La época actual exige revisar los conceptos, pues la subjetividad presente amenaza con arrasar la ética del analista. Es un mundo donde todo es posible, donde la ciencia avanzó de tal manera que tiene las respuestas a todas las preguntas. El analista, sin embargo, se encarga de aquello que no tiene respuesta. Esto es lo que hay sostener a lo largo de un tratamiento, que el sujeto no dé una respuesta rápida. Esto va en contra de la subjetividad de la época, donde las cosas se quieren ya.
Tener una pareja no implica estar enamorado. El amor puede correr por la lógica del tener y así, tener una pareja de cualquier manera. Todas las parejas que funcionan como tal, tienen un costado renegatorio, que es el amor. De lo que se reniega es que el amor no está en la lógica del tener, sino en la lógica del encuentro, que a su vez es un desencuentro.
El nudo borromeo anuda de forma trivial (sin la importancia de uno sobre otro) los tres registros: real, imaginario y simbólico. Los tres tienen el mismo valor y los tres anudados forman la estructura neurótica, sostienen la mentalidad neurótica. Los sostiene un vacío y ahí tenemos una neurosis de transferencia. Estas presentaciones casi no aparecen en la clínica actual, porque el amor es el que funda una neurosis de transferencia, como las que describe Freud cuando funda el psicoanálisis.
¿Qué es una neurosis de transferencia? Una neurosis en la que:
- Hay un síntoma, que es una formación de compromiso entre el deseo y la defensa;
- Hay una pulsión que hace un recorrido por los objetos de la pulsión: objeto oral, anal, mirada, voz.
- Hay un cuerpo imaginario que se refleja en el espejo, pero no hace Uno con la imagen alienada del espejo (cuando esto pasa, surge la agresividad con el cuerpo unificado del otro). Aquí se forman las parejas, en un imaginario pleno donde alguien encuentra lo que le falta.
El registro de lo real siempre insiste en mover la estructura, irrumpiendo con cosas de las que uno no quiere saber. Lo real molesta, chilla, mueve a los demás registros. Pensemos que el otro miembro de la pareja también tiene sus agujeros y sus nudos, armados de alguna manera. Cuando se impone desde lo social que la completud es lo que sirve a la felicidad, está la ilusión de armar uno solo a partir de dos. Podemos ir a la leyenda de los primeros humanos con 4 piernas y 4 brazos, que Zeus separa.
Podemos decir que los personajes de esta leyenda no hacen un duelo y que esa separación queda ahí suspendida. El duelo por la eparación de nuestro originario, de nuestro otro auxiliador (como dice Freud en el Proyecto) es fundamental para poder encontrarnos con otro semejante y que no nos complete. El duelo fundante es la separación del Otro primordial, del Otro que nos da la vida. Resulta que venimos al mundo de a dos, por eso el amor siempre se asocia con el dolor: el amor existe en tanto haya separación del cuerpo del otro y eso amerita un duelo. El duelo implica dejar ir, soltar... y volver. Volver a encontrarnos con eso que se supone que tuvimos en algún momento y que lo perdimos.
En la época actual, el duelo tiene mala prensa, así como también la tristeza ni la angustia. La ciencia se encargó de solucionar estos problemas con medicamentos. Si un sujeto no puede arriesgarse a estar triste porque perdió un amor, tampoco va a soportar que el amor se le vaya. Se dice frecuentamente que hay que tolerar al otro, pero se olvidan que la tolerancia invita a la ira, a la violencia, porque la tolerancia es soportar. Es necesaria la aceptación de la diferencia del otro cuando cae el enamoramiento.
Dos personas se encuentran por las razones más inverosímiles. Hay un momento del amor, según Freud, donde el encuentro parece posible. La fascinación y la idealización del cuerpo del otro es recíproca. Coinciden en todo, hacen todo juntos... ¿Cómo es posible esto? En cierto momento, el enamoramiento cae. Si el sujeto se queda en ese lugar, empieza a desubjetivarse, porque depone sus ideales en el enamorado y deja de estar tomado por sus propios títulos, rasgo y marcas. El enamorado se mimetiza y desaparece en los brazos del otro. Entonces en los consultorios escuchamos cosas como "Yo querría estudiar, pero mi pareja no me deja", como si uno tuviera que pedir permiso para continuar haciendo su vida y siguiendo a su deseo. Estos movimientos que ocurren dentro de en una pareja causan tensión y enojo y éstos son necesarios para que caiga el ideal y haya una oportunidad para el amor.
