El trabajo con las familias en donde ambos padres son hombres (que llamo patrēs, a falta de un plural unívoco como "madres", ya que "padres" generalmente hace referencia un padre y una madre) nos pone frente a la pregunta de qué es ser un padre. El psicoanálisis ha dado respuestas en función de los registros, pero lo cierto es que no ha dicho casi nada sobre qué hace un padre por sí mismo, más allá de la función simbólica de separarlo de la madre (padre simbólico). ¿Hay otro lugar para los padres que el de mediadores?
La homoparentalidad masculina nos pone obligadamente en esa pregunta. Los psicoanalistas se dieron cuenta hace tiempo que, por como venían las nuevas configuraciones familiares, era más sencillo hablar de funciones materna y paterna. De esta manera pudieron hablar más allá de la biología de la genitalidad progenitora, que en cuestiones humanas daban respuestas insuficientes y hasta ridículas. Aún así, el tema de las funciones se trata de manera superficial y por los mismos caminos. Por ejemplo, para hablar del deseo de la madre se le supone al padre/madre una falta que se identifica más con un agujero místico vacío, cuando en realidad se trata más de la mancha a nivel del narcisismo, donde el futuro hijo es casi siempre convocado como paliativo para darle un sentido de la vida, tener un reaseguro contra la vejez, la continuidad de un apellido, el cumplimiento de mandatos, etc. Esto lo enseña cualquier persona confrontada con la infertilidad.
Volviendo al tema, no sabemos bien qué hace un padre. La pareja de patrēs se lo preguntan al analista, que aprovecha la chance para constituir un síntoma. ¡Y qué síntomas! Principalmenete, porque esos patrēs casi seguramente tuvieron un papá y una mamá. Por ejemeplo, el pater primerizo puede confundir a la progenitora subrogada de su hijo con una madre y nombrarla de esa forma. Para evitar confusiones, deberá salir del molde heterosexual que lo determina (donde falta madre o sobra padre) e identificar que su familia es así: dos patrēs y el hijo o la hija. El pater heterosexual no pasa por este dilema, pues la ya cultura tiene prefijado su lugar, que es el que coincide con la postura psicoanalítica, lugar que desempeñará más o menos bien, suficientemente bien en el mejor de los casos.
Del lado del niño, las cosas son diferentes. Al octavo mes el bebé logra diferenciar a sus padres, sus madres o sus patrēs de los desconocidos y esa discriminación intelectual la hace de una forma muy simple y sencilla: padres son los que lo cuidan y asisten. El niño desconoce el ADN, cómo nacen los bebés, el concepto de adopción, la subrogación de vientres y todas las complicaciones de los adultos. Pasarán años antes de que un niño se pregunte por su origen y de qué pacto él es el resultado. Y más que saber de dónde viene, lo que intenta dilucidar es qué lugar ocupa frente a esos dos adultos que lo cuidan.
La pareja de patrēs tiene aún otro inconveniente: la mirada del Otro. Miradas que pueden ser del orden de la curiosidad, de la envidia (in-videre), del desprecio, de la idealización, entre otros tipos de mirada. También hay miradas de del orden de la sorpresa, porque son la prueba de que si un hombre quiere, puede hacerse cargo de un niño. Esto desmonta uno de los preceptos del discursopatriarcal: cuidar al niño es tarea de mujeres, pues un hombre es incapaz de ello. A muchas mujeres se las ha educado con éxito para creer en esta discapacidad masculina, que muchos hombres convenientemente actúan y sostienen para no hacer. De ahí que escuchemos que "Mi marido es muy bueno, ayuda con la casa y los chicos"
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