En esta entrada veremos el cuerpo en lo imaginario, lo simbólico y lo real, teniendo en cuenta que los tres registros funcionan a la vez unidos por el objeto a. Diferenciar cada registro nos permitirá orientar las intervenciones.
La idea inicial freudiana nos pone en la pista del trabajo en lo simbólico, por vía del desciframiento, la interpretación. El síntoma, en esta línea que leyó Lacan, es una metáfora en donde se aúnan diversas líneas significantes que dan lugar a ese único síntoma para esa persona.
Hay que distinguir al cuerpo imaginario del cuerpo en lo significante de las zonas erógenas y del cuerpo en lo real. Por ejemplo, en la psicosis tenemos constancia del cuerpo real, donde los objetos también aparecen decalabros.
Lacan se refirió al cuerpo imaginario como lo que Doltó refirió a la imagen del cuerpo; el cuerpo imaginario es el cuerpo constituído en función de la imagen del Otro, en un punto identificatorio donde el yo (moi) le permite constituir al semejante, los bordes de ese cuerpo. En este aspecto del cuerpo entran el Estadío del espejo, la relación del sujeto con su doble, con sus vertientes del amor y el odio. No es el cuerpo exclusivo de la neurosis; en la psicosis encontramos un punto cúlmine en el cuerpo fragmentado, donde el paciente vive que el cuerpo se deshace. En la psicosis aparece un conocimiento del Otro que le habla, que en realidad es un desdoblamiento del sujeto psicótico.
En la neurosis lo imaginario tiene una función de velo, en relación a la semejanza con el otro. Lo fragmentado en la neurosis aparece solo a nivel de la fantasía, con ideas de un cuerpo que no está a la altura y aspectos que vivencian como separados del cuerpo: ej: una arruga. Esto, en la neurosis, se vive a nivel de un espejo que no compromete a la estructura del cuerpo. Incluso con partes inconscientes, en la neurosis hay un yo que reúne los múltiples aspectos que, no obstante, le hacen conflicto al neurótico.
En el cuerpo imaginario encontramos las identificaciones del tercer tipo que enseñó Freud, como en el el caso de la joven en el internado que recibe una carta y todas vibran contagiadas.
En lo imaginario, el cuerpo se presenta como una superficie y a determinados significantes en lo simbólico, corresponden ciertas presentaciones diferentes. Por ejemplo, en algunas depresiones los pacientes pueden venir de manera alicaída, sucios, con la ropa rota, donde no pareciera haber registro del propio cuerpo. En este ejemplo, el cuerpo aparece fragmentado y no logra constituírse producto de la regresión. En lo imaginario también tenemos la imagen fálica como semblante.
Las intervenciones en lo imaginario son de corto alcance, pero no deben ser despreciadas. A alguien que está muy angustiado, por ejemplo, uno le puede decir que lo llame. No implican un cambio subjetivo, pero sostienen cierto borde frente a lo real de la angustia que arrasa y amenaza con despersonalizarlo.
En la adolescencia es interesante e importante trabajar con las identificaciones con los ideales, donde la identificación al líder es imaginaria.
El cuerpo en lo simbólico es aquel que se constituye desde el discurso del Otro: los significantes del discurso materno, paterno, social, etc. Se trata de un cuerpo atrapado, leído y recortado por los significantes del Otro. Hay personas, por ejemplo, que cargan con nombres y sobrenombres que marcan al sujeto y detienen el modo en que el sujeto se ve a sí mismo. Estos significantes hace que el sujeto se vea, retroactivamente, desde las palabras del Otro y no desde el "si mismo", que en lo simbólico está perdido pues siempre en este registro hablamos de la sustitución de una cosa por otra. El sujeto responde, a esta lectura del Otro, con la sexualidad y organiza un cuerpo erógeno, al servicio de convertirse en falo del Otro.
Cuando hablamos del cuerpo simbólico, trabajamos con la cura por la palabra, como lo planteó Freud tempranamente, mediante el desciframiento. El paciente puede presentarse desde el discurso del Otro.
En los primeros seminarios, Lacan dice que lo simbólico determina a lo imaginario, donde el movimiento de los significantes lo provoca.
En la orientación por lo real, nos apartamos del sentido (propio de lo simbólico) y nos dirigimos hacia el sin sentido. El cuerpo real tiene que ver con marcas concretas de la historia y no con el cuerpo biológico. Supongamos una paciente angustiada porque su hijo se va a someter a una operación de amputación. Si hablamos de angustia, no hay significante que recubra, por lo que las interpretaciones son una intervención equivocada. Lo que parece en estos casos es la necesidad de presencia del otro que permita recuperar los bordes. En este punto, es más efectivo ofrecerle un café al paciente angustiado que hacerle una interpretación.
Las identificaciones del segundo tipo son al rasgo del Otro (imaginarias), pero las identificaciones en lo real son al todo, son del orden de lo fundante. Por ejemplo, uno puede identificarse al cuerpo muerto de un padre. Cuando esto aparece, lo hace de manera muda, pus el sujeto no lo percibe. Después de trabajarlo, aparecen las asociaciones. Hay un campo que tiene que ver con la construcción de lo que no puede ser dicho, que Freud trabajó en Construcciones en psicoanálisis.
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