miércoles, 1 de noviembre de 2017

Los tormentos del Superyó. Gravedad clínica.


Apuntes de la conferencia dictada por Stella Maris Rivadero el 1 de Noviembre 2016.


¿Por qué tiene tanta incidencia del superyó en el padecimiento neurótico? Porque aunque parezca la neurosis obsesiva como la que tiene el patrimonio del superyó, el superyó se juega en todas las estructuras clínicas y generalmente arrecia en los momentos en que el sujeto intenta hacer un pasaje de posición subjetiva. Allí, el superyó pone toda su violencia -podemos llamarlo así- sobre el sujeto. Durante mucho tiempo se confundieron superyó con ideal del yo, porque Freud, en algunos momentos de su teorización, los confundía. Pero después Lacan con su posibilidad de conceptualizar esto, agregó y clarificó un poco la diferencia y la confusión freudiana que había.


Para Lacan el superyó es sinónimo de goce y él lo resume en una frase: “así como el padre debes ser, pero así como el padre no debes ser, porque ciertas cuestiones le pertenecen a él”. Como ustedes habrán leído, es un enunciado paradojal, más allá de que en psicoanálisis haya muchos conceptos que son paradojales. Creo que este es el más paradojal de todos, si me permiten decirlo así, porque el sujeto recibe una orden, un mandato que es absolutamente incumplible. No se puede ser como el padre, pero se debe ser como él.

En El yo y el ello, Freud explicita los enunciados paradójicos con los que el superyó martiriza al sujeto y lo voy a leer textualmente:


"El superyó debe su posición particular dentro del yo o respecto de él a un factor que se ha de apreciar desde dos lados. El primero: es la identificación inicial, ocurrida cuando el yo era todavía endeble; y el segundo: es el heredero del complejo de Edipo, y por tanto introdujo en el yo los objetos más grandiosos.


El yo, en tanto debe servir a tres amos: por un lado, está pulsionado por el ello, por otro lado está apretado o apretujado por el superyó y por otro lado está repelido por la realidad. Quiere decir, el yo se ve atenazado, justamente, por esta instancia que es la que indica este enunciado paradojal. Por otro lado, esto complica la dirección de la cura, en la medida que el superyó, en esa orden de goce, es el causante de las interrupciones en la cura, de las resistencias más feroces y más encarnizadas transferencialmente y también es aquello que lleva a muchas estructuras a encallar en lo que se denomina reacción terapéutica negativa.


Decimos también que el superyó se muestra en la clínica bajo la forma del acting out y bajo el modo del pasaje al acto. Por otro lado, implica que el analizante pueda también ubicar al analista como un agente superyoico. En la clínica es bastante frecuente encontrarnos con este escollo y la pregunta es cómo el paciente puede diferenciar lo que es esa voz de su propio superyó de la voz y la mirada del analista.


Voz y mirada son los dos objetos en los que superyó aparece. La voz en tanto la voz del Otro que atrona, que censura , que aprisiona al sujeto. Una voz que no es la voz modalizada que permite la aparición del objeto causa de deseo. Es una voz tronante y que truena, que no deja lugar al silencio, ese silencio que permitiría el vacío para que emerja la voz como objeto causa de deseo. La mirada aparece como ciega, obscena y feroz en la medida en que no permite distinguir la mancha del sujeto.


Pregunta: ¿Qué es la mancha?
E.M.R: Yo antes les decía “voz y mirada”. Voz y mirada son los 2 primeros objetos con que el bebé se relaciona en torno al Otro y el Otro en torno al bebé. La voz nomina al bebé, la mirada lo mira o lo ve. En la pregunta fundante de la estructuración subjetiva, el niño pregunta qué quiere el Otro de mí e intenta leer los intersticios de las sucesivas demandas del Otro, qué clase de objeto es para ese Otro primordial. Allí formatea, en el mejor de los casos, una respuesta fantasmática a esa pregunta enigmática por el deseo del Otro. Pero ese Otro va a mirar en el niño; lo puede mirar con su real, es decir, soportando el -φ de ese niño, que es la diferencia radical con el Otro, ese -φ que le permita separarse del Otro y también tener un espacio incognoscible para el Otro. También puede mirarlo en el fondo del espejo como el niño ideal que él o ella puede tener en su cabeza. Es decir, los padres miran el niño real y el niño ideal. El niño real tiene que ser soportado por el amor del Otro haciendo la diferencia de ese ideal con el que se esperaba a ese niño. Es decir, aceptar la mancha es aceptar la diferencia de la otredad radical de ese hijo que fue engendrado bajo ciertas nominaciones y bajo ciertos ideales, pero que después va a poner su marca propia y se va a afirmar, unarizándose, para diferenciarse del Otro. El niño nace bajo el sentido del Otro, pero ese sentido es el se que va a ir agujereando para poder tener en su cuenta su propio rasgo unario, que es aquello que lo diferencia como sujeto y que le permite quedar por fuera de ser el objeto del Otro. Soportar la mancha es mirar el niño real, aunque ese niño real no nos guste del todo.


