En principio, sostener la presencia del analista en la virtualidad se sostiene en parte encontrándonos para compartir la experiencia del psicoanálisis.
Nos hemos enfrentado a la pérdida de nuestros consultorios y la pérdida del contacto directo con nuestros pacientes y verlos cara a cara. Como en todo duelo, hay aspectos que son sustituíbles o reparables y otras que no. Lo insustituíble en un duelo nos interpela a arreglárnosla con eso.
Para todos, la pandemia es una experiencia de castración. Nos enfrentamos ante la ausencia de respuestas satisfactorias por lo que está pasando. Ni las grandes potencias económicas ni la ciencia aún han dado una respuesta por lo que está pasando. Esto implica la castración del Otro y por lo tanto, la castración de todos nosotros. En los tiempos donde abundan las pantallas, notamos que las pantallas que velaban la muerte han caído. Frente a la castración y lo real, lo paradójico es que también podemos comunicarnos en pantallas como las de los celulares, que son hiperabundantes. Estas pantallas se utilizan para acceder a la realidad y para acomodarnos detrás de ellas. ¿Cuál es el lugar de la pantalla en la estructura del sujeto? Esto implica a los analistas reiventar el psicoanálisis, repensando el lugar de las pantallas en la estructura del sujeto.
Cambió la escena. Ahora, ¿Cambió el semblante del analista? Mi lectura es que no. El analista está y su emblante sigue funcionando, aunque no sin el esfuerzo por parte de analistas y pacientes. Para los pacientes, la pérdida del consultorio es también una pérdida del espacio de su intimidad y muchos están haciendo un esfuerzo para sostener la transferencia.
Ferenczi le escribió a Freud en 1930:
Querido amigo,
¡Fíjese, empiezo de nuevo por un acto fallido! Recién terminaba de releer su carta, me instalé para
escribirle, y he aquí que en lugar del “Profesor” veo de repente al amigo, ahí en el papel, negro
sobre blanco. Eso inmediatamente transformó de punta a punta el humor bien deprimido en el
cual me encontraba después que recibí su carta; y decidí dejar simplemente al acto fallido su valor
de signo de mis verdaderos sentimientos. (...)
Una carta, una superficie sobre la que se escribe, un analista que no está ahí... Y sin embargo, el inconsciente funciona y el analista está, aunque no esté en carne y hueso. ¿Pero dónde está? En el analizante. Para eso, hizo falta antes un tiempo en donde el analista estuvo presente, entonces la tranferencia, cuando está instalada, sigue funcionando. Esa superficie de es carta ¿Es tan diferente de la realidad que tenemos nosotros actualmente con los celulares o las computadoras? Estructuralmente no lo es, porque es una superficie sobre la que se dice y la que se escucha, todos requisitos fundamentales para la práctica analítica. Freud mismo se analizó con Fliess y muchos afirman que Fliess fue de alguna manera un analista que el mismo Freud instituyó allí al contrale sus cosas.
La superficie del sujeto es el yo. Esa pantalla está presente en el sujeto y la presencia del analista no deja de que ella esté. A veces, puede funcionar más como pantalla presente que con el celular. Todos hemos tenido la experiencia de que a partir de la terapia on-line les gusta porque pueden hacer desaparecer la pantalla, paradójicamente habiendo una pantalla. Este no es el caso de todos.
Al hablar del yo, también tenemos que mencionar los registros lacanianos. Lo imaginario, lo simbólico y lo real, en ese orden, es como está planteada este taller. La escena es del registro imaginario. El semblante está en el registro simbólico y la presencia, en el registro real., que también está cuando se habla desde las pantallas. Escena, semblante y presencia tiene un correlato del lado del paciente, que yo llamo la apariencia. Como pareja de la presencia del analista, vamos a tener la mostración, de lo que el paciente muestra sin palabras.
La apariencia es lo que se da a ver, lo que se muestra y es lo que recibimos en los primero tiempos de un análisis. Sabemos que hay un trabajo para que ese paciente se torne en analizante y es un punto en el que fracasan la mayoría de los análisis: un fracaso en el primer tiempo tan importante. Se trata del tiempo de las entrevistas preliminares y donde se juega la cuestión de la apariencia. El paciente también espera recibir del analista. Es un tiempo de testeo, donde el paciente pone a prueba a su analista y es un tiempo donde es importante la manera en la que entra el analista a al análisis.
