Tanto Freud como Lacan sostuvieron que en el origen estuvimos míticamente unidos a un Otro impersonal. Venimos al mundo de a dos, ese es nuestro Eros y de eso se trata lo incestuoso en una relación. El incesto no se trata del relato edípico, aunque Freud se haya servido de ese mito para después transformarlo en un complejo, afirmando cosas que con palabras no se termina de decir. Lo incestuoso no es que el niño se acueste con su madre. El incesto (en el cesto) implica en el origen, volver al útero. De eso nos tenemos que separar para poder armar una pareja y no de mamá y papá como roles o personas.
Esto de volver al origen nos anoticia que fue necesario tramitar un duelo primordial para poder ensamblar con otros semejantes sin la locura que emerge de la necesidad imperiosa de volver a ser uno con el otro impersonal.
El amor en tanto philia es el amor filial, el amor que causa alegría. Se trata del amor mutuo entre padres e hijos, con amigos.
El ágape es un amor que no tiene que ver con los griegos, sino con los romanos. Un dialecto arameo comenzó a decir que Dios es amor, que amaos los unos a los otros… De esto se sirve el mito de Aristófanes, el mito de los andróginos del que se sirve Lacan para hablar de la transferencia. Volver al origen implica la alegría de estar juntos para siempre fusionados, que nada nos falte y que esto consiste en ser feliz. la felicidad aquí está tomada como unión, la fusión, la perpetuidad. Este mito nos da una pista de por qué el amor enloquece.
¿Qué significa que Dios es amor? Tenemos la necesidad de estar completándonos permanentemente como si al ser le faltara alguien para ser perfectos y felices. En el Malestar en la cultura, Freud dice que la felicidad es una cuestión de economía libidinal. La búsqueda de la felicidad es la pasión del ser de volver a la unidad y a la completud, evitándonos el sufrimiento del desamparo. El tema es que en esta completud se desdibuja el origen del amor y de su definición: el amor es la falta, el deseo.
Nadie que esté completo puede salir a buscar lo que le falta. Ahí está el problema, pues el ser humano en la búsqueda de la felicidad se encuentra con que lo que está tratando de evitar es el desamparo y la muerte, que es nuestro único destino desde el momento de nacer. Nos pasamos la vida intentando evitarla, como si eso fuera posible. Encontramos elementos sustitutivos, no para ser felices, sino para no morirnos. De esto nos enteramos después, por eso el amor enloquece.
Cada vez que el sujeto supone encontrarse con ese objeto que le faltaba, ante la desesperación de la búsqueda de la felicidad, lo toma como propio. Ahí es donde el desencuentro empieza a chillar a la manera del síntoma.
Cuando hablamos de parejas, tenemos que pensar los tres tiempos en que se van armando.
El instante de ver al otro, al partnenaire, que queda cristalizado como el amor de su vida.
El tiempo de comprender que ese ideal no existe, que lo anterior es una idealización del amor. El otro es un desconocido a conocer.
El tiempo de concluir es aceptar que ese otro no es el ideal que me completa, sino que será un otro totalmente distinto de lo que imaginé en la foto, pero que voy a tener que construir lo que me falta para vivir mejor o para ser feliz.
La felicidad exige instantaneidad y lo que se vive en un instante no puede ser perfecto ni dura para siempre. Esta ilusión no tiene relación alguna con la castración. El no-todo que la castración anuncia debe ser interiorizado en la relación de pareja, porque sino nos quedamos con esos finales míticos y románticos de muchas películas.
La verdad del amor, desde Sócrates, tiene que ver con lo que falta. Es encontrarse con alguien que done su falta en ser que se encuentre en un instante con el otro que done su falta, su carencia en ser para fundirse un instante con el otro. La alienación es la superposición de dos faltas: la falta del deseo y de la falta de la demanda.
Deseo del Otro por tener un hijo, demanda del Otro para que ese hijo advenga al mundo. Esas dos faltas se superponen y alojan a un sujeto venidero. En ese agujero de la falta en la demanda, que son dos superposiciones de cadenas significantes, hace que el Otro done una falta.
Cuando se produce la separación para que el otro exista como otro, estas dos cadenas se separan: la cadena de la demanda y la cadena del deseo. Estos dos significantes van a ser lo que ponen circular ese vacío y van a salir a buscar otros agujeros. Ese es un ser deseante.
Cuando al sujeto se lo toma como objeto, no hay alojamiento en el vacío. En la separación de estas dos cadenas se produce un desgarro, sumergiendo al sujeto en la desesperación, que busca llenarse.
Cuando los griegos comenzaron a organizar al matrimonio como institución,el promedio de vida era de 35 o 40 años. El matrimonio era para siempre. La homosexualidad de las guerras de los griegos permitía ayudarse por amor. Ganaban sus guerras ayudando al otro, defendiéndolo del enemigo. Cuando volvían de la guerra, los griegos tenían que procrearse. Elegían a una mujer para tener hijos, tener una familia y eso era para siempre. Y “para siempre” era de los 30, 35 años para morirse a los 40.