El punto es que esto se repite transferencialmente también es que en la demanda del analizante, el analista va a ocupar no solamente el lugar de sujeto supuesto saber, en el mejor de los casos, sino también el lugar de un ideal. Pero ese ideal que es heredero del complejo de Edipo y que tiene que ver con los ideales que fueron transmitidos de generación en generación (a veces son conocidos y otras veces no), esos ideales el sujeto los va  poner en juego en transferencia. Si el analista no responde a esos ideales, va a aparecer la decepción y el embate de la ferocidad superyoica sobre el semblant del analista.


Todo sujeto neurótico, perverso o psicótico se debate en esa tensión entre ocupar el lugar del ideal, ser el yo ideal (que es la otra instancia freudiana) o quedar apresado en la inhibición o la retención por el superyó. Yo decía al comienzo que el superyó arrecia en los momentos en que un sujeto desea pasar a otra posición en su economía de goces. Pasar a otra posición implica hacer caer el objeto en el cual estaba fijado para dar lugar al objeto causa de deseo en esa línea. El deseo pulsiona, pero no siempre es fácil de soportar. Cada estructura va a tener un modo particular de relacionarse con el deseo y la falta en el Otro. Porque justamente, el superyó intenta evitar la castración del Otro, es decir, no enterarse de la falta que también habita al Otro y que por más que se esfuerce, nunca va a poder colmar absolutamente. ¿Cuál es la ilusión neurótica? Colmar lo que le falta al Otro, en el punto de falo imaginario. Devenir falo simbólico implica soportar que el Otro está en falta y si el Otro está en falta, el Otro no existe como completo, no tiene toda la batería de significantes, no tiene el saber absoluto. Con lo cual el sujeto se enfrenta a la responsabilidad subjetiva de hacer algo para no ceder en su propio deseo.


Una analizante a cuyo padre no le habían donado los dos apellidos que le correspondían -los apellidos paternos- que ella llevaba como una especie de carga; una carga que le pesaba porque si hubiese tenido esos 2 apellidos, que eran del abuelo paterno, ella hubiera pertenecido a otra clase social diferente. Su padre, a quien no le habían donado los apellidos, tenía como lema -lo traduzco-  “No hay que tener ningún tipo de brillo fálico”. Hay que estudiar mucho, hay que trabajar, hay que perfeccionarse, pero hay que ocultar eso que se tiene. No tiene que notarse. Esto era producto, justamente, de la falta de esa [¿? ]que rompió de alguna manera la línea filiatoria y el linaje. La abuela de esta analizante era una persona de condición humilde y justamente no había podido casarse con el padre de su hijo, porque la familia del padre estaba en desacuerdo y ese hombre había obedecido la tradición familiar. Uno podría decir que había sostenido eso que el Otro quería y había sido obediente con el mandato familiar. Con lo cual no le dio a su hijo el apellido ni todo el reconocimiento que merece de un padre.


¿Cómo se traducía esto en la paciente? Era una alumna de 10, una profesional de 10, pero los cuentos que ella escribía en su trabajo eran robados por sus colegas, que los publicaban en su nombre. Es decir, obedecía por amor al padre y en su amor hacia su padre y del padre hacia ella, esta consigna de que no se tiene notar, que no tiene que haber brillo fálico. Después de un largo y arduo trabajo, donde un comentario muchas veces era vivido como una orden de mi lado, ella puede empezar a conjugar lo que tenía como ideal en la excelencia académica con eso que ella deseaba, que era ser conocida no solamente en el país sino afuera. A partir de que ella pudo sostener su ideal de excelencia pero haciéndose cargo de su deseo -ser reconocida más allá de su ámbito académico- empieza a poder soportar el brillo fálico que emanaba de sus libros, hasta que gana un premio muy importante. En el momento de ganar el premio, de nuevo aparece esta veta superyoica, donde ella decía “¿Para qué sirve ganar un premio si eso no es la vida?” Retornaba de nuevo, cuando ella tenía que soportar haber pasado a esa nueva posición de tener fálico, aparecía de nuevo este embate que se traducía en sueños pesadillescos donde ella quedaba totalmente atenazada a una voz que le decía “¿Por qué querés tener y para qué?”.