A veces pensamos que el paciente entra y va a asociar, va a traer sueños e implicarse subjetivamente... No, a todos nos nosotros, desde analizantes, también nos costó llamar al analista y hubo un tiempo de preparación y de aprender qué es un análisis. El tiempo de la apariencia es también un tiempo donde predomina el sentido imaginario, cerrado, ideas prejuiciosas, ideas superyoicas.
Una cosa son los pacientes que ya venían y pasan a la virtualidad, pero otra cosa son los pacientes nuevos que llegan directamente por la puerta virtual. Tal vez esta se quizá se transforme en una modalidad frecuente: no podemos asegurarlos, pero lo cierto es que en otros países ya hay miles de oficinas vacías porque la gente no quiere volver a la presencialidad, ya sea por comodidad, costos, eficiencia, etc. Este es un debate que se está dando en el mundo y es lo que se debate actualmente. Ahora, esto puede tener desventajas, pues al capitalismo solo le interesa abaratar costos. Los pacientes que entran por lo virtual, ¿cómo hacer para entender la escena y ese sentido cerrado que trae el paciente?
En la presencialidad o en la virtualidad, tenemos que estar dispuestos a inventar, a improvisar, a dejarnos tomar por la situación y sus elementos.
En la apariencia, lo que se juega es el yo. El psicoanálisis lacaniano ha criticado a esta instancia, pero es algo fundamental. Está muy bien que se diga que el yo no es dueño de su propia casa, como dice Freud, pero el yo tiene que estar y es imprescindible para poder vivir y sostenernos en la realidad. Esa pantalla o superficie del yo, cuando falta o es frágil como en el caso de la esquizofrenia, el sujeto queda sin defensas frente a lo externo o a lo interno y vive un sueño estando despierto. El inconsciente lo bombardea permanentemente, pues no hay represión ni algo que le haga tabique. Son sujetos invadidos por miradas, por voces o por la realidad. Por eso hay que darle al yo la importancia que merece en la estructura y no es un objetivo del análisis deshacerlo, sino hacerlo poroso, flexible, que deje pasar el inconsciente y la realidad.
El yo a veces impide la presencia del inconsciente y llegar al inconsciente del paciente cuesta. Del lado del paciente, él puede sentir que no pasa nada, que habla y que no hay ningún cambio, que su consulta no tiene respuesta. Del lado del analista, puede no saber cómo intervenir o sentir que se aburre (angustia). La magia del analista ahí es vieja: la asociación libre. La asociación libre es explicada por Freud cuando dice que el paciente debe imaginarse sentado en un tren y mirando por la ventanilla y decir en voz alta todo lo que pasa ante sus ojos. El paciente no tiene ninguna obligación de seleccionar lo que pasa ante sus ojos, no filtrar ni elegir. La ocurrencia que aparezca en la cabeza, tiene que decirla.
Al hablar el paciente, de repente aparece una palabra que resulta extraña, un tono raro, diferente... Una intervención puede ser preguntarle qué se le ocurre con lo que dijo. ¿Qué es lo primero que se le pasa por la cabeza? Esto activa el pensamiento y el aparato cognitivo, que no qeremos que aparezca, porque eso filtra y selecciona. Tiene que ser algo simple, sencillo y espontáneo. La asociación libre cuesta, porque implica liberarse, pero es un entrenamiento que el analista le enseña al paciente y a no trabajar con el pensamiento, sino con lo que se le ocurre. El analista tiene que ver que mientras menos tenga que ver con el tema que está hablando, más disparatada sea la ocurrencia, más valiosa es. El paciente puede sentir vergüenza y ahí hay que escuchar, alentando a que el paciente lo diga como pueda y le salga. Esa es la puerta de entrada a la segunda fase del análisis, que es la del semblante. Antes, el analista no podía escuchar nada porque el paciente no permitía que se viera nada.
En cuanto el paciente se empieza aabrir y ve que son importante los sueños, que los actos fallidos no son azarosos y que son valiosos, empieza a funcionar la maquinaria del inconsciente, se puede desplegar el arte interpretativo. Cuando el paciente asocia, el analista no debe hacer ningún esfuerzo porque está ahí servido. Las asociaciones dan la pista por dónde intervenir: a veces es hacer una conexión entre una cosa y la otra y eso ya es una interpretación.
La etapa del semblante es este momento donde el analista está en el lugar de sujeto supuesto al saber. El analista se constituye como alguien que va a saber, que no va a juzgar y el inconsciente empieza a liberarse y a producir.