Hoy en día no podemos pensar que podemos seguir sosteniendo eso, porque el amor no dura para siempre. Convivencia y amor no son lo mismo, sostener eso es desconocer el deseo. El psicoanálisis intenta, en la clínica de parejas, deconstruir la creencia cultural. Sin importar el género, nos importa interrogar a los miembros de una pareja si pueden estar conviviendo a partir de un punto que los une y no a partir de toda la unión de las dos personas.
El enloquecimiento del amor ocurre cuando alguien espera todo del otro. LO que uno pide no es lo que el otro da, porque lo que los unió fue un significante (no una palabra), como una mirada, un gesto, su forma de actuar con la gente, su intelectualidad… Nunca es todo del otro que enamora. Esa es la diferencia entre tolerar al otro o respetarlo.
La tolerancia nunca es amiga del amor, tolerar es soportar al otro, haciéndose cargo del peso que tiene el otro y que uno eligió, aún sin darse cuenta. En la pareja es necesario este darse cuenta, que se transforma en un conocer al otro: el otro es alguien distinto a quien yo imaginé y no tiene por qué serlo. Ese es el respeto por la diferencia, asumir la castración en la pareja y que no todo es posible en la vida.
El amor, para no enloquecer, necesita tiempo. Freud dice, en El malestar en la cultura, que el tiempo es una tensión energética entre el proceso primario y el secundario. Freud habla de un tiempo como kairós, un tiempo como acontecimiento de que algo se produzca. Ese algo que se produce es el vacío, por lo que dar el tiempo es hacer el amor, dar la falta. Cuando le damos el tiempo y hacemos algo, es que hacemos el amor.
Los tiempos en que vivimos son propicios para la locura, pues se trata de un tiempo de metonimias, sin pausas. No hay tiempos para detenerse, pues algo del significante del Nombre del Padre falta a la cita. El NDP es un significante, no un señor. Se trata de un significante que nos unariza y nos singulariza a lo largo de la vida. Por eso es necesario conocer al otro del amor para ver cuál es su singularidad y no atropellarlo con lo que él debería ser para hacerme feliz.
El significante del Nombre del Padre es un donador de tiempo, de espera. Guía al sujeto para tolerar que el tiempo de plenitud tiene un fin. Este significante unario, cuando está al alcance del sujeto, borra las huellas del Otro primordial, de ese Otro que al sujeto le hace creer que cuando lo trajo al mundo, nunca le iba a faltar.
Es un Otro impersonal y no la mamá o el papá que se tuvo en la casa. Ese Otro está en nosotros desde la constitución subjetiva y el yo es un Otro, porque la función viene de afuera en el tiempo de la alienación y la primera separación es de ese campo. Cuando uno sale de ese campo, lo hace con un significante que el Otro le oferta en su falta y se empieza a apropiar de ese rasgo singular que orienta en la búsqueda del deseo.
En El malestar en la cultura, Freud nos dice que el humano busca sustitutos de la felicidad por no poder encontrarla: son muletas o distractores, como los narcóticos, las satisfacciones sustitutivas que tienen que ver con la sublimación. El tema es que una persona no puede ser sustituida por otra. Cuando esto ocurre, empieza una cadena metonímica en la bpusqueda desesperada de encontrarse con esa otra mitad que falta para ser feliz. Cuando la pulsión está desamarrada de ese significante que lo unariza, empiezan las impulsiones y ahí está la locura.
La impulsión no pasa por la represión. Freud se refirió a las impulsiones como proto pulsiones, que están en el origen de la constitución psíquica. Allí, los tiempos de la pulsión (vuelta sobre si mismo, transformación en lo contrario, represión en el tercer tiempo y sublimación). Cuando la represión no llega, tenemos que las impulsiones chocan contra el cuerpo y hace la transformación en lo contrario. El amor, por ejemplo, se transforma en odio. Eso que se quiso tanto puede ser destruido, o a otras personas. Hay casos donde las madres dañan a sus hijos para dañar al marido. Esto, en algún momento, fue amor.¿Qué pasó luego? La locura.
Caso clínico.
A., profesional, viene muy preocupada a la consulta, preguntándose si es verdad que el marido B. la ama. El marido le pide que cumpla sus fantasías sexuales. Él le dice que se va a dar cuenta del amor que ella le tiene si se acuesta con otro hombre mientras él observa. Ella se negó durante muchos años y él respondió enojado, retirándole la palabra.