Nosotros nos preguntamos cómo operar como analista, haciendo semblant del objeto voz y del objeto mirada, si decimos esos dos objetos son los objetos que  constituyen el superyó. Generalmente el superyó se toma como del orden de auditivo, pero no debemos olvidar la matriz de la mirada, por lo que mencionaba antes: si ese niño tuvo la madre amable del Otro o fue mirado en el fondo del espejo. Recordemos que el estadío del espejo, entre los 8 y 18 meses, es ese estadío donde el niño anticipa su identidad yoica a partir de lograr la mirada y la voz del Otro. Voltea su mirada para ver si recibe el asentimiento del Otro. Tiempo del espejo constitutivo y constituyente que va a tener una nueva vuelta en el segundo despertar sexual donde un nuevo cuerpo real tendrá que anudarse de otro modo a lo imaginario y a lo simbólico. Nuevas vestimentas y nuevos dichos acerca del cuerpo y de la sexuación de ese sujeto. El punto que un análisis permite es que un sujeto pueda lograr, si no lo pudo hacer, es ir más allá del espejo. Es decir, no quedar apresado en la mirada del Otro, ya sea del primer tiempo del estadío del espejo o del segundo tiempo de la pubertad. De acuerdo a cómo es nombrado, mirado, a su mirar más o menos normativamente su imagen yoica.


Recién decíamos que el yo iba a estar expuesto a varios embates. Lo que de alguna manera podemos leer en la clínica es que aquellos sujetos donde el amparo del Otro no fue suficiente, están más expuestos a los embates del superyó. Los sujetos donde contaron con el crédito amoroso de ese Otro, pueden soportar el sostén del deseo más tranquilamente que aquellos donde en algún momento el amparo del Otro no fue suficiente. Donde vinieron a colmar algún tiempo de duelo de ese Otro primordial, o donde vinieron a resarcir faltas reales, simbólicas o imaginarias de esos Otros primordiales. Recordemos que la estructura del parletre, el ser hablante, es una estructura anudada borromeicamente: real, simbólico e imaginario. Los 3 registros tienen el mismo estatuto y la misma importancia.


Pero antes de entrar con el relato de este analizante, quisiera hacer una salvedad de que en estos tiempos donde el psicoanálisis se ve confrontado a otro tipo de técnicas y/o terapias, en esas terapias hay algo del no-registro del tiempo. El tiempo parece el tiempo de la eternidad y no el tiempo lógico de la subjetivación. estamos en un momento donde el discurso capitalista conmina al sujeto al consumo del Otro y el consumo propio. No hay tiempo para mirar, comprender y concluir. Vivimos en un tiempo de consumo acelerado en un tiempo donde el registro del otro como sujeto pareciera desaparecer. Es lo que Bauman dice en “El amor en los tiempos líquidos”. Hay muchas consultas donde llega la gente entre 40 y 50 años como si recién saliera de la adolescencia. No hay rastro del paso del tiempo, con lo cual podríamos pensar que tampoco hay algunos duelos a efectuar, porque el paso del tiempo implica justamente el cómputo de lo que se pierde y se gana, también de lo que se perdió para poder ganar otra cosa.


Caso clínico.
Un analizante llega a la consulta cuando cumple 40 años porque ha caído en la cuenta del registro del tiempo cronológico. A él le dicen que venga porque está soltero y sin hijos. Este es un profesional brillante, con maestrías, con una serie de conocimientos teóricos y que hasta este momento él vivía de ser el que hacía los favores a todo el mundo, el chico que quedaba bien con todos y el que se encargaba de comprar entradas para el teatro, organizar viajes para todos los parientes y amigos. Lo que cuenta de su historia es que era el preferido de su madre. Tiene una hermana de su misma edad, pero él fue designado como el que más podía. Ya podemos ir percibiendo esa cuota que toda neurosis tiene de contar las hazañas y todo lo que puede hacer. Él puede estar en todas partes y en ninguna. A esto lo llamamos la ubicuidad del obsesivo y la nuliubicuidad. Ubicuidad es creer que se puede estar en todo sin perder nada. Y la nuliubicuidad es la dificultad de estar comprometidamente en un lugar.


