sábado, 31 de octubre de 2020

La intervenciones del analista: una advertencia acerca de la escucha del analista

Lo real, si tuviéramos que poner un punto de partida, es lo que se impone, emerge. También, lo real es un potencial: lo que no cesa de no inscribirse, lo que no se puede decir, lo que rompe las rigideces que tenemos. Lo real tiene que ser abordado por el analista, para trabajar lo simbólico.

Ahora, ¿Qué es lo simbólico? Es el registro que da cuenta de que algo sea reemplazado con otra cosa. La posibilidad de lo simbólico permite que un objeto sea reemplazado por una idea o una palabra. Por eso lo simbólico está sumamente unido al lenguaje. 

Hay una vertiente de lo simbólico que se piensa en términos de la pacificación. Cuando Lacan aborda al principio de su obra lo imaginario; frente a eso que promete un conflicto entre el sujeto y el semejante, la palabra pone un compás de espera. Pone un tercero mediador que implica un punto de pacificación. Esto a los analistas nos permite trabajar frente a ese real que avanza y que hace surgir la angustia. Cuando el sujeto no sabe qué palabras poner y queda desanudado de la palabra, aparece la angustia. El avance de lo real sobre las escenas armadas por el sujeto y por las que se mueve, el sujeto siente que se desanuda y se angustia. Esto permite dirigir la cura hacia el punto donde se pueda anudar ese punto de real a lo simbólico.

El otro aspecto de lo simbólico tiene que ver con los desarrollos de Piera Alaugnier en el texto La violencia de la interpretación. Ella funda un recorrido propio, aparte de lo que toma de la teoría de Lacan. Dice que la madre le anticipa al niño lo que ella cree que él quiere poniéndole palabras, lo cual corresponde a la teoría lacaniana. A eso, ella le llama violencia primaria: una violencia en un punto originario donde el niño no dispone de la palabra. Esto es necesario para que el sujeto se funde y que el yo advenga. Piera dice que los analistas debemos estar atentos a la posibilidad de una violencia secundaria, que apunta a ese lugar donde el analista puede anticiparse a saber, creyendo que sabe, sobre lo que le pasa al paciente. 

La violencia secundaria es sobre el yo. El analista avanza y si la transferencia es positiva, el paciente puede desviarse a creer lo que el analista dice y perderse ahí. Son los casos de "Mi analista dice que lo que me pasa es que...". Este lugar siempre tiene que ser tenido en cuenta por el analista: podemos avanzar más allá de lo que dice el paciente en la asociación libre y alienarlo. Esto es lo que no tenemos que hacer. No hay palabras poco importantes. Veamos dos ejemplos:

Caso 1: El analista va escuchando al paciente en lo que va diciendo. Una paciente acude a su analista relatando un abuso muy terrible. Ella dice "Analista tras analista vengo escuchando que me dicen que tengo que hablar de esto. Nadie entiende que para mi eso ya pasó y que yo no soy la persona a la que solo le pasó eso". La analista escucha esto y decide no entrar ahí: la sigue con el recorrido que ella puede hacer, para eventualmente entrar desde otro lugar. 

Caso 2: Un hombre dice que tiene entrevistas con su analista, pero que no puede hablar de lo que le sucede. Él comenta sobre el cambio climático, los indicadores del clima, que el analista no lo toma como importante. A veces pasa que el analista espera que surja algo de lo que nosotros consideramos que es importante. En este caso, habría que tomar por qué el paciente no puede hablar de otra cosa: ¿Qué sería el calentamiento global? ¿Qué dice ahí? Hay ahí un Otro que no puede dejar de dañar y que la naturaleza se va a destruir. Es un Otro que arrasa y no ve lo que hizo.

Si lo real es lo que no cesa de inscribirse y lo que emerge, tenemos que esperar que lo que emerja no sea siempre lo mismo, sino lo dispar. En ambos ejemplos, tanto la mujer que pide que no la cosifiquen por el abuso como el hombre que habla de la tierra arrasada, quizá hablen de lo mismo. Tenemos que escuchar hasta lo que puedan hablar y no esperara que digan a lo que uno entiende que sería de mayor profundidad.

El analista trabaja con lo que cada paciente tiene y puede, teniendo cuidado con lo que uno querría escuchar. No hay superficialidad, cuando se habla de algo "de superficie", en realidad se habla de algo profundo. Por eso Lacan habla de la banda de Moebius.

Al escuchar un paciente, más que ver si hay profundidad o no, hay que ver dónde se detiene, cómo se aproxima a la cuestión y cómo relata. Hay discursos con predominio simbólico; otros, simbólico. Hay pacientes que recorren situaciones sin ningún tipo de velo, a la manera de un goce que los puede lastimar, lo cual se vuelve masoquista. Ahí hay que intervenir con palabras que hagan de velos, que por ejemplo, impliquen el cuidado de sí. ¿Cómo acompañar a ese paciente sin que se lastime, pero a la vez enlazando lo simbólico a ese real que sí sucede? 

La violencia de la interpretación puede ser por resistencia del analista, en el punto de querer acortar caminos. Sería el caso de un analista que quiere ahorrarle un sufrimiento al paciente. 

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