jueves, 11 de marzo de 2021

No a cualquier precio se alcanza la adolescencia. Intervenciones del analista

El tema del precio nos hace pensar en el costo, la sesión y la renuncia implicados en el pasaje de la pubertad a la adolescencia. Freud, en El Malestar en la cultura, sostiene que el sujeto debe pagar el precio de la renuncia pulsional para acceder a la civilización. Esta renuncia, aclara, no es sin síntomas, con el cual se sale a la exogamia y es lo más deseable.

La clínica con adolescente tiene un borde con la clínica con niños y otro borde con la clínica con adultos. El analista, en ese sentido, debe ser sumamente plástico para poder operar con ambos extremos.

¿Qué dificultades y especificidades encontramos en esta clínica?

Uno de los temas es la transferencia de un sujeto que es traído generalmente por un padre o un adulto. Los padres reales siguen presentes en este tiempo del sujeto. En la conferencia  34 de Freud, se advierte de esta presencia real de los padres como una resistencia al análisis de los niños. Las resistencias, muchas veces, operan del lado de los padres.

Los padres pueden estar demasiado presentes o demasiado ausentes, siempre es un "demasiado". Ante el exceso que proviene del Otro parental, del lado del sujeto encontramos a la inhibición. 

Muriel Barbery, en La elegancia del Erizo, nos describe a la protagonista, Paloma, de 13 años, relata sin dramatismo su sensación de vacío. Dice: 

He tomado pues una decisión. Pronto dejaré atrás la infancia y, pese a mi certeza de que la vida es una farsa, no creo que pueda resistir hasta el final. En el fondo, estamos programados para creer en lo que no existe, porque somos seres vivos que no quieren sufrir. (...) ¿seré todavía capaz de hacer frente al sentimiendo de lo absurdo? No lo creo. Por eso he tomado una decisión: al final de este curso, el día en que cumpla 13 años, el próximo 16 de junio, me suicidaré."...

Paloma, como muchos púberes, ante la caída del sentido producto de la irrupción de lo real de la pubertad, no encuentra salida y por eso fantasea con un pasaje al acto. En La metamorfosis de la pubertad, Freud plantea que con el comienzo de las transformaciones que han de llevar la vida sexual infantil a su constitución definitiva y normal. 

Para Freud, hay un trabajo de este tiempo que no se limita a la aparición de los caracteres sexuales secundarios, sino también la reedición de la problemática edípica y la comparación de la imagen con el ideal. En la pubertad, la pulsión impacta sobre el cuerpo y fuerza al sujeto a responder. Lo que el niño había armado en la niñez, ya no sirve y debe reiventarse.

Uno de los pilares de la niñez es el juego, iniciando con el juego del Fort-da, que inscribe la presencia del Otro en relación a su ausencia. Es un intento de simbolizar al Otro. La función de este juego es contruir una mediación entre el Otro primordial. En la repetición, el niño contornea y arma un foso, una distancia en relación al Otro. La adolescencia también puede pensarse como un gran juego del fort-da en donde nuevamente se va a reinscribir el lugar del Otro y se armarán estos contornos... en el mejor de los casos.

En El creador literario y el fantaseo, texto de 1907, el juego es un pilar de la infancia, junto a otros dos, que son el fantaseo y la creación poética. El niño, al jugar, se comporta como un poeta, porque en el juego produce el ordenamiento propio, poniendo las cosas en un orden placentero. El niño se apoya en sus juguetes para armar las proporciones de su juego y las imaginarizaciones de los objetos. El juego propicia el pasaje de la realidad efectiva a la realidad psíquica, con consecuencias importantes en el sujeto. Lacan, por su parte, dirá que la verdad tiene estructura de ficción. Cuando la verdad no tiene estructura de ficción y sucede en lo real, es un problema.

La constitución del sujeto en diversos tiempos desarrollador por Lacan nos permiten seguir al juego en cada uno de estos momentos y así podemos leer los pasajes y los detenimientos. Llegados a la pubertad, el juego se desplaza hacia el fantaseo.

En Metamorfosis de la pubertad, Freud plantea también que la vida sexual humana comienza dos veces: 

1) Durante las primeras articulaciones de lo pulsional, como el paso a través del complejo de Edipo y el complejo de castración. Esto da como resultado las primeras articulaciones a las satisfacciones que se dan los planos afectivos (masturbación infantil) y el juego (plano imaginario, del fantaseo). De esta manera de atraviesa el primer tiempo. Si el juego ha sido efectivo, se inscribirá el ideal del yo y el superyó. Se instala la latencia a partir de poder posibilitar las primeras sublimaciones.