El primer tiempo de entrevistas, él se ocupó de hacer un despliegue de todos sus saberes. Sabía de todo, que es otra de las características de cierto tipo de neurosis, donde el saber tapona cualquier agujero. En ese punto, con una retórica impecable, no mostraba ninguna fisura por donde entrar, en la medida que la angustia también brillaba por su ausencia. Los analistas sabemos que la angustia guía la dirección de la cura y que es el punto pivote entre el deseo y el goce. La angustia es ese punto donde podemos leer los puntos de amarre al goce, pero también donde se avisora el deseo. Por eso es importante dosificarla y también cuando no aparece, ver de qué modo la convocamos para que nos dé una pista de por dónde anda el sujeto en relación a su objeto causa de deseo.


Él era tan brillante, tan importante, estaba en todas, que no podía ubicar qué le hacía falta. Luego aparece una cierta depresión por haber cumplido 40 años, que es una cifra fuerte y empieza a decir que a pesar de asistir a todos los eventos que hay en Buenos Aires, que hay muchos, él se siente sólo, porque no tiene ningún lazo amoroso real, porque se le dificulta relacionarse con las mujeres y con los hombres. Durante cierto tiempo coquetea con una idea, que es un fantasma de homosexualidad, en la línea de “no sé qué colectivo tomar”. Presenta una ambigüedad en su manera de presentarse y la gente está totalmente intrigada acerca de qué colectivo toma él, si le gustan los varones o las mujeres.


En ese primer tiempo, trae una serie de actings donde muestra estas 2 vertientes de la posición sexual. Sale con algunas chicas, pero en el momento de llegar a una relación más profunda, siempre pasa algo. Tiene encuentros azarosos en el ascensor con mujeres desconocidas. De una de ellas se pesca -como dice él- una enfermedad venérea. A esto, él dice que es el azar, son las circunstancias. No se compromete con la responsividad que le cabe en eso que le aconteció. Por otro lado, empieza a traer unas situaciones equívocas donde él sigue a un muchacho que le hace señas, van a un hotel y el muchacho le quiere cobrar. Él pregunta “¿Por quién me tomás?”. Son todas situaciones ambiguas que no terminan de angustiarlo. Son relatos o acontecimientos donde no aparece el afecto, la angustia, que pudiera introducir una pregunta. Después de otra repetición, de una enfermedad nuevamente pescada en una de esas relaciones ocasionales, es lo real del cuerpo enfermo hace que pueda empezar a preguntarse “¿Qué hago yo para que me pasen estas cosas?”. Aparece una línea en relación a la obediencia que él tiene a la voz del Otro.


En relación a las salidas con estos muchachos que no terminan en nada porque él no quiere pagar, aparece la obediencia a sus amigas mujeres que le dicen “date el gusto de una vez si te gustan los varones” y él sale y obedece. No termina de obedecer porque se sustrae de la escena cuando pesquisa que tiene que pagar. ¿Pero por qué obedece la voz de estas mujeres? Empieza a historizar algo en relación a su madre. Su madre le decía “¿Por qué te vas a casar, si todas son trolas? Tené cuidado, todas te van a querer sacar algo”. Su padre aparecía en ausencia, sin palabras. Él, durante 10 o 12 años, se dedicó a cuidar a lo que él llama “los viejos”. Los viejos eran unos tíos segundos de él, que estaban muy enfermos y que él se tenía que ocupar de cuidarlos. Hipotecó 12 años de su vida al servicio de solo cuidar a los viejos. Previamente a eso, había tenido un par de novias, pero que en algún momento las palabras de su madre lo habían hecho desistir de esas relaciones, porque eran chicas que no tenían el aspecto de chicas normales, sino que eran vedetongas -como él las llamaba-. Con lo cual no encajaban en el imaginario de la familia. En ese tiempo donde cuidaba los viejos, aparecía solo dedicado a eso. Digo aparentemente, porque luego de un largo tiempo de análisis, cuenta que tuvo una amante durante 12 años. Un amante casada que, a partir de mis preguntas para ver si había algún lazo amoroso, él decía que ella lo quería de amante y que él estaba ahí. Lo pasaba bien y ahí se terminaba la cuestión. ¿Por qué huía o evadía de que le relación se convirtiera en una relación amorosa, más allá de lo sexual? ¿Qué estaba sosteniendo en esta renuncia, en este deseo postergado de armar una familia?


Recién decíamos que cada neurosis responde a la falta en el Otro de alguna forma particular. La fobia responde con un deseo evitativo, la neurosis obsesivo responde con un deseo postergado y la histeria, con un deseo insatisfecho. Empieza a aparecer una serie de relatos donde él ha postergado una serie de cosas importantes en su vida. Por ejemplo, tener un reconocimiento laboral más importante. Él trabaja en una oficina pública donde hace todo el trabajo, según él, pero el reconocimiento de las jefaturas o las distinciones honoríficas o económicas siempre caen en otros. Y él aguanta y soporta estoicamente.


