viernes, 16 de octubre de 2020

La realidad actual de nuestra práctica clínica: ¿es psicoanálisis?

- ¿Freudiano o lacaniano?

- ¿Seguimos haciendo psicoanálisis? 

- ¿Admite el psicoanálisis una práctica institucional donde el tiempo está limitado y no hay un diván?

En los círculos psicoanalíticos, hay una pregunta bastante básica por si se es freudiano o lacaniano. Se es psicoanalista, e inscribirse en una de esas modalidades no parece adecuado. En toda disciplina hay un aspecto de descubrimiento y otro de invención. Los descubrimientos se conceptualizan y se fundan disciplinas.

Freud, además del inconsciente, descubrió la sexualidad en un sentido preciso, que no significa tener pene o vagina, sino que es una cuestión que tiene que ver con el goce sexual y la pulsión. En función de eso, Freud inventó el psicoanálisis desde el punto de vista teóric o y clínico. También descubrió "técnicas", que es mala palabra en psicoanálisis. El psicoanálisis tiene un método de investigación y una forma de curar los síntomas. El psicoanálisis se ocupa de resolver los síntomas y en ese sentido es un método terapéutico. La palabra terapéutico tampoco debe ser despreciada, aunque Lacan la discutió al dialogar con los psicoanalistas de su época. Hay que tener cuidado con las prohibiciones intelectuales de los lacanianos, como los temas relacionados a la contratarnsferencia, la prohibición de decir psicoterapia, entre otras. Hay una falta de libertad intelectual de algunos círculos, incompatibles con estar analizado eficazmente.

Frecuencia de sesiones

¿Cómo es que hoy sostenemos una práctica por la que nos preguntamos si es psicoanalítica? Freud practicaba sesiones de 50 minutos, con 10 minutos de descanso, 6 sesiones semanales. Luego se pasó a un estándar de cuatro sesiones semanales que fue sostenido por la Asociación Psicoanalítica Internacional. Con el tiempo, en función del cambio de vida y las circunstancias económicas, se pasó a trabajar con estándares variados. Los análisis de cuatro sesiones semanales se volvieron exclusivas de los que querían ser analistas en las instituciones oficiales. Las tres sesiones empezaron a ser una práctica corriente, luego dos sesiones, luego una y a veces cada quince días. A veces, con modalidades diferentes... 

El psicoanálisis se practica en ámbitos muy distintos. Una cosa es la teoría y otra cosa es el ámbito de aplicación del psicoanálisis. Esta otra de las palabras prohibidas en círculos lacanianos: psicoanálisis aplicado. 

Lo ideal de las sesiones es que no haya tanto espacio entre una sesión y otra, que haya cierta continuidad. Las razones son varias, una de ellas es poder trabajar mejor sobre estos detalles. El analista trabaja sobre los detalles, sobre los indicios. 

Aún teniendo sesiones cada 15 días, se puede seguir aplicando el psicoanálisis. Un paciente va al analista porque se siente mal, porque sufre y porque hay cosas que en su vida no funcionan. Lacan definía al síntoma como lo que no anda en lo real. El paciente pide análisis y éste se dispara en un trasfondo sintomático. Es impensable un análisis sin que algo no ande en lo real.  

Carácter y síntoma

Hoy también decimos que analizamos el carácter, que es la forma de existencia de una persona, su estilo, que le da una identidad estable. El carácter está incorporado al yo, así que el sujeto vive de manera naturalizada y no lo toma como un problema. Siente que anda en lo real, pero en la medida que las cosas empiezan a no funcionar, el rasgo de carácter es candidato a sintomatizarse. El carácter es egosintónico, pero cuando el sujeto empieza a registrar que ese sufrimiento podría eliminarse, empieza a ser egodistónico. El analista trabaja con el síntoma y aunque se dice que el objetivo del psicoanálisis no es curar -sumado a cierto pesimismo de Freud al final de su obra al decir que la curación del síntoma se produce por añadidura-. Podríamos decir que no es para añadidura, pues el síntoma está en la médula del análisis por muchas razones. Una es porque el síntoma tiene que ver con la verdad del sujeto, eso quiere decir que tiene que ver con verdades silenciadas, que hablan a través del malestar y el sufrimiento. El paciente consulta porque en mayor o en menor grado se siente mal. El síntoma está y el psicoanálisis apunta a su curación. Que no esté admitido, es otra historia. Freud discutió con el psicoanálisis salvaje y la famosa ambición terapéutica, diciendo que el psicoanálisis se trataba de otra cosa. 

