domingo, 13 de septiembre de 2020

Coordenadas inestimables para una clínica psicoanalítica de las toxicomanías

1. Para Lacan, el fenómeno toxicómano se caracteriza por el uso metódico y ordenado de los diversos productos que materializan el efecto real de la ciencia sobre el cuerpo.

2. Siendo esto así, el uso de estas substancias tóxicas se convierte en objeto de una hipótesis que se inscribe en el horizonte de la llamada dimensión ética del goce.

3. Abordar la toxicomanía desde el punto de vista ético del goce del cuerpo lleva, ciertamente, a concebirla como un modo particular de satisfacción, diferente de la dependencia biológica propia de toda concepción moral, represiva y biologicista en relación al acto toxicómano.

4. Históricamente, las drogas son convocadas para responder a lo que las antiguas escuelas de pensamiento nunca eludieron como una de las propias leyes de su reflexión ética: la cuestión del goce del cuerpo.

5. Actualmente, la ciencia ofrece operadores químicos capaces de constituirse en reguladores de la economía libidinal misma, cuya única finalidad es extraer satisfacción en el plano del cuerpo. Esa sería la técnica de cuerpo que podría considerarse como un plus-de-gozar especial, en razón del modo de captación de los excedentes de goce generados por el uso de la droga y las parejas cínicas de la contemporaneidad.

6. Circunscribir el factor económico –o la dimensión ética del goce– presente en la relación del sujeto con la droga lleva a recusar toda concepción del acto toxicómano basada en la problemática noción de dependencia química, que se restringe al aspecto de reprensión o de desintoxicación vía abstinencia de las drogas, admitién- dose, por lo tanto, la originalidad del psicoanálisis y las consecuencias del deseo del analista frente a cualquier voluntad de obturar lo real por las falsas ciencias reclamadas en la orientación del tratamiento del uso de drogas en la contemporaneidad.

7. Finalmente, entre los puntos ya destacados del fundamental trabajo de investigación realizado por Jesús Santiago en La droga del toxicómano, encontramos, de modo inédito, las coordenadas para la extracción de un abordaje clínico propiamente lacaniano de la droga, cotejado con las proposiciones de Freud y los posfreudianos, que intentaran infructuosamente situar la distinción entre el objeto droga y el objeto «genital», recayendo siempre en la hipótesis de la toxicomanía como perversión.

8. Basándose en los escritos de Lacan sobre Psicoanálisis y Medicina, Jesús Santiago ilumina el hecho de que «la cuestión clínica de la droga expone, precisamente, la paradoja de la satisfacción extraída de un objeto cuya nocividad tóxica para el organismo la investigación científica se limita a repetir de forma monótona e indefinida. Esa paradoja consiste, pues, en que el sujeto no persigue, forzosamente, un objeto que le procura el bien» (Santiago, 2001, p. 147-153). Así, hay una diferencia en cuanto al objeto, puerta abierta a los gadgets, tal como es explicitado en la introducción al capítulo IX, objetos listos para gozar de forma muy particular, objetos que no siempre tienen un efecto de substancia actuando sobre el cuerpo, sino coincidiendo con la indiferencia en cuanto al objeto y toda la vertiente paradójica de la satisfacción de la pulsión y sus relaciones con el cuerpo.

Jesús Santiago, en el capítulo titulado «Voluntad de ser infiel al goce fálico», retoma la definición lacaniana de la droga formulada en la Cierre de las Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana (1975). Lacan establece una articulación precisa sobre el uso de la droga por el sujeto. Localiza la angustia en el momento en que el «hombrecito [...] se da cuenta de que está casado con su pija. [...] es lo que generalmente se llama pene o pito, y que se infla cuando se dan cuenta que no hay allí nada mejor con que hacer falo. [...] Pero –prosigue Lacan– si hay algo que en los cinco psicoanálisis está hecho para mostrarnos la relación de la angustia con el descubrimiento del pequeño-pipí [...], porque hablé de matrimonio, y todo lo que permite escapar a ese matrimonio evidentemente es bienvenido, de allí el éxito de la droga, por ejemplo, no hay ninguna otra definición de la droga que ésta, es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño pipí» (Santiago, 2001, p. 167 y ss.).

La discusión exhaustiva de la definición lacaniana de droga –«es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño pipí» (op. Cit.)–, esclarece la distinción entre goce masturbatorio, y sus vías autoeróticas, perversión y goce en la toxicomanía, situando la pista de Lacan para la castración como goce que libera, necesariamente, una angustia. La metaforización del Deseo de la Madre por el significante del Nombre-del-Padre –y las formas de carencia paterna que pueden producirse en esta operación lógica– sitúa la investigación sobre el fenómeno toxicómano en el terreno de la conceptualización de la falla, del agujero en el goce fálico, introducida por Lacan en el curso de su investigación sobre las psicosis. «Esa conceptualización sobre la exclusión del orden fálico en las psicosis es, inicialmente, formalizada por el matema phi sub cero [Fo]; y, para la falla de la simbolización del Nombre-del-Padre, Lacan propone la notación [Po]» (Santiago, 2001, p. 176). El trabajo riguroso de investigación de Jesús Santiago nos lleva de la mano hasta el núcleo de las interrogaciones lacanianas sobre las diversas condiciones en las cuales un término implicaría necesariamente a otro, y, en especial, las posibilidades de efectuar una ruptura con el goce fálico sin que haya forclusión del Nombre-del-Padre. Campo abierto a la investigación desde el momento en que, como analistas, estamos frente a los más genuinos fenómenos de la práctica de la droga en nuestro días.

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