En relación a estos tíos, él también se ocupó del personal, de las enfermeras, de enterrarlos, etc. Lo que recibe a cambio es una herencia de varios departamentos que reparte a los primos pobres. No termina de usufructuar el beneficio de esa herencia. Aparecen también ahí algunas palabras del padre diciendo “Vos no te hacés problema porque tenés mucho dinero”. Él tiene las propiedades, pero al no hacer usufructo de ellas, no tiene gran cantidad de dinero, porque no cobra los alquieleres que tendría que cobrar. Esto él lo cuenta con una pasividad; no aparece ahí el enojo, ni la molestia ni algo que perturbe ese relato. Ante algunas preguntas e intervenciones de lo imaginario, donde él empieza a quejarse de que el primo tiene un departamento muy grande y le pide dinero para comprarse un auto y un dinero que no le devolvió, y algunas intervenciones en el orden de agujerear eso que venía naturalizado, como que si eran parientes había que dar todo, empieza a acomodarse y a preguntarse qué quiere el Otro de él. ¿Me quiere o me usa? En este uso, como significante, hay una historia previa que lo antecede, que es la historia de su propia madre que no fue reconocida por el padre ni la madre. Fue criada y adoptada por una tía segunda, pero esta madre, cuando se entera que esta madre biológica está enferma cuando era anciana, se ocupa de cuidarla con gran devoción y deja a su familia en el pueblo para ir a cuidar a esa madre abandónica que nunca la había reconocido hasta ese momento. Le solicitó ser cuidada en ese tiempo, que más que una cuestión amorosa, era una cuestión de uso.


En la transferencia empiezan a aparecer unas cuestiones en relación al dinero, al tiempo y a la demanda de que yo le pida qué tiene que hacer por mi. Recordemos que el neurótico transforma su deseo en hacer que el Otro le demande. Cuando aparece claramente que yo no le pido nada o no le demando que haga nada por mí, él empieza a formatear algo de lo que desearía hacer: tener otro trabajo donde sea reconocido, tener una mujer y poder viajar. Hasta ese momento, él se había privado de viajar. Aunque tenía la posibilidad, lo había postergado. Muy tímidamente y con mucha culpa. Empezamos a poder hacer que él empezara a interrogar esos lugares donde él quedaba pegado a la mirada y a la voz del Otro para poder hacer los viajes que él deseaba. Obviamente, estos viajes traían los comentarios de la madre, “qué mal hijo, vos viajás y nosotros no”. Con lo cual, él saldaba eso ofreciéndole viajes a su madre, a su padre y a su hermana en una transacción para evitar que emergiera esta culpa y para no desencantar a la madre donde él era el niño mimado, el niño elegido. Él se se situaba como los ojos de la mirada de su madre.


Por otro lado, él había intentado hacer una carrera que en primera instancia, era la carrera que habían elegido sus padres. Todavía no entiende demasiado bien cómo la dejó e hizo la carrera que él quería, una carrera que sostuvo a lo largo del tiempo, pero que hacía síntoma en el lugar del trabajo, porque allí soportaba que otros sin carrera estuvieran encima de él. Cada momento de intento de avance venían con pesadillas atroces o temores a que algo le ocurriera.


El superyó también se modaliza en las enfermedades, en las detenciones, en las creencias de que algo terrible va a ocurrir. Relataba una serie de fantasías que podían acontecer, que no tenían que ver con lo real del cuerpo, sino que irrumpían en esos momentos donde él estaba dispuesto a hacer otra cosa. “Accidentes”, porque nosotros podríamos pensar si los accidentes -no todos, por supuesto- son del orden del azar o si el superyó no incide en algunos momentos de la cura o de la vida, para que ocurran ciertos accidentes. En un momento en que estaba por viajar a Europa, que era un deseo largamente anhelado, se rompe un pie. Se choca en su casa con una cómoda y se fractura el pie, por lo cual uno podría preguntarse si es del orden del azar, o ahí el diablo metió la cola. El diablo metaforizado en esa orden que impide al sujeto soportar lo que desea. Planteo esto de los accidentes porque durante mucho tiempo, en los primeros años de la clínica, me costaba pensar esto como efecto de la constricción superyoica. Si ustedes se fijan en su clínica, hay ciertos accidentes que ciertamente acontecen en ese momento, en el momento que el sujeto está por dar un paso. Acá, literalmente, estaba por dar un paso a Europa y se rompe un pie. Esto no lo inhibió de viajar, pero si le obligó a viajar con un peso encima de él, ya que una bota para caminar no es de lo más cómoda.