Para muchos lacanianos, "cura no" se transformó en una especie de consigna. Nassio y otros psicoanalistas contemporáneos se han animado a decir que el psicoanálisis cura, pero siempre fue claro que de lo que se trataba es que el malestar fuera viable en la vida diaria. Nos ocupamos del sufrimiento y de que haya una mejor calidad de vida en el sujeto. Aunque muchos lacanianos no lo acepten, cuando se ocupan de un paciente se ocupan de su sufrimiento y no del pase y del fin de análisis de la comunidad lacaniana.

Lacan decía que no podía hablarse de trapéutica porque no había retorno a un estado primero. La palabra terapia no quiere decir eso, quiere decir "tratamiento", que es otra cosa. Lacan usó el término cura, así que hay que tomar eso en cuenta. En algún lado de los últimos seminarios dice que el psicoanálisis es un sesgo práctico para sentirse mejor. 

El tratamiento en los hospitales suelen suelen ser tratamientos acotados por distintas razones geográficas, institucionales, etc. En una guardia se puede hacer psicoanálisis, porque la médula del psicoanálisis no pasa por el tiempo, espacio, lugar, virtual o presencial, imagen o sin imagen. Lo que define a la práctica como psicoanálisis pasa por otro lado.

Nuestro campo operatorio es el discurso, el despliegue de la palabra en un contexto social, que Lacan llamaba lazo social. Al principio, Lacan ponía el acento en al aspecto discursivo, cuya metodología es discursiva. En Función y campo de la palabra, el discurso es el despliegue de la palabra y ese es el campo operatorio del análisis. Después tomo otro aspecto, que es el del lazo social y definió a los discursos como lazo social. El discurso como lazo social implica al objeto y las dos variantes del significante, como vemos en los 4 discursos del psicoanálisis. El acento está puesto en lo social, pero el sujeto tiene que ver con el discurso y el despliegue de los significantes. El sujeto es supuesto por el discurso, o si se quiere, es lo que se representa en el discurso. El campo de operatoria del psicoanálisis es el discurso y en todas estas instancias y variantes que van de la cantidad de sesiones, el dispositivo, los contextos que se aplica, se hace psicoanálisis cuando se opera sobre el discurso.

Cortes de sesión

Una de las consignas de amplio en el círculo lacaniano, que se define psicoanalítico, sostiene que la palabra adormece y a partir de ahí la cosigna es el corte de sesión como corte de goce. Las cosas llegan a tal extremo, que quienes realizan esa práctica hacen sesiones cortas tratando de eliminar la palabra. Es decir, lo importante es el corte. Es cieto que la palabra puede adormecer, pero también es cierto que la palabra despierta y el descubrimiento freudiano sobre el inconciente y la sexualidad siempre fue un descubrimiento sobre el discurso. La invención también es sobre un campo discursivo, así que si no hay despliegue de la palabra, no hay análisis. El corte implica un "no hay más que hablar, llegamos a un punto en el cual está todo dicho, o no todo dicho". Ahora, si eso no se hace en un amplio círculo discursivo suficiente, ocurren cosas como al acting out o problemas más graves por haber expulsado la palabra del análisis, que lo vuelve insostenible. La palabra puede adormecer, pero también despierta. 

El silencio también adormece y se puede invertir la fórmula de que uno es dueño de sus silencios y esclavos de sus palabras, en la medida quelas palabras permiten el acceso a la verdad del sujeto. El ser humano apunta a la verdad, aunque se resista, la nuegue. El síntoma tiene que ver con la verdad subjetiva y la cura también. Ninguna terapia que no apunte a la verdad es eficaz, en especial las terapias que tienden a hacer una prótesis.