El amor no es desde el principio. El tiempo de conocer a una pareja responden a los tiempos de la subjetividad: tiempo de ver, tiempo de comprender y tiempo de concluir. El amor está íntimamente relacionado con el tiempo y esta es una coordenada que no se puede agarrar. Nosotros tenemos tiempo cuando lo damos, sino el tiempo no existe. Sin hacer el don de tiempo, no hay tiempo. Nuestra sociedad actual es la del rendimiento: el hombre tiene que producir para encontrar la felicidad, que no está muy en claro qué es. Lo que sabemos es que hoy la felicidad se ha convertido en obligatoria y es a cualquier precio. Por otra parte, vivimos en un mundo de gente deprimida, melancolizada, agobiada, explotada. La pareja y el amor entraron bajo esa égida: la explotación de la pareja. Entonces escuchamos de parejas que hace 6 meses que alen y se van a vivir juntos porque a uno le venció el contrato de alquiler. Actualmente, no existe más el noviazgo, que era para conocerse y armar un proyecto de convivencia. Hoy en día, a algunos les alcanza con llevarse bien y tener buenas relaciones en la cama.
Cuando el enamoramiento cae, aparecen todas las manchas de cada uno, las diferencias, que pueden ser buenas o malas. Empieza a generarse una tensión agresiva, donde la especularidad los remite a la época del estadío del Espejo donde la formación del yo estaba dado por el Otro auxiliador y sostenido por la palabra. Cuando cae el enamoramiento, la palabra ya no sostiene a la relación. Ante esto, algunos intentan probar con otra pareja donde se supone amor, que reinicia el círculo de repetición de lo mismo.
Lo que no se soporta, justamente, es que el otro sea... otro. El mercado tiene una oferta increíble para que haya otros otros, todo el tiempo. La soledad de las masas se reúne en aplicaciones, pero los tiempos los tiene que poner cada quien. Conocer al otro es conocer lo que no anda y ver qué se hace con eso. El amor, además de ser un vacío fundante, es un alojamiento donde el otro puede sumergirse, confiar y esperar que al otro le pase lo mismo. El amor no es el encuentro con el objeto que a uno le falta, sino el encuentro con lo incierto de la vida, con la ganas de seguir apostando a esa persona.
El amor no es sinónimo de sacrificio, tampoco de dolor, aunque viene asociado a él, porque para que haya amor nuevo, tiene que haber habido un duelo, una separación de los padres. El encuentro amoroso no totaliza ni unifica. No se puede saber todo de la pareja, ni dominarlo: eso raya con la locura. Freud decía que los celos vienen con el amor, que tienen que ver con ubicar la mirada allí donde a uno le gustaría también estar. Hay celos normales, como querer saber, pero privarse de preguntar y saber es algo del orden de la neurosis bien armada.
¿Qué arma las cuerdas en la estructura? La función paterna. La función materna aloja en ese vacío fundante para qye después el sujeto pueda salir deese lugar tan acogedor a buscar lo que ya no tiene, el lugar en la madre. El ordenador y orientador de esa salida es la función paterna. Cuando el amor falta a la cita, la carencia de las herramientas subjetivas están a flor de piel. Aparece la ira, la violencia contra todo lo que el otro intenta hacer con uno y que no puede alojar por lo haber sido alojado en el amor. Son casos donde se desconfía del significante del amor, no hay posibilidad de tener encuentros amorosos con amigos, pares del trabajo, además de la pareja. En el caso de la relación erótica hace la diferencia, porque el encuentro con los cuerpos compromete el vínculo de una manera especial. El encuentro con los cuerpos también está presente en la madre y el niño.
Hay gente que no tienen dificultad en el tiempo separarse y la distancia es subjetiva. Hay colapso de los encuentros amoosos y estas consecuencias se vuelcan sobre los hijos. Cuando una madre no está separada de su propia madre, tampoco puede alojar a un hijo en nombre del amor que le tiene a su pareja. Se escuchan casos donde una madre no quiere donarle el hijo a su marido, sino a su propia madre, de manera que el papá del niño empieza a celar el lugar que el niño ocupa para su mujer, sin saber que su mujer lo tuvo para su propia madre o padre. Estos son algunos enredos del amor.
La época actual también reniega sobre el tiempo biológico para tener hijos, como en el caso del congelamiento de óvulos. Hay un apuro que debe ser separado de la función de la prisa: la función de la prisa en un análisis en una prisa nos orienta a la angustia. El sujeto humano es el único que al nacer sabe que se va a morir. La oferta de la ciencia nos permite negar permanentemente hasta que la biología dice basta.
Las parejas y el nudo borromeo.
En el registro imaginario, Lacan ubica al cuerpo y al amor. El cuerpo se va formando con la imagen que devuelve el espejo, que tiene algo que no es especularizable, que no se logra ver por la madre ni el sujeto. Eso se llama -φ y es la reserva libidinal operatoria a cargo del sujeto. Cuando me dirijo al cuerpo del otro, hay algo de su cuerpo que se me escapa y por eso me puedo enamorar. Sino, es lo mismo un robot, un animal o una persona. Cuando se trata de una relación imaginaria, de yo a yo, nosotros podemos ubicar en el nudo lo que ocurre en las parejas.
La intersección del registro imaginario con el simbólico ubicamos el sentido, que es el usufructo del cuerpo. Cuando eso se transforma en padecer, es mortífero. Tiene que ver con los sentidos: la mirada, la voz, el contacto con la piel... En esa interseción, cuando el imaginario está completo, aparece la idealización, la ilusión de la pareja completa.
El agujero de lo simbólico, está el significante unario, el S1. Ese significante nos unariza, nos nombra como sujetos. Nos pone en órbita de la función paterna. Es el potencial borrador de las huellas del Otro. Nos unifica, pero a la vez no nos homogeneiza, porque es un significante (y no un significado). Se trata de un agujero que no puede ser llenado y ese significante nos permite partirnos como sujetos. En esa división, el sujeto habla pero no sabe lo que dice. Algo le viene de otra escena, la inconsciente, como decía Freud. El significante unario borra lo que viene del Otro, para poder apropiárselo. Por eso unariza. En este lugar aparece la muerte como lugar de deseo, en el sentido de que no todo es posible, no todo es completo y no se puede decir todo del otro ni de uno mismo.
Lo real tiene su agujero que es el falo. En la intersección del registro simbólico con el registro de lo real está el goce fálico, que es el goce de la palabra. El destino de la pulsión es recortar zonas del cuerpo para poder gozar de la vida y de dese cuerpo. No se goza del cuerpo completo, como en la perversión, sino de las zonas erógenas que la pulsión va recortando para que caiga el objeto y aparezca un agujero. La anatomía es el destino de la pulsión y eso no tiene que ver con los genitales ni con los géneros. Cuando se trata de la intersección de lo simbólico y lo real, tenemos amigos con derechos. En realidad, en este lugar del nudo está el síntoma, por eso esos amigos con derechos sufren justamente no saber cuáles son esos derechos y por eso chillan. La meta amistad, decía Freud, es diferente a la de la pareja porque es de meta inhibida, es decir, no llega al cuerpo. ¿Se puede ser amigo de la pareja? El discurso de la amistad no es el mismo que el discurso erótico.
Cuando el agujero de lo real se hace cargo de aparecer, rompe la vida eterna. En lo real está la vida eterna, el organismo que no sabe de morirse sino hasta la introducción del significante. Cuando hablamos de vida eterna hablamos de sexo. Sexualidad y muerte son 2 significantes de los que no tenemos representación. Sexualidad no es genitalidad e implica a todo el cuerpo. Cuando la madre le imprime al niño sus significantes, la libido es esta atribución fálica que la madre le otorga a un niño, la atribución de un valor que equivale para ella a un valor supremo y que es equivalente en la ecuación fálica: niños, regalo, oro... El sexo quiere decir rajadura (sexum, corte) y sexualidad y muerte fundan la estructura. Por eso, el amor es fundante de un vacío y propicia otras cosas. Se trata de un vacío que debe ser mantenido y no debe ni puede ser llenado por objetos. El vacío propicia la creatividad en el encuentro amoroso.
Cuando se trata de lo real con lo imaginario, tenemos las parejas socialmente adaptadas a una normativa. Son parejas estables, de las que no se puede decir si se quieren o no. Entre lo real y lo imaginario se encuentra el goce del Otro. Son parejas que cumplen mandatos, que pueden ser de sus orígenes o sociales. Pero también aparecen acá las parejas swingers, donde el cuerpo de uno o ambos se objetaliza y luego no pueden volver al encuentro amoroso. Se trata de parejas con mucha angustia.
Amor y fidelidad
La infidelidad no es una cuestión de moral, pero es cierto que impide el corte y hacer un duelo. La infidelidad impide hacer el acto que subjetivice y qué hacer con la vida de uno. La infidelidad es cobarde, porque el infiel cede al deseo, que no es sexual, sino lo que nos constituye como sujetos. Ser infiel es mantener el encuentro con el Otro primordial intocado. En la fantasía del Don Juan, él está con muchas mujeres, pero le sigue siendo fiel a la madre.
La infidelidad siempre es incestuosa. En el consultorio, en lo casos de infidelidad uno puede escuchar el discurso de su Otro primordial y constatar esto: aparecen las madres toda bondad. Son madres que no permitieron el ingreso de la función paterna para que la separe del niño. Para que una madre no se despegue de su hijo, tiene que sacar al padre de la cama. Y también es al revés: para que el padre entre en la cama, tiene que mandar al niño a su cuarto. La cobardía es contraria al deseo, ceder al deseo puede manifestarse en ser infiel o en otras áreas de la vida.
En la clínica, la infidelidad renueva a la pareja. Las mujeres empiezan a registrar que hay otra y se puede poner celosa. Para que un tercero o tercera entre en la cama matrimonial, los dos tuvieron que hacerle lugar. No es de a uno la infidelidad. Hay personas que miran hacia otro lado para que ingrese un tercero que se quede con su pareja. No se trata de un tema moral, sino de tratar de teorizar el discurso que escuchamos en los consultorios.
El signo de amor es justamente un signo y el ser humano no siempre está en condiciones psíquicas de alojar algo del orden del amor.
Fuente: Nota confeccionada con las notas de la conferencia de María Marta de Palma titulada "¿Amores? locos: ¿Qué amor?", dictada el 12/02/2020
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