Hay casos donde no se instala la latencia y se junta el primer despertar con el segundo. No se produce el primer apasiguamiento que permite las sublimaciones y el niño no pasa por este tiempo de tranquilidad y serenidad que le permiten comenzar con el proceso de aprendizaje. Esto sucede cuando ciertas operaciones lógicas no logran inscribirse, porque no ha funcionado la ley del padre.

En este primer momento, lo que se constituye es un fantasma provisorio que le da un cierto lugar al sujeto durante su niñez y su latencia. Se trata de un sujeto a la espera de un nuevo goce. Lacan habla de los títulos en el bolsillo, que son las marcas que dejaron los Otros rpimordiales en el tránsito por el complejo de Edipo y de castración. Con esas marcas, el niño llega a la pubertad y a la adolescencia.

2) El segundo momento ocurre con la llegada de la pubertad, donde estos significantes no le sirven ante los desafíos que este tiempo les depara. 

Un chico de 14 años, tercer año del secundario, trae dos problemas a la consulta. Uno es lo que traen los padres que es lo escolar, en donde había repetido un año. Lo que él trae él es la dificultad de poner el cuerpo. No se sentía incluído en el grupo de pares y de varones. Quería sentirse fuerte, musculoso y no ser "el lindo de mamá". Acá vemos que "ser el lindo de mamá" es el significante bajo el cual él se constituyó como falo de la madre. El adolescente tiene que renunciar a este lugar, que tiene que ver con el deseo del Otro. Esto es lo que Lacan llamó alienación y es algo inherente a la estructura. De este lugar hay que salir y esta es una clave del análisis con púberes: la pubertad como real y la adolescencia como respuesta que el sujeto da.

El analista opera por dos vías: la entrevista con los padres y en relación al sujeto para intervenir con él.

Un caso.

Damián (13) es traído por su madre. Los profesores dicen que lo notan muy distraído, que se estaba llevando muchas materias en el primer año. La madre dice "Él es lento".  Al chico le habían detectado un principio de úlcera gástrica. También menciona un tic que tiene Damián. La madre se había separado del padre de Damián y eso había afectado a Damián, según ella. Ella estaba haciendo terapia a la vuelta de ese consultorio, por lo que la analista decide darle un horario diferente al que ella hacía terapia, para propiciar la separación. La madre, en esta primera consulta, estaba con anteojos negros. 

Para el padre, el chico es bárbaro y no le pasa nada, que los problemas los tiene la madre. Acá tenemos a un padre que no opera. 

Damián viene en bicicleta, en estado de somnoliencia. Acepta el tratamiento, se sienta en la silla desparramándose. Se refriega los ojos, se toma su tiempo. Él dice que no sabe qué hacer y la analista le responde que puede hacer nada, que puede dibujar, escribir o jugar si puede. Él dice que quiere dibujar pero copiando, porque dice que no sabe dibujar. Agarra unas revistas y se pone a dibujar una mariposa.

Mientras lo hace, dice "Yo soy lento". La analista interviene "Yo pensé que eras Damián" y que en todo caso, se está tomando el tiempo que necesita.

Él comienza dibujando el cuerpo de la mariposa, luego un ala. Cuando va a hacer la segunda, dice "Igual-igual no me sale", a lo que la analista le responde que igual no puede ser, porque es otra. La mariposa, según Damián, la eligió "porque no tiene pelos y hacer pelos es difícil". La mariposa representa la cuestión de la metamorfosis. Además en el dibujo está la cuestión de los ojos y del mimetismo.

En las consultas con adolescentes no se habla como con adulto, pero tampoco se dibuja ni se juega como con un niño. Hay particularidades que debemos transmitir.

A Damián también le interesaban cuestiones que tenían que ver con la carpintería. La analista lleva madera y elementos de corte, como sierra, destornillador. Él decide hacer un "dado chico". Él toma medidas, hace cortes. Le pide a la analista que agarre de un lado, para que él corte. Esto también hace alusión al sostnimiento en el corte, posición que a muchos padres les cuesta tomar. Él termina armando un cubo perfecto y luego que va a "poner los puntos". Empieza por el número 3. La analista pide asociaciones con el número tres y a él se le ocurre el número 33 y la edad de Cristo.

A la analista se le ocurre dar vuelta el "dado chico" y decir que era un "chico dado", en el sentido que era dado a la madre. Se va constituyendo algo del orden de la neurosis obsesiva. El dado queda a medio terminar, lo cual nos deja pensar en algo del cuerpo.

Otros puntos de este caso es que un día viene restregándose los ojos y cuando la analista le pregunta qué le pasa, Damián responde que la madre lo tiene que llevar al ginecólogo. Para él, el ginecólogo era el doctor de los ojos y la analista le indica la diferencia. Esta intervención avergüenza a Damián, con un estado de turbación, pues no sabe cómo seguir. Le pone una barra sobre el sujeto. Recordemos que en Tres ensayos... la vergüenza, el asco y la moral son los tres diques de prohibición del incesto. La vergüenza es la evidencia que algo de la represión se ha producido. Lo que a Damián lo perturba es la proximidad con el otro sexo.

Otra cosa importante del caso es el pasaje del juego hacia el poder hablar. 

En cuanto al segundo despertar, Lacan escribe El despertar de la primavera sobre esa tragedia infantil. Se trata sobre las preguntas del sujeto sobre qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas. Esto no sería posible sin el despertar de sus sueños. En Damián partimos de un chico adomecido, que finalmente se ruboriza.

En El despertar de la primavera, que se trata de 3 jóvenes, Wendla Bergmann se está probando un vestido y le pregunta a la madre si se lo podía hacer un poco más largo, pues las señoritas así lo usaban. La madre se niega, diciéndole que le queda bien así. El Otro materno no aloja este deseo y este nuevo cuerpo, dándole nuevas vestiduras. La tragedia ocurre ocurre cuando Wendla tiene un encuentro sexual, donde queda embarazada y falece en un aborto ilegal. La madre, aún con la hija muerta, niega este hecho, renegando este tiempo del sujeto.

En el segundo despertar el sujeto intenta armar respuestas ante la intrusión de lo sexual y la posición de los padres es importante. Al adolescente le toca discernir entre el deseo propio y el del Otro (los padres). Las inhibiciones, la postergación, el aburrimiento toman la escena.

Los trabajos psíquicos que requieren este pasaje son varios, como la crisis identificatorias, como vimos. El adolescente tiene que armar otra respuesta y acomodar el ideal a la imagen. Muchas bulimias y anorexias tienen que ver con este punto, la dificultad de un rearmado que incluya lo genital. 

El segundo es la reorganización de la relación con los padres, que se vuelve conflictiva. El sujeto empieza a necesitar cierta distancia para configurar el espacio de lo privado y lo íntimo. A los padres que les cuesta perder ese espacio, se les genera resistencia.

Otro trabajo psíquico tiene que ver con la elección de objeto. Imlica la elección de un nuevo amor que incluya lo sexual. La elección de objeto se va a dar si hay una renuncia a los objetos primordiales y en tanto se pueda ubicar como hombre o como mujer.La sexualidad humana se rige por a pulsión, que es absolutamente singular y tiene que ver con las marcas que cada quien inscribió en la primera experiencia de satisfacción. Estas marcas, que devienen en marcas simbólicas, son azarozas y contingentes. Decirse hombre o mujer no tiene nada que ver con lo natural como la anatomía, sino con las marcas de goce.

El pasaje del yo ideal al ideal del yo es otro de los trabajos que nos interesan, porque es el que le permote al sujeto armar un plan de vida propio. El ideal tiene que ver con tomar los emblemas del Otro y en la actualidad tenemos dificultades con el armado de los ideales por el declive de la función del padre. Allí el analista debe tomar algún significante que funcione como orientador de si deseo. 

Finalmente, la salida a la exogamia implica pasar de lo familiar a lo social. El sujeto, en la pubertad, produce un desasimiento de la autoridad parental, que es un tiempo doloroso pero necesario. Esta separación implica trabajar no tanto en la vía del recuerdo, sino en la vía de la construcción del sentido, si no es que lo traen. 

Fuente: Notas del taller Clínico "No a cualquier precio se alcanza la adolescencia. Intervenciones del analista" a cargo de la Lic. Miriam Britez.

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