La tercera etapa del análisis, sin pensar en tiempos cronológicos sino lógicos, es la mostración. Es la mostración del objeto al cual el sujeto está ligado, aferrado, fijado. El objeto pulsional al que está atado y eso no se dice con palabras, sino que se muestra. La tarea del análisis es ir construyendo aquello que se llama fantasma. Los pacientes dicen "Le muestro...", "Mire esto...", "Ojo, eh...". Ese es el objeto mirada. En cambio, "¿Se escucha...?", "No le oigo" es el objeto voz. Ambos están en la virtualidad. También puede aparecer el objeto mierda cuando el paciente habla mucho de sus pertenencias, del dinero, del sostén, etc. O el objeto oral, que también aparece cuando el paciente busca ser aliemntado, cobijado... En este caso el analista debe cuidarse de no tentarse y no intervenir de una forma que sea fuera de tiempo.
En mis primeros tiempos de analista, un paciente vino insistiendo que tenía un trabajo muy bueno, que tenía mucha plata, que tenía varios autos, una linda casa. Ostentaba permanentemente del dinero que tenía. Yo mordí el anzuelo y le cobré una cifra alta. El paciente no volvió nunca más. Al tiempo, un colega me contó que tomó en análisis a este paciente y él, más advertido que yo, le cobró un honorario normal. Resulta que el paciente tenía una madre sumamente avara, nada de seno ni generosa. A lo largo de ese análisis ese paciente pudo hacer una trasmutación de esa pulsión anal y pasar de ser alguien avaro a ser alguien generoso. Hizo falta que el analista no mordiera el anzuelo de lo que él presentaba como un objeto brillante. Cuando algo se presenta demasiado brillante delante nuestro, hay que desconfiar un poco.
Nosotros debemos construir la relación a ese objeto mostrado y recién al final se va a poder intervenir con esto. Este paciente necesitaban que lo alojaran y ese fracaso significó para mí una gran lección. El éxito de un analista está en aprender de sus fracasos. Está bueno supervisar un paciente que se va para saber por qué se fue, qué pasó ahí.
Caso clínico: "La cenicienta"
Una paciente consulta luego de haber recorrido unos cuantos análisis. Consulta por una gran angustia desbordante, que se manifiesta como una gra dificultad para los lazos sociales, tener pareja, amigos. Está sumamente encerrada. Cuenta una historia de mucho sufrimiento. Ella era la hija menor de un matrimonio que tenía otras dos hijas y donde ella es la menor, con mucha diferencia de edad. Ella viene a ocupar un mal lugar en esta famlia, porque no era esperada y tiene un lugar de Cenicienta: un lugar de sumisión, encargarse de las tareas más pesadas de la casa, de usar la topa rota de las hermanas.
Sin embargo, ella es muy lúcida y culta y gracias a su yo fortalecido pudo sobrevivir. El yo ayuda muchas veces a sobrevivir a situaciones muy extremas, armándose ella una pantalla para defenderse de esa realidad. Ella logró avanzar, pero sabemos que lo rechazado retorna y en algún momento tuvo que encontrarse con la tarea de revisar todo lo doloroso que había reprimido sobre su infancia. Acá la angustia tiene un gran valor como señal en el yo. El yo es el almácigo de la angustia y el yo la registra como señal de que algo no va bien. Es por eso que para los analistas la angustia es un faro.
En este caso, la angustia era desbordante. La el modo en que la paciente relata su historia es muy caótica y la va presentando como piezas aisladas de un rompezabezas, sin conexión entre sí. En estos casos, hay que tener paciencia y no apresurarse en comprender que una parte iba con la otra. Ningún paciente viene con la historia clínica armada para que nosotros los entendamos.
Simultáneamente, en la transferencia comenzó a suceder que su malestar iba en aumento a medida que ella iba armando su historia. Esto es contrario a lo que uno espera. Aquí el dolor y la angustia iban en aumento y empezó a centrarse en la transferencia. Aquí está la segunda parte del análisis, el semblante del analista. Yo empecé a sentir que era una especie de torturador que la obligaba a contar cosas horribles de su vida. Me sentía culpable, un abusador, un maltratador. Abuso y maltrato eran los significante de su historia, por eso me ubicaba en ese lugar. Esto fue en aumento hasta que la situación se volvió muy preocupante. Ella se quejaba del análisis, de la transferencia, de que ella se iba mal. Le dije "Esta va a ser tu última sesión. De esta manera no te voy a seguir atendiendo, porque yo trabajo para ayudar a las personas y vos me estás diciendo que esto te está haciendo peor, que cada vez estás peor". Ella se quedó sumamente sorprendida. Se trata de un semblante de enojo y de corte, No fue actuada ni calculada, en parte respondía a algo real que pegaba en mi cuerpo. Cuando un analista se siente desbordado por una situación, tiene que intervenir y no dejarse desbordar, sino empieza a actuar de otra manera. Esta intervención fue un riesgo, pero ella escuchó que no había una situación de odio o rechazo hacia ella, sino que había algo en ella que era excesivo. Esto hizo un cambio radical en la transferencia.
Vino un tiempo de trabajo analizante de ella muy importante, de traer sueños e ir armando la historia pero apuntando al saber, ya pudiendo escuchar lo del sufrimiento. Por un tiempo, la cosa funcionó bien. La pandemia hizo que tuviéramos que pasar a la virtualidad. Toda la apariencia que ella mostraba era de alguien sufrido, como si fuera poca cosa y sin recursos, cuando los tenía, aunque no podía acceder a ellos.
En una de estas sesiones virtuales, en la casa de ella sonó insistentemente el timbre, al cual al principio no le prestó atención. Fue a atender y estando fuera de pantalla, logré escuhar una escena con quien luego me enteré que era el electricista, que había llegado en un momento fuera de lo previsto. Lo que se escuchaba era que ella despachó al electricista con mucha firmeza, diciéndole que vuelva mpas tarde. Vuelve a la sesión con cara de cenicienta y le marco cómo despachó al electricista. Esto nos tentó de risa a ambos y esto cambió la situación, pues pudo empezar a mostrar como esto de mostrarse como la pobrecita era una apariencia que a ella le servía mucho también.
Luego de esto conoció a una persona por internet y contrariamente a lo que habían sido sus relaciones previas, donde ella quedaba en un lugar de sometimiento y sumisión frente al hombre, paso algo diferente con esta nueva relación. Pudo empezar a jugar con la sumisión en lo sexual, haciéndose amar por este hombre. Además, mi semblante de maltratador pasó a ser semblante de ideal. Todo esto de la sexualidad ella no podía decirlo ante mí porque le daba vergüenza. Una vez ella me marca que tenía una alianza. Le dije que siempre la tuve y ella me pregunta si estoy casado, si tenía hijos, cuántos tenía... Yo le iba a responder, pero ella pidió que no le dijera nada, que era importante para ella no ocultarse como hacen todos los analistas. Los analistas de niños están muy acostumbrados a estas preguntas y en este caso yo entendí que era importante responderle. Es a partir de eso que ella pudo empezar a contar todas esas escenas eróticas que se jugaban en su fantasía y que pudo poner a jugar con esta pareja. En algún momento ella pudo confesar, con mucha vergüenza, que sentía cierto goce por ser humillada por el otro.
Pregunta: ¿En qué casos las intervenciones tienen que apuntar a fortalecer el yo?
G.S.: El yo se fortalece cuando nosotros podemos ubicar al sujeto y su lugar deseante. Cuando escuchamos en un sueño, podemos ubicar una serie de cosas, como el aspecto deseante en el sueño. El tema es que el yo le dé más lugar al sujeto y eso fortalece al yo, en términos del psicoanálisis: que el sujeto confíe en el inconsciente, reconociendo lo subjetivo deseante. Cada vez que marcamos un paso, una salida de la inhibición, una superación de síntoma remarcado, el yo va tomando esas cosas.
Pregunta: ¿Es más débil la transferencia por medios virtuales?
G.S.: No se pueden hacer generalizaciones, pero diríamos que no. Muchos pacientes dicen que no quieren saber nada con la tecnología. O que extrañan el consultorio, que no es lo mismo... A veces hay que inventar y buscar maneras de que el paciente asocie. Hay que tener una actitud muy activa los primeros tiempos.
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre la atención virtual con imagen o solo llamada?
G.S.: Hay que utilizar todas las herramientas de la tecnología que se tengan. El teléfono de línea también está ahí. La voz es importantísima y hay muchos que prefieren la llamada telefónica.
Fuente: Taller Clínico Virtual en la Institución Fernando Ulloa "Presencia del analista ¿Cómo sostenerla a través de la virtualidad?" a cargo del Dr. Gustavo Szereszewski del sábado 5 de septiembre de 2020.
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