Se puede apuntar a la verdad, aunque sea en una sala de guardia o en una sesión cada quince días. Desde ese punto, es una práctica psicoanalítica, aunque debemos ver qué pasa en una sesión de análisis. Si bien Freud comenzó con el anpalisis de los spintomas, hoy en dia los pacientes vienen a sesión, y hablan de distintas cosas. Por lo general, hablan de cosas que les genera malestar, angustia. El síntoma está en la sesión cotidiana. Además, hay un sufrimiento del que nos ocupamos. Es frecuente que un paciente llegue a sesión angustiado y se vaya aliviado. A veces es al revés y eso es bienvenido, si la angustia no es excesiva.

El síntoma abre a una investigación sobre la historia del sujeto, la relación de ese sujeto con la verdad y la asunción de esa relación. Esto tiene un efecto terapéutico decidido. El analista ordena, toma al síntoma y evalúa los distintos elementos, las distintas escenas, los detalles. Recordemos que el sufrimiento del paciente se presenta en un principio muy desordenado, por eso un paso obligado para resolver un síntoma es ordenarlo.

A medida que el síntoma se ordena, se produce una mejoría en el estado del malestar del sujeto, al deconstruir el síntoma. El analista ordena el síntoma y lanza una investigación. Las intervenciones sobre los lapsus, los fallidos, sueños, actos sintomáticos y demás formaciones del inconsciente también avanzan sobre la verdad. El síntoma se historiza para que el sujeto se haga responsable de su historia. Responsabilizarse es contrario a echarle a la culpa a los padres, por ejemplo.

Las interpretaciones no se hacen por clichés, como interpretar que se trata de la madre por haber soñado con una mujer. Aplicar lecturas prefabricadas es una mala práctica. La buena práctica psicoanalítica apunta al detalle, a la verdad del inconsciente, a la fantasmática que se despliega en las sesiones.

Los sueños

Uno de los principales elementos del descubrimiento e invención freudiana fue el sueño. Un sueño es lo que el paciente cuenta sobre el sueño. Lo único que el analista tiene es el relato del paciente, porque se ocupa del relto y los personajes del paciente en su discurso. Poco importan las personas reales detrás de esos personajes discursivos de la historia del sujeto. 

¿Qué diferencia hay entre analizar el discurso de una sesión con el texto de un sueño? En realidad, no son muy diferentes. El discurso coherente está articulado, hasta cierto punto, porque las representaciones meta pueden sacar al discurso de la lógica. La lógica aristotélica existe, pero muchos aspectos retóricos de producción de significación a través de ciertas representaciones o significantes que ordenan el discurso violan la lógica. Estamos habitados de explicaciones recíprocas, razonamientos incorrectos y figuras retóricas que nada tienen que ver con la lógica y que vienen de algo que Freud aisló. Freud decía que el discurso corriente, en base al principio de realidad, era lógico (contradicción, tercero excluído) en contraste con el proceso primario del inconsciente. Cuando Freud descubre las representaciones meta, que son conscientes, se da cuenta que el discurso se ordena no solo por las leyes de la lógica. El proceso secundario es un discurso desde la lógica y la retórica.

En el sueño hay un predominio de lo que se llama elaboración primaria o trabajo del sueño. En el discurso del sueño vemos el discurso inconsciente, es decir, condensaciones y desplazamientos que producen el discurso manifiesto en el sueño y que vienen de un ordenamiento de discurso secundario, pero que pasa por la elaboración inconciente. La elaboración primaria es la médula del sueño, que es la puesta en imágenes. En esa construcción, se pueden condensar dos imágenes, la negación no existe y cuando aparece puede implicar la afirmación, cosa que no ocurre en la elaboración secundaria. 

Cuando el paciente cuenta un sueño, intenta ordenarlo en fragmentos según la lógica consciente, que es la lógica de la elaboración secundaria. En la sesión, las cualidades del sueño no son muy diferentes de los factores que intervienen en otra cosa que el paciente diga. Es decir, en la sesión tenemos lo mismo que en un sueño, pero elaborado secundariamente. Lo que predomina es el discurso del principio de realidad: lógica, las figuras retóricas que violan la lógica, más algunos significantes que ordenan el discurso con o sin lógica. 

