Acerca de la ley en psicoanálisis, Castoriadis, (1987) dice:
"Aspecto del mismo problema en Lacan y los lacanianos, por ejemplo, en la imposibilidad de hacer una distinción cualquiera relativa al contenido de la Ley. Desde el momento en que hay Ley, lo esencial está dado; el sujeto es confrontado a una ley en función de la cual debe renunciar a una serie de objetos de su deseo, mediante lo cual se volverá capaz de ser deseante, y es todo. A partir del momento en que hay este pasaje por los "desfiladeros de la castración", el sujeto vuelto capaz de acceder a su deseo está, por decirlo así, acabado. Todo esto quizás sea verdadero, quizá no, pero la pregunta es: ¿de qué ley se trata? No conocemos comunidad humana sin leyes. Pero estas leyes son muy diferentes, y hay comunidades cuyas leyes serían una abominación para nosotros.
Lo propio de estas concepciones, y especialmente del lacanismo, es pasar por alto la posible distinción, la posible diferencia, de dos maneras de considerar la Ley: por un lado, toda agrupación humana, cualquiera sea —las antiguas, las modernas, los caníbales, los monjes, los esenios, los nazis, la mafia—, tiene leyes necesariamente, de otra manera no es una agrupación humana. Pero otro punto de vista que emerge a partir de un momento en la historia plantea la pregunta: ¿todas las leyes son equivalentes? ¿Esta ley es justa? ¿Cuál es la ley justa? ¿Qué es la justicia? A partir de entonces surge otra actitud que distingue entre las situaciones defacto: en la Alemania nazi, por ejemplo, hay leyes, no hay más que eso, reglamentaciones abundantes, y éstas son las que aplica e invoca Eichmann (…) ¿En el Nombre de qué? Es, pues, una actitud de una insigne hipocresía decir así: la Ley, sin más.
Se opera entonces una confusión entre <la afirmación de> la necesidad general de una institución para que haya sociedad humana, por lo tanto, entre el carácter constituyente/instituyente de la Ley, y <la afirmación según la cual> la Ley es esta ley empírica dada cada vez, pero no es simplemente empírica, es del orden de lo "Simbólico". Pero entonces, o bien esta Ley ya no es simplemente la ley de los aztecas, de Komeini, de los nazis, o por qué no, de la V República, y finalmente no tiene ningún contenido, no se puede decir nada de ella; o bien estamos obligados a identificarla con la ley positiva, y entonces renunciar a toda actitud crítica y, más aún, política, con respecto a la institución existente."
Este debate resulta imprescindible y faltante en el psicoanalisis actual. El lacanismo dio lugar a un nuevo tipo de analistas: oráculos que pretenden legislar sobre todo, desde la matemática hasta la política, pasando por la linguística y la poesía, en nombre de un “no saber”. Su esoterismo hace callar a un número creciente de intelectuales, cosa paradójica, cuando lo que se dice pretender es “liberar a la palabra”. Propaga la dignidad del saber esóterico contra el materialismo vulgar y el cientificismo pasado de moda. Todo aquel que no utilice el vocabulario canonizado es sospechoso.
El psicoanálisis lacaniano ha camuflado el núcleo en torno al cual se organiza la existencia humana: el cuerpo (biología), las necesidades (economía), la violencia social (política). Se ha convertido en una cosmovisión culta cuyo impacto sobre el campo ideológico es cada vez más insignificante. Se presentó como un saber que domina todos los saberes y afirmó, paradójicamente, el espacio de ese saber está vacío. En un mundo donde la data ha aumentado hasta el infinito, ¿cómo no sentirse atraído por una obra que los unifica? En una época donde los valores religiosos, políticos, éticos están desvalorizados era fácil adherir a una doctrina que nos posibilita destituir la realidad y asumir una suerte de extraterritorialidad .
Lacan murió en 1981. Nuestra tarea, lacanianos o no, es diferenciar su obra de la persona Lacan, intentando una vez más una “filiación simbólica”. El “efecto Lacan” tiene mucho del efecto del alcohol: euforia, mareo, resaca y también vómitos, cuando la dosis se pasa de la raya. Leamos a Lacan y leamos a sus discípulos. Con harta frecuencia encontraremos que los discípulos son en realidad epígonos que imitan al maître en sus gestos y desplantes, pero no en su inventiva teórica.
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