Freud nos había advertido que algunas enfermedades, algunos tropiezos tienen que ver con esta dificultad de acallar la voz. Esta voz, que no solamente proviene de los Otros primordiales, sino que también en este tiempo está en la voz del discurso capitalista. No digo que el discurso capitalista sea superyoico, digo que el discurso capitalista enuncia una voz para que el sujeto no se piense, para que el sujeto se consuma, se transforme en letosa, como decía Lacan en el S. XVII, que significa “sustancia para olvidar. Por eso el auge de los psicofármacos, de las terapias “pum para arriba”, donde no hay lugar a este tiempo lógico de comprender para luego concluir en un acto. Se apresura el tiempo, con lo cual no hay acto verdadero. Hay acting-out o pasaje al acto, como hacía este muchacho. Porque el apresuramiento no tiene que ver con la prisa de un acto verdadero. Un acto verdadero implica un antes y un después. Un sujeto ya no es el mismo, porque ahí ha a habido una pérdida de cierto goce enlazado a Otro, para dar lugar a un goce ligado al deseo. Es decir, de un goce mortífero, a un goce salutífero. Ese es el punto que en los tiempos post-modernos los analistas tenemos que tener en cuenta para no quedar apresados en la espira de la época. Lacan decía que si un analista pierde el horizonte de la espira de su época, entonces es difícil que pueda conducir una cura hacia ese lugar donde el sujeto dice “No soy eso que el Otro quería”, donde el sujeto se puede reconocer liberado de los significantes del Otro y puede empezar a crear sus propios significantes que definan un lugar en el mundo.  Cuando este muchacho repetía esas acciones sin ton ni son, queda al servicio del Otro, estaba siendo objeto de eso que él asumía como lugar en el Otro: el que podía todo. ¿Pero a qué precio? Al precio de la soledad, al precio que nadie nunca le preguntaba cómo estaba o cómo le iba, que quería o qué necesitaba.


hay varias modalidades del tiempo. Uno es el tiempo eterno de la melancolía, donde el meso del objeto cae sobre el yo y por otro lado, la premura en una especie de aceleración  que no solamente está dada por el tiempo, sino también por las pantallas. Todo se puede ver, todo es visto, hay un Big Brother -como dice una amiga- que ve todo. Con lo cual, ¿cómo incide esta mirada omnividente en la conformación de la subjetividad actual? ¿Cómo incide esta mirada feroz de a toda prisa, consumamos todo, que nada sea perdurable, que todo sea efímero?. Las amistades son efímeras, los amores son efímeros, sin computar pérdidas, sin duelo. El duelo mayor que el sujeto hace es por aquel a quien representaba su falta. Si un sujeto puede hacer ese duelo, puede también darle un lugar al amor y al deseo en su vida. Porque una de las cuestiones que deja de lado el discurso capitalista es, justamente, las cuestiones del amor. Quedan elididas y también quedan suspendidas las cuestiones del deseo.


Este señor del cual les hablaba, era un consumidor absoluto de objetos. Venía y decía que se equivocó y que tenía 3 pares de zapatos del mismo color. Había una dificultad de situar esa diferencia entre un objeto y otro. Todos los miércoles iba de shopping, para él y los parientes. Era un movimiento contínuo, donde no se lo podía ubicar como sujeto. Estaba, como decía antes, en todas partes y en ninguna. A partir de poder empezar a recortar algo de la dificultad de perder en él, apareció un período depresivo, en el sentido del duelo. No de la depresiòn, sino del registro de su edad y ya los cumpleaños no eran esos multitudinarios en los locales de música electrónica donde había miles de invitados y de amigos como en Facebook. El punto es qué sentido tiene una vida en la virtualidad y qué implica poner lo real del cuerpo en la escena con los otros. Lo real del cuerpo, él lo escamoteaba porque era un modo de seguir perteneciendo a eso que su madre quería: el chico 10 y lo que él mismo dice, aunque no es del mundo psicoanalítico, el sapo hinchado. Podemos encontrarnos acá con el infierno del deber, del deber ser para el otro. Pero el infierno del deber no es exclusivamente característico de las neurosis obsesivas, aunque allí se presente con màs claridad. El infierno del deber se da en cada estructura de un modo particular.


Pregunta: ¿Qué relación hay entre las pantallas y el superyó?
Nosotros podemos pensar que el superyó no hace lazo social, etc. Pero hay un punto en que la pantalla no sea el superyó, puede tener un efecto devastador como el superyó. Si alguien no está en la pantalla, para algunos sujetos eso se troca en inexistencia. No hay valor sino se muestra. Por eso se muestra todo, todo el tiempo. Y los like a algunos sujetos, cuando no están en lo que subieron a la red, los sume en una profunda anomia, en una caída tensional de lo pulsional deseante. Es como si desaparecieran esos otros que no certifican que existe en la pantalla.


