miércoles, 7 de junio de 2023

¿Cómo relanzar un tratamiento detenido?

¿Por qué se puede estancar un tratamiento? En ocasiones, el paciente: Se rehúsa a asociar libremente y trae a sesión un argumento fijo. Afirma que “no tiene nada para decir”. En lugar de recordar, repite y actúa en la cura con el analista pulsiones autodestructivas de un tiempo pasado. Demuestra menosprecio hacia el tratamiento o asiste sin ganas. Tiene una posición intelectual rígida y cuestiona en forma sostenida los fundamentos de la terapia
Generalmente, tal como S. Freud nos enseña, los mencionados actos y decires del paciente son posibles signos de resistencias en la transferencia, que se oponen al progreso de la cura. Se manifiestan como compulsión a repetir -en el marco de la ficción transferencial- aquellas posiciones de fijeza (causa de su padecimiento psíquico), que atraviesan su conflictiva edípica.

¿Qué-hacer como analista ante las resistencias que estancan el tratamiento?

“Las resistencias en la transferencia, destinadas a ser el máximo obstáculo para el psicoanálisis, se convierten en su auxiliar más poderoso cuando se logra reconocerlas y traducírselas al enfermo”. – S. Freud

Tanto S. Freud como J. Lacan recurren al “manejo de la transferencia” para abordar las mociones resistenciales que se repiten compulsivamente en el desarrollo de la cura. El analista, entonces, no deberá ni desviar, ni sofocar, ni corresponder -de manera especular- el amor/odio transferencial, sino extraer de ello su “sustancia analítica”.

“La mejor manera de refrenar la compulsión repetidora del enfermo y convertirla en motivo de recordar la tenemos en el manejo de la transferencia” – S. Freud.

¿Cómo se sustenta “el manejo de la transferencia”?

El manejo de la transferencia se apoya en el “deseo del analista”.

Clave Clínica: El analista se abstendrá de confrontar, menos que menos discutir, sobre las posiciones que el analizado despliega en transferencia. Por el contrario, desde su deseo de analista (disposición de presencia, de escucha y de ética), deberá invitar a hablar* de “eso” (Ello Pulsional) que insiste compulsivamente y se repite en el marco de la transferencia. El analista tendrá que maniobrar con suma delicadeza: “El arte del analista consiste en llegar al sujeto, sin ofender su Yo” – Ricardo Estacolchic.

* “Asociación libre” en términos de S. Freud, “hablar sin pensar” en términos J. Lacan.

Intervenciones clínicas ante los estancamientos resistenciales

Mantendremos un trato amable y paciente, entendido como “la capacidad para tolerar situaciones incómodas” -sin recurrir a la mudez y/o al distanciamiento “profesional”-.

Es muy peligroso, al decir de Ulloa, confundir la abstinencia -que significa responder a la demanda incestuosa que el paciente repite inconscientemente- con la indolencia del analista -que significa la anulación de su empatía hacia el sufrimiento del paciente-.

Le comunicaremos al paciente que las detenciones en el tratamiento analítico son esperables en cualquier sujeto y que será necesario que confíe en su capacidad para ir trabajando los obstáculos, así como también le señalaremos que extienda su confianza en la experiencia del analista para saber-hacer con los impedimentos.

Haremos lo posible para motorizar el discurso del sujeto, mediante preguntas abiertas que vayan abriendo asociaciones, tomando las palabras que utiliza en esos momentos de resistencia (con suma delicadeza), para orientarnos en qué hay por detrás de su padecimiento.

Introduciremos la temporalidad, ahí donde lo que se repite es “siempre lo mismo”, expresándole al paciente que las detenciones en el decir son transitorias y que luego el proceso se va a relanzar nuevamente.
Asimismo, le haremos saber que el atravesamiento de los obstáculos causará un beneficio subjetivo porque disminuirá su padecimiento psíquico.

El analista sabe que el sufrimiento psíquico refiere a una fijeza de goce (placer masoquista en el sufrimiento, beneficio primario del síntoma), que retiene al sujeto de poner en acto su deseo.

¡¡Importante!!

Cuando la resistencia corresponde al analista, éste deberá levantar sus “puntos ciegos” a través de su propio análisis y las supervisiones clínicas.


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