miércoles, 14 de julio de 2021

Las ludopatías y las intervenciones del analista

Si bien el término ludopatía surge a partir de la psiquiatría, el tema de los juegos data de 2000 años antes de Cristo. Para la patología, se trata de una impulsividad. A partir de los aportes del psicoanálisis, de los aportes de Freud y Lacan, podemos pensar la ludopatía como una adicción sin sustancia, en el sentido en que remite a la adherencia una actividad que el sujeto no puede dejar de hacer y que es impulsiva y reiterativa

Hoy en día y por el estado actual de nuestra civilización y del empuje al goce y a estar adherido a determinada sustancia, objeto o acción, empuje propio del capitalismo y el mercado, nos permite pensar que la adicción al juego es una adicción. 

Cualquier cosa puede transformarse en una adicción, porque lo que importa es la relación del sujeto con ese objeto. Tenemos referencias lacanianas  que nos permite a pensar esta adicción como interacción, como interacción de lo Uno. Ya no es la repetición en sentido freudiano, donde siempre es una vuelta a encontrar algo nuevo, sino que en las ludopatías actuales nos encontramos con un desenfreno que no tiene límites y no tiene sentido. Es un sinsentido absoluto, el uno, el uno y el uno... 

Hay un punto importante que también podemos destacar y que tiene que ver con los aportes de freud en el texto de Dostoievski, donde encontramos que la adicción tiene que ver con una adicción primordial, que es la masturbación infantil. Con Freud vamos a pensar a la ludopatía desde el Edipo, el retorno, la repetición. Dostoievski más producía cuanto más perdía, por lo tanto bueno acá podemos encontrar otra otra lista interesante en el tema del juego que tiene que ver con la pérdida.

En el sentido freudiano entonces nos encontramos con esta cuestión del juego del carretel, que es una de las referencias freudianas, donde el niño juega y es una actividad que tiene que ver con la constitución subjetiva, con el aparecer y el desaparecer. Freud se pregunta por qué el niño repite algo que no resulta placentero. Hay una relación a un otro y un intento de recuperar algo algo perdido. Por ejemplo, en Dostoievski donde má jugaba, más creatividad.

Hoy las consultas no son por este lado, que van por el lado de lo edípico, la necesidad de castigo, la cuestión del parricidio, de la culpa, los autorreproches y que tienen que ver con sentido que Freud le da al juego.

La característica actual puede ser que hace una combinación de varias adicciones, como al alcohol y las drogas. Una característica actual es que hoy el casino está en casa, con la compradora, el celular y el dinero virtual como las criptomonedas. Lo cual es mucho más peligroso, porque apunta a un desenfreno y a un sin límites y a una incontabilidad, es decir, algo que no se puede contabilizar. Antes, cuando el jugador se quedaba sin dinero se tenía que retirar o estaban las maniobras de autoexclusión cuando el sujeto puede abstenerse de jugar y firmar un formulario en el casino donde con una foto en dni donde el sujeto podría quedar excluído. 

Hoy en día, un juego te invita a otro juego, donde al paciente le aparece una notificación, un aviso donde está invitado a jugar a otro juego. Hay un desenfreno absoluto, un sin límites esa y esa es una característica propia del goce y de la época actual. El juego patológico está desamarrado del otro, donde incluso los niños pueden quedarse atascados sin poder salir de la pantalla. 

El encuentro con el juego contingente es azaroso y después termina siendo necesario y que aparte involucra el cuerpo, pues sabemos que la sustancia tóxica es el goce. Freud hablaba de este quimismo interno que existía en cada sujeto.  En ludópta,a así como en el sujeto toxicómano, hay cierta decrepitud y cierta pulsión de muerte que bombea y que deja en ruinas a él y su familia. 

Desde el psicoanálisis hay que trabajar cuál es la función que cumple ese escenario que se arme el sujeto, porque si en toxicomanías siempre estamos en búsqueda de cuál es la función del tóxico, esto también lo podemos plantear qué función cumple el juego para un niño, para un adulto, para un obsesivo... Más que preguntarnos por la causa, preguntarnos para qué juega. Muchas veces el juego está relacionado con la insatisfacción, la soledad, no querer saber nada de la responsabilidad de su vida, jugársela ahí para no jugársela en la vida. 

"Soy jugador" es una identificación que coagula y de subjetiviza, porque un sujeto que se nomina como jugador o como toxicómano se desresponsabiliza de la pregunta que le concierne: ¿qué tengo solo que ver con este goce en el que estoy sometido? Por eso es muy difícil hacer entrar a un adicto al juego al dispositivo analítico, porque ahí hay un rechazo al inconsciente, un rechazo a la palabra y al hablar, lo cual se relaciona con el deseo del analista de ver cómo hacerlo entrar.

Hay que entender que es una enfermedad y el sujeto sufre, porque muchas veces la familia cree lo podría manejar y no entiende muchas veces que esto tiene que ver con un sufrimiento. El ludopata tiene un pensamiento mágico, primitivo, de creer enla felicidada absoluta y que puede volver a reencontrarse con ese objeto perdido, que no lo perdí y que lo vuelvo a encontrar. Sabemos que el circuito pulsional es un circuito, no un un círculo que se termina. No tiene un fin, no es que el sujeto gana y deja de jugar; al contrario: el jugador gana y sigue jugando... y si pierde y también sigue jugando, para recuperarlo. El jugador cree en el destino, en un Otro absoluto, en la cifra que determinan el destino. Por eso hay una irresponsabilidad del sujeto en sentido psicoanalítico que termina mortificando al cuerpo. 

La época nos invita al consumo de objetos y sustancias y el sujeto se termina transformando en el mercado y el capitalismo como un objeto más de consumo, donde finalmente somos consumidos. La apuesta que puede hacer el psicoanálisis es a lo singular de cada sujeto, ubicarlo en relación a las adicciones también en general ya la época. ¿Cuál es el antídoto de eso? Tiene que ver con el amor, el amor por el inconsciente, el amor de transferencia. El amor puede, a veces, salvar a un sujeto del desenfreno de la época.

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