Pregunta: ¿El trabajo de duelo sería el contrapunto de esta mostración permanente en la pantalla?
Una cosa es usar la pantalla como difusión de actividades, que todos lo hacemos y otra cosa es cuando alguien cree que la vida pasa por ahí, que la imagen que está puesta es la sustancia de ese sujeto. El duelo implica justamente que hay algo que no se puede mostrar, que hay algo que se pierde y hay algo que tenemos que elaborar como agujero. La pantalla no muestra agujeros, es plena y está todo el tiempo vigente. El duelo implica que en algún momento el sujeto no es visto, que el sujeto desaparece de la escena por un rato. Implica momentos de tristeza, de soledad, pero no es el aislamiento que provoca la pantalla en muchos sujetos o el aislamiento de la neurosis obsesiva, donde corta el afecto de la representación.


Pregunta: ¿Cómo juega el narcisismo descolocado?
Hay un punto de exacerbación de algo que algunos autores llaman narcisización, como Colette Soler, donde ella hace hace una unión entre narcisismo y sí mismo. hay un punto donde pareciera que justamente en el narcisismo secundario no ha habido una posibilidad de anudar, con lo cual queda ahí un punto desamarrado que hace que todo pase por la mirada en el fondo del lago, podríamos decir, con lo cual ese narcisismo lleva a la muerte del sujeto como sujeto deseante. es solamente un sujeto del consumo, consumido y consumible.


[Pregunta por el -𝛗]
El -𝛗 del niño, es aquello que el niño porta y que escapa a la mirada del Otro. Sería como la muesca particular de cada uno, el reservorio libidinal, lo llama Lacan, que hace que el chico no quede apresado en el fondo del espejo del Otro.


[Pregunta por el superyó materno de Melanie Klein y su relación con el superyó de Lacan.]
Esto que mencionás del superyó materno, que Melanie Klein trabaja tan bien; Freud dijo que el superyó era el heredero del complejo de Edipo y del ello pulsional. Podemos pensar que esto también, aunque dice heredero del padre, y que el superyó es un acompañante (porque bordea, de alguna manera y ha tomado identificaciones tanto al padre como a la madre), yo creo que justamente no es solo de origen paterno, sino que también está ligado a ese Otro materno en la medida en que es “goza, goza” y el goce puede provenir tanto de uno como del otro. Cuando yo decía que la gente con mayor desamparo del Otro materno tenía más facilidad de quedar apresado en el superyó, es porque justamente el superyó es una compañía no dulce ni grata , pero es lo que bordea esa carencia del desamparo. Es lo que permite la ilusión de un amparo, aunque sea molesto, porque está la voz y la mirada ahí acompañando al sujeto en eso que en algún momento Freud decía “la conciencia moral”.


Pregunta: En relación al caso clínico, vos mencionaste unas pesadillas que no parecen relacionadas con la angustia, ni con el síntoma.
En relación al caso clínico, efectivamente, en un primer tiempo era un tiempo de inhibición donde el deseo quedaba como puesto en el museo, es decir, estaba congelado. Cuando empieza a emerger la angustia, empieza a acercarse a esa posibilidad de interrogarse por eso que le acontece. El punto de los sueños pesadillescos, es que en un primer momento no son interpretables, porque uno podría decir que lo que nos muestra la pesadilla es el goce absoluto del Otro sobre el sujeto. Por eso la pesadilla hace que el sujeto quede inmóvil y al despertar no pueda tener un registro de la diferencia entre lo que es la realidad y el dormir, ese tiempo donde el sujeto queda como en stand-by. Cuando las pesadillas pueden empezar a dejar el lugar, aparecen los sueños de angustia, que son justamente en los que podemos leer la relación del sujeto con el deseo. En la pesadilla, solamente el goce del Otro, un goce oscuro, opaco, en que solamente el sujeto queda fuera de la escena. El trabajo del análisis es que eso que es pesadillesco, se torne en angustia. En el artículo de Jones sobre las pesadillas, él lo trabaja.


Pregunta: ¿El amor implica reconocer al sujeto con su mancha?
Efectivamente, amor es dar lo que no se tiene a quien no lo es. Soportar la mancha que el hijo hace en el cuadro es don de amor. Lo otro es goce sobre el chico, no poder reconocer lo real del niño. Es creer, como en el caso de la psicosis, que el niño es un apéndice. Amparo, para mi gusto, es equivalente de amor. Porque el amparo, justamente, es que ese Otro suspenda su goce posesivo sobre el niño y soporte la radical diferencia.


