completamente de la perspectiva de la psiquiatría.
Tercera nosología (1923-1939)
El tercer ordenamiento nosológico mantiene a las neurosis narcisistas, pero las separa de los otros dos conjuntos: las neurosis por un lado, y las psicosis por otro.
A esta altura, donde ya está establecido el segundo ordenamiento metapsicológico (ello, yo, superyó), explica cada grupo de acuerdo a un conflicto entre instancias:
Neurosis narcisistas: el conflicto es entre el yo y el superyó.
Neurosis de transferencia: se caracterizan por producirse el conflicto entre el yo y ello.
Psicosis: el conflicto es entre el yo y el mundo exterior.
La novedad freudiana, respecto a sus antecesores, reside en señalar que también en la neurosis hay pérdida de la realidad (Freud 1924). La diferencia con las psicosis radica en que en aquellas se produce una “obediencia inicial”, a la que le sigue un intento de huida: “La neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer saber nada de ella” (Freud 1924, 195) Mientras que en las psicosis la realidad se desmiente inicialmente. A esta huida inicial le sigue una fase activa de reconstrucción.
Sin embargo, señala que “tampoco a la neurosis le faltan intentos de restituir la realidad deseada por otra más acorde con la del deseo” (Freud 1924, 196). Así, la posibilidad de restitución la ofrece el mundo de la fantasía. Una vez más, el terreno de la fantasía separa el campo de la neurosis del de la psicosis.
¿Cuál es el vinculo que mantiene el neurótico con la “realidad”? En Análisis terminable e interminable Freud dice:
“el aparato psíquico no tolera el displacer, tiene que defenderse de él a cualquier precio, y si la percepción de la realidad objetiva trae displacer, ella- o sea, la percepción, tiene que ser sacrificada” (Freud 1937).
Allí donde se presume que el neurótico se vincula con la realidad de manera incuestionable, Freud viene a señalar que la realidad en la neurosis, es la realidad psíquica, que se soporta en una satisfacción pulsional anudada a la fantasía. Así, el sujeto neurótico sólo puede vincularse con los objetos que el mundo de su fantasía le provee.
Las nosologías: un saldo de saber.
Las transformaciones que van sufriendo las nosologías freudianas son producto del encuentro de Freud con diversos obstáculos en el terreno de la práctica analítica. Cada uno de ellos conduce al creador del psicoanálisis a reflexionar sobre los límites y alcances de su propia técnica.
El primer obstáculo lo constituye la angustia que, situada en los bordes de la experiencia, revela su condición de afecto que no en gaña (Lacan 1962-63). No sólo conduce a Freud a la creación de la “neurosis de angustia”, sino que introduce una problemática clínica que lo confronta muy tempranamente con los límites de la palabra, allí donde comienza a esbozarse la idea de un núcleo indescifrable en el síntoma de la neuropsicosis de defensa.
En un segundo tiempo, las neurosis narcisistas y su incapacidad para la transferencia, presentan una problemática que lleva a Freud a relativizar la defensa como única variable para un análisis, y cen trar sus reflexiones sobre el papel de la libido en relación al ana lista. Las neurosis narcisistas muestran, no sólo la dificultad que presentan ciertos cuadros para la transferencia, sino que a su vez, ponen al descubierto un resto pulsional que no puede ser tocado por el análisis y se presenta como un límite en la cura de la neurosis de transferencia.
Por último, al formular que también hay pérdida de la realidad en la neurosis, Freud está indicando que a pesar de estar separados en dos conjuntos de estructura diversa, neurosis y psicosis tiene algunas cuestiones en común. Respecto a la neurosis señala que “si la introversión designa el extrañamiento de la libido respecto de las posibilidades de la satisfacción real” (Freud 1916-17, 341), existe un camino de regreso de la fantasía a la realidad y es el arte. En este sentido, Freud está tratando de indicar que lo que más le cuesta al neurótico es transformar la realidad (psíquica), aquella que, soportada en una satisfacción pulsional, comanda su relación con el mundo.
En cambio la psicosis enseña sobre la posibilidad de “reedificar una realidad nueva” (Freud 1924); lo que en la neurosis implicaría
realizar una operación sobre el no querer saber de la castración. Increíblemente Freud ya lo tenía en mente, muy inicialmente, en Sobre la psicoterapia de la histeria cuando se refería a lo mucho que se adelantaba la cura si se conseguía transformar la miseria neurótica en infortunio corriente (Freud 1895).
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