Ante la angustia de ella, él le da una pista: debe acostarse con otro hombre para dar la prueba de amor. La analista le pregunta qué más le va a pedir después de esto. A. le pide a la analista que B. asista a la consulta. La analista le pregunta a B. si no tiene miedo que A. se enamore del hombre con quien haga el amor. ¿Qué pasaría si ella descubre que el otro hombre es mejor? Él dice que eso no es posible, pues el marido es él.
Podés seguir siendo el marido, pero no te va a amar a vos - le dice la analista -Vas a atenerte a las consecuencias.
El marido reacciona mal a esto y le dice a A. que la analista es bruja, loca, que le llena la cabeza de cosas raras. Él no accede a seguir viniendo, pero por mucho tiempo no le vuelve a pedir a A. que cumpla sus fantasías, pero empieza a tener una suerte de persecución. Le dice a A. como debe ir vestida. B. no es profesional, le hace hacer operaciones estéticas para verse más linda, la acusa de estar encontrándose con otros hombres… La enloquece y no hay maneras que ella no pueda decirle que eso no era así. Ella es un objeto de su capricho.
Repentinamente, él le propone casamiento. ¿Puede ella ser sujeto en esta locura que tienen? Ella accede para no quedar en el desamparo. Luego de la fiesta de casamiento, él la empuja a que ella tenga relaciones con un primo, utilizando el vestido blanco. Ella no accede, entonces empiezan las consecuencias graves.
Eventualmente, él logra que ella se acueste con otro hombre, mientras él participaba mirando. Ella le dice al analista que nunca había conocido a un hombre que la cuidara tanto. Este hombre desconocido se había dado cuenta de la situación y le dijo que se quedara tranquila, que él no iba a hacer nada que ella no quisiera, que iba a terminar enseguida, que la dibuje.
Ese acto de amor genera un proceso de separación donde él la enloquece. Él se va de la casa y no hay manera de que ella pueda ejecutar el acto de separación porque tiene miedo de quedarse sola, de que nadie la quiera. A. no puede hacer nada sola, ni ir al banco. A ella le dijeron que la vida es en pareja con el marido; no es sola ni con otro.
Esta creencia de que la mujer solo puede ser feliz mediante la vida en pareja echa por tierra todas las creencias culturales y por suerte hpy se las cuestiona. Hay creencias que no se pueden deshacer con los cambios culturales, por eso el amor nunca pasa de moda.
En el tratamiento de pareja y familia, deberíamos apostar a la singularidad, a ese donador de espera, a que surja del sujeto un significante que le permita sentir que puede estar solo y que elige estar con el otro por algunos aspectos que ese otro tiene.
No necesariamente la pareja conyugal va a hacer que el sujeto sea feliz. Y la felicidad hoy en día es casi obligatoria, la tristeza es una mala palabra. Pero tenemos que estar tristes si atravesamos una desilusión o un duelo. El dolor de haber creído que la vida era de una manera que no es demanda tiempo y que a veces se esté triste.
Quizá haya que hacer como Samuel Beckett:
“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.
Hay parejas sintomáticas, donde el otro funciona como travazón entre el deseo y la defensa de ponderse a trabajar para sostener el deseo. ¿Qué tipo de pareja se tiene? ¿Qué pacto fantasmático se armó entre ellos? ¿Se eligieron por apoyatura, a la manera de una relación anaclítica? ¿Qué pasa si el otro se va? ¿Qué se hace con la pareja real, más allá de la imaginaria?
En el artículo de Pegan a un niño, Freud establece la correspondencia entre ser pegado por el padre con ser amado. Vemos parejas que se sostienen juntas en la pelea. Son tratamientos muy difíciles (o infructuosos), porque el pegarse es la manera que tienen de tenerse. Hay algo del masoquismo originario que es difícil de reciclar. Recordemo que el masoquismo no necesita del otro, en cambio el sadismo sí. Como la pulsión se satisface aún en el síntoma, el masoquismo es terreno fértil para que las parejas se mantengan unidas, peleándose todos los días. En estos tratamientos, la pareja debe ser tratada de manera individual.
Celos. La palabra viene de celosías, que son las ventanas de las casas en las ue uno mira de adentro para afuera, pero que de adentro no se puede ver. El celoso mira un lugar que no puede y quiere ocupar. El celoso quiere todo de su pareja y eso no es salud. Los celos son un gasto de energía inútil, según Freud. Los celos no son con una determinada persona, sino con determinadas posiciones que alguien ocupa respecto a otra persona.
Se pueden celar amigos, a la pareja, a los hermanos... No es con la persona, sino con la posición que el celoso ocupa o cree que debería ocupar para el otro. Ñps celos son de estructura, no se pueden evitar totalmente, pero si atemperarlos. Hay que trabajar la exclusividad que el celoso le pide al otro.
Fuente: Notas del Taller clínico "¿Amores? Locos ¿Qué amor?", a cargo de Lic. María Marta Depalma. Parte 2, 9 de enero de 2021
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