Pregunta: ¿Qué hay de lo transgeneracional en el caso clínico?
En ese punto soy freudiana. Freud hablaba de las series complementarias. En las series complementarias, estaba la actualidad, la filogénesis y la ontogénesis. Si nosotros analizamos, tenemos que tener en cuenta las series complementarias porque allí lo que se transmite son los modos de goce y también los diversos modos de acceso al deseo por cada uno de los miembros de la familia. Cuando uno analiza, investiga hasta la tercera generación que antecede a ese sujeto. En esta clandestinidad que el hombre del caso tenía con la madre, él después pudo asociar con la clandestinidad con la que nació su madre. Su madre nació de una mujer soltera y un hombre casado, pero fue un nacimiento clandestino. Sino no se entendía demasiado bien cómo él ocultó a sus amigos, parientes y demás. Esto apareció en el análisis mucho tiempo después en el análisis. También se reservó la información de la relación. Entonces, lo transgeneracional tiene este peso, de que un síntoma o una deuda que el sujeto cree pagar no es de él, sino de otros. En el caso de esta chica que yo les mencionaba al comienzo, cuando a ella le robaban los cuentos que tenía para publicar, ahí era la actuación de esa no donación -robo- del apellido del padre.


Pregunta: ¿En qué dirimió la posición sexual del caso?
La neurosis obsesiva juega, muchas veces, con la fantasía homosexual, porque es la fantasía de sometimiento al Otro paterno. El obsesiva necesita tener un amo con la ilusión de que en algún momento lo va a destruir, pero a veces se pasa toda la vida en esa espera y en esa rivalidad especular con el padre. Después de trabajar toda la cuestión con el padre, donde el padre aparecía como anodino, él empieza a registrar que algunas cosas que el padre decía, él las tomó y se empezó a encontrar con una serie de rasgos identificatorios con su padre que no creía que los tenía. En ese punto, empieza a virar a una posición masculina pero atravesado en ese tiempo de soportar esa rivalidad con el padre que no tenía ocasión de efectuarse en tiempo y forma. Los adolescentes rivalizan: en ese tiempo él estaba tan pegado a lo que su madre quería, que su madre denostaba a ese hombre, que es como un cero a la izquierda, y él creyó esa versión. Cuando interroga la versión de la madre, sobre este padre imaginario, empieza a poder pescar cuál es la cosa que él toma como varón de ese hombre. Él mismo se reconoce, se pregunta porqué se pelea con el padre con 45 años y ahí toma una posición sexual viril. Porque acuérdense que la virilidad, el niño solo puede hacer rivalidad con el padre haciendo uso de los títulos de su bolsillo, pero previo a hacer ese uso hay que soportar la rivalidad con el padre para salir del sometimiento.


Pregunta: Con esta cuestión de la voz y la mirada y la relación transferencial al sujeto supuesto saber, ¿va en contra por estos objetos?

Justamente, el punto es que el sujeto supuesto saber es algo que construye el analizante. El analista, en posición de semblant, tiene que poder correrse de ese lugar para que el saber no haga obstáculo y que no haga consistencia de la voz y la mirada. Una de las maneras es pesquizar las maneras de distintos modos de intervenciones que soprendan al sujeto y que a veces hacen que el analizante pueda pensar “qué pavada lo que me dijo”. es decir, poder descolocar y descolocarse -un chiste, por ejemplo, o un corte de la sesión antes de tiempo, una diferencia de los honorarios, un supuesto olvido- algo que quiebre ese imaginario de que el sujeto supuesto saber es un todo. Porque si no, si es un todo absoluto, el sujeto constata que ese es representante o heredero del superyó. En el juego del semblanteo, siempre va a escapar algo que rompa el ideal del todo. Uno eso a veces lo lee apres-coup. A veces le da la mano en lugar de darle un beso al paciente al despedirse y son cosas que la misma transferencia va llevando a que se rompa algo del ideal. Porque el ideal rápidamente puede virar a esa faz superyoica. Justamente, el trabajo es disyuntar el ideal del yo ideal, del superyó. No solamente en la cuestión de la conceptualización, sino en la dirección de la cura. Porque los ideales son aquellos que acercan al sujeto a su deseo. Pero si ese ideal se condensa con el superyó, deja de ser ideal del yo, porque el superyó siempre va a ganar con el efecto aplastante.

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