Una sesión es como un sueño pero con una predominancia de la elaboración secunaria. Esto puede ocurriren la distintas modalidades del encuadre terapéutico. 

El uso del diván

¿Es necesario el uso del diván? Si bien se le ha encontrado diversas razones teóricas para usarlo, finalmente el diván lo inventó Freud al no soportar tener a los pacientes frente a frente durante ocho horas al día. El diván es un resabio de la hipnosis y posteriormente se le encontraron aplicaciones valederas para utilizarlo, aunque a veces limitan el análisis. La imagen y los gestos forman parte del discurso y así como el uso del diván permite sacar un factor que entorpece la asociación y la elaboración discursiva, también nos perdemos gestos.

Hay que hacer un balance delicado en esto de eliminar la imagen o no eliminarla. Hoy en día podemos pensar que el diván no es un elemento esencial para el análisis. Puede ser útil para algunos pacientes, pero para otros está contraindicado.

Mientras la práctica de Freud era más silenciosa, hoy nosotros disponemos de otros recursos como la letra, es decir, escuchar los pequeños detalles de una sesión. Cuando nosotros interrogamos los detalles que advertimos, estamos practicando el psicoanálisis. A veces, la interrogación por un detalle es más importante que una lectura o una interpretación. 

La médula en psicoanálisis es la interrogación más que la interpretación, porque el síntoma empieza a desarmarse cuando se lo interroga. La verdad del sujeto empieza a emerger punto por punto. El síntoma tiene que ver con la verdad del sujeto y su curación también. Quien no admite que tiene la cura adelante, se equivoca. La cura no es por añadidura, sino por estructura: al investigar un síntoma, éste empieza a disolverse o a cambiar. Lo mismo pasa con los rasgos de carácter, que son más difíciles de analizar.

La presencia del analista por medios virtuales

Desde que comenzó la pandemia de COVID-19, surgieron interrogantes que a veces fueron un poco dramatizados en exceso sobre la atención virtual. ¿Es psicoanálisis la atención virtual? ¿Hay transferencia? ¿Y la presencia del analista?

Primero, la presencia del analista no se define por la presencia física ni por un consultorio, sino por lo que se juega en su presencia, que no necesariamente tiene que ser física. En la presencia física hay cuerpo, imagen, pulsión (voz, mirada). Con los medios virtuales tenemos la voz, la mirada, las palabras. El analista está presente de esa manera. No hacía falta una pandemia para darse cuenta que se podía analizar a alguien por vía virtual, pero eso ocurría silenciosamente y no era una práctica extendida. Para los que venimos haciendo eso desde hace años, podemos dar cuenta de tratamientos muy eficaces desde el punto de vista de la investigación, de la verdad y de la cura.

En los distinto ámbitos de aplicación del psicoanalisis, lo importante es el sujeto. Escuchamos al sujeto, le hablamos a al sujeto y allí intervenimos. La verdad del síntoma, la interpretación y el corte tocan vía la verdad a lo real del sujeto.

En todo lo que hemos dicho está presente la transferencia, si bien no hemos hablado de ella. La transferencia es central para sostener la condición psicoanalítica de las prácticas que tenemos hoy en día, ya sean las guardias, las modalidades en las que se ejerzan, hasta los tratamientos en su forma clásica. 

¿Cómo definimos a la transferencia? 

Desde su dimensión real, la cuestión pulsional está siempre presente. Las pulsiones más relevantes son la mirada y la voz que sostiene la palabra. 

Desde el punto de vista imaginario, situamos los contenidos afectivo de la transferencia: amor, odio, etc. 

El aspecto simbólico, hay transferencia en el punto donde dos discursos se transforman en uno solo. Hay un discurso de análisis y esa transformación de dos discursos en uno se da cuando hay una pertinencia entre lo que el analista intepreta, interro e interviene y el analizante o paciente es tocado en un punto determinado. El paciente siente que lo que se le dice es pertinente.

Fuente: Notas de la conferencia dictada por Víctor Iunger, el 25 de agosto del 2020, " La realidad actual de nuestra práctica clínica: ¿es psicoanálisis?" en Institución Fernando Ulloa.

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