sábado, 31 de octubre de 2020

La eyaculación retardada primaria: una lectura psicoanalítica

Los dos motivos más frecuentes que aquejan a los varones en el área sexual -y eventualmente los lleva a consultar- son la impotencia y la eyaculación precoz. No obstante, en el otro extremo, también existen pacientes afectados por el retraso o la falta de eyaculación. 

La eyaculación retardada es la ausencia o retraso persistente y recurrente del orgasmo, luego de una fase de excitación sexual normal. Pues bien, empecemos despejando algunas distinciones y competencias:

La disfunción sexual secundaria es el efecto adverso de fármacos (antidepresivos ISRS, alcohol, algunas drogas, etc.) o cuando actúan en su producción enfermedades médicas  como la diabetes, enfermedades neurológicas, cardíacas, etc. Durante las primeras entrevistas debemos investigar sobre posibles causas médicas y/o farmacológicas que puedan intervenir en la producción del problema eyaculatorio y derivar al médico.


La eyaculación retardada de origen primario, que es a la que nos vamos a referir, es la provocada por factores psicológicos. Aquí, la ansiedad, los temores sexuales, y aspectos inconscientes actúan sobre la entrega amorosa.

Puntualicemos los aspectos más comunes de presentación de estos pacientes
- Presentan deseo sexual y erección; repiten los movimientos sexuales hasta el cansancio sin lograr el orgasmo, es decir, se agotan antes de eyacular. 
- Pueden tener poluciones nocturnas y cuando se masturban en solitario llegan al orgasmo sin problemas. 
- Algunos refieren que con algunas personas logran eyacular y con otras no. 
- La mala experiencia sexual los predispone mal para futuros encuentros.
- En muchos casos refieren haber estado preocupados por el goce sexual de su pareja, procurando la satisfacción de ella. 

Normalmente, el punto máximo de placer en el hombre ocurre durante la eyaculación, momento en el que empieza a perder la erección. Es decir, el acceso placer implica ir más allá del goce fálico, formalizado como J(Φ) y soportar la detumescencia. La pregunta de qué causa tal impedimento, si el paciente se la formula al analista, da lugar al síntoma analítico con el que trabajamos.
 
Un caso
Nacho, tras un arduo trabajo de conquista realizado por Instagram, logra la anhelada cita con una dama. Se encuentran, piden comida a domicilio, hablan. Deciden mantener relaciones sexuales y al cabo de un tiempo intentándolo, Nacho no logra eyacular. Insiste con el acto sexual hasta que se le terminan las fuerzas y agotado, desiste. Nacho trae esto a su análisis: le intriga saber por qué le pasa esto con mujeres a las que recién conoce.

No había piel— dice Nacho.
— ¿Eso qué quiere decir?
— No sé, ella no quiso besarme... Y a partir de cierto momento se quedó con la boca cerrada.

Cuando Nacho estaba de novio, sabía el momento exacto en que su pareja acababa. Cierto aumento de las secreciones y manera de gemir de ella le daban la pauta de que ella había llegado al clímax. ¿Qué pasó con la dama de Instagram? Según Nacho, se quedó callada.
¿Cómo saber si ella estaba disfrutando? —se pregunta.

Lo que le preocupa a Nacho, más allá del tema de los besos, es el silencio de la dama.
Para mí es importante que la mujer llegue al orgasmo comenta Ella tiene que acabar primero.

Además del enigma de cómo goza una mujer, lo que encontramos en muchos hombres que padecen este problema son altos grados de exigencia personal. Los vemos actuar en la vida con obstinación, sacrificio y obsecuencia hacia los demás.

Lo que el análisis propone, más que ver qué es lo que pasa con la pareja actual, es la revisión del complejo de Edipo para ubicar los elementos incestuosos en la vida del paciente. 

Decíamos que el orgasmo masculino coincidía la pérdida de la erección: se trata de la barrera que el placer le impone al goce. Esto, en para algunos obsesivos puede ser un punto importante. Sabemos que el obsesivo se resiste a perder y esta característica puede aparecer en diversos aspectos de su vida, como la tendencia a querer controlar y dominar. Cualquier cosa que el obsesivo pierda es vivido como un desmedro narcisista, pues lo remite a la castración. 

Para el obsesivo es particularmente importante neutralizar el deseo de su pareja, principalmente, reduciendo el deseo a la demanda. El obsesivo trabaja para que al otro no le falte nada. En el caso, la falta de aviso en el silencio de la dama se le vuelve demanda. Y si demanda, es porque desea o peor, goza. El goce del otro, en el obsesivo, debe ser estrictamente controlado.

Lo que el obsesivo intenta, frente a su pareja (del sexo que sea) es mantener el mismo estatuto fálico que mantuvo con su madre. ¿De qué manera? Si para el hombre tener el falo implica que dejar de serlo, lo que en este caso vemos es que el desentumecimiento del hombre es total, vía el agotamiento de todo el cuerpo. No olvidemos que los obsesivos son nostálgicos de ser, pues lo que se descubre en los análisis es que han sido muy amados por su madre (hijo privilegiado, preferido). El niño puede haber experimentado la vivencia de que la madre obtuviera de él lo que se espera del padre, pero tratándose de una neurosis, el pasaje del ser al tener se da por la interdicción de la función paterna.

El gustito que al obsesivo le quedó fue la posibilidad de suplir el deseo de su madre, aunque no suplir el objeto (sino entramos en el campo de las perversiones y las psicosis). El niño efectivamente ha sido conducido por la ley del del padre, pero el niño ha captado la parcial insatisfacción de su madre. En esta estructura, lo típico es la tentación a la identificación fálica y a la obedencia a la ley del padre. La nostalgia sintomática del ser, en el caso de la eyaculación retardada tomada como formación de compromiso, cumple con estas dos posiciones: tener el falo por no serlo, pero también serlo en la medida que la detumescencia o cansancio es en el total del cuerpo, desde donde